Ociel Alí López
15 dic 2025
El presidente electo de Chile, José Antonio Kast.Matias Delacroix / AP
El resultado de las elecciones presidenciales de Chile, en el que el candidato de la derecha, José Antonio Kast, sacó más de 16 puntos de ventaja a la oficialista Jeannette Jara, da cuenta de una situación de crisis profunda que vive la izquierda, pero no solamente en Chile, sino muy posiblemente en toda América Latina.
No ha pasado un lustro desde que se dio un nuevo giro izquierdista en América Latina. Durante el último año de la década pasada y los primeros de la década en curso, el progresismo avanzó de manera efusiva. Los estallidos sociales de sectores populares se desperdigaron por varios países como Puerto Rico, Ecuador, Haití, Colombia y Chile, entre otros. En estas dos últimas naciones, junto a Perú, el acumulado de fuerza consiguió un resultado inédito con el triunfo electoral de los presidentes Gabriel Boric, Gustavo Petro y Pedro Castillo en países históricamente alineados con Washington.
El resultado de las elecciones presidenciales de Chile, en el que el candidato de la derecha, José Antonio Kast, sacó más de 16 puntos de ventaja a la oficialista Jeannette Jara, da cuenta de una situación de crisis profunda que vive la izquierda, pero no solamente en Chile, sino muy posiblemente en toda América Latina.
No ha pasado un lustro desde que se dio un nuevo giro izquierdista en América Latina. Durante el último año de la década pasada y los primeros de la década en curso, el progresismo avanzó de manera efusiva. Los estallidos sociales de sectores populares se desperdigaron por varios países como Puerto Rico, Ecuador, Haití, Colombia y Chile, entre otros. En estas dos últimas naciones, junto a Perú, el acumulado de fuerza consiguió un resultado inédito con el triunfo electoral de los presidentes Gabriel Boric, Gustavo Petro y Pedro Castillo en países históricamente alineados con Washington.
La derecha fue rápidamente desechada después de su prime: los expresidentes Jair Bolsonaro (Brasil) y Mauricio Macri (Argentina) salieron derrotados prontamente en sus intentos de reelección, y parecía que el "ciclo derechista" había perdido su oportunidad histórica y le costaría mucho volver. Se desarrollaba un "segundo ciclo izquierdista" en ascenso y con muchas posibilidades de mantenerse.
Pero hoy vemos que la situación no era así, sino que lo que estaba ocurriendo era que el péndulo de la política latinoamericana se movía de una manera mucho más rápida y con más ahínco hacia los extremos, como lo ejemplifica el triunfo de Kast.
Cuando se suponía que el pinochetismo estaba siendo erradicado debido al "estallido" y al triunfo de la izquierda en 2021, así como al proceso constituyente que tenía un tremendo apoyo popular, pues resulta que el contrapeso o la respuesta fue mucho más allá de una derecha que ahora podríamos ver como moderada, como la fue en su momento la del expresidente Sebastián Piñera. Ahora vemos la emergencia de una derecha radicalizada que tiene el abrumador respaldo del electorado. Esto hay que asumirlo así para la región, porque así pasó en abril en Ecuador; en Argentina en octubre; también en Honduras la semana pasada, y así pasó penosamente en Bolivia, en agosto y octubre. En los casos anteriores, las corrientes izquierdistas no solo han perdido, sino que han sido arrolladas, como pasó este domingo en Chile.
El voto popular se ha ido hacia la derecha y la extrema derecha, y en todos los sectores populares que votaban a la izquierda le han sacado la silla a los líderes de esa corriente, sean moderados o radicales, jóvenes o viejos, hombres o mujeres.
Pero hoy vemos que la situación no era así, sino que lo que estaba ocurriendo era que el péndulo de la política latinoamericana se movía de una manera mucho más rápida y con más ahínco hacia los extremos, como lo ejemplifica el triunfo de Kast.
Cuando se suponía que el pinochetismo estaba siendo erradicado debido al "estallido" y al triunfo de la izquierda en 2021, así como al proceso constituyente que tenía un tremendo apoyo popular, pues resulta que el contrapeso o la respuesta fue mucho más allá de una derecha que ahora podríamos ver como moderada, como la fue en su momento la del expresidente Sebastián Piñera. Ahora vemos la emergencia de una derecha radicalizada que tiene el abrumador respaldo del electorado. Esto hay que asumirlo así para la región, porque así pasó en abril en Ecuador; en Argentina en octubre; también en Honduras la semana pasada, y así pasó penosamente en Bolivia, en agosto y octubre. En los casos anteriores, las corrientes izquierdistas no solo han perdido, sino que han sido arrolladas, como pasó este domingo en Chile.
