Por Yarisley Urrutia
En 19/01/2024© AFP 2023 / STR
En apenas una década, las relaciones económicas de China con Latinoamérica y el Caribe, tanto en el plano financiero, comercial e inversionista, se han incrementado al punto de convertir a la superpotencia asiática en un factor fundamental del desarrollo de las economías de la región.
Su papel como inversor va en aumento y se caracteriza por una diversificación que comprende sectores como el de las energías renovables, la industria automotriz, las telecomunicaciones, la explotación de recursos minerales estratégicos y la creación de infraestructuras digitales.
Por el camino, China ha superado a España como segundo socio comercial del subcontinente. Latinoamérica solo protagonizó el destino del 4,7% de los 389.209 millones de euros en bienes exportados por España en 2022 y en 2023 la cuota española de las inversiones en la zona cayó al 2%, a tenor de los datos consignados por el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa del país ibérico. Con todo, las exportaciones españolas a la región se habían incrementado un 24% desde 2015, lo cual da idea de la dimensión creciente en este ámbito de China, a quien solo supera EEUU como principal socio comercial.
Pese a los lazos culturales, el peso comercial de España en la región se estanca. Ha perdido relevancia bilateral en economías como la de Brasil, la de Perú y las del cono sur. El papel preponderante de EEUU es producto de su vecindad estratégica. China, en cambio, ha sorteado su lejanía y se posiciona como un competidor capaz de superar a Europa. Ya ha relevado a España como suministrador de petróleo refinado a Brasil, por ejemplo.
En la actualidad, el comercio bilateral entre China y América Latina alcanza casi 430.000 millones de dólares, cuando a principios de siglo apenas llegaba a 12.000 millones, según datos del Europarlamento.
Mayores facilidades
Cabe preguntarse qué ofrece China al continente latinoamericano para haberse podido constituir en una opción más atractiva que sus competidores occidentales. A menudo se habla de una mayor flexibilidad en la concesión de préstamos, que no conlleva injerencias en asuntos internos.
«Todos los países de la región, en mayor o menor medida, han recibido financiamiento de China para sortear deudas y poder cumplir con compromisos externos», explica a Sputnik Sergio Cesarin, coordinador del Centro de Estudios sobre Asia del Pacifico e India (CEAPI) de la Universidad Tres de Febrero (UNTREF) de Buenos Aires, que destaca entre los perceptores de préstamos a Brasil, Venezuela y Argentina, «un caso paradigmático», adonde llega el dinero a través de mecanismos de swaps.
A su juicio, la relación también se ha construido aprovechando los «espacios para la acción diplomática» que tanto EEUU como la UE han cedido en las últimas décadas, lo cual no minimiza la dimensión política de las iniciativas chinas.
«En general, en las cancillerías de la región se cuenta con China como un socio deseable y necesario, incluso por parte de aquellos pocos países que aún reconocen a Taiwán», comenta por su parte a Sputnik Xulio Ríos, asesor emérito del Observatorio de la Política China (OPCh) con base en Pontevedra (España), quien cree que la capacidad económica y tecnológica china, así como la naturaleza de la política exterior de Pekín, estimula el interés en fortalecer las relaciones bilaterales.
«Su modus operandi diferenciado favorece el compromiso con el desarrollo basándose en decisiones propias y también permite a estas naciones reequilibrar los vínculos con los socios más tradicionales, EEUU y la UE», afirma Ríos, convencido de que en este plano, España, con escaso margen de maniobra dentro del marco comunitario europeo, ha quedado en desventaja.
Construcción y proceso
«Un proceso, un devenir y un flujo de intercambios, producto de una construcción mutua». Así define Cesarin la actual relación entre China y Latinoamérica, gestada a través de una «alta intensidad política» en forma visitas oficiales e intercambios bilaterales. Y este proceso sucede en un contexto de «cambio de orientación» y de reevaluación de las relaciones de la UE con Rusia y China.
«China sigue siendo un mercado abierto para muchas exportaciones latinoamericanas, pero Europa se muestra reactiva, emprendiendo medidas arancelarias y proteccionistas a nuestra producción local», recuerda. Y cita el caso de los productos agrícolas de Argentina, uno de los escollos en las negociaciones en torno al acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur.
