Cambiemos, el fracaso de una elite
Por Grupo Fragata Argentina
El macrismo ya presentó las bases sobre las que pretende reconstituirse, ahora como fuerza opositora. Durante las últimas semanas, a través de intervenciones públicas y documentos oficiales (algunos de ellos contradictorios entre sí), el gobierno saliente buscó instalar la idea de que se lograron establecer en estos cuatro años las bases económicas para el desarrollo del país. Al mismo tiempo, sus miembros intentan mostrarse como garantes de la transparencia, el respeto republicano y la calidad democrática.
A pesar de ser el primer presidente sudamericano que fracasa en lograr su reelección, Mauricio Macri busca disputar un sentido de cara al futuro.
Porque las consecuencias del extravío político del gobierno las paga el pueblo argentino, es necesario volver a contrastar el camuflaje discursivo con el campo minado que deja el gobierno que termina. La verdad no tiene dueño pero en política hay resultados y hay responsabilidades.
Sorprende, porque justamente es en el terreno económico en donde el fracaso del Gobierno ha sido patente y ampliamente reconocido. Es un hecho que en 2019 la pobreza superará el 36%, cuando el segundo semestre de 2015 se ubicaba en 26,9% de acuerdo con estimaciones de los investigadores Schteingart, Favata y Zack. Es un hecho que la inflación de fin de 2019 superará el 50% y será la más alta desde las híper de fines de los 80. Es un hecho que entre diciembre de 2015 y septiembre de 2019 (último dato disponible) perdieron su empleo unos 204 mil trabajadores privados registrados. Es un hecho que hoy 10,6% de las argentinas y argentinos que quieren trabajar y no consiguen un empleo, la proporción más alta de los últimos años. Muchos otros y otras siguen siendo o se convirtieron en trabajadores informales. Es un hecho que desde diciembre de 2015 el poder adquisitivo de los asalariados privados registrados perdió 12 puntos porcentuales, el de los asalariados públicos, 15 y las jubilaciones, 18.
Todos estos hechos, que revelan un retroceso en materia de derechos, son además resultado de un conjunto de ideas y decisiones políticas.
Fue una decisión dejar flotar el tipo de cambio y reducir las retenciones a las exportaciones mineras y agropecuarias. Fue una decisión aumentar drásticamente las tarifas que las empresas y los hogares pagan por la energía y dolarizar los contratos con quienes extraen gas y petróleo. Fue también una decisión tomar el préstamo más grande de la historia del FMI y luego vender todos los dólares de ese préstamo a quienes estaban esperando para fugarlos al exterior.
El incremento de la pobreza, la caída de la actividad, el aumento de la inflación y de la deuda no son el precio temporario que hay que pagar para entrar en un sendero de crecimiento sostenido; son los síntomas del fracaso rotundo de una política y de las ideas en las que se sostuvo.
En el reino del revés
A pesar de su supuesta racionalidad técnica, el macrismo nos exigió acompañar la fe de un grupo de funcionarios iluminados. Pidió sacrificios para llegar a un futuro que nunca supo explicar. El truco de la comunicación macrista no fue más que la repetición maníaca de lo que creían que todos queríamos escuchar pero nunca nadie pudo ver.
Esta negación intencionada de la experiencia compartida intoxica el debate público y deja marcas en el cuerpo social. ¿Cuántas veces se puede pensar ‘estamos todos locos’, sin enloquecer un poco?
Notemos una vez más lo que es sabido: el modelo económico macrista de apertura comercial y financiera irresponsable y apuesta al endeudamiento externo masivo era, desde su concepción, insostenible; una carrera contra el tiempo, una apuesta permanente al buen humor de los mercados con el dinero de todos.
Parte de la experiencia de estos cuatro años pareció confirmar el espejismo. En 2017 la economía creció. Fue un aumento de la actividad efímero, sustentado en clásicas políticas fiscales expansivas y en el atraso cambiario. Todo eso, financiado con 60 mil millones de dólares de nueva deuda y un déficit en cuenta corriente de más de 5 puntos del producto. El espejismo terminó a principios de 2018. La violenta crisis fue el producto de la decisión de atar la estabilidad al financiamiento de la deuda pública en moneda extranjera y al esfuerzo por garantizar un flujo de dólares destinados al carry-trade, la famosa “bicicleta”.
