2 abr 2023

EL CIRCO NO SABE DE CUESTIONES HUMANITARIAS

La FIFA, la AFA, Israel y la cuestión palestina.
A la espera de la confirmación de una nueva Copa del Mundo en el país


Por Gustavo Veiga

2 de abril de 2023


El presidente de la AFA y un abrazo con el presidente de la FIFA.. Imagen: Twitter Chiqui Tapia

La Argentina está a punto de sacar provecho de la reciente cancelación del Mundial Sub 20 en Indonesia. Cómo la geopolítica condiciona cada vez más al fútbol.

¿Qué tienen en común Indonesia, Argentina, Israel y Palestina? Una Copa Mundial Sub 20 y la influencia indetenible de la política en el fútbol. La FIFA no salió indemne de su equilibrio sobreactuado. Despojó al país organizador del torneo -que tiene la mayor población musulmana del planeta- porque el gobernador de Bali, el paraíso turístico local, vetó la presencia de la selección juvenil israelí en su territorio. La causa del pueblo palestino es sagrada para los indonesios y su gobierno no reconoce al estado judío. Ese combo y una movilización contraria al equipo visitante en la capital, Yakarta, le permitieron a la AFA postularse como organizadora de reemplazo. Solo resta oficializar el cambio de sede. A nuestro país le permitirá hacer un ensayo para su objetivo mayor: el Mundial de 2030 en coorganización con Uruguay, Chile y Paraguay. Así funciona el fútbol hoy. “Revolcao en un merengue” geopolítico –diría Discépolo– intentando explicar la situación.

Israel está futbolísticamente aislada desde hace décadas en su propia vecindad. No puede jugar en su continente. Sus selecciones y clubes compiten en Europa de manera provisoria desde 1991 y como miembros plenos de la UEFA desde 1994. La razón se remonta a la propia constitución de su estado en 1948 y las guerras posteriores con las naciones árabes que la rodean. La profundización del Apartheid contra el pueblo palestino acentuó su exclusión en el universo musulmán.


Indonesia, ya en las eliminatorias para el Mundial de Suecia 1958, se negó a jugar con Israel en el grupo de Asia. También Turquía, y los africanos Egipto y Sudán después. Pasaron 65 años y ese status de paria deportivo no cambió demasiado. En 1974 la Asociación Asiática (AFC) la expulsó y ya para las eliminatorias del Mundial ’78 se pasó a la Confederación de Fútbol de Oceanía (OFC). La historia, como se ve, no es nueva.

Wayan Koster, el gobernador de la isla de Bali donde se realizó la última cumbre del G20 en noviembre, les negó la bienvenida a los juveniles israelíes amparándose en una cuestión de estado. Indonesia no tiene relaciones diplomáticas con Jerusalén -la capital de discutido status para la mayoría de los países- y reconoce a Palestina como el 72 por ciento de los miembros de Naciones Unidas. Hace pocos días, el país que se quedó sin Mundial, condenó “con firmeza” las palabras del ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, quien negó la existencia del pueblo palestino. No era descabellado entonces que la escalada alcanzara al Mundial Sub 20, el tercer torneo en importancia de la FIFA. Uno de los seis estadios donde se hubiera jugado está en la ciudad de Gianyar, Bali. Es el Kapten I Wayan Dipta.

Gianni Infantino y su Comité Ejecutivo demostraron otra vez una doble moral galopante. Las condiciones de seguridad son apenas para sus negocios. Indonesia, ahora despojada de la Copa por violar sus reglamentos, es un país donde la violencia se apoderó del fútbol desde los años ‘90. El 2 de octubre pasado en el estadio Kanjuruhan de Malang, de Java Oriental, ocurrió la segunda peor tragedia de la historia. Solo superada por la de Lima en 1964, en un partido entre Perú y Argentina. Jugaban el Arema FC y el Persebaya Surabaya de la Primera División. Los hinchas del primero invadieron la cancha, la policía tiró gases lacrimógenos y hubo 133 muertos y 547 heridos en la desbandada.

El presidente indonesio Joko Widodo anunció la demolición de la cancha para hacer otra más segura. Aquel antecedente violento no hubiera pesado hasta que Koster se negó a recibir a la delegación de Israel y se suspendió el sorteo del Mundial previsto para el viernes pasado.

El presidente de la FIFA le comunicó la noticia del cambio de sede a Erik Thohir, el máximo dirigente de la Federación Indonesia de Fútbol, sin posibilidad de apelación. Un personaje con intereses diversificados en el mundo deportivo. En 2013 compró el 70 por ciento de las acciones del Inter de Milán, hizo lo mismo en el D.C United de la MLS y también en la franquicia del Philadelphia Sixers de la NBA. Fue el primer empresario asiático en controlar un equipo de la élite del básquetbol mundial. Su familia es multimillonaria y maneja una buena parte del sistema de medios en su país. Tiene además clubes locales de fútbol y de baloncesto.

Thohir se fue retirando por etapas del Inter. Cuando llegaron los capitales de la compañía china Suning en 2016, bajó al 30 por ciento su participación. Ahora los chinos quieren sanearlo o sacárselo de encima -no está claro- porque acumularon pérdidas millonarias. Habría un interesado, según trascendió en marzo pasado: el presidente del club italiano Spal, el estadounidense Joe Tacopina, amigo de Donald Trump y su actual abogado defensor en la causa que se le sigue por sobornar a una actriz porno en Manhattan.

En esta compleja madeja de intereses políticos y económicos, la AFA de Claudio Chiqui Tapia encontró su oportunidad de organizar un nuevo Mundial Sub 20, como en 2001. El conflicto entre Indonesia y la FIFA lo hizo posible aunque disparado por uno mayor con base en Medio Oriente. Mientras una selección juvenil que se ganó el derecho a participar en la cancha era boicoteada en Indonesia por un gobernador de provincia, jóvenes de Jerusalén Este fueron gaseados en plena final de la Copa Palestina.

Jugaban los clubes Central Balata y Jabal Al Mukaber en un estadio de Al Ram el jueves pasado. Las fuerzas represivas del gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu arrojaron gases adentro y afuera de las instalaciones y provocaron la suspensión del partido que después pudo reanudarse. El presidente de la Asociación Palestina de Fútbol, Jibril Rajoub estaba en la cancha. Declaró que “atacar a los jugadores y al público con gas es una vergüenza para la ocupación israelí”. El dirigente no se detuvo en su repudio. Agregó que mandaría una denuncia a la FIFA “para poner fin a este terrorismo practicado contra los deportes y atletas palestinos”.

¿La escuchará Infantino? Difícil. Nunca se mostró demasiado ecuánime en este conflicto a no ser para alentar con demagogia una candidatura conjunta de Israel y sus vecinos árabes para el Mundial 2030.

gveiga@pagina12.com.ar