Por Daniel Kersffeld
24 de diciembre de 2025 - 0:01

Volodymyr Zelensky Donald Trump Zelenski y Trump durante la última cumbre de la OTAN. (AFP/AFP)
Pese a las fuertes declaraciones políticas de Donald Trump sobre “el cese de hostilidades” en Ucrania, tal como se establece en su flamante Estrategia de Seguridad Nacional, tanto Estados Unidos como la Unión Europea siguen plenamente involucrados en la continuación de la guerra contra Rusia. Sólo que con una modificación sustancial: Washington ya no proporciona armamento gratuito al régimen de Zelenski, como ocurría durante el anterior mandato de Joe Biden, sino que lo vende a sus socios europeos de la OTAN para que éstos a su vez lo transfieran al frente ucraniano.
Bajo una lógica plenamente transaccional y con la indudable cooperación de un amplio conjunto de mandatarios europeos, Trump logró transformar lo que hasta hace unos meses era una alianza militar basada en una histórica relación trasatlántica en una sociedad comercial con fines bélicos.
En el medio, el gobierno estadounidense ha sabido capitalizar a su favor el sostenido incremento del rechazo a Rusia, que no sólo ha resistido la ofensiva de la OTAN en Ucrania, sino que incluso sobrevive a uno de los peores asedios en el frente económico de los que se tenga memoria.
Se trata así de una reconfiguración radical de la dinámica bélica a escala planetaria, en la que Estados Unidos asume el centro privilegiado como proveedor de armamento de vanguardia, y en la que la Unión Europea se ve relegada como simple demandante en un mercado que tiene a ser cada vez más restringido, y como intermediaria para el aprovisionamiento ucraniano.
La Lista de Requisitos Prioritarios para Ucrania (PURL, por sus siglas en inglés), fue creada en el mes de julio para permitir la continuación de los envíos de armas estadounidenses a Ucrania. Se convirtió en una oportuna medida para reactivar la economía estadounidense a partir de la necesidad de Europa por fortalecer lo que se supone que es una “primera línea” de combate en Ucrania frente a la persistente defensa de Rusia ante cada intento de avance de la alianza atlántica.
Así, el ciclo del rearme ucraniano se ha convertido en una rueda que gira sin final aparente.
Con el PURL, Ucrania define las armas y el equipamiento militar que requiere y presenta solicitudes a los países de la OTAN. Los participantes del PURL realizan las contribuciones financieras acordadas y, una vez recibidos los fondos, Estados Unidos envía las armas a los compradores. Solo entonces, los intermediarios europeos transfieren las armas de fabricación estadounidense a Kiev a través de Polonia y Rumania.
No es un proceso rápido, pero sí constante y continuo.
Pese a las críticas iniciales a los Estados Unidos por su cambio de estrategia, desde mediados de año el régimen de Zelenski ha defendido en todo momento el programa PURL, que ha entregado a Ucrania armamento crucial, principalmente, los codiciados sistemas de defensa aérea Patriot.
Mientras tanto, 11 de los 32 aliados de la OTAN han contribuido formalmente a la economía estadounidense con cinco paquetes separados por un valor total de 2.500 millones de dólares.
Los Países Bajos fueron los primeros en anunciar su participación con una contribución de 500 millones de dólares destinados, principalmente, para sistemas Patriot y municiones estadounidenses. Luego Suecia, Noruega y Dinamarca aportaron conjuntamente unos 500 millones de dólares, al igual que Canadá y Alemania, que anunciaron contribuciones por ese mismo importe.
Más tarde, Bélgica y Letonia también se unieron al programa, aunque aún no han especificado el monto total de sus aportes.
Ahora, y desde la propia OTAN, ha trascendido que, desde este mes de diciembre de 2025, más de 20 países comprarán armas e implementos militares de origen estadounidense para Ucrania por una suma cercana a los 5 mil millones de dólares. Incluso, se han sumado dos países que están por fuera de la OTAN pero que muestran un claro interés por ser consideradas dentro del bloque de naciones occidentales: Australia y Nueva Zelanda.
Pero no todos los países están contribuyendo de igual modo y con el mismo nivel de gasto a la industria de la defensa estadounidense, por lo que las tensiones al interior del bloque son cada vez más intensas y recurrentes. Hay gobiernos que invertido mucho menos de lo esperado e, incluso, hay otros de los que se esperaba alguna contribución y todavía no lo han hecho.
Dentro del conjunto de gobiernos que no se han unido a la iniciativa las razones son amplias y variadas, aunque también pesan la incertidumbre y las limitaciones presupuestarias.
Italia, la tercera economía más grande de la Unión Europea, ha indicado que sí se unirá más adelante, aunque no ha hecho un anuncio formal al respecto. Por otro lado, se sabe que Rumania y Montenegro tienen dificultades económicas, mientras que Hungría, por su alianza con Rusia, se opone por razones ideológicas a ayudar militarmente a Ucrania
Por su parte, el Reino Unido y la República Checa envían su ayuda militar a Ucrania por una vía distinta a la planteada por Trump. En tanto que Francia también prefiere manejarse por afuera del PURL, en buena medida, porque el gobierno de Emmanuel Macron no está interesado en utilizar fondos europeos para apoyar a empresas armamentísticas estadounidenses.
Las diferencias internas en el bloque europeo están amenazando actualmente la construcción de una estrategia unívoca contra Rusia, por lo que varios gobiernos están planteando medidas que podrían servir para restablecer cierta armonía interna.
El intento más serio iba a ser la utilización de más de 150 mil millones de dólares de activos rusos congelados para financiar un fondo de reparaciones para Ucrania. Era una iniciativa liderada desde el Reino Unido pero que enfrentaba la oposición interna de Bélgica, donde se almacena la mayor parte del dinero de Moscú que podía ser decomisado, junto con otras naciones con diálogo con Rusia como Hungría, Eslovaquia y la República Checa. Ante la falta de acuerdo interno, la UE finalmente accedió a brindar a Ucrania un préstamo por 105.000 mil millones.
Más allá de la interminable ronda de negociaciones de paz entre los líderes europeos, especialmente de los del Reino Unido, Francia y Alemania, y de las reuniones con los negociadores de Estados Unidos, las perspectivas de la continuidad de la guerra siguen en pie. En este contexto, y aunque totalmente devaluado, con graves acusaciones de corrupción en su círculo íntimo, y gobernando de manera dictatorial, sin nuevas elecciones para seleccionar a su reemplazo, Zelenski se mantiene en el poder, apoyado mucho más por poderes externos que por factores locales.
El principal reto del PURL para 2026 no sólo es aumentar la producción, sino mantener el ritmo, sobre todo, en la generación de municiones. Washington prometió fabricar 100 mil proyectiles al mes para obuses y cañones, una cifra de enorme amplitud que recién llegaría a alcanzar a mediados de 2026. Sin duda, el complejo industrial y militar de los Estados Unidos no podría verse más favorecido en una coyuntura que, más allá de poses y discursos, alienta la guerra a cualquier costo.
Pese a las fuertes declaraciones políticas de Donald Trump sobre “el cese de hostilidades” en Ucrania, tal como se establece en su flamante Estrategia de Seguridad Nacional, tanto Estados Unidos como la Unión Europea siguen plenamente involucrados en la continuación de la guerra contra Rusia. Sólo que con una modificación sustancial: Washington ya no proporciona armamento gratuito al régimen de Zelenski, como ocurría durante el anterior mandato de Joe Biden, sino que lo vende a sus socios europeos de la OTAN para que éstos a su vez lo transfieran al frente ucraniano.
Bajo una lógica plenamente transaccional y con la indudable cooperación de un amplio conjunto de mandatarios europeos, Trump logró transformar lo que hasta hace unos meses era una alianza militar basada en una histórica relación trasatlántica en una sociedad comercial con fines bélicos.
En el medio, el gobierno estadounidense ha sabido capitalizar a su favor el sostenido incremento del rechazo a Rusia, que no sólo ha resistido la ofensiva de la OTAN en Ucrania, sino que incluso sobrevive a uno de los peores asedios en el frente económico de los que se tenga memoria.
Se trata así de una reconfiguración radical de la dinámica bélica a escala planetaria, en la que Estados Unidos asume el centro privilegiado como proveedor de armamento de vanguardia, y en la que la Unión Europea se ve relegada como simple demandante en un mercado que tiene a ser cada vez más restringido, y como intermediaria para el aprovisionamiento ucraniano.
La Lista de Requisitos Prioritarios para Ucrania (PURL, por sus siglas en inglés), fue creada en el mes de julio para permitir la continuación de los envíos de armas estadounidenses a Ucrania. Se convirtió en una oportuna medida para reactivar la economía estadounidense a partir de la necesidad de Europa por fortalecer lo que se supone que es una “primera línea” de combate en Ucrania frente a la persistente defensa de Rusia ante cada intento de avance de la alianza atlántica.
Así, el ciclo del rearme ucraniano se ha convertido en una rueda que gira sin final aparente.