El violento ajuste que impuso la crisis tampoco sería interpretado como resultado de una política errada. Se decía que una sociedad poco afecta a resignar ingresos había forzado al gobierno a endeudarse en dólares y llevar el país al colapso. Luego del estallido, mientras la política monetaria navegaba sin rumbo y la actividad caía en picada, el gobierno decía estar corrigiendo una economía con demasiados desequilibrios para dar pie finalmente al ansiado
despegue. Las “indómitas turbulencias de los mercados” frustraron nuevamente, a principios de 2019, ese “promisorio horizonte”, esta vez, ya demasiado lejos de la “pesada herencia”, explicado como un miedo atávico a la vuelta del fantasma populista.
Hoy, a días de concluir su mandato presidencial, el gobierno pone en marcha una vez más este mecanismo perverso de manipulación. Sin ningún fundamento, presenta el desastre económico y social que está dejando como prueba de haber “sentado las bases” para el crecimiento futuro. Repasemos esta inversión de la realidad. El macrismo argumenta que la mayor parte del ajuste fiscal ya estaría hecho porque espera terminar 2019 con un déficit primario de 0.5% del PIB. El discurso oficial no dice que esta supuesta mejora no solo se asienta en la postergación de derechos sino que cuenta ingresos extraordinarios por retenciones que se licuarán el año próximo y la privatización de algunas centrales energéticas. Sin estos ingresos, el 2020 empezará con un déficit primario cercano a 1,5% del PIB a lo que se debe sumar una abultada factura de intereses de la deuda.
Las voces oficiales plantean que los precios relativos se habrían ordenado, condición necesaria para iniciar un sendero de desinflación. Mientras tanto, el ritmo de aumento de los precios es el más alto en tres décadas aún antes de contar el fogonazo esperable como consecuencia de la liberación del precio de los combustibles que el gobierno congeló durante la campaña electoral.
Se nos sugiere que los sucesivos incrementos en el precio del dólar nos dejarían en 2020 con un tipo de cambio competitivo y equilibrio en el sector externo. Omite el Gobierno que el 90% de la reversión en el déficit de cuenta corriente se explica por una caída en el egreso de dólares por la aguda crisis de la economía nacional. Aún en ese contexto recesivo, este Gobierno tuvo que recurrir a medidas administrativas muy agresivas. Las bases de la supuesta estabilización son la crisis y la regulación de emergencia.
La inversión de la realidad llega a extremos delirantes en relación con la deuda. El oficialismo afirma que no hubo excesos de endeudamiento y que a lo sumo tenemos un pequeño problema de liquidez. Sostiene que deja un Banco Central sólido y que los problemas son de resolución sencilla. Es increíble que sea necesario aclarar que esto ocurre en un contexto en el que la deuda pública de corto plazo, tanto en dólares como en pesos, ha sido “reperfilada,” se han formado comités de acreedores privados externos para renegociar los pagos y el programa con el FMI está caído ante la insistencia de la política oficial. Solo en 2020 vencen unos USD 40.000 millones de deuda con acreedores privados, buena parte de ellos , antes de la mitad del año; una verdadera bomba sobre una economía agobiada por el ajuste y la recesión.
Esta inversión de la realidad no es inocente ni decorativa. Un gobierno de comentaristas ineficaces busca marcar la agenda del próximo. Si le va bien, Alberto Fernández se estaría
llevando el mérito por el éxito todavía invisible de la gestión de Mauricio Macri. Si el futuro presidente enfrenta dificultades, ellas serían prueba del retorno del populismo y la impericia.
Una evaluación realista y responsable de esta realidad, nos indica que los problemas de crecimiento, inflación, empleo, endeudamiento y sector externo demandarán años para su reversión. Es demasiado el daño realizado y sus consecuencias inmediatas como para aceptar pasivamente esta nueva agresión del discurso macrista.