El voto popular se ha ido hacia la derecha y la extrema derecha, y en todos los sectores populares que votaban a la izquierda le han sacado la silla a los líderes de esa corriente, sean moderados o radicales, jóvenes o viejos, hombres o mujeres.
"La culpa es de Boric y TikTok": ¿Respuestas automáticas a la crisis?
A estas alturas, ante la hecatombe, poco suma tener respuestas automáticas y culpables predeterminados. Prontamente muchos sectores y articulistas de la izquierda han salido a reclamarle a Boric, que seguramente tendrá muy buena parte en la responsabilidad, por su tibieza, por su moderación, pero esos mismos sectores olvidan que la Constituyente —o tal como se llevó a cabo el primer proceso constituyente radicalizado, con un giro tremendo hacia la izquierda extrema y extravagante y con unas propuestas maximalistas que incluso contaron con un gran apoyo de movilización de calle—, culminó, en septiembre de 2022, en peores circunstancias electorales, con un rechazo del 62 %.
Entonces, realmente la cuestión va más allá de la tibieza de un gobierno o de unas posturas, va mucho más allá de que la narrativa sea o no totalmente revolucionaria. Pareciera que la izquierda en todas sus corrientes, desde las más radicales hasta las más moderadas y centristas, están sufriendo un proceso de desgaste, de debilitamiento, que les impide producir una narrativa que explique la situación, que recoja las demandas de la población, que tome iniciativas políticas. Pareciera que en esto no solamente tiene que ver el "trumpismo" desatado, porque es una erosión que ya venía de hace años, solo que la iniciativa huracanada de Trump ha dejado a la izquierda no solo a la defensiva, sino arrinconada en América Latina.
Dentro de los grandes problemas que está viviendo el país, la izquierda en el poder no supo darle respuesta, no supo generar una narrativa para confrontarlos.
Kast, aunque montó tienda aparte de los partidos tradicionales, no es una derecha joven o una "nueva derecha" que podría conectar con los jóvenes o con la "irrupción creativa" —como podrían simular los presidentes Javier Milei o Nayib Bukele—, sino que representa claramente una nostalgia por el espíritu de una derecha conservadora de antaño, por la "mano dura" del cruel dictador, por el conservadurismo más rancio, por la derecha pinochetista.
Sin embargo, el líder recién electo sacó casi 3 millones más que los que obtuvo el actual presidente cuando lo eligieron, aunque cabe decir que bajo diferentes leyes de obligatoriedad del voto.
Se nota claramente que dentro de los grandes problemas que está viviendo el país, la izquierda en el poder no supo darles respuestas ni generar una narrativa para confrontarlos; y la derecha terminó básicamente haciendo "mesa limpia", y tomando toda la iniciativa discursiva.
Los pueblos le están exigiendo a las izquierdas o a los movimientos populares que rediseñen su vía.
Los anatemas como Venezuela, la delincuencia y la migración aún son un pesado lastre sobre el relato "progre". Kast también venía de ser derrotado en el segundo proceso constituyente en diciembre de 2023 —con un 56% de rechazo a la propuesta de Constitución de la derecha—, pero supo reponerse mucho más rápido que una izquierda que "hizo aguas" ante los complejos problemas del país. Esta circunstancia no solo se vive en Chile, ya forma parte del paisaje de América Latina, un relieve que la izquierda no ha sabido entender, mientras repite la misma narrativa cada vez más ineficiente.
"Gobierno de emergencia": Kast define su estrategia tras ganar en Chile
Tenemos gobiernos de izquierda con una o dos décadas, o con un lustro en el poder político, se han tenido experiencias regionales como Unasur o Celac, pero llega un momento en que los pueblos le están exigiendo a las izquierdas o a los movimientos populares que rediseñen su vía, la gente está rechazando los postulados que hace tiempo fueron disruptivos y asumidos con entusiasmo. Es un momento en el que el filósofo a diría, parafraseando a contrapelo a Marx, "ya está bueno de transformar el mundo, ahora hay que interpretarlo".
Es un momento de reinterpretación, de resignificación, de volver a lo popular sin dogmatismos, sin respuestas automáticas para entender las nuevas demandas, los nuevos sufrimientos, el nuevo estilo, las nuevas formas de narrativas, las nuevas formas de comunicarse. De nada vale culpar a TikTok, a las redes o a la forma como interviene Washington, es tiempo de entender la situación general y preguntarse el porqué, más allá de automatismos, los pueblos están prefiriendo las opciones de derecha en América Latina, justo cuando el "corolario de Trump" a la Doctrina Monroe, se prepara para avanzar sin contemplaciones.