Paul Walder
Clae 20/01/2020
Es el colapso en toda su magnitud. La ruina, el desfonde. Si la clase política y las elites que tienen el control de este país intentaban no hacerse cargo de la catástrofe, el informe que ha entregado la encuesta CEP termina por cerrar las dudas y escribir la conclusión.
El instrumento de medición certificado por ellos mismos, el que dice que un metro mide un metro, ha expresado en cifras, variables y estadísticas aquello que pasa en la calle. A partir de ahora, ya no habrá dudas de que Chile es un país fracturado y en decadencia. Se lo han dado por escrito.
Un deterioro que tiene responsables. Y lo ha dicho también el instrumento de medición. Los culpables del estallido social son los políticos, los partidos, los empresarios y todo lo que detente poder. Un tablero en cuyo centro está, hoy un poco borroneada, la figura de Sebastián Pìñera, hundida hasta más arriba del cuello. Con un casi nulo seis por ciento de aprobación, que destrona todas las marcas nacionales, latinomericanas (el prófugo peruano Alejandro Toledo tenía un ocho por ciento) y si sondeamos un poco, tal vez mundiales. Piñera es un cadáver, con suerte un zombie político.
En el informe sobre el sondeo del CEP nadie ni nada se salva. Los diputados y diputadas tienes un ridículo tres por ciento de apoyo y los partidos políticos un dos por ciento. Y en estos hoyos, Piñera acompañado de la impresentable UDI Jacqueline van Rysselberghe y la antipática, pinochetista por naturaleza y ministra de Educación, Marcela Cubillos.
Esta es una encuesta, una medición que expresa la realidad social del Chile desesperado e indignado creado por los mismos partners de los oficiantes del sondeo. ¿La CEP tampoco pudo anticipar el estallido? ¿No lo vio venir? Por qué ahora, cuando las evidencias son palmarias, lo mide. ¿Cuál es la finalidad de las encuestas sino expresar y anticipar escenarios?
A partir de esta hiperrealidad de nuestra escena social y política ya no vale ni la negación del Chile Vamos ni la obstinación del gobierno en tropezar cada mañana con la misma piedra. Esto no se arregla con más policías, ni con más golpes, gases y heridos. Esto no tiene reparación ni reforma. Piñera, con la nula legitimidad, no puede hacer ni anuncios, ni ofrecer bonos. Piñera y su gobierno no tienen horizonte en un país sin expectativas. Viven al día. Han de agradecer que todavía puedan mirar la hora.
Los chilenos han tomado conciencia de su papel subalterno en la historia neoliberal y han logrado romper el hechizo que los paralizó durante los últimos treinta años. Eso es el Chile que despertó, que no duerme ni se relaja. Ningún político puede hoy salir a la calle, ni un policía subirse a un bus o al metro con tranquilidad. Gobiernan y viven con miedo porque ya saben o intuyen que esa ola es un tsunami que los arrastrará.
Hecho el diagnóstico, de esta cómo se sale. Las demandas y las voluntades están claras, escritas en cartones y en todos los muros del país. De partida, desparasitar y desratizar el sistema político desde La Moneda al Congreso. Deshacerse desde el presidente al último parlamentario y operador político. Fin de los saqueadores de los recursos naturales, de especuladores financieros, de los carteles corruptos y otros abusadores. La lista es larga pero clara.
El gobierno de Piñera es una ruina flanqueada por Carabineros de Chile, la clase política, aduladores interesados y un poder económico que no encuentra todavía mejores refuerzos. Porque esta tragedia de eso se trata. De terminar con los saqueos y abusos, con los especuladores, inversionistas aventureros que buscan altas rentabilidades obtenidas mediante el saqueo de los recursos naturales, del robo del trabajo asalariado a través de las pensiones, del crédito arbitrario como herramienta de destrucción y paralización.
Es por eso que Piñera, que está ahí por delegación de estos capitales y en defensa de los suyos, tiene que salir. Porque no tocará jamás ni a las AFP ni a todos los saqueadores.
El empresario de la comunicaciones Eugenio Tironi analiza esta mañana el estallido social con encuesta CEP incluida. Tironi, bien sabemos, es parte muy acomodada del establishment de la exconcertación y bisagra con las derechas a través de sus columnas en El Mercurio. Tironi, que defenderá el modelo neoliberal que tan bien le ha hecho a sus negocios, apoya sin contrapesos el proceso constituyente como canal de los desafectos y frustraciones del país empobrecido.
Es una visión sesgada, no puede ser de otra manera, pero vaticina que Piñera sigue adelante como contención de la crisis. De lo contrario, «o nos salvamos todos o nos ahogamos todos porque vivimos en peligro». «Después de mi, el diluvio», o sin democracia liberal allí están los Trump, Bolsonaro, Johnson y hasta Maduro dice.
Los chilenos en la calle están curtidos y desesperados. No hay interés de escuchar a los Tironi ni soportar un día más a los Piñera. Los chilenos han sido mutilados, heridos, gaseados y seguirán ahí despiertos. Piñera y la clase política debe irse antes que sea tarde. El mayor riesgo, para quienes no tienen nada, para quienes han nacido y vivido en la crisis, es seguir igual.
