Por Raúl Zibechi
NODAL, 9 enero, 2020
Entre la corrupción y la parálisis puede definirse la situación que atraviesan las fuerzas armadas de los países latinoamericanos. Sin rumbo estratégico, sin recursos, carcomidas por denuncias de violaciones a los derechos humanos y de corrupción. Deben además hacerse cargo de tareas de orden público ante el evidente fracaso de los cuerpos policiales para contener las multitudinarias manifestaciones.
Las fuerzas armadas regresaron al primer lugar del escenario político regional. El analista Gabriel Tokatlian asegura que ahora los militares se involucran incluso en la defensa de ciertos gobiernos, participan activamente en las elecciones y en “la militarización del tratamiento de fenómenos como el negocio de las drogas y las migraciones”.
Una mirada a lo sucedido en 2019 revela que “cualquiera sea la orientación del gobierno”, la presencia militar es cada vez mayor, como en los países de Centroamérica, donde la influencia del Comando Sur del Pentágono es decisiva. En México, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha creado una Guardia Nacional que, en los hechos, “no ha implicado desmilitarizar la guerra contra las drogas”, sostiene Tokatlian.
El toque de queda en Ecuador ante masivas manifestaciones populares contra la elevación de los precios de los combustibles y el Estado de emergencia en Chile para contener el estallido social, hicieron recaer en las Fuerzas Armadas responsabilidades que no asumían desde hacía mucho tiempo. En Venezuela, los militares son decisivos para sostener al Gobierno de Nicolás Maduro y en Bolivia lo han sido para la caída de Evo Morales.
El general uruguayo Guido Manini obtuvo el 11% de los votos gracias al apoyo de militares y policías a su nuevo partido Cabildo Abierto. En Brasil juegan un papel determinante en el Gobierno de Jair Bolsonaro, donde “son militares o han cumplido funciones en las Fuerzas Armadas, 11 de los 21 ministros, además del presidente y el vicepresidente”, según el especialista Rosendo Fraga.
La otra cara de la moneda de esta creciente influencia es la crisis que está atravesando la institución militar en casi toda la región. Por un lado, es una crisis de legitimidad ante la población, pero también es una crisis interna por graves denuncias de corrupción que redunda en un desconcierto estratégico.
El último editorial de 2019 de la revista Defesanet, se titula precisamente El año de la parálisis estratégica y destaca los fracasos de la política militar del nuevo presidente y de su gabinete escorado hacia la ultraderecha y los cuarteles.
En el plano geopolítico, el editorial destaca el sonado fracaso de la estrategia brasileña contra Venezuela, que “resultó ser un hueso duro de roer”. La revista no menciona el hondo viraje que promovió Bolsonaro hacia China, guiado por el sector militar considerado, irónicamente, el ala dialogante del Gobierno ante la intransigencia de los acólitos del presidente.
Pero fue el frente interno el que más problemas les trajo a las Fuerzas Armadas brasileñas. La paralización de los programas de modernización desde 2015, a raíz de la restricción presupuestaria, mostró las debilidades de la fuerza.
Entre ellos, incluye la demora en “la modernización de los cazas F-5E/F y AMX A-1 y el avión de alerta temprana E-99, además de la escasez de misiles y municipios”, que dejaron al país vulnerable ante una nación en crisis como Venezuela. Por eso, la lectura de la realidad de las Fuerzas Armadas los ha llevado a contemplar con escepticismo cualquier aventura, ya que los militares descubrieron que “no estaban en posición de imponer nada [a Venezuela], sino en una situación crítica por no conseguir siquiera garantizar la integridad de las fronteras nacionales”.
Luego sobrevinieron los incendios en la Amazonía que, en una decisión de “carácter inédito”, el Gobierno incluyó militarizar la mitad del territorio nacional (nada menos que 400 millones de hectáreas) apelando a la legislación Garantía de Ley y Orden (GLO).
“Todo agravado por un gran desgaste de imagen, por la decisión equivocada de entrar en una guerra informacional con una estrategia de confrontación destinada a la derrota”, concluye el editorial de Defesanet. El principal deseo de una de las principales páginas militares de Brasil es que en 2020 haya “menos reveses”.
La situación de los militares en Colombia es más grave aún. La revista Semana publica un amplio reportaje sobre la crisis interna a raíz de las denuncias de corrupción que salen de los cuarteles y empeoran la imagen de los uniformados, ya desgastada a raíz de las violaciones a los derechos humanos durante el conflicto con la guerrilla.
En vez de investigar las denuncias, el alto mando decidió perseguir a los denunciantes, creando un clima interno insoportable. Según la revista, las denuncias “reflejan el ambiente interno que desde hace varios meses se vive dentro del Ejército, y que ha llegado a extremos como seguimientos y amenazas contra aquellos que entregan y reciben la información”.
Los casos que se acumulan ante la Fiscalía y la Procuraduría incluyen desvíos de dinero para gastos personales, chantajes a empresarios y contratos millonarios a empresas a cambio de jugosas comisiones para intermediarios y generales.
Las protestas que aún se mantienen en Chile, han sido potenciadas ente otras razones por la generalizada corrupción entre las dirigencias política, eclesial, empresarial, militar y de carabineros. En 2015 se destapó el Milicogate, una millonaria trama de corrupción, fraude y desviación de fondos públicos de la Ley Reservada del Cobre, por parte del alto mando de las Fuerzas Armadas, revelada por el diario The Clinic.
Por último, está el caso de Argentina, que merecería un estudio aparte. Las Fuerzas Armadas naufragan sin norte con presupuestos bajísimos que impiden su reequipamiento. El raquítico presupuesto de defensa se arrastra desde hace décadas y es la mitad de otros países de la región, según un trabajo publicado por el portal Nueva Mayoría.
La debilidad actual de las fuerzas armadas es, por un lado, un efecto buscado por el Pentágono y la Casa Blanca para no enfrentar competidores en la región. Pero es también consecuencia de las políticas neoliberales que desarticularon las bases materiales de los Estados nación y de sus instituciones estratégicas.
* Periodista e investigador uruguayo, especialista en movimientos sociales, escribe para Brecha de Urugua y La Jornada de México, autor de los libros ‘Descolonizar el pensamiento crítico’, ‘Preservar y compartir. Bienes comunes y movimientos sociales’ (con Michael Hardt), ‘Brasil Potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo’, entre otros.