Con el PURL, Ucrania define las armas y el equipamiento militar que requiere y presenta solicitudes a los países de la OTAN. Los participantes del PURL realizan las contribuciones financieras acordadas y, una vez recibidos los fondos, Estados Unidos envía las armas a los compradores. Solo entonces, los intermediarios europeos transfieren las armas de fabricación estadounidense a Kiev a través de Polonia y Rumania.
No es un proceso rápido, pero sí constante y continuo.
Pese a las críticas iniciales a los Estados Unidos por su cambio de estrategia, desde mediados de año el régimen de Zelenski ha defendido en todo momento el programa PURL, que ha entregado a Ucrania armamento crucial, principalmente, los codiciados sistemas de defensa aérea Patriot.
Mientras tanto, 11 de los 32 aliados de la OTAN han contribuido formalmente a la economía estadounidense con cinco paquetes separados por un valor total de 2.500 millones de dólares.
Los Países Bajos fueron los primeros en anunciar su participación con una contribución de 500 millones de dólares destinados, principalmente, para sistemas Patriot y municiones estadounidenses. Luego Suecia, Noruega y Dinamarca aportaron conjuntamente unos 500 millones de dólares, al igual que Canadá y Alemania, que anunciaron contribuciones por ese mismo importe.
Más tarde, Bélgica y Letonia también se unieron al programa, aunque aún no han especificado el monto total de sus aportes.
Ahora, y desde la propia OTAN, ha trascendido que, desde este mes de diciembre de 2025, más de 20 países comprarán armas e implementos militares de origen estadounidense para Ucrania por una suma cercana a los 5 mil millones de dólares. Incluso, se han sumado dos países que están por fuera de la OTAN pero que muestran un claro interés por ser consideradas dentro del bloque de naciones occidentales: Australia y Nueva Zelanda.
Pero no todos los países están contribuyendo de igual modo y con el mismo nivel de gasto a la industria de la defensa estadounidense, por lo que las tensiones al interior del bloque son cada vez más intensas y recurrentes. Hay gobiernos que invertido mucho menos de lo esperado e, incluso, hay otros de los que se esperaba alguna contribución y todavía no lo han hecho.
Dentro del conjunto de gobiernos que no se han unido a la iniciativa las razones son amplias y variadas, aunque también pesan la incertidumbre y las limitaciones presupuestarias.
Italia, la tercera economía más grande de la Unión Europea, ha indicado que sí se unirá más adelante, aunque no ha hecho un anuncio formal al respecto. Por otro lado, se sabe que Rumania y Montenegro tienen dificultades económicas, mientras que Hungría, por su alianza con Rusia, se opone por razones ideológicas a ayudar militarmente a Ucrania
Por su parte, el Reino Unido y la República Checa envían su ayuda militar a Ucrania por una vía distinta a la planteada por Trump. En tanto que Francia también prefiere manejarse por afuera del PURL, en buena medida, porque el gobierno de Emmanuel Macron no está interesado en utilizar fondos europeos para apoyar a empresas armamentísticas estadounidenses.
Las diferencias internas en el bloque europeo están amenazando actualmente la construcción de una estrategia unívoca contra Rusia, por lo que varios gobiernos están planteando medidas que podrían servir para restablecer cierta armonía interna.
El intento más serio iba a ser la utilización de más de 150 mil millones de dólares de activos rusos congelados para financiar un fondo de reparaciones para Ucrania. Era una iniciativa liderada desde el Reino Unido pero que enfrentaba la oposición interna de Bélgica, donde se almacena la mayor parte del dinero de Moscú que podía ser decomisado, junto con otras naciones con diálogo con Rusia como Hungría, Eslovaquia y la República Checa. Ante la falta de acuerdo interno, la UE finalmente accedió a brindar a Ucrania un préstamo por 105.000 mil millones.
Más allá de la interminable ronda de negociaciones de paz entre los líderes europeos, especialmente de los del Reino Unido, Francia y Alemania, y de las reuniones con los negociadores de Estados Unidos, las perspectivas de la continuidad de la guerra siguen en pie. En este contexto, y aunque totalmente devaluado, con graves acusaciones de corrupción en su círculo íntimo, y gobernando de manera dictatorial, sin nuevas elecciones para seleccionar a su reemplazo, Zelenski se mantiene en el poder, apoyado mucho más por poderes externos que por factores locales.
El principal reto del PURL para 2026 no sólo es aumentar la producción, sino mantener el ritmo, sobre todo, en la generación de municiones. Washington prometió fabricar 100 mil proyectiles al mes para obuses y cañones, una cifra de enorme amplitud que recién llegaría a alcanzar a mediados de 2026. Sin duda, el complejo industrial y militar de los Estados Unidos no podría verse más favorecido en una coyuntura que, más allá de poses y discursos, alienta la guerra a cualquier costo.