*Periodista y escrior chileno, director del portal politika.cl. Colaborador del centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE. www.estrategia.la)
Es el colapso en toda su magnitud. La ruina, el desfonde. Si la clase política y las elites que tienen el control de este país intentaban no hacerse cargo de la catástrofe, el informe que ha entregado la encuesta CEP termina por cerrar las dudas y escribir la conclusión.
El instrumento de medición certificado por ellos mismos, el que dice que un metro mide un metro, ha expresado en cifras, variables y estadísticas aquello que pasa en la calle. A partir de ahora, ya no habrá dudas de que Chile es un país fracturado y en decadencia. Se lo han dado por escrito.
Un deterioro que tiene responsables. Y lo ha dicho también el instrumento de medición. Los culpables del estallido social son los políticos, los partidos, los empresarios y todo lo que detente poder. Un tablero en cuyo centro está, hoy un poco borroneada, la figura de Sebastián Pìñera, hundida hasta más arriba del cuello. Con un casi nulo seis por ciento de aprobación, que destrona todas las marcas nacionales, latinomericanas (el prófugo peruano Alejandro Toledo tenía un ocho por ciento) y si sondeamos un poco, tal vez mundiales. Piñera es un cadáver, con suerte un zombie político.
En el informe sobre el sondeo del CEP nadie ni nada se salva. Los diputados y diputadas tienes un ridículo tres por ciento de apoyo y los partidos políticos un dos por ciento. Y en estos hoyos, Piñera acompañado de la impresentable UDI Jacqueline van Rysselberghe y la antipática, pinochetista por naturaleza y ministra de Educación, Marcela Cubillos.
Esta es una encuesta, una medición que expresa la realidad social del Chile desesperado e indignado creado por los mismos partners de los oficiantes del sondeo. ¿La CEP tampoco pudo anticipar el estallido? ¿No lo vio venir? Por qué ahora, cuando las evidencias son palmarias, lo mide. ¿Cuál es la finalidad de las encuestas sino expresar y anticipar escenarios?
A partir de esta hiperrealidad de nuestra escena social y política ya no vale ni la negación del Chile Vamos ni la obstinación del gobierno en tropezar cada mañana con la misma piedra. Esto no se arregla con más policías, ni con más golpes, gases y heridos. Esto no tiene reparación ni reforma. Piñera, con la nula legitimidad, no puede hacer ni anuncios, ni ofrecer bonos. Piñera y su gobierno no tienen horizonte en un país sin expectativas. Viven al día. Han de agradecer que todavía puedan mirar la hora.
Los chilenos han tomado conciencia de su papel subalterno en la historia neoliberal y han logrado romper el hechizo que los paralizó durante los últimos treinta años. Eso es el Chile que despertó, que no duerme ni se relaja. Ningún político puede hoy salir a la calle, ni un policía subirse a un bus o al metro con tranquilidad. Gobiernan y viven con miedo porque ya saben o intuyen que esa ola es un tsunami que los arrastrará.
Hecho el diagnóstico, de esta cómo se sale. Las demandas y las voluntades están claras, escritas en cartones y en todos los muros del país. De partida, desparasitar y desratizar el sistema político desde La Moneda al Congreso. Deshacerse desde el presidente al último parlamentario y operador político. Fin de los saqueadores de los recursos naturales, de especuladores financieros, de los carteles corruptos y otros abusadores. La lista es larga pero clara.
El gobierno de Piñera es una ruina flanqueada por Carabineros de Chile, la clase política, aduladores interesados y un poder económico que no encuentra todavía mejores refuerzos. Porque esta tragedia de eso se trata. De terminar con los saqueos y abusos, con los especuladores, inversionistas aventureros que buscan altas rentabilidades obtenidas mediante el saqueo de los recursos naturales, del robo del trabajo asalariado a través de las pensiones, del crédito arbitrario como herramienta de destrucción y paralización.
Es por eso que Piñera, que está ahí por delegación de estos capitales y en defensa de los suyos, tiene que salir. Porque no tocará jamás ni a las AFP ni a todos los saqueadores.
El empresario de la comunicaciones Eugenio Tironi analiza esta mañana el estallido social con encuesta CEP incluida. Tironi, bien sabemos, es parte muy acomodada del establishment de la exconcertación y bisagra con las derechas a través de sus columnas en El Mercurio. Tironi, que defenderá el modelo neoliberal que tan bien le ha hecho a sus negocios, apoya sin contrapesos el proceso constituyente como canal de los desafectos y frustraciones del país empobrecido.
Es una visión sesgada, no puede ser de otra manera, pero vaticina que Piñera sigue adelante como contención de la crisis. De lo contrario, «o nos salvamos todos o nos ahogamos todos porque vivimos en peligro». «Después de mi, el diluvio», o sin democracia liberal allí están los Trump, Bolsonaro, Johnson y hasta Maduro dice.
Los chilenos en la calle están curtidos y desesperados. No hay interés de escuchar a los Tironi ni soportar un día más a los Piñera. Los chilenos han sido mutilados, heridos, gaseados y seguirán ahí despiertos. Piñera y la clase política debe irse antes que sea tarde. El mayor riesgo, para quienes no tienen nada, para quienes han nacido y vivido en la crisis, es seguir igual.
*Periodista y escrior chileno, director del portal politika.cl. Colaborador del centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE. www.estrategia.la)