FRANCIA
Los desafíos para Macron, el "presidente de los ricos"
Por Eduardo Febbro
25 de abril de 2022
Imagen: AFP
Democracia, política social, fracturas entre muy ricos y muy pobres, ecología y una nueva configuración industrial de un país desindustrializado constituyen, entre tantos, los desafíos que esperan a Emmanuel Macron en los próximos cinco años. La apatía o la fragilidad democrática preceden en mucho las dos elecciones de Macron. La abstención viene de lejos y es el síntoma de un malestar que se acentuó durante su primer mandato en el curso del cual el ejercicio vertical del poder, cierto menosprecio por la Asamblea, los sindicatos y las asociaciones dieron la impresión que importaba más mandar que gobernar. También, los golpes de comunicación suplantaron muchas veces la auténtica concertación democracia y la acción política.
Hubo, en esos cinco primeros años, un evidente empobrecimiento de la práctica democrática del cual Marine Le Pen sacó mucho provecho. Reparar la confianza de los franceses ante la política es una de las grandes deudas que el macronismo tiene con la sociedad si se busca realmente desactivar la pujanza de la ultraderecha.
El éxito de Marine Le Pen se apoyó muchísimo en las cuestiones sociales. Pareció, a lo largo de la campaña, la única que se ocupaba del poder adquisitivo y del sufrimiento social. La temática será este año tanto más decisiva cuanto que la guerra en Ucrania ha provocado el aumento del precio de los suministros energéticos y una ola inflacionaria considerable en todos los productos de primera necesidad, desde el pan hasta las pastas.
Macron todavía lleva colgada la etiqueta de “presidente de los ricos”. Atenuar los fines de mes sin plata de millones de personas será una de las tareas más urgentes que le esperan y una condición para recuperar la confianza de las clases sociales menos favorecidas a las que sí dejó por el camino entre 2017 y 2022.
Antes de ser reelecto este domingo, Emmanuel Macron prometió la adopción de una ley a favor del poder adquisitivo a partir del mes de junio de este año. Sería, si así ocurre, una dirección muy diferente a la que tomó en 2017 cuando sus primeras decisiones fueron la modificación del código de trabajo y el reemplazo del impuesto sobre las grandes fortunas por otro muy favorable a los ricos.
La política ecológica figura entre las grandes decepciones del mandato que concluye. El macronismo utilizó la ecología como una variable seductora con medidas de corto aliento y no como la urgencia climática lo exige con una refundación del funcionamiento del sistema y medidas más amplias, más drásticas, con visión de futuro ante la catástrofe ecológica.
Jubilación, salud y educación constituyen los otros tres ejes de su nuevo mandato. La primera temática es tanto más conflictiva cuanto que en el programa electoral de 2022 figura una nueva reforma del sistema de jubilaciones con la ambición de ampliar hasta los 65 años la edad para jubilarse. Sin embargo, durante la campaña y luego en su primer discurso, Macron empleó varias veces el término de “benevolencia”. Palabra nueva en la boca de un mandatario acusado de arrogancia y que, ahora, admite que “la sociedad está tan fracturada y desorientada” que hace falta “benevolencia” en la aplicación de las “medidas sociales y económicas”. En este sentido, Macron propuso le eventualidad de un referendo sobre el tema de la reforma del sistema de jubilaciones.
Dotar al sistema de salud y a la educación nacional de medios renovados y misiones revalorizadas es otra de las deudas que el macronismo arrastra del mandato precedente. Quien dice educación dice juventud y allí Macron ha puesto el rumbo desde las primeras horas de su reelección. Faltan, por ahora, los medios concretos. El presidente prometió una revalorización salarial para los maestros y los profesores que estos ya juzgaron insuficiente. No se trata solo de sueldos sino del sentido de una educación nacional con tradición republicana abierta no sólo hacia el éxito individual promovido por la competencia liberal sino hacia un nuevo contrato social y educacional. Por segunda vez, los electores ponen a Emmanuel Macron como muralla ante la ultraderecha. Si fracasa en estas misiones qué él mismo fijó, tal vez sea la última.