El desprecio por lo público, un principio de gobierno
Tampoco es cierto que durante estos cuatro años haya mejorado el funcionamiento de las democracia, se haya modernizado la administración del Estado o promovido la pluralidad de ideas políticas y modos de vida.
La cantidad de leyes aprobadas en el Congreso de la Nación durante el macrismo es la más baja desde 1983. Esto no ocurrió porque el gobierno estuviera en minoría en el Senado ni porque haya respetado el disenso. Al contrario, una de las primeras medidas, el intento de Macri de designar por decreto dos jueces de la Corte Suprema de Justicia, dejó claro que no le interesó construir los puentes de colaboración que necesita un Congreso dividido.
El presidente saliente entendió la victoria apretada en un ballotage como un mandato para reorganizar el país de acuerdo con su estrecha visión. La oposición partidaria aparecía como un obstáculo para ese proyecto. El hostigamiento judicial y la descalificación fueron los medios elegidos para tratar de sacarla del camino. Estos recursos conmueven el acuerdo de convivencia entre las fuerzas políticas sobre el que se asienta la estabilidad de la democracia argentina y que tanto costó alcanzar.
Con el supuesto propósito de facilitar el castigo de los delitos de corrupción, el gobierno promovió la llamada “ley del arrepentido.” La norma permite que los jueces reduzcan las penas de los procesados que aporten información al esclarecimento de las causas. En algunos casos esta autorización podría permitir entender mejor situaciones complejas. En un contexto en el que las prisiones preventivas se deciden de modo arbitrario, las escuchas ilegales se filtran intencionalmente a la prensa, las detenciones y los allanamientos se realizan de madrugada y con vestuarios cinematográficos, los sorteos de las causas políticamente más sensibles caen siempre en el mismo juzgado y las audiencias se organizan de acuerdo con los calendarios electorales, la delación premiada parece, más que un recurso procesal, una excusa para intimidar a la oposición política. Las leyes y los procedimientos judiciales son el único recurso que una comunidad organizada democráticamente tiene para que el castigo de los comportamientos indeseados restituya el orden en lugar de promover los conflictos. Bajo la responsabilidad y con el aliento del macrismo, esos recursos se han debilitado.
El mismo espíritu sectario y revanchista guió la declarada modernización del Estado. La reducción de un presunto exceso de empleados públicos sirvió como excusa para desvincular a empleadas y empleados por sus opiniones o su actividad política. Al mismo tiempo, se multiplicaron los cargos con altos salarios y funciones poco diferenciadas, se designó a personas con evidentes conflictos entre el interés de su función pública y el de las empresas o los sectores sobre los que debieron decidir y, a días de dejar el gobierno, se decidió (por decreto) la estabilidad de altos directivos públicos designados durante esta gestión. El objetivo de estas medidas no fue hacer del Estado una herramienta más eficaz para alcanzar los objetivos de la gestión de gobierno sino ocuparlo con personas y lógicas afines al proyecto refundador del presidente saliente.
Las ideas que fracasaron para estimular el trabajo y la inversión de las argentinas y los argentinos no fueron más exitosas para organizar su convivencia. El macrismo que malinterpretó el tejido productivo nacional no tiene un entendimiento mejor de sus tradiciones políticas y culturales. Esta historia y esta gente no somos para esas ideas.
Tampoco nuestros problemas son para las expresiones destructivas que el macrismo eligió. Alentar irresponsablemente a las fuerzas de seguridad para usar la violencia puede satisfacer momentáneamente el deseo de castigo de algunos pero no ayuda a que vivamos mejor los que queremos andar por la calle y llegar a casa tranquilos. Legalizar la intervención de las fuerzas armadas en tareas dentro de las fronteras puede alimentar fantasías de firmeza en la defensa del territorio pero nos hace menos soberanos porque vuelve a dividirnos en la discusión de un asunto sobre el que teníamos un acuerdo firme y fértil. Abandonar los principios de no intervención y defensa de la democracia que guiaron la diplomacia argentina en la región desde 1983 no nos permite volver al mundo, nos deja más desguarnecidos en el lugar del mundo en el que ya estamos. Promover el resentimiento y la intolerancia en nombre de la libertad, el pluralismo y la república nos deja tan frustrados como antes pero más confundidos.
