Rafael Bautista Segales
On Nov 11, 2024
La fractura geopolítica que señalábamos en un texto anterior[1], terminó de hacerse realidad en la última Cumbre de los BRICS+ realizada en Kazán. Esta fractura empezó con el alineamiento de Lula y Petro a la retórica de la mitología democrática gringa. Pero con el veto del presidente brasilero a la incorporación de Venezuela y Nicaragua al bloque de países BRICS+, se evidencia un plan bosquejado para minar, entre otras cosas, la posibilidad de que Latinoamérica se convierta en actor estratégico del nuevo tablero geopolítico global, además de impedir también que, ese bloque (con la ausencia de Venezuela), pueda determinar los márgenes de producción y los precios del petróleo y el gas.
Es decir, USA logra maniobrar, mediante sus múltiples influencias que, Lula, haciendo de caballo de Troya, deje fuera a Venezuela del bloque de las potencias emergentes con poder disuasivo ante el decadente G7. La situación es clara. Lula no desea enfrentarse a Washington y tampoco permitir un actor que pueda disputarle su liderazgo en Sudamérica. Con Venezuela, los BRICS+ tienen una carta operativa de desacoplamiento paulatino de la geoeconomía del dólar, por consiguiente, mayor poder disuasivo de contención del orden imperial unipolar.
En cambio, la apuesta de Lula es típicamente conservadora y en sintonía con la bolsa de Sao Paulo; el dólar es demasiado influyente en esta parte del mundo y esto por la estrecha dependencia de nuestras economías al patrón dólar. Por eso los sectores bancarios son los menos interesados en desprenderse del dólar, aun cuando, en los tiempos presentes, esto signifique el desahuciar la posibilidad regional de independencia financiera.
Pero el golpe de Lula no es sólo a Latinoamérica sino al propio BRICS+, pues le resta un actor que, por su peso energético, era decisivo para contrarrestar, en conjunto, las maniobras recurrentes que hace Occidente para seguir con la sangría de la economía mundial en beneficio de su poder financiero. Ese peso energético era preciso diluir, ante la Cumbre de Kazán, que iba inevitablemente a significar el inicio del cisma del sistema-mundo moderno-occidental y su diseño geopolítico centro-periferia. Por eso también el jefe de la diplomacia gringa Antony Blinken se reúne en Arabia Saudita, al mismo tiempo de realización de la Cumbre, con su homólogo saudí, Faisal bin Farhan y con el príncipe heredero Mohamed bin Salmán.
Para la política pública el asunto que los reunió fue lo que eufemísticamente llaman la “crisis de Gaza”, pero se sabe que el tema que realmente se abordó fue negociar la sobrevivencia del petrodólar. Cuestión que no parece resuelta para USA (pues Arabia Saudita tiene otras cartas para maniobrar de mejor modo con Washington), por eso la carta Lula era imprescindible ponerla en juego.
Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita ya forman parte del BRICS+. Desde que el régimen saudí anunció la no renovación del acuerdo que hizo nacer al petrodólar, USA ha empezado a experimentar el desmoronamiento de su hegemonía global. En ese sentido, aunque los BRICS+ se presenten como un bloque de carácter geoeconómico, es ya inevitable su proyección geopolítica, pues los cambios que se están proponiendo en lo comercial, económico y financiero, sobre todo, configura toda una geopolítica implícita que es, precisamente, lo que arrastra al Occidente y al Imperio decadente a sopesar la envergadura que representaría su colapso mundial.
En esa medida es que las maniobras de sobrevivencia de un orden unipolar se manifiestan como la multiplicación de conflictividades crecientes como recurso operativo que frene la expansión de las potencias emergentes. No hay que olvidar que, toda expansión del espacio geoeconómico, genera también esferas de influencia y tienden siempre a reconfigurar los vectores geopolíticos y, en consecuencia, a rediseñar el mundo. Por eso el presidente Putin habla de las cinco rutas, desde el corredor Norte-Sur (que es parte del conflicto que pretende desatar el régimen sionista contra Irán) hasta las Rutas de la Seda; en una de las cuales podría incorporarse Sudamérica definitivamente a la economía del siglo XXI, o sea, al Pacífico.
Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita ya forman parte del BRICS+. Desde que el régimen saudí anunció la no renovación del acuerdo que hizo nacer al petrodólar, USA ha empezado a experimentar el desmoronamiento de su hegemonía global. En ese sentido, aunque los BRICS+ se presenten como un bloque de carácter geoeconómico, es ya inevitable su proyección geopolítica, pues los cambios que se están proponiendo en lo comercial, económico y financiero, sobre todo, configura toda una geopolítica implícita que es, precisamente, lo que arrastra al Occidente y al Imperio decadente a sopesar la envergadura que representaría su colapso mundial.
En esa medida es que las maniobras de sobrevivencia de un orden unipolar se manifiestan como la multiplicación de conflictividades crecientes como recurso operativo que frene la expansión de las potencias emergentes. No hay que olvidar que, toda expansión del espacio geoeconómico, genera también esferas de influencia y tienden siempre a reconfigurar los vectores geopolíticos y, en consecuencia, a rediseñar el mundo. Por eso el presidente Putin habla de las cinco rutas, desde el corredor Norte-Sur (que es parte del conflicto que pretende desatar el régimen sionista contra Irán) hasta las Rutas de la Seda; en una de las cuales podría incorporarse Sudamérica definitivamente a la economía del siglo XXI, o sea, al Pacífico.
Entonces, con la no incorporación de Nicaragua y Venezuela, sobre todo, lo que hace Brasil y su postura diplomática (que ya no se genera desde Itamaraty sino desde Washington), se entrelaza con las maniobras de injerencia que realiza USA en los propios miembros del BRICS+ para, de ese modo, restarle al bloque capacidades estratégicas en el juego global energético. Pero, con ello, no sólo Brasil se cohíbe la posibilidad de liderar una independencia regional categórica, sino que ahonda más la fractura geopolítica de Latinoamérica y coadyuva a un nuevo asalto de la derecha en todos nuestros países.
Pues el guion en el que se escuda no hace sino legitimar aún más la condena imperial contra Venezuela y provocar el envalentonamiento de la derecha, no sólo venezolana sino también regional. Esta condena es nociva porque está dirigida, como en el caso boliviano, al desprestigio moral del propio pueblo y a su anulación política como sujeto del cambio. Por eso el fascismo, en Argentina por ejemplo, se unge falsamente de un halo democrático para proponerse en el campo político como el “verdadero” agente del cambio. Es la usurpación del espíritu popular y la fetichización del sistema democrático made in USA.
Brasil y el propio Lula, debía ser el mas interesado en consolidar a Latinoamérica como el resto crítico de contención imperial. Por eso se debía blindar un bloque mayor de países adscritos a la nueva geoeconomía del siglo XXI y, de ese modo, reconstruir y restaurar nuestros anhelos emancipatorios. En la nueva incorporación a los BRICS+, el grupo ASEAN (la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental) se halla muy bien representada por Indonesia, Tailandia, Malasia y Vietnam. Hasta África logra tener un peso considerable con la incorporación de Argelia, Nigeria, Uganda, sumándose a Sudáfrica como miembro pleno.
Pero la presencia latinoamericana queda reducida y recortada en sus potenciales capacidades geopolíticas. Ya lo dijimos: “nuestra liberación definitiva no podrá ser unilateral sino regional”. Los BRICS+ nos podían brindar el conjunto necesario de coberturas estratégicas para iniciar un desprendimiento del dólar. Lula fue decididamente auspiciador de la incorporación de Argentina al bloque BRICS+ (pues el gobierno argentino de Massa no representaba competencia alguna a su liderazgo y hasta podía serle útil ese tipo de izquierda light), pero no podía actuar del mismo modo frente al radicalismo que significa la presencia de Venezuela. Quedar bien con Washington manifiesta, también, lo coludida que está la economía brasilera con el dólar, en desmedro incluso de Sudamérica.
Pues el guion en el que se escuda no hace sino legitimar aún más la condena imperial contra Venezuela y provocar el envalentonamiento de la derecha, no sólo venezolana sino también regional. Esta condena es nociva porque está dirigida, como en el caso boliviano, al desprestigio moral del propio pueblo y a su anulación política como sujeto del cambio. Por eso el fascismo, en Argentina por ejemplo, se unge falsamente de un halo democrático para proponerse en el campo político como el “verdadero” agente del cambio. Es la usurpación del espíritu popular y la fetichización del sistema democrático made in USA.
Brasil y el propio Lula, debía ser el mas interesado en consