Por Claudio della Croce
En 20/06/2022
La necesidad tiene cara de hereje: la Unión Europea, previendo una crisis energética y en la provisión de alimentos debido a la guerra en Ucrania, volvieron a mirar a América latina y específicamente al Mercosur y ahora es la que tiene prisa por alcanzar un acuerdo de asociación que incluya tanto el capítulo comercial, como uno político.
Hasta ahora los tomadores de decisiones del conglomerado europeo occidental no consideraban prioritarios asuntos como la seguridad y defensa ni las relaciones políticas y comerciales con el resto del mundo, pero la guerra en Ucrania y el hambre que va ganando terreno en las grandes ciudades, la mirada se tuerce hacia quienes pueden garantizarles la provisión de energía y de alimentos.
Las consecuencias energéticas y alimentarias que ha provocado la guerra en Ucrania activaron y dinamizaron el cierre de las negociaciones con el bloque sudamericano. La expectativa de los europeos es poder concluir la negociación de forma definitiva y dar los pasos burocráticos necesarios para que el acuerdo entre en vigor a fines de 2023, cuando España ejercerá la Presidencia del Consejo Europeo.
Este cambio de foco surge a partir de una nueva lectura de la realidad política que enfrenta la UE, y según algunos analistas incluye una severa autocrítica sobre las acciones que los europeos no impulsaron en el pasado y las oportunidades que dejaron pasar. La relación con el Mercosur se daba por sentada, como un primo al que no se le daba mucha importancia a pesar del vínculo de familiaridad.
La lectura que hacen desde Bruselas es que la condena de la mayoría de los países de América Latina a la invasión rusa les demostró que ahí tienen a los aliados “más próximos” y eso constituye una “base para redinamizar” un acuerdo que hace dos años y medio que está paralizado.
La eurodiputada española del Partido Socialista Obrero Español, Mónica González señaló que “El impacto de la invasión rusa a Ucrania lo que está generando en el Parlamento Europeo es romper ciertos paradigmas (…) Esperemos que la necesidad de buscar otros mercados de suministro permita volver la vista de la Comisión Europea a Latinoamérica”.
González, vicepresidente de la delegación parlamentaria para las relaciones con el Mercosur, reconoció que la situación en el Parlamento europeo está dividida pero indicó que la delegación española trabaja por el acuerdo con el Mercosur y así lo va a impulsar desde la presidencia española.
En junio de 2019 Mercosur y la Unión Europea daban por finalizadas las negociaciones técnicas del capítulo comercial del acuerdo de asociación (lo que se conoce como Tratado de Libre Comercio) luego de 20 años. Pocos meses después, en 2020, las partes también lograron culminar las disposiciones políticas y de cooperación que contempla el acuerdo, con temas que van desde medioambiente hasta educación digital.
Pero en junio de 2019 comenzaron los incendios en la Amazonia y poco tiempo después se desataron las críticas de organizaciones de la sociedad civil y de algunos sectores del Parlamento de la Unión Europea por la política de desforestación del presidente brasileño Jair Bolsonaro. El asunto tuvo un punto de inflexión durante una cumbre del G20, a fines de junio, en la que el presidente Emmanuel Macron atacó a su par de Brasil y dijo que no firmaría un acuerdo que llevaría a la degradación del pulmón del planeta.
Si bien el acuerdo está estancado en Bruselas por las preocupaciones de la agenda de sustentabilidad, esas preocupaciones medioambientales esconden cierto proteccionismo que viene de los productores franceses e irlandeses que se verían afectados por el régimen preferencial para productos agropecuarios.
El Comisario de Comercio, Philip Hogan, asumió que no se podría avanzar en estas condiciones, a pesar de que entendía que el capítulo medioambiental del tratado brindaba todas las garantías de sostenibilidad en la medida que llamaba a seguir los lineamientos del Acuerdo de París. Entonces se propuso trabajar en un nuevo documento que brindara detalles de esos compromisos asumidos y los cuantificara para calmar las críticas de los escépticos y opositores en la interna de la Unión Europea.