Hace ya dos años intervinimos públicamente por primera vez señalando la necesidad de una alternativa para superar el fracaso del macrismo como proyecto de gobierno. Nos da alegría y esperanza que una mayoría del pueblo argentino haya elegido una fuerza política que desea gobernar este pais con esta gente y estos problemas. Para empezar a resolverlos hace falta describirlos bien. Este es nuestro rumbo. Allá vamos, con todos y todas.
* El Grupo Fragata está compuesto por Abelardo Vitale, Marcelo Leiras, María Esperanza Casullo, Juan Cuattromo, Fernando Peirano, Vilma Paura, Nicolás Tereschuk, Esteban Kiper, Ana Castellani, Sergio De Piero, Paula Canelo, Sol Prieto, Germán Lodola, Eugenia Mitchelstein, Nicolás Tabak, Lucía Álvarez, Ricardo Rouvier, Natalia Aruguete, Natalia Zuazo, Sebastián Etchemendy, Adriana Rofman, Martín Astarita, Andrés Tavosnanska, Guillermo Mastrini, Vera Kors, Philip Kitzberger, Esteban Feuerstein, Victor Taricco, Senda Sferco, Marcos Schiavi, Jorge Battaglino, Ernesto Bohoslavsky, Ariel Lieutier, Juan Manuel Herbella, Marcelo Rougier, Santiago Marino, Gerardo Adrogué, Fernando Melillo, Norma Madeo, Federico Hoffmann, Ana Miranda, Mariano Fraschini, Nicolás Freibrun, Andrés Tavosnanska, Gabriel Vommaro, Penélope Vaca Avila, Eduardo Torres, Darío Rubinstein, Félix Sabaté, Roberto Dvoskin, Martin Plot, Luis Fux, Gustavo Badía, Carlos Freytes, Juan Manuel Ottaviano, Juan O´Farrell, Martín Armelino, Stella Escandell, Santiago Cunio, Cecilia Mendoza.
13 diciembre, 2019
El macrismo ya presentó las bases sobre las que pretende reconstituirse, ahora como fuerza opositora. Durante las últimas semanas, a través de intervenciones públicas y documentos oficiales (algunos de ellos contradictorios entre sí), el gobierno saliente buscó instalar la idea de que se lograron establecer en estos cuatro años las bases económicas para el desarrollo del país. Al mismo tiempo, sus miembros intentan mostrarse como garantes de la transparencia, el respeto republicano y la calidad democrática.
A pesar de ser el primer presidente sudamericano que fracasa en lograr su reelección, Mauricio Macri busca disputar un sentido de cara al futuro.
Porque las consecuencias del extravío político del gobierno las paga el pueblo argentino, es necesario volver a contrastar el camuflaje discursivo con el campo minado que deja el gobierno que termina. La verdad no tiene dueño pero en política hay resultados y hay responsabilidades.
Sorprende, porque justamente es en el terreno económico en donde el fracaso del Gobierno ha sido patente y ampliamente reconocido. Es un hecho que en 2019 la pobreza superará el 36%, cuando el segundo semestre de 2015 se ubicaba en 26,9% de acuerdo con estimaciones de los investigadores Schteingart, Favata y Zack. Es un hecho que la inflación de fin de 2019 superará el 50% y será la más alta desde las híper de fines de los 80. Es un hecho que entre diciembre de 2015 y septiembre de 2019 (último dato disponible) perdieron su empleo unos 204 mil trabajadores privados registrados. Es un hecho que hoy 10,6% de las argentinas y argentinos que quieren trabajar y no consiguen un empleo, la proporción más alta de los últimos años. Muchos otros y otras siguen siendo o se convirtieron en trabajadores informales. Es un hecho que desde diciembre de 2015 el poder adquisitivo de los asalariados privados registrados perdió 12 puntos porcentuales, el de los asalariados públicos, 15 y las jubilaciones, 18.
Todos estos hechos, que revelan un retroceso en materia de derechos, son además resultado de un conjunto de ideas y decisiones políticas.
