ARGENTINA
El poder del lenguaje en economía
Las palabras que se usan no son ingenuas
PorRubén Telechea
13 de agosto de 2023
Todo lo "lindo" casualmente está asociado al liberalismo económico.
Gasto público, cepo, lockout, paraíso fiscal, dólar blue o flexibilización laboral: ¿qué implica la elección de determinados términos en economía? El análisis de conceptos permite comprobar que los términos asociados al liberalismo son denominados con una palabra grata, mientras que todo lo que sea participación del Estado acarrea connotaciones negativas.
El poder del lenguaje
“Con las palabras gobernamos
a los hombres.”
Gasto público, cepo, lockout, paraíso fiscal, dólar blue o flexibilización laboral: ¿qué implica la elección de determinados términos en economía? El análisis de conceptos permite comprobar que los términos asociados al liberalismo son denominados con una palabra grata, mientras que todo lo que sea participación del Estado acarrea connotaciones negativas.
El poder del lenguaje
“Con las palabras gobernamos
a los hombres.”
Benjamin Disraeli
En economía, como en toda otra disciplina, decidir qué es lo que se estudia implica realizar un recorte, una selección, porque no puede enseñarse todo el conocimiento disponible de una ciencia en un momento dado. En este sentido, queda claro que cuando se decide qué enseñar, al mismo tiempo se está eligiendo qué no enseñar. Lo mismo aplica a los términos más usuales que se utilizan en economía, dejando entrever el triunfo de la escuela neoclásica (popularmente denominada ortodoxia o mainstream).
El análisis de estos conceptos y sus connotaciones, nos permite comprobar que los términos asociados al liberalismo serán denominados con una palabra grata, mientras que todo lo que sea participación del Estado acarreará connotaciones negativas.
Veamos algunos ejemplos:
Como no podía ser de otra manera, comenzamos por la economía “libre”, el “libre” mercado, el “libre juego” de la oferta y la demanda. ¿Hay algo más deseado que “la libertad”? ¿Hay algo más atractivo que “jugar”? En contraposición se habla de regulación, control, intervencionismo, trabas. Palabras más sombrías y que difícilmente suenen simpáticas.
Por caso, el libre juego de la oferta y la demanda determina un precio “de equilibrio”, que deja a todos contentos (“equilibrados”) mientras que cualquier “intervención” del Estado genera una “distorsión” en el mercado que nunca puede tener consecuencias positivas: genera escasez del producto, “reprime” los precios “artificialmente” desincentivando la producción. Un arancel o una retención a las exportaciones son “trabas” u “obstáculos” al “libre” comercio.
También se dice que la economía es “la ciencia de la elección”. Otra vez, ¡qué hermoso es poder elegir! Suena muy lindo, pero el tema es que nos quieren hacer creer que los individuos elegimos libremente entre variadas alternativas. No actúan otras fuerzas o intereses en el mercado, sino que somos nosotros, con nuestro “libre albedrío” quienes tomamos cada una de las decisiones económicas.
Las expectativas deben ser “racionales”, ya que los actores ajustarán su conducta dentro de la realidad y la evolución que se espera de ella. Por lo tanto, si han de ser sujetos capaces de realizar elecciones racionales con miras a la maximización de un objetivo individual, como la utilidad o el beneficio, forzosamente deben ser individuos o a lo sumo grupos sociales mínimos, caracterizados por la unidad en la que recaiga la toma de decisiones, como las familias y empresas. Así desaparecen de la escena los sujetos colectivos, las clases sociales, y con ellas cualquier noción de conflicto. O para ser quizás excesivamente simplistas, si aquellos son racionales, se deduce que los que no siguen esas reglas son unos loquitos inconscientes.
Otros términos interesantes (y lamentablemente actuales) son apertura y “liberalización” económica, apertura al mundo. En contraposición, cerrarnos, aislarnos, imponer trabas. ¿Qué suena mejor?
Pero la perla máxima se da cuando se habla de los mercados de cambio. Si actúa el Estado (casi siempre, por otra parte) la flotación es “sucia”. Si el Estado no interviene, obviamente es “flotación limpia”. Usted que desea, ¿ser sucio o limpio?
En economía, como en toda otra disciplina, decidir qué es lo que se estudia implica realizar un recorte, una selección, una elección de qué dar y qué no. Lo mismo aplica a los términos más usuales que se utilizan, ya que el análisis de estos conceptos permite comprobar cómo se eligen las palabras y sus connotaciones, de manera tal que aquellas asociadas al liberalismo son generalmente mencionadas con un sentido positivo, mientras que las vinculadas con la participación del Estado acarrean connotaciones negativas.
Así, se encuentran términos tan afables para describir a un mercado como “libre”, “transparente” o “eficiente”. Este mercado funcionaría a la perfección salvo por algunas “fallas”, que son los únicos casos en los que debería participar el Estado. Si, por el contrario, este decidiera intervenir en otras situaciones que no son esas, provocaría “distorsiones” o “ineficiencias" en los mercados.
Varios de estos términos fueron abordados en una nota anterior. Pero quedaron unos cuantos más en el camino que ahora se agregan. Vale aclarar que algunos de ellos han sido generosamente marcados por los propios lectores de Cash.
Palabras
El primero es el gasto público. Pocas palabras tienen una connotación tan negativa en la vida cotidiana como hablar de “gastar”. Pero si se ahonda un poco en qué es el gasto público, se ve que técnicamente allí se incluyen partidas para educación, cultura, ciencia y tecnología e infraestructura. ¿Por qué no decir entonces inversión? Es simple, porque el objetivo es que el Estado sea lo más chico posible y si se habla de inversión, resultará más difícil convencer a la ciudadanía acerca de la conveniencia de su recorte. Pero si es un gasto, ¿quién se va a negar?
Por otra parte, en muchos países existen restricciones temporarias o permanentes a la compra de divisas. Aquí, para decir lo mismo se inventó una palabra tan dura como “cepo”, que remite nada menos que a un instrumento de tortura.
Las medidas adoptadas por los países en defensa de su producción nacional respecto del ingreso de bienes o servicios importados, son en realidad algo tan feo como “obstáculos” al comercio internacional.
También se podría hablar de términos en sentido inverso, referidos a aquellos que presentan un aspecto amigable, pero que esconden un significante negativo, comenzando por “paraísos fiscales”. En base a la definición de la RAE, paraíso remite a un lugar hermoso y tranquilo, pero resulta que son hermosos para practicar la evasión fiscal.
Se habla de “reestructuración empresarial”, un término atractivo que en realidad encubre un ajuste que consiste en despidos, recarga de trabajos y traslados de personal. O la tan mencionada “flexibilización laboral”, que no es otra cosa que la eliminación de buena parte de las conquistas de los trabajadores.
Cuando hubo que renegociar la deuda por el juicio entablado en EE.UU. por un grupo de acreedores que no había ingresado al canje de bonos de 2005, como llamarlos fondos buitre sonaba feo se los denominaba “holdouts”, porque todo término en inglés siempre queda bien.
Siguiendo con el inglés, cuando los trabajadores hacen medidas de fuerza son huelgas, a veces “salvajes”. Cuando las hacen los patrones, “lockout”. La frutilla del postre es el dólar “blue”. ¿Cómo lo vamos a llamar ilegal? Pues entonces recurramos otra vez al inglés.
Parece adecuado terminar acá, no sea cosa que se nos “desperfile” la nota.
* Docente UNLZ y UNQ. rtelechea@gmail.com. @RubenTelechea