Existe un borrador de ese trabajo, pero aún permanece oculto ya que el servicio exterior de la UE no vio ninguna voluntad política de avanzar de parte de la Comisión Europea y de los estados miembro. Incluso algunos estados habían votado resoluciones en sus parlamentos diciendo que no lo ratificarían llegado el caso.
Las políticas de Bolsonaro, el lobby de organizaciones ambientalistas que llenaron Bruselas de carteles culpando a Europa por la desforestación del Amazonia, la “transición verde” que priorizó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y las dificultades del servicio exterior para construir una narrativa que señalara las bondades del acuerdo desalentaron a los estados miembros de la UE y paralizaron el trabajo.
Y la excusa para la reactivación la dio la guerra de Ucrania. Desde febrero los europeos acumularon una pérdida comercial de 350 mil millones de euros (de los cuales calculan que más de la mitad podría ser compensada fortaleciendo la relación con el Mercosur, según creen). Fue la guerra, no la diplomacia, la que trajo un nuevo tiempo político.
Bruselas estaba consciente de que el nuevo impulso recién podría darse tras las elecciones francesas, pero en ese interín China avanzó varios casilleros en sus relaciones con Latinoamérica y el Caribe. Hoy el verso de los dirigentes de la UE es que hay que darle importancia a los aliados latinoamericanos.
No por casualidad, las nuevas prioridades coinciden con el fin de la presidencia de Francia en el Consejo Europeo y la asunción de República Checa, país sin interés particular por empujar el acuerdo, pero que tampoco se opone. A esos seis meses de mandato checo le seguirá Suecia y España, dos estados que quieren cerrar la negociación que esperan entre en vigencia al final de la presidencia española.
Pero los ojos europeos, que volvieron a posarse en Latinoamérica, están expectantes con lo que suceda en las elecciones de octubre en Brasil, ya que un triunfo de Bolsonaro bien podría condicionar el acuerdo. En el Parlamento europeo hay también quienes señalan que en definitiva se firman acuerdos con estados más que con gobiernos. “Creo que Brasil es mucho más que Bolsonaro”, dijo González.
¿Qué es lo que queda por hacer? A pesar de que se comunicó la culminación de las tratativas, lo cierto es que quedaron algunos aspectos abiertos e inconclusos en materia comercial, fundamentalmente la negociación vinculada a las indicaciones geográficas. Eso se está abordando en este momento y está próximo a terminar. El próximo paso será hacer una revisión por parte de ambos bloques y la Unión Europea deberá traducir las 1.400 páginas a 23 idiomas.
Finalmente el acuerdo deberá ser aprobado tanto por el Consejo Europeo como por el Parlamento. Mientras que para la parte comercial solo basta conseguir dos tercios de los votos para que sea aprobada, la sección política requiere de unanimidad. Una vez que el Parlamento lo apruebe entraría en vigor provisional a la espera que lo ratifiquen los 27 estados miembro del bloque.
Claro, parten del supuesto que los cuatro socios del Mercosur están de acuerdo. Los diplomáticos europeos señalan que Uruguay “empujó mucho” el tratado dentro del Mercosur y entienden que para el actual gobierno argentino el acuerdo “no es una prioridad”, por más que aceptan que hay una negociación cerrada que eventualmente habrá de avanzar.
El más interesado en adelantar el TLC con la Unión Europea parece ser, ahora, el presidente uruguayo Luis Lacalle, quien consciente de que Argentina no tiene el tema en su agenda inmediata, saltó al gobierno central de Alberto Fernández para conversar con el neoliberal jefe del gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta sobre las condiciones para “actualizar y relanzar” el bloque regional y que resulte “dinámico, moderno e integrado al mundo”.
Existen marcadas diferencias entre el mandatario uruguayo y el presidente argentino Alberto Fernández con respecto al Mercosur y al TLC con los europeos, no así entre Lacalle y Rodríguez Larreta. Ya que coincidieron en que el Mercosur debe avanzar en el convenio de libre comercio con la Unión Europea.
