Inflación en la era Macri: la demostración de tu incapacidad para gobernar
Por Sergio Chouza
15 Enero 2020
El expresidente Mauricio Macri.Foto: NACerró la mayor inflación desde 1991, acelerando de forma galopante a partir del piso de 2017. La inercia hacia delante es importante. No resulta lógico pensar un escenario de reducción rápida e, incluso, puede ser contraproducente y desestabilizante para los equilibrios macroeconómicos.La espiralización del problema de precios de los últimos años respondió a tres grandes errores de diagnóstico, combinados con una notable obcecación ideológica, que anuló la posibilidad de maniobra ante la evidencia del fracaso.
La espiralización del problema de precios de los últimos años respondió a tres grandes errores de diagnóstico, combinados con una notable obcecación ideológica, que anuló la posibilidad de maniobra ante la evidencia del fracaso.
El expresidente Mauricio Macri.Foto: NACerró la mayor inflación desde 1991, acelerando de forma galopante a partir del piso de 2017. La inercia hacia delante es importante. No resulta lógico pensar un escenario de reducción rápida e, incluso, puede ser contraproducente y desestabilizante para los equilibrios macroeconómicos.La espiralización del problema de precios de los últimos años respondió a tres grandes errores de diagnóstico, combinados con una notable obcecación ideológica, que anuló la posibilidad de maniobra ante la evidencia del fracaso.
La espiralización del problema de precios de los últimos años respondió a tres grandes errores de diagnóstico, combinados con una notable obcecación ideológica, que anuló la posibilidad de maniobra ante la evidencia del fracaso.
El primer problema fue el error seminal de considerar que los precios de fines de 2015 estaban ajustados al dólar paralelo. Bajo esta valoración, la liberación del tipo de cambio no iba a tener mayor impacto sobre los precios internos.
Muy por el contrario, buena parte de los insumos productivos en aquella época se compraban al dólar oficial de $9,85, y el salto hasta $14,5 no pudo más que trasladarse a precios. Así, el primer semestre de Gobierno de Mauricio Macri promedió una inflación del 4,5%, con pico de 6,5% en marzo (IPC-CABA). Lejos estaban los precios de encontrarse arbitrados al Blue o al CCL.
El segundo problema tuvo que ver con la subestimación del impacto de las tarifas de servicios públicos, y otros regulados sobre el costo de vida. Gas, electricidad, agua, transporte, peajes, prepagas. En todos los casos, incrementos muy por encima de cualquier otro índice y de una evolución justa y razonable.
Pero los tarifazos no solo tuvieron efecto directo, por el impacto de las boletas que llegaban cada mes a los hogares. Semejantes aumentos sobre la producción y el comercio, no podían ser más que trasladados al consumidor final, disparando efectos de segunda ronda. La mirada simplista de la administración anterior, soslayó los canales de transmisión de los servicios básicos al resto de precios de la economía.
El tercer desatino (el más permanente) fue validar la teoría monetaria ortodoxa como única fuente para explicar —y atacar- la problemática de precios en Argentina. Esa letanía neoliberal, encapsuló la política anti inflacionaria en el Banco Central, que eligió a la tasa de interés como única herramienta válida y suficiente. Bajo esta lógica, un incentivo de tasas superlativo, iba a inclinar la balanza en la decisión ahorro-consumo, motivando que el exceso de liquidez se aplique en instrumentos de ahorro, y esto reste presión sobre los precios internos. Nada de eso ocurrió.
La tasa exorbitante solo alimentó al monstruo de la deuda, vía inflación de costos con empresas que no podían soportar sobre sus espaldas el incremento del costo financiero diferencial. Más aún, este arreglo macroeconómico profundizó la recesión, porque el impacto de la tasa elevada a la actividad interna fue inmediato. La política de tasas, derivó en el peor de los mundos con más inflación y más recesión: estanflación.
A lo largo de estos años, la subestimación de la inflación fue supina. Empezaron con un optimismo exacerbado sobre las veleidades de las metas de inflación, pasaron a una confianza ciega al régimen monetario estricto de Sandleris y terminaron culpando a nuestra cultura inflacionaria histórica, con el cinismo de Hernán Lacunza, mostrando cálculos flojos de papeles para justificar que el promedio histórico de la inflación argentina es superior a este indigno 55%.