Fue una decisión dejar flotar el tipo de cambio y reducir las retenciones a las exportaciones mineras y agropecuarias. Fue una decisión aumentar drásticamente las tarifas que las empresas y los hogares pagan por la energía y dolarizar los contratos con quienes extraen gas y petróleo. Fue también una decisión tomar el préstamo más grande de la historia del FMI y luego vender todos los dólares de ese préstamo a quienes estaban esperando para fugarlos al exterior.
El incremento de la pobreza, la caída de la actividad, el aumento de la inflación y de la deuda no son el precio temporario que hay que pagar para entrar en un sendero de crecimiento sostenido; son los síntomas del fracaso rotundo de una política y de las ideas en las que se sostuvo.
En el reino del revés
A pesar de su supuesta racionalidad técnica, el macrismo nos exigió acompañar la fe de un grupo de funcionarios iluminados. Pidió sacrificios para llegar a un futuro que nunca supo explicar. El truco de la comunicación macrista no fue más que la repetición maníaca de lo que creían que todos queríamos escuchar pero nunca nadie pudo ver.
Esta negación intencionada de la experiencia compartida intoxica el debate público y deja marcas en el cuerpo social. ¿Cuántas veces se puede pensar ‘estamos todos locos’, sin enloquecer un poco?
Notemos una vez más lo que es sabido: el modelo económico macrista de apertura comercial y financiera irresponsable y apuesta al endeudamiento externo masivo era, desde su concepción, insostenible; una carrera contra el tiempo, una apuesta permanente al buen humor de los mercados con el dinero de todos.
Parte de la experiencia de estos cuatro años pareció confirmar el espejismo. En 2017 la economía creció. Fue un aumento de la actividad efímero, sustentado en clásicas políticas fiscales expansivas y en el atraso cambiario. Todo eso, financiado con 60 mil millones de dólares de nueva deuda y un déficit en cuenta corriente de más de 5 puntos del producto. El espejismo terminó a principios de 2018. La violenta crisis fue el producto de la decisión de atar la estabilidad al financiamiento de la deuda pública en moneda extranjera y al esfuerzo por garantizar un flujo de dólares destinados al carry-trade, la famosa “bicicleta”.
El violento ajuste que impuso la crisis tampoco sería interpretado como resultado de una política errada. Se decía que una sociedad poco afecta a resignar ingresos había forzado al gobierno a endeudarse en dólares y llevar el país al colapso. Luego del estallido, mientras la política monetaria navegaba sin rumbo y la actividad caía en picada, el gobierno decía estar corrigiendo una economía con demasiados desequilibrios para dar pie finalmente al ansiado
despegue. Las “indómitas turbulencias de los mercados” frustraron nuevamente, a principios de 2019, ese “promisorio horizonte”, esta vez, ya demasiado lejos de la “pesada herencia”, explicado como un miedo atávico a la vuelta del fantasma populista.
Hoy, a días de concluir su mandato presidencial, el gobierno pone en marcha una vez más este mecanismo perverso de manipulación. Sin ningún fundamento, presenta el desastre económico y social que está dejando como prueba de haber “sentado las bases” para el crecimiento futuro. Repasemos esta inversión de la realidad. El macrismo argumenta que la mayor parte del ajuste fiscal ya estaría hecho porque espera terminar 2019 con un déficit primario de 0.5% del PIB. El discurso oficial no dice que esta supuesta mejora no solo se asienta en la postergación de derechos sino que cuenta ingresos extraordinarios por retenciones que se licuarán el año próximo y la privatización de algunas centrales energéticas. Sin estos ingresos, el 2020 empezará con un déficit primario cercano a 1,5% del PIB a lo que se debe sumar una abultada factura de intereses de la deuda.
Las voces oficiales plantean que los precios relativos se habrían ordenado, condición necesaria para iniciar un sendero de desinflación. Mientras tanto, el ritmo de aumento de los precios es el más alto en tres décadas aún antes de contar el fogonazo esperable como consecuencia de la liberación del precio de los combustibles que el gobierno congeló durante la campaña electoral.
