Ociel Alí López
6 feb 2021
Después de casi dos semanas de tomar el poder, la gestión del actual presidente de EE.UU., Joe Biden, lanza los primeros gestos sobre Venezuela. Hay que analizarlo así, como gestos.
No se trata de una nueva doctrina, ni de una nueva estrategia sólida y configurada. Lo que ocurre es que su gestión está desactivando las más odiosas medidas de Trump contra el mundo, y eso incluye las que atentan de manera directa contra el pueblo venezolano.
El pasado 2 de febrero, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de EE.UU. modificó los términos de dos órdenes ejecutivas emitidas por Trump. Lo más importante es que excluye de las sanciones al Instituto Nacional de Espacios Acuáticos (INEA), con lo cual se ofrece un mayor margen de maniobra para el uso de puertos y aeropuertos.
El 4 de febrero, el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, aproximó un discurso hacia lo que puede ser la gramática de los próximos meses en torno al tema Venezuela. Por un lado, sigue llamando "dictador" al presidente Nicolás Maduro y reconoce a Guaidó como presidente interino, pero por otro privilegia el diálogo y la negociación sobre el resto de "cartas sobre la mesa", que exponía constantemente Trump.
El funcionario aclaró que no prevén contacto directo "en el corto plazo" con el gobierno venezolano, pero que la negociación se hará por medio de terceros.
Esto sucede cuando la Unión Europea (UE) y algunos países de América Latina como Argentina, México, Bolivia y República Dominicana intentan generar un giro en las políticas y discursos sobre Venezuela. Esta semana, el gobierno de Panamá retiró el reconocimiento al representante de Guaidó en ese país. Mientras, la Unión Europea ya no lo reconoce como presidente interino sino como un actor político más.
Resulta obvio que las sanciones, tal como las diseñó la anterior Administración, están siendo evaluadas y no se espera una radicalización de las mismas, sino más bien una atenuación.
Por otra parte, a finales de enero circuló una nota de la agencia Bloomberg, según la cual las empresas petroleras Chevron y Reliance estarían presionando al nuevo gobierno para que revoque algunas de las restricciones de la Administración anterior al petróleo venezolano.
De la misma forma, y esto es lo más importante para bajar la presión que ha habido en torno a Venezuela, la gestión de Biden quiere quitarle el protagonismo que ha tenido el tema durante los últimos años, especialmente desde la autojuramentación de Guaidó, a comienzos de 2019. Ya no es un asunto primordial en la agenda política, sino que está siendo relegado a lugares de segunda importancia, a diferencia del tema de la migración centroamericana, por ejemplo, que está tomando preponderancia en cuanto a América Latina se refiere.
Llega Noruega: ¿comienza el diálogo?
Varios medios internacionales han comenzado a hablar de negociaciones que estarían ocurriendo entre gobierno y oposición, por intermedio de actores internacionales.
Algunos reportes de prensa de derecha especulan que Maduro estaría aceptando modificar algunas políticas en torno a las elecciones regionales de este año y, a cambio, pediría permanecer en el poder hasta 2025, fecha en la que culmina su mandato presidencial, según la Constitución.
No obstante, el propio Maduro ha sido más impetuoso de lo mencionado por algunos medios de derecha, considerando públicamente la posibilidad de un referendo revocatorio presidencial en 2022. Este instrumento legal está contemplado en la Constitución.
En las primeras semanas de Biden ya se comienza a plantear otro tipo de escenario. Todos los actores giran sus posiciones firmes y se nota un nuevo ambiente para tratar la cuestión venezolana.
Su principal demanda es el cese de las sanciones.
Y mientras se mueven las fichas, el reino de Noruega ya se hizo presente en el territorio. El 2 de febrero, un portavoz del ministerio de Exteriores de ese país confirmó que ya se encontraba en Venezuela una delegación que se reuniría con las partes y que evaluaría la situación general del país.
El líder opositor Juan Guaidó, que en enero de 2020 rechazó retomar las conversaciones con enviados de Noruega, ahora plantea que este tipo de reuniones son "rutinarias", y con ello abre posibilidades para aceptar la mediación.
Si en la era Trump todos los signos develaban el empeoramiento del conflicto, en las primeras semanas de Biden ya se comienza a plantear otro tipo de escenario. Todos los actores giran sus posiciones firmes y se nota un nuevo ambiente para tratar la cuestión venezolana.