La máquina de las “fake news” trabaja a favor de Bolsonaro
Por Alfonso Benites
4 octubre, 2018
4 octubre, 2018
Este 7 de octubre se realizarán las primeras elecciones presidenciales tras la destitución de Dilma Rousseff en 2016. En caso de que ningún candidato obtenga más del 50% de los votos, se disputará el balotaje el 28 de octubre. Los que aparecen con más chances son el militar retirado y ultraderechista Jair Bolsonaro (PSL) y Fernando Haddad (PT), quien reemplazó a Lula tras su impugnación. También se elegirán a los 27 gobernadores, a los 513 diputados y a 27 de los 81 senadores.
Las elecciones más imprevisibles en décadas en Brasil han derrumbado mitos. El primero, el que dice que sin publicidad en televisión o sin el apoyo de un partido grande, una candidatura no despega. El ultraderechista Jair Bolsonaro dispone de apenas ocho segundos en televisión y lidera todas las encuestas para la primera vuelta, que se celebrará el próximo domingo, con un 31% de preferencias. Esto se debe, en parte, a su fortaleza en las redes sociales y, sobre todo, a su musculatura en una en concreto, WhatsApp, donde las noticias falsas viajan sin ningún control.
Más de 120 millones de personas —seis de cada 10 brasileños— usan esta aplicación de mensajería instantánea, así que los voluntarios y los asesores de campaña del capitán del Ejército han decidido, desde el día uno de campaña, explorar su poder y capacidad para hacer llegar sus mensajes a los potenciales votantes. Se puede encontrar de todo en los grupos a favor de Bolsonaro: difusión de mentiras camufladas como noticias, vídeos que intentan desmentir publicaciones negativas de la prensa, mensajes de desconfianza hacia las encuestas y hacia el sistema electoral, y hasta falsos apoyos de famosos. Una máquina bien engrasada de fake news detrás de la cual están miles de voluntarios y simpatizantes.
La propia campaña de Bolsonaro distribuye informaciones falsas sin pudor. El hijo del candidato ha usado su cuenta de Twittter para publicar una información falsa que asegura que los códigos de las urnas electrónicas brasileñas han sido enviados a Venezuela. También noticias que jamás se produjeron para difamar a las movilizaciones de mujeres contra su padre. Quienes se encargan de diseminar los mensajes son los grupos de WhatsApp. En las últimas tres semanas, EL PAÍS ha analizado los mensajes de tres de esos grupos —en total publican una media de más de 1.000 mensajes al día—. En dos de ellos la presencia de fake news es más evidente que en el otro, pero en todos los mensajes tratan de combatir a los “grandes medios tendenciosos”, un arma que ya utilizó Donald Trump antes, durante y después de su campaña electoral.
La más reciente encuesta de la firma Datafolha, publicada este martes, le ha puesto números al creciente poder de Bolsonaro en esta red social. El 40% de quienes declaran que votarán por él dice que distribuyen material político del candidato de extrema derecha a través de esta aplicación. El porcentaje se reduce a apenas el 22% cuando se le pregunta a los seguidores de Fernando Haddad, el segundo en las encuestas (con 21%) y sucesor del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva como cabeza de cartel del Partido de los Trabajadores (PT).
“Además de la guerra entre los partidos, estas elecciones estarán marcadas por la guerra virtual. Una guerra entre los grandes medios tendenciosos y las redes sociales donde hay de todo, pero es más democrática y está mostrándose más poderosa”, dice a EL PAÍS Carlos Nacli, un brasileño que vive en Portugal, pero maneja casi 50 grupos en WhatsApp para la campaña de Bolsonaro.
Durante la semana en la que EL PAÍS analizó tres grupos de WhatsApp, hubo un ejemplo clásico de cómo funciona esa “guerra” en la aplicación. Dos de los grandes medios brasileños, el diario Folha de S. Paulo y la revista Veja, revelaron los datos del agitado divorcio de Bolsonaro años atrás. Varios documentos judiciales publicados en Veja constataban, por ejemplo, que su exesposa y ahora aliada electoral, le había acusado, en 2008, de robarle un millón de reales (unos 254.000 dólares). Bolsonaro, según dijo su exmujer, no había hecho públicos ante las autoridades todos sus bienes cuando presentó su candidatura a diputado.
Esta información no gustó, lo más mínimo, en los grupos a favor de Bolsonaro. Pero ya tenían un antídoto para frenarlas: días antes, la periodista Joice Hasselmann, candidata a diputada federal por el mismo partido que Bolsonaro en São Paulo, había divulgado un vídeo en el que decía que una “fuente confiable” le había dicho que un medio de comunicación iba a ganar 600 millones de reales por dañar la candidatura del ultraconservador. Aunque Hasselmann no presentase prueba alguna, la noticia se propagó en Facebook mucho más que las propias publicaciones de la prensa brasileña.
Más allá de los grupos privados hay, por lo menos, otros 100 grupos públicos de apoyo sin fisuras al diputado ultraconservador. 37 de ellos son monitoreados por el proyecto Eleição sem Fake (Elecciones sin Fake), una iniciativa vinculada a la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) para combatir las noticias falsas. “Bolsonaro monopoliza los debates en la mayor parte de los grupos públicos”, dice Fabrício Benevenuto, de la UFMG. Las fake news son rastreadas y luego verificadas por un conjunto de medios. “La comprobación de datos es el trabajo más noble para contener las fake news, pero en realidad se realiza cuando el daño ya está hecho y quizás sea irreversible”, cierra.
El País