Se nos sugiere que los sucesivos incrementos en el precio del dólar nos dejarían en 2020 con un tipo de cambio competitivo y equilibrio en el sector externo. Omite el Gobierno que el 90% de la reversión en el déficit de cuenta corriente se explica por una caída en el egreso de dólares por la aguda crisis de la economía nacional. Aún en ese contexto recesivo, este Gobierno tuvo que recurrir a medidas administrativas muy agresivas. Las bases de la supuesta estabilización son la crisis y la regulación de emergencia.
La inversión de la realidad llega a extremos delirantes en relación con la deuda. El oficialismo afirma que no hubo excesos de endeudamiento y que a lo sumo tenemos un pequeño problema de liquidez. Sostiene que deja un Banco Central sólido y que los problemas son de resolución sencilla. Es increíble que sea necesario aclarar que esto ocurre en un contexto en el que la deuda pública de corto plazo, tanto en dólares como en pesos, ha sido “reperfilada,” se han formado comités de acreedores privados externos para renegociar los pagos y el programa con el FMI está caído ante la insistencia de la política oficial. Solo en 2020 vencen unos USD 40.000 millones de deuda con acreedores privados, buena parte de ellos , antes de la mitad del año; una verdadera bomba sobre una economía agobiada por el ajuste y la recesión.
Esta inversión de la realidad no es inocente ni decorativa. Un gobierno de comentaristas ineficaces busca marcar la agenda del próximo. Si le va bien, Alberto Fernández se estaría
llevando el mérito por el éxito todavía invisible de la gestión de Mauricio Macri. Si el futuro presidente enfrenta dificultades, ellas serían prueba del retorno del populismo y la impericia.
Una evaluación realista y responsable de esta realidad, nos indica que los problemas de crecimiento, inflación, empleo, endeudamiento y sector externo demandarán años para su reversión. Es demasiado el daño realizado y sus consecuencias inmediatas como para aceptar pasivamente esta nueva agresión del discurso macrista.
El desprecio por lo público, un principio de gobierno
Tampoco es cierto que durante estos cuatro años haya mejorado el funcionamiento de las democracia, se haya modernizado la administración del Estado o promovido la pluralidad de ideas políticas y modos de vida.
La cantidad de leyes aprobadas en el Congreso de la Nación durante el macrismo es la más baja desde 1983. Esto no ocurrió porque el gobierno estuviera en minoría en el Senado ni porque haya respetado el disenso. Al contrario, una de las primeras medidas, el intento de Macri de designar por decreto dos jueces de la Corte Suprema de Justicia, dejó claro que no le interesó construir los puentes de colaboración que necesita un Congreso dividido.
El presidente saliente entendió la victoria apretada en un ballotage como un mandato para reorganizar el país de acuerdo con su estrecha visión. La oposición partidaria aparecía como un obstáculo para ese proyecto. El hostigamiento judicial y la descalificación fueron los medios elegidos para tratar de sacarla del camino. Estos recursos conmueven el acuerdo de convivencia entre las fuerzas políticas sobre el que se asienta la estabilidad de la democracia argentina y que tanto costó alcanzar.
Con el supuesto propósito de facilitar el castigo de los delitos de corrupción, el gobierno promovió la llamada “ley del arrepentido.” La norma permite que los jueces reduzcan las penas de los procesados que aporten información al esclarecimento de las causas. En algunos casos esta autorización podría permitir entender mejor situaciones complejas. En un contexto en el que las prisiones preventivas se deciden de modo arbitrario, las escuchas ilegales se filtran intencionalmente a la prensa, las detenciones y los allanamientos se realizan de madrugada y con vestuarios cinematográficos, los sorteos de las causas políticamente más sensibles caen siempre en el mismo juzgado y las audiencias se organizan de acuerdo con los calendarios electorales, la delación premiada parece, más que un recurso procesal, una excusa para intimidar a la oposición política. Las leyes y los procedimientos judiciales son el único recurso que una comunidad organizada democráticamente tiene para que el castigo de los comportamientos indeseados restituya el orden en lugar de promover los conflictos. Bajo la responsabilidad y con el aliento del macrismo, esos recursos se han debilitado.