No hay fórmulas mágicas. Posiblemente el mejor aprendizaje que se puede llevar la nueva administración es que grandes problemas requieren de tratamientos parsimoniosos y sin atajos. Sin proyecciones grandilocuentes. Pisando en concreto. Utilizando una batería de instrumentos, y sin casarse ideológicamente con ninguna cosmovisión totalizante. Pragmatismo y muñeca para adecuarse a nuevos escenarios. El Acuerdo Económico y Social, parece una tecnología novedosa, en ese camino. Permitirá englobar al problema de la inflación en un todo más amplio, que es la distribución del ingreso, coparticipando a los actores reales de la discusión política.
“La inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar”, dijo Macri. Y eso fue. Un incapaz.
(*) Economista y docente, UBA y UNdAv.
Inflación en la era Macri: un fracaso monetarista
El saldo de la era Macri en términos de inflación no es el fracaso de medidas puntuales sino de toda la perspectiva ortodoxa, de reducir el IPC a un fenómeno monetario y desvincularlo de otras decisiones de política económica, como la regulación cambiaria y tarifaria.
Banco Central.Noticias Argentinas
El gobierno de Mauricio Macri no tuvo una única política para enfrentar la inflación a lo largo de su mandato. Sin embargo, una idea central estuvo presente durante toda su gestión: la inflación es únicamente un fenómeno monetario.
Por lo tanto, la política antiinflacionaria estuvo dirigida únicamente desde el Banco Central, lo que lo llevó incluso a desentenderse de otras obligaciones que tiene en su Carta Orgánica, como son el desarrollo con equidad social y el nivel de empleo. Desde esta perspectiva ortodoxa, se propuso primero una política de metas de inflación y altas tasas de interés para terminar luego en un congelamiento de la base monetaria con tasas de interés todavía más elevadas.
Banco Central.Noticias Argentinas
El gobierno de Mauricio Macri no tuvo una única política para enfrentar la inflación a lo largo de su mandato. Sin embargo, una idea central estuvo presente durante toda su gestión: la inflación es únicamente un fenómeno monetario.
Por lo tanto, la política antiinflacionaria estuvo dirigida únicamente desde el Banco Central, lo que lo llevó incluso a desentenderse de otras obligaciones que tiene en su Carta Orgánica, como son el desarrollo con equidad social y el nivel de empleo. Desde esta perspectiva ortodoxa, se propuso primero una política de metas de inflación y altas tasas de interés para terminar luego en un congelamiento de la base monetaria con tasas de interés todavía más elevadas.
A pesar de los distintos experimentos, la gestión de Cambiemos acumuló una inflación de 284% a lo largo de su mandato, con dos años consecutivos con una inflación cercana al 50% y rompiendo los récords desde la última hiperinflación de 1991.
En último año la inflación alcanzó el 53,8%, un número que podría haber sido incluso superior dado que los precios regulados crecieron “solo” el 48,2% contra el 56,7% de la inflación núcleo.
El saldo no es el fracaso de medidas puntuales sino de toda la perspectiva ortodoxa de reducir la inflación a un fenómeno monetario y desvincularla de otras decisiones de política económica como la regulación cambiaria y tarifaria.
Lejos de relacionar una elevada inflación con pleno empleo, como postulara la tan mentada Curva de Phillips, la característica de todo el proceso estuvo dominada por la depreflación: cada salto inflacionario fue acompañado por una profundización de la recesión económica, caída del salario real, del consumo y la producción.
Desde el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO) hemos sostenido que desde el año 2010 la economía argentina tiene un problema con la inercia inflacionaria que establecía un piso en torno al 20% y que se mantuvo en torno a ese número hasta el año 2015. La combinación de saltos devaluatorios recurrentes e incrementos tarifarios abruptos hicieron escalar esa nominalidad y dejan un piso inercial del 40% para el año 2020.
Para reducir la nominalidad se requieren políticas que estén enfocadas a trabajar en los ámbitos donde se incorpora la inercia inflacionaria como son la indexación de los contratos -en particular alquileres particulares y comerciales – y las discusiones salariales a la par que se resguardan las variables macroeconómicas principales –tipo de cambio y tasa de interés– para que no tengan saltos bruscos que aceleren todavía más la escalada en los precios.
(*) Economista del CESO (Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortíz)
https://www.ambito.com/