El ejemplo remite a un escenario en que el incremento de la cuota de mercado de China en Latinoamérica se ha venido produciendo en detrimento de la de la UE, por lo que todavía no está claro cómo podrá estabilizarse la relación entre Bruselas y Pekín en medio del menguante papel protagónico europeo en Latinoamérica, precisamente a causa del empuje asiático. En opinión de Xulio Ríos, China «necesita mucho de la UE» para conjurar la reedición de una nueva guerra fría.
«Pero no lo tiene fácil», asegura, pues entiende que hay dos bandos en la UE. «Los europeístas apuestan por el diálogo con China sobre la base de una autonomía estratégica efectiva, pero los atlantistas piensan más en clave de alineamiento con la estrategia de confrontación de EEUU», sostiene Ríos.
Cualquier diferencia, recuerda, se limó en el pasado a través de la negociación. «Lo que no parece negociable es la estrategia comercial de EEUU con base en la seguridad (o defensa de la hegemonía), un enfoque donde la UE es meramente subsidiaria», lamenta.
Como una seda
Hasta 21 naciones latinoamericanas y caribeñas se han sumado a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), que junto con la Nueva Ruta de la Seda es el gran proyecto exterior de Pekín para el siglo XXI de conexión comercial con el mundo y adonde se dirige buena parte de los esfuerzos de su acción exterior. Los países que todavía no se han suscrito, como el caso de México, igualmente experimentan un alza en el desarrollo de proyectos de infraestructura.
«Al 2021, el patio trasero de EEUU se había convertido en el segundo principal destino para las inversiones chinas, tan solo después de Asia con 450.000 millones de dólares», señala Eduardo Tzili-Apango, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (UAM) de Ciudad de México. En un análisis para Redcaem escribe que aunque arribó tardíamente a la región, la IFR lo hizo ya «como un proceso geopolíticamente maduro», donde China busca plasmar su idea de «comunidad humana con destino común», que es el «concepto insignia» de la política exterior china bajo el liderazgo de Xi Jinping.
«Esto significa que la IFR en Latinoamérica y el Caribe no solo ha implicado la construcción de infraestructuras para la conectividad, sino también la reproducción del discurso antigeopolítico chino con el que el país asiático busca retar al discurso estadounidense», afirma Tzili-Apango. Tal reto cobró forma a partir de 2018, cuando Pekín declaró que América Latina y el Caribe ya no son el «patio trasero» de EEUU. Así, la inclusión de la región en la IFR cabe apreciarse como un «intento de resignificación geopolítica de la región» y un intento de «contrarrestar» la influencia estadounidense.
Y ese reto también lo encarna el papel de la región como suministradora de materias primas para una China que, en palabras de Xulio Ríos, complementa la relación comercial «con políticas más empoderadoras» con foco en Pekín. «China también necesita desarrollar estas economías para ampliar mercados para sus productos», infiere.
Sin hacer ruido
La construcción de la relación privilegiada de América Latina y el Caribe con China se caracteriza por hacer de China un «comprador neto de commodities, cereales y materias primas», recuerda Cesarin. Colombia también es un proveedor importante de China, Chile y Perú le surten de productos pesqueros y mineros. Todo redunda en una dinamización de las exportaciones.
«China funciona como una especie de motor externo de las economías de la región, compensando gran parte de la retirada o reorientación de prioridades de empresas estadounidenses y europeas. La competitividad de sus empresas y sus facilidades financieras extendidas es parte de un paquete muy atractivo que ha llevado al acercamiento con China», asegura este especialista, que resalta el papel preponderante de Brasil como su principal proveedor agroindustrial.
China disfruta ya de gran relevancia en la región y la retroalimentación de sus iniciativas también ha cristalizado en la firma de acuerdos de libre comercio con Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Perú o Chile, aspecto que desplaza a EEUU y la UE. «Hay que fijarse en que en los dos últimos años se ha recuperado el foro UE-América Latina como un intento de moderar el impacto de la influencia china en la región», concluye Cesarin.