*Economista y docente argentino, investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
En 20/06/2022
La necesidad tiene cara de hereje: la Unión Europea, previendo una crisis energética y en la provisión de alimentos debido a la guerra en Ucrania, volvieron a mirar a América latina y específicamente al Mercosur y ahora es la que tiene prisa por alcanzar un acuerdo de asociación que incluya tanto el capítulo comercial, como uno político.
Hasta ahora los tomadores de decisiones del conglomerado europeo occidental no consideraban prioritarios asuntos como la seguridad y defensa ni las relaciones políticas y comerciales con el resto del mundo, pero la guerra en Ucrania y el hambre que va ganando terreno en las grandes ciudades, la mirada se tuerce hacia quienes pueden garantizarles la provisión de energía y de alimentos.
Las consecuencias energéticas y alimentarias que ha provocado la guerra en Ucrania activaron y dinamizaron el cierre de las negociaciones con el bloque sudamericano. La expectativa de los europeos es poder concluir la negociación de forma definitiva y dar los pasos burocráticos necesarios para que el acuerdo entre en vigor a fines de 2023, cuando España ejercerá la Presidencia del Consejo Europeo.
Este cambio de foco surge a partir de una nueva lectura de la realidad política que enfrenta la UE, y según algunos analistas incluye una severa autocrítica sobre las acciones que los europeos no impulsaron en el pasado y las oportunidades que dejaron pasar. La relación con el Mercosur se daba por sentada, como un primo al que no se le daba mucha importancia a pesar del vínculo de familiaridad.
La lectura que hacen desde Bruselas es que la condena de la mayoría de los países de América Latina a la invasión rusa les demostró que ahí tienen a los aliados “más próximos” y eso constituye una “base para redinamizar” un acuerdo que hace dos años y medio que está paralizado.
La eurodiputada española del Partido Socialista Obrero Español, Mónica González señaló que “El impacto de la invasión rusa a Ucrania lo que está generando en el Parlamento Europeo es romper ciertos paradigmas (…) Esperemos que la necesidad de buscar otros mercados de suministro permita volver la vista de la Comisión Europea a Latinoamérica”.
González, vicepresidente de la delegación parlamentaria para las relaciones con el Mercosur, reconoció que la situación en el Parlamento europeo está dividida pero indicó que la delegación española trabaja por el acuerdo con el Mercosur y así lo va a impulsar desde la presidencia española.
En junio de 2019 Mercosur y la Unión Europea daban por finalizadas las negociaciones técnicas del capítulo comercial del acuerdo de asociación (lo que se conoce como Tratado de Libre Comercio) luego de 20 años. Pocos meses después, en 2020, las partes también lograron culminar las disposiciones políticas y de cooperación que contempla el acuerdo, con temas que van desde medioambiente hasta educación digital.
Pero en junio de 2019 comenzaron los incendios en la Amazonia y poco tiempo después se desataron las críticas de organizaciones de la sociedad civil y de algunos sectores del Parlamento de la Unión Europea por la política de desforestación del presidente brasileño Jair Bolsonaro. El asunto tuvo un punto de inflexión durante una cumbre del G20, a fines de junio, en la que el presidente Emmanuel Macron atacó a su par de Brasil y dijo que no firmaría un acuerdo que llevaría a la degradación del pulmón del planeta.
Si bien el acuerdo está estancado en Bruselas por las preocupaciones de la agenda de sustentabilidad, esas preocupaciones medioambientales esconden cierto proteccionismo que viene de los productores franceses e irlandeses que se verían afectados por el régimen preferencial para productos agropecuarios.
El Comisario de Comercio, Philip Hogan, asumió que no se podría avanzar en estas condiciones, a pesar de que entendía que el capítulo medioambiental del tratado brindaba todas las garantías de sostenibilidad en la medida que llamaba a seguir los lineamientos del Acuerdo de París. Entonces se propuso trabajar en un nuevo documento que brindara detalles de esos compromisos asumidos y los cuantificara para calmar las críticas de los escépticos y opositores en la interna de la Unión Europea.
Existe un borrador de ese trabajo, pero aún permanece oculto ya que el servicio exterior de la UE no vio ninguna voluntad política de avanzar de parte de la Comisión Europea y de los estados miembro. Incluso algunos estados habían votado resoluciones en sus parlamentos diciendo que no lo ratificarían llegado el caso.
Las políticas de Bolsonaro, el lobby de organizaciones ambientalistas que llenaron Bruselas de carteles culpando a Europa por la desforestación del Amazonia, la “transición verde” que priorizó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y las dificultades del servicio exterior para construir una narrativa que señalara las bondades del acuerdo desalentaron a los estados miembros de la UE y paralizaron el trabajo.
Y la excusa para la reactivación la dio la guerra de Ucrania. Desde febrero los europeos acumularon una pérdida comercial de 350 mil millones de euros (de los cuales calculan que más de la mitad podría ser compensada fortaleciendo la relación con el Mercosur, según creen). Fue la guerra, no la diplomacia, la que trajo un nuevo tiempo político.
Bruselas estaba consciente de que el nuevo impulso recién podría darse tras las elecciones francesas, pero en ese interín China avanzó varios casilleros en sus relaciones con Latinoamérica y el Caribe. Hoy el verso de los dirigentes de la UE es que hay que darle importancia a los aliados latinoamericanos.
No por casualidad, las nuevas prioridades coinciden con el fin de la presidencia de Francia en el Consejo Europeo y la asunción de República Checa, país sin interés particular por empujar el acuerdo, pero que tampoco se opone. A esos seis meses de mandato checo le seguirá Suecia y España, dos estados que quieren cerrar la negociación que esperan entre en vigencia al final de la presidencia española.
Pero los ojos europeos, que volvieron a posarse en Latinoamérica, están expectantes con lo que suceda en las elecciones de octubre en Brasil, ya que un triunfo de Bolsonaro bien podría condicionar el acuerdo. En el Parlamento europeo hay también quienes señalan que en definitiva se firman acuerdos con estados más que con gobiernos. “Creo que Brasil es mucho más que Bolsonaro”, dijo González.
¿Qué es lo que queda por hacer? A pesar de que se comunicó la culminación de las tratativas, lo cierto es que quedaron algunos aspectos abiertos e inconclusos en materia comercial, fundamentalmente la negociación vinculada a las indicaciones geográficas. Eso se está abordando en este momento y está próximo a terminar. El próximo paso será hacer una revisión por parte de ambos bloques y la Unión Europea deberá traducir las 1.400 páginas a 23 idiomas.
Finalmente el acuerdo deberá ser aprobado tanto por el Consejo Europeo como por el Parlamento. Mientras que para la parte comercial solo basta conseguir dos tercios de los votos para que sea aprobada, la sección política requiere de unanimidad. Una vez que el Parlamento lo apruebe entraría en vigor provisional a la espera que lo ratifiquen los 27 estados miembro del bloque.
Claro, parten del supuesto que los cuatro socios del Mercosur están de acuerdo. Los diplomáticos europeos señalan que Uruguay “empujó mucho” el tratado dentro del Mercosur y entienden que para el actual gobierno argentino el acuerdo “no es una prioridad”, por más que aceptan que hay una negociación cerrada que eventualmente habrá de avanzar.
El más interesado en adelantar el TLC con la Unión Europea parece ser, ahora, el presidente uruguayo Luis Lacalle, quien consciente de que Argentina no tiene el tema en su agenda inmediata, saltó al gobierno central de Alberto Fernández para conversar con el neoliberal jefe del gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta sobre las condiciones para “actualizar y relanzar” el bloque regional y que resulte “dinámico, moderno e integrado al mundo”.
Existen marcadas diferencias entre el mandatario uruguayo y el presidente argentino Alberto Fernández con respecto al Mercosur y al TLC con los europeos, no así entre Lacalle y Rodríguez Larreta. Ya que coincidieron en que el Mercosur debe avanzar en el convenio de libre comercio con la Unión Europea.
*Economista y docente argentino, investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)