Explotó una fabulosa burbuja especulativa
Por Mariano Gallego
19 de junio de 2022
"El aporte de tecnología blockchain posiblemente marque el futuro del sistema monetario", indica Mariano Gallego.
El mundo cripto funciona con activos financieros altamente especulativos potenciados por una lógica vinculada al fetichismo tecnológico y el mercado negro.
En estas semanas se está desarrollando un hecho singular denominado criptocrash. Fenómeno esperable por algunos y sorprendente para otros. Si en algún momento se pensó que las criptomonedas descentralizadas correrían un camino independiente al resto de los activos especulativos, el sueño se desploma. Bastó que la Reserva Federal (banca central estadounidense) tomara una posición activa para que sufrieran la transferencia de capitales hacia los bonos del Tesoro.
La creación de la primera bolsa de comercio en Amsterdam de la mano de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en el siglo XVII produjo la divergencia entre el sector productivo y el sector financiero. Si bien su espíritu suponía que el segundo funcionaría solidariamente hacia el primero, no pasó mucho tiempo para que la grieta se manifestara: el segundo se independizó y surgió la especulación.
Más allá de los 500 años que median entre ambos y que los valores de unos se expusieran en pizarras de tiza y los otros a través del blockchain, tulipanes y criptos funcionan con la misma lógica.
La teoría del valor
Se supone que existen consultoras privadas y secretarías estatales que miden la valuación de los activos, sin embargo, las primeras son excesivamente cuidadosas a la hora de evaluar los provenientes de Estados renuentes a aplicar los lineamientos ortodoxos y excesivamente laxas con las opuestas.
En el caso de los Estados cuentan cada vez menor poder de acción cuando no son cómplices por intereses políticos, económicos o mera corrupción. Antes y durante la crisis de 2008 fueron varias las advertencias que se le hicieron a la Reserva Federal respecto del peligro de los derivados CDOS y su única respuesta fue una mayor desregulación.
Según las teorías clásicas, el valor de un activo se encuentra en la producción-trabajo, en esto concuerdan economistas tan opuestos como Marx y Smith. Sin embargo, para los neoclásicos, este se traslada a la demanda y una vez que se da este paso el análisis se vuelve opaco, la discordancia entre el valor de un activo y su productividad puede ser equiparada por la confianza en un futuro promisorio, y lo que resulta válido a largo plazo no lo es a mediano o al corto.
Curiosamente, esto se acerca bastante a la fenomenología filosófica y a las teorías performativas, es decir, si existen millones de personas dispuestas a pagar valores astronómicos por un activo financiero, el mismo acto de confianza sería performativo respecto de su valor. Esto hace que un concepto como el de burbuja se torne más complejo.
Fetichismo tecnológico
Se está viviendo una transformación hacia una sociedad que abandona los ideales del humanismo y la modernidad: la política parece cada vez más lejana de la cotidianidad y la verdad ya no representa un problema. A esto se suma un fetichismo tecnológico en donde estar actualizado representa un valor en sí mismo.
El primer artículo de los derechos del hombre, sancionado durante la Revolución Francesa (“Las distinciones sociales sólo pueden basarse en el bien común”), pareciera invertirse en términos proporcionales: una acción orientada a expresar la exclusividad a través del consumo.
En este contexto surgen los criptoactivos, cuyo valor se encuentra dado por la limitación. Esto pareciera sintetizar, por un lado, los prejuicios monetaristas -la emisión como única causa valuatoria- y la lógica de la exclusividad por el otro.
En este sentido, ya se tendría un problema estrictamente económico cuanto político y filosófico. En épocas de posverdad, valor y representación parecen fusionarse: se pasa así de la res non verba a las interpretaciones en pos de los hechos.
Ahora bien, ¿lo expresado anteriormente autoriza a afirmar que estos activos no poseen valor real? Las leyes de la oferta y la demanda demuestran lo contrario y, en este sentido, se debería dar la razón a los marginalistas. “Han transformado Wall Street en un casino y a las empresas norteamericanas en fichas de póker”, declaró Warren Buffet.
La frase no despertaría tanto interés si no se tratara de un gurú de las finanzas. En épocas donde la ontología respecto a lo real es tan compleja y en que las inversiones se trasladan hacia el sector financiero, el concepto de burbuja pareciera ser el signo residual del predominio del capitalismo industrialista. En todo caso, la pregunta que se harían los clásicos es ¿hasta cuándo?