Sputnik
En apenas una década, las relaciones económicas de China con Latinoamérica y el Caribe, tanto en el plano financiero, comercial e inversionista, se han incrementado al punto de convertir a la superpotencia asiática en un factor fundamental del desarrollo de las economías de la región.
Su papel como inversor va en aumento y se caracteriza por una diversificación que comprende sectores como el de las energías renovables, la industria automotriz, las telecomunicaciones, la explotación de recursos minerales estratégicos y la creación de infraestructuras digitales.
Por el camino, China ha superado a España como segundo socio comercial del subcontinente. Latinoamérica solo protagonizó el destino del 4,7% de los 389.209 millones de euros en bienes exportados por España en 2022 y en 2023 la cuota española de las inversiones en la zona cayó al 2%, a tenor de los datos consignados por el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa del país ibérico. Con todo, las exportaciones españolas a la región se habían incrementado un 24% desde 2015, lo cual da idea de la dimensión creciente en este ámbito de China, a quien solo supera EEUU como principal socio comercial.
Pese a los lazos culturales, el peso comercial de España en la región se estanca. Ha perdido relevancia bilateral en economías como la de Brasil, la de Perú y las del cono sur. El papel preponderante de EEUU es producto de su vecindad estratégica. China, en cambio, ha sorteado su lejanía y se posiciona como un competidor capaz de superar a Europa. Ya ha relevado a España como suministrador de petróleo refinado a Brasil, por ejemplo.
En la actualidad, el comercio bilateral entre China y América Latina alcanza casi 430.000 millones de dólares, cuando a principios de siglo apenas llegaba a 12.000 millones, según datos del Europarlamento.
Mayores facilidades
Cabe preguntarse qué ofrece China al continente latinoamericano para haberse podido constituir en una opción más atractiva que sus competidores occidentales. A menudo se habla de una mayor flexibilidad en la concesión de préstamos, que no conlleva injerencias en asuntos internos.
«Todos los países de la región, en mayor o menor medida, han recibido financiamiento de China para sortear deudas y poder cumplir con compromisos externos», explica a Sputnik Sergio Cesarin, coordinador del Centro de Estudios sobre Asia del Pacifico e India (CEAPI) de la Universidad Tres de Febrero (UNTREF) de Buenos Aires, que destaca entre los perceptores de préstamos a Brasil, Venezuela y Argentina, «un caso paradigmático», adonde llega el dinero a través de mecanismos de swaps.
A su juicio, la relación también se ha construido aprovechando los «espacios para la acción diplomática» que tanto EEUU como la UE han cedido en las últimas décadas, lo cual no minimiza la dimensión política de las iniciativas chinas.
«En general, en las cancillerías de la región se cuenta con China como un socio deseable y necesario, incluso por parte de aquellos pocos países que aún reconocen a Taiwán», comenta por su parte a Sputnik Xulio Ríos, asesor emérito del Observatorio de la Política China (OPCh) con base en Pontevedra (España), quien cree que la capacidad económica y tecnológica china, así como la naturaleza de la política exterior de Pekín, estimula el interés en fortalecer las relaciones bilaterales.
«Su modus operandi diferenciado favorece el compromiso con el desarrollo basándose en decisiones propias y también permite a estas naciones reequilibrar los vínculos con los socios más tradicionales, EEUU y la UE», afirma Ríos, convencido de que en este plano, España, con escaso margen de maniobra dentro del marco comunitario europeo, ha quedado en desventaja.
Construcción y proceso
«Un proceso, un devenir y un flujo de intercambios, producto de una construcción mutua». Así define Cesarin la actual relación entre China y Latinoamérica, gestada a través de una «alta intensidad política» en forma visitas oficiales e intercambios bilaterales. Y este proceso sucede en un contexto de «cambio de orientación» y de reevaluación de las relaciones de la UE con Rusia y China.
«China sigue siendo un mercado abierto para muchas exportaciones latinoamericanas, pero Europa se muestra reactiva, emprendiendo medidas arancelarias y proteccionistas a nuestra producción local», recuerda. Y cita el caso de los productos agrícolas de Argentina, uno de los escollos en las negociaciones en torno al acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur.