efebbro@pagina12.com.ar
Democracia, política social, fracturas entre muy ricos y muy pobres, ecología y una nueva configuración industrial de un país desindustrializado constituyen, entre tantos, los desafíos que esperan a Emmanuel Macron en los próximos cinco años. La apatía o la fragilidad democrática preceden en mucho las dos elecciones de Macron. La abstención viene de lejos y es el síntoma de un malestar que se acentuó durante su primer mandato en el curso del cual el ejercicio vertical del poder, cierto menosprecio por la Asamblea, los sindicatos y las asociaciones dieron la impresión que importaba más mandar que gobernar. También, los golpes de comunicación suplantaron muchas veces la auténtica concertación democracia y la acción política.
Hubo, en esos cinco primeros años, un evidente empobrecimiento de la práctica democrática del cual Marine Le Pen sacó mucho provecho. Reparar la confianza de los franceses ante la política es una de las grandes deudas que el macronismo tiene con la sociedad si se busca realmente desactivar la pujanza de la ultraderecha.
El éxito de Marine Le Pen se apoyó muchísimo en las cuestiones sociales. Pareció, a lo largo de la campaña, la única que se ocupaba del poder adquisitivo y del sufrimiento social. La temática será este año tanto más decisiva cuanto que la guerra en Ucrania ha provocado el aumento del precio de los suministros energéticos y una ola inflacionaria considerable en todos los productos de primera necesidad, desde el pan hasta las pastas.
Macron todavía lleva colgada la etiqueta de “presidente de los ricos”. Atenuar los fines de mes sin plata de millones de personas será una de las tareas más urgentes que le esperan y una condición para recuperar la confianza de las clases sociales menos favorecidas a las que sí dejó por el camino entre 2017 y 2022.
Antes de ser reelecto este domingo, Emmanuel Macron prometió la adopción de una ley a favor del poder adquisitivo a partir del mes de junio de este año. Sería, si así ocurre, una dirección muy diferente a la que tomó en 2017 cuando sus primeras decisiones fueron la modificación del código de trabajo y el reemplazo del impuesto sobre las grandes fortunas por otro muy favorable a los ricos.
La política ecológica figura entre las grandes decepciones del mandato que concluye. El macronismo utilizó la ecología como una variable seductora con medidas de corto aliento y no como la urgencia climática lo exige con una refundación del funcionamiento del sistema y medidas más amplias, más drásticas, con visión de futuro ante la catástrofe ecológica.
Jubilación, salud y educación constituyen los otros tres ejes de su nuevo mandato. La primera temática es tanto más conflictiva cuanto que en el programa electoral de 2022 figura una nueva reforma del sistema de jubilaciones con la ambición de ampliar hasta los 65 años la edad para jubilarse. Sin embargo, durante la campaña y luego en su primer discurso, Macron empleó varias veces el término de “benevolencia”. Palabra nueva en la boca de un mandatario acusado de arrogancia y que, ahora, admite que “la sociedad está tan fracturada y desorientada” que hace falta “benevolencia” en la aplicación de las “medidas sociales y económicas”. En este sentido, Macron propuso le eventualidad de un referendo sobre el tema de la reforma del sistema de jubilaciones.
Dotar al sistema de salud y a la educación nacional de medios renovados y misiones revalorizadas es otra de las deudas que el macronismo arrastra del mandato precedente. Quien dice educación dice juventud y allí Macron ha puesto el rumbo desde las primeras horas de su reelección. Faltan, por ahora, los medios concretos. El presidente prometió una revalorización salarial para los maestros y los profesores que estos ya juzgaron insuficiente. No se trata solo de sueldos sino del sentido de una educación nacional con tradición republicana abierta no sólo hacia el éxito individual promovido por la competencia liberal sino hacia un nuevo contrato social y educacional. Por segunda vez, los electores ponen a Emmanuel Macron como muralla ante la ultraderecha. Si fracasa en estas misiones qué él mismo fijó, tal vez sea la última.
efebbro@pagina12.com.ar