El mundo cripto funciona con activos financieros altamente especulativos potenciados por una lógica vinculada al fetichismo tecnológico y el mercado negro.
En estas semanas se está desarrollando un hecho singular denominado criptocrash. Fenómeno esperable por algunos y sorprendente para otros. Si en algún momento se pensó que las criptomonedas descentralizadas correrían un camino independiente al resto de los activos especulativos, el sueño se desploma. Bastó que la Reserva Federal (banca central estadounidense) tomara una posición activa para que sufrieran la transferencia de capitales hacia los bonos del Tesoro.
La creación de la primera bolsa de comercio en Amsterdam de la mano de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en el siglo XVII produjo la divergencia entre el sector productivo y el sector financiero. Si bien su espíritu suponía que el segundo funcionaría solidariamente hacia el primero, no pasó mucho tiempo para que la grieta se manifestara: el segundo se independizó y surgió la especulación.
Más allá de los 500 años que median entre ambos y que los valores de unos se expusieran en pizarras de tiza y los otros a través del blockchain, tulipanes y criptos funcionan con la misma lógica.
Nadie sabe con exactitud qué ocurrirá con los criptoactivos descentralizados. Los vaticinios por parte de los gurúes son contradictorios.
Durante la primera y segunda revoluciones industriales, el capitalismo estuvo signado por la lógica industrialista y el concepto de burbuja servía como una gran metáfora para medir la correlación entre los papeles y la productividad de los bienes representados. En la actualidad existe un capitalismo en el que todo su movimiento pareciera orientado hacia el sector financiero.
Durante la primera y segunda revoluciones industriales, el capitalismo estuvo signado por la lógica industrialista y el concepto de burbuja servía como una gran metáfora para medir la correlación entre los papeles y la productividad de los bienes representados. En la actualidad existe un capitalismo en el que todo su movimiento pareciera orientado hacia el sector financiero.
La teoría del valor
Se supone que existen consultoras privadas y secretarías estatales que miden la valuación de los activos, sin embargo, las primeras son excesivamente cuidadosas a la hora de evaluar los provenientes de Estados renuentes a aplicar los lineamientos ortodoxos y excesivamente laxas con las opuestas.
En el caso de los Estados cuentan cada vez menor poder de acción cuando no son cómplices por intereses políticos, económicos o mera corrupción. Antes y durante la crisis de 2008 fueron varias las advertencias que se le hicieron a la Reserva Federal respecto del peligro de los derivados CDOS y su única respuesta fue una mayor desregulación.
Según las teorías clásicas, el valor de un activo se encuentra en la producción-trabajo, en esto concuerdan economistas tan opuestos como Marx y Smith. Sin embargo, para los neoclásicos, este se traslada a la demanda y una vez que se da este paso el análisis se vuelve opaco, la discordancia entre el valor de un activo y su productividad puede ser equiparada por la confianza en un futuro promisorio, y lo que resulta válido a largo plazo no lo es a mediano o al corto.
Curiosamente, esto se acerca bastante a la fenomenología filosófica y a las teorías performativas, es decir, si existen millones de personas dispuestas a pagar valores astronómicos por un activo financiero, el mismo acto de confianza sería performativo respecto de su valor. Esto hace que un concepto como el de burbuja se torne más complejo.
Fetichismo tecnológico
Se está viviendo una transformación hacia una sociedad que abandona los ideales del humanismo y la modernidad: la política parece cada vez más lejana de la cotidianidad y la verdad ya no representa un problema. A esto se suma un fetichismo tecnológico en donde estar actualizado representa un valor en sí mismo.
El primer artículo de los derechos del hombre, sancionado durante la Revolución Francesa (“Las distinciones sociales sólo pueden basarse en el bien común”), pareciera invertirse en términos proporcionales: una acción orientada a expresar la exclusividad a través del consumo.
En este contexto surgen los criptoactivos, cuyo valor se encuentra dado por la limitación. Esto pareciera sintetizar, por un lado, los prejuicios monetaristas -la emisión como única causa valuatoria- y la lógica de la exclusividad por el otro.
En este sentido, ya se tendría un problema estrictamente económico cuanto político y filosófico. En épocas de posverdad, valor y representación parecen fusionarse: se pasa así de la res non verba a las interpretaciones en pos de los hechos.
Ahora bien, ¿lo expresado anteriormente autoriza a afirmar que estos activos no poseen valor real? Las leyes de la oferta y la demanda demuestran lo contrario y, en este sentido, se debería dar la razón a los marginalistas. “Han transformado Wall Street en un casino y a las empresas norteamericanas en fichas de póker”, declaró Warren Buffet.
La frase no despertaría tanto interés si no se tratara de un gurú de las finanzas. En épocas donde la ontología respecto a lo real es tan compleja y en que las inversiones se trasladan hacia el sector financiero, el concepto de burbuja pareciera ser el signo residual del predominio del capitalismo industrialista. En todo caso, la pregunta que se harían los clásicos es ¿hasta cuándo?
¿Qué están haciendo las potencias?
Estas cuestiones -sumado al comercio de actividades ilegales- hacen que países como China hayan prohibido los activos digitales y otras pongan restricciones a las transacciones bancarias. La posición del gobierno de Estados Unidos es pendular. En este momento existen proyectos de ley para regularlas aunque no hay demasiados indicios de que avancen. La capacidad lobby por parte de los operadores es muy grande y se mezcla con el espíritu liberal que caracteriza esta nación respecto a cualquier regulación.
Es importante destacar que el aporte de tecnología blockchain posiblemente marque el futuro del sistema monetario. Bahamas, Nigeria y China, entre otros países, ya tienen sus propias monedas digitales, Rusia está poniendo a prueba la suya y Estados Unidos ya anunció la posibilidad de comenzar su desarrollo. Sin embargo, la lógica entre éstas y las criptos descentralizadas es casi tan diferente como respecto al dinero en papel. Sigue habiendo un Estado que las respalda –cuando no reservas en metal- y la emisión –cuya limitación sería el valor central de las primeras- depende de la necesidad de sus bancos centrales.
Nadie sabe con exactitud qué ocurrirá con los criptoactivos descentralizados. Los vaticinios por parte de los gurúes son contradictorios y, en la mayoría de los casos, se encuentran atravesados por prejuicios monetaristas y/o intereses particulares. Terra y Luna serán parte de la historia, posiblemente otras como Bitcoin y Ether se recuperen y den algunas batallas más.
Resulta inexacto referirse a éstas como monedas ya que su volatilidad le impide cumplir un requisito básico: servir como unidad de cuenta. Tampoco representan activos productivos por lo que actualmente no son más que activos financieros altamente especulativos potenciados por una lógica vinculada al fetichismo tecnológico y el mercado negro.
* Docente en Economía Política UP y Teorías de la Comunicación UBA.
Estas cuestiones -sumado al comercio de actividades ilegales- hacen que países como China hayan prohibido los activos digitales y otras pongan restricciones a las transacciones bancarias. La posición del gobierno de Estados Unidos es pendular. En este momento existen proyectos de ley para regularlas aunque no hay demasiados indicios de que avancen. La capacidad lobby por parte de los operadores es muy grande y se mezcla con el espíritu liberal que caracteriza esta nación respecto a cualquier regulación.
Es importante destacar que el aporte de tecnología blockchain posiblemente marque el futuro del sistema monetario. Bahamas, Nigeria y China, entre otros países, ya tienen sus propias monedas digitales, Rusia está poniendo a prueba la suya y Estados Unidos ya anunció la posibilidad de comenzar su desarrollo. Sin embargo, la lógica entre éstas y las criptos descentralizadas es casi tan diferente como respecto al dinero en papel. Sigue habiendo un Estado que las respalda –cuando no reservas en metal- y la emisión –cuya limitación sería el valor central de las primeras- depende de la necesidad de sus bancos centrales.
Nadie sabe con exactitud qué ocurrirá con los criptoactivos descentralizados. Los vaticinios por parte de los gurúes son contradictorios y, en la mayoría de los casos, se encuentran atravesados por prejuicios monetaristas y/o intereses particulares. Terra y Luna serán parte de la historia, posiblemente otras como Bitcoin y Ether se recuperen y den algunas batallas más.
Resulta inexacto referirse a éstas como monedas ya que su volatilidad le impide cumplir un requisito básico: servir como unidad de cuenta. Tampoco representan activos productivos por lo que actualmente no son más que activos financieros altamente especulativos potenciados por una lógica vinculada al fetichismo tecnológico y el mercado negro.
* Docente en Economía Política UP y Teorías de la Comunicación UBA.