El ejemplo remite a un escenario en que el incremento de la cuota de mercado de China en Latinoamérica se ha venido produciendo en detrimento de la de la UE, por lo que todavía no está claro cómo podrá estabilizarse la relación entre Bruselas y Pekín en medio del menguante papel protagónico europeo en Latinoamérica, precisamente a causa del empuje asiático. En opinión de Xulio Ríos, China «necesita mucho de la UE» para conjurar la reedición de una nueva guerra fría.
«Pero no lo tiene fácil», asegura, pues entiende que hay dos bandos en la UE. «Los europeístas apuestan por el diálogo con China sobre la base de una autonomía estratégica efectiva, pero los atlantistas piensan más en clave de alineamiento con la estrategia de confrontación de EEUU», sostiene Ríos.
Cualquier diferencia, recuerda, se limó en el pasado a través de la negociación. «Lo que no parece negociable es la estrategia comercial de EEUU con base en la seguridad (o defensa de la hegemonía), un enfoque donde la UE es meramente subsidiaria», lamenta.
Como una seda
Hasta 21 naciones latinoamericanas y caribeñas se han sumado a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), que junto con la Nueva Ruta de la Seda es el gran proyecto exterior de Pekín para el siglo XXI de conexión comercial con el mundo y adonde se dirige buena parte de los esfuerzos de su acción exterior. Los países que todavía no se han suscrito, como el caso de México, igualmente experimentan un alza en el desarrollo de proyectos de infraestructura.
«Al 2021, el patio trasero de EEUU se había convertido en el segundo principal destino para las inversiones chinas, tan solo después de Asia con 450.000 millones de dólares», señala Eduardo Tzili-Apango, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (UAM) de Ciudad de México. En un análisis para Redcaem escribe que aunque arribó tardíamente a la región, la IFR lo hizo ya «como un proceso geopolíticamente maduro», donde China busca plasmar su idea de «comunidad humana con destino común», que es el «concepto insignia» de la política exterior china bajo el liderazgo de Xi Jinping.
«Esto significa que la IFR en Latinoamérica y el Caribe no solo ha implicado la construcción de infraestructuras para la conectividad, sino también la reproducción del discurso antigeopolítico chino con el que el país asiático busca retar al discurso estadounidense», afirma Tzili-Apango. Tal reto cobró forma a partir de 2018, cuando Pekín declaró que América Latina y el Caribe ya no son el «patio trasero» de EEUU. Así, la inclusión de la región en la IFR cabe apreciarse como un «intento de resignificación geopolítica de la región» y un intento de «contrarrestar» la influencia estadounidense.
Y ese reto también lo encarna el papel de la región como suministradora de materias primas para una China que, en palabras de Xulio Ríos, complementa la relación comercial «con políticas más empoderadoras» con foco en Pekín. «China también necesita desarrollar estas economías para ampliar mercados para sus productos», infiere.
Sin hacer ruido
La construcción de la relación privilegiada de América Latina y el Caribe con China se caracteriza por hacer de China un «comprador neto de commodities, cereales y materias primas», recuerda Cesarin. Colombia también es un proveedor importante de China, Chile y Perú le surten de productos pesqueros y mineros. Todo redunda en una dinamización de las exportaciones.
«China funciona como una especie de motor externo de las economías de la región, compensando gran parte de la retirada o reorientación de prioridades de empresas estadounidenses y europeas. La competitividad de sus empresas y sus facilidades financieras extendidas es parte de un paquete muy atractivo que ha llevado al acercamiento con China», asegura este especialista, que resalta el papel preponderante de Brasil como su principal proveedor agroindustrial.
China disfruta ya de gran relevancia en la región y la retroalimentación de sus iniciativas también ha cristalizado en la firma de acuerdos de libre comercio con Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Perú o Chile, aspecto que desplaza a EEUU y la UE. «Hay que fijarse en que en los dos últimos años se ha recuperado el foro UE-América Latina como un intento de moderar el impacto de la influencia china en la región», concluye Cesarin.
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