El mismo espíritu sectario y revanchista guió la declarada modernización del Estado. La reducción de un presunto exceso de empleados públicos sirvió como excusa para desvincular a empleadas y empleados por sus opiniones o su actividad política. Al mismo tiempo, se multiplicaron los cargos con altos salarios y funciones poco diferenciadas, se designó a personas con evidentes conflictos entre el interés de su función pública y el de las empresas o los sectores sobre los que debieron decidir y, a días de dejar el gobierno, se decidió (por decreto) la estabilidad de altos directivos públicos designados durante esta gestión. El objetivo de estas medidas no fue hacer del Estado una herramienta más eficaz para alcanzar los objetivos de la gestión de gobierno sino ocuparlo con personas y lógicas afines al proyecto refundador del presidente saliente.
Las ideas que fracasaron para estimular el trabajo y la inversión de las argentinas y los argentinos no fueron más exitosas para organizar su convivencia. El macrismo que malinterpretó el tejido productivo nacional no tiene un entendimiento mejor de sus tradiciones políticas y culturales. Esta historia y esta gente no somos para esas ideas.
Tampoco nuestros problemas son para las expresiones destructivas que el macrismo eligió. Alentar irresponsablemente a las fuerzas de seguridad para usar la violencia puede satisfacer momentáneamente el deseo de castigo de algunos pero no ayuda a que vivamos mejor los que queremos andar por la calle y llegar a casa tranquilos. Legalizar la intervención de las fuerzas armadas en tareas dentro de las fronteras puede alimentar fantasías de firmeza en la defensa del territorio pero nos hace menos soberanos porque vuelve a dividirnos en la discusión de un asunto sobre el que teníamos un acuerdo firme y fértil. Abandonar los principios de no intervención y defensa de la democracia que guiaron la diplomacia argentina en la región desde 1983 no nos permite volver al mundo, nos deja más desguarnecidos en el lugar del mundo en el que ya estamos. Promover el resentimiento y la intolerancia en nombre de la libertad, el pluralismo y la república nos deja tan frustrados como antes pero más confundidos.
Hace ya dos años intervinimos públicamente por primera vez señalando la necesidad de una alternativa para superar el fracaso del macrismo como proyecto de gobierno. Nos da alegría y esperanza que una mayoría del pueblo argentino haya elegido una fuerza política que desea gobernar este pais con esta gente y estos problemas. Para empezar a resolverlos hace falta describirlos bien. Este es nuestro rumbo. Allá vamos, con todos y todas.
* El Grupo Fragata está compuesto por Abelardo Vitale, Marcelo Leiras, María Esperanza Casullo, Juan Cuattromo, Fernando Peirano, Vilma Paura, Nicolás Tereschuk, Esteban Kiper, Ana Castellani, Sergio De Piero, Paula Canelo, Sol Prieto, Germán Lodola, Eugenia Mitchelstein, Nicolás Tabak, Lucía Álvarez, Ricardo Rouvier, Natalia Aruguete, Natalia Zuazo, Sebastián Etchemendy, Adriana Rofman, Martín Astarita, Andrés Tavosnanska, Guillermo Mastrini, Vera Kors, Philip Kitzberger, Esteban Feuerstein, Victor Taricco, Senda Sferco, Marcos Schiavi, Jorge Battaglino, Ernesto Bohoslavsky, Ariel Lieutier, Juan Manuel Herbella, Marcelo Rougier, Santiago Marino, Gerardo Adrogué, Fernando Melillo, Norma Madeo, Federico Hoffmann, Ana Miranda, Mariano Fraschini, Nicolás Freibrun, Andrés Tavosnanska, Gabriel Vommaro, Penélope Vaca Avila, Eduardo Torres, Darío Rubinstein, Félix Sabaté, Roberto Dvoskin, Martin Plot, Luis Fux, Gustavo Badía, Carlos Freytes, Juan Manuel Ottaviano, Juan O´Farrell, Martín Armelino, Stella Escandell, Santiago Cunio, Cecilia Mendoza.