Por Luca Guillén, de la redacción de NODAL
Entrevista al expresidente de Colombia Ernesto Samper
El gobierno de México, a través de su canciller Marcelo Ebrard, anunció que propondrá en la próxima cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) sustituir a la Organización de los Estados Americanos (OEA) por un organismo “autónomo y no intervencionista”. Para conocer el momento que atraviesa la integración regional y sus organismos, NODAL dialogó con Ernesto Samper, expresidente de Colombia y secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).
¿Qué le parece la propuesta del gobierno de México de conformar un organismo que sustituya a la OEA?
Desde hace algún tiempo, la OEA ha venido demostrando su total incapacidad para manejar un relacionamiento maduro y riguroso entre los Estados Unidos, Canadá y el resto de América Latina. Esto ha sido el resultado de la decepción que produjo la no concreción de la propuesta del presidente Clinton en la Cumbre de las Américas para integrar todas las Américas en un solo bloque, a los pocos días, firmó un tratado de libre comercio con los Estados Mexicanos que prácticamente acabó con las propuestas que se hicieron en la Cumbre en Miami. Desde ese momento empezó a fallar el sistema Interamericano que está esencialmente liderado por la OEA. Salvo temas muy puntuales, como el tema de los Derechos Humanos, es claro que en este momento la región necesita un mecanismo autónomo e independiente para poder tramitar su relacionamiento regional. Esto justifica que sea una especia de OEA sin los Estados Unidos.
¿Por qué la OEA no es un organismo viable para la integración del continente?
La OEA no es un organismo viable porque, como se ha demostrado recientemente, perdió la capacidad de actuar neutralmente en la región. El fraude realizado en las elecciones bolivianas con el apoyo de la OEA, el lanzamiento de una operación punitiva contra Venezuela desde la frontera con Colombia y sus fallidas intervenciones en Centroamérica demuestran que la OEA se ha convertido en un instrumento de la hegemonía hemisférica de los Estados Unidos en la región, lo cual impide que haya una relación de equidad que sea simétrica entre la Latinoamérica y los Estados Unidos. De manera que, mecanismos que en algún momento fueron vistos como importantes para el relacionamiento hemisférico, como por ejemplo los mecanismos de defensa conjunta, los propios mecanismos de apoyo en caso de agresión externa, han demostrado su anacronismo como el TIAR por ejemplo. La OEA ya no es un escenario de reunión sino de confrontación de la región.
¿Cómo analiza el presente de la UNASUR? Y ¿Cómo analiza la integración regional en la actualidad?
Creo que nunca había sido tan importante la integración como ahora y nunca habíamos estado tan desintegrados como ahora. Alcanzo a imaginar lo que hubiera sido la intervención del Instituto de Salud de UNASUR en este episodio de la pandemia, consolidando ofertas de vacunas con su amplia experiencia, apoyando a los sistemas sanitarios de la región. Ese solo fantasma de lo que hubiera podido ser la acción de UNASUR me lleva a concluir que, una de las opciones, además del proceso de convergencia de los mecanismos subregionales de integración que ha pedido el presidente Fernández que converjan hacia la CELAC, podría ser una UNASUR ampliada. Es decir, una UNASUR a la cual regresen sus socios originales y a la cual se le agreguen otros mecanismos de integración como los Estados del Caribe o la propia integración centroamericana. Si la decisión es ir hacia una convergencia en la CELAC, en la cual estarían todos los países, tendríamos que pensar en una transformación total de la CELAC para que tenga una secretaría ejecutiva que tenga poder, apoyos técnicos que le permitan fijar sus posiciones para que funcione a través de agendas ministeriales, como es el caso de la Unión Europea. Sobre todo para que esté inspirada en unos principios políticos de integración política más que ideológica, como defender la condición de zona de paz de la región en el mundo, la vigencia de los Derechos Humanos o la continuidad democrática.
El gobierno de México, a través de su canciller Marcelo Ebrard, anunció que propondrá en la próxima cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) sustituir a la Organización de los Estados Americanos (OEA) por un organismo “autónomo y no intervencionista”. Para conocer el momento que atraviesa la integración regional y sus organismos, NODAL dialogó con Ernesto Samper, expresidente de Colombia y secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).
¿Qué le parece la propuesta del gobierno de México de conformar un organismo que sustituya a la OEA?
Desde hace algún tiempo, la OEA ha venido demostrando su total incapacidad para manejar un relacionamiento maduro y riguroso entre los Estados Unidos, Canadá y el resto de América Latina. Esto ha sido el resultado de la decepción que produjo la no concreción de la propuesta del presidente Clinton en la Cumbre de las Américas para integrar todas las Américas en un solo bloque, a los pocos días, firmó un tratado de libre comercio con los Estados Mexicanos que prácticamente acabó con las propuestas que se hicieron en la Cumbre en Miami. Desde ese momento empezó a fallar el sistema Interamericano que está esencialmente liderado por la OEA. Salvo temas muy puntuales, como el tema de los Derechos Humanos, es claro que en este momento la región necesita un mecanismo autónomo e independiente para poder tramitar su relacionamiento regional. Esto justifica que sea una especia de OEA sin los Estados Unidos.
¿Por qué la OEA no es un organismo viable para la integración del continente?
La OEA no es un organismo viable porque, como se ha demostrado recientemente, perdió la capacidad de actuar neutralmente en la región. El fraude realizado en las elecciones bolivianas con el apoyo de la OEA, el lanzamiento de una operación punitiva contra Venezuela desde la frontera con Colombia y sus fallidas intervenciones en Centroamérica demuestran que la OEA se ha convertido en un instrumento de la hegemonía hemisférica de los Estados Unidos en la región, lo cual impide que haya una relación de equidad que sea simétrica entre la Latinoamérica y los Estados Unidos. De manera que, mecanismos que en algún momento fueron vistos como importantes para el relacionamiento hemisférico, como por ejemplo los mecanismos de defensa conjunta, los propios mecanismos de apoyo en caso de agresión externa, han demostrado su anacronismo como el TIAR por ejemplo. La OEA ya no es un escenario de reunión sino de confrontación de la región.
¿Cómo analiza el presente de la UNASUR? Y ¿Cómo analiza la integración regional en la actualidad?
Creo que nunca había sido tan importante la integración como ahora y nunca habíamos estado tan desintegrados como ahora. Alcanzo a imaginar lo que hubiera sido la intervención del Instituto de Salud de UNASUR en este episodio de la pandemia, consolidando ofertas de vacunas con su amplia experiencia, apoyando a los sistemas sanitarios de la región. Ese solo fantasma de lo que hubiera podido ser la acción de UNASUR me lleva a concluir que, una de las opciones, además del proceso de convergencia de los mecanismos subregionales de integración que ha pedido el presidente Fernández que converjan hacia la CELAC, podría ser una UNASUR ampliada. Es decir, una UNASUR a la cual regresen sus socios originales y a la cual se le agreguen otros mecanismos de integración como los Estados del Caribe o la propia integración centroamericana. Si la decisión es ir hacia una convergencia en la CELAC, en la cual estarían todos los países, tendríamos que pensar en una transformación total de la CELAC para que tenga una secretaría ejecutiva que tenga poder, apoyos técnicos que le permitan fijar sus posiciones para que funcione a través de agendas ministeriales, como es el caso de la Unión Europea. Sobre todo para que esté inspirada en unos principios políticos de integración política más que ideológica, como defender la condición de zona de paz de la región en el mundo, la vigencia de los Derechos Humanos o la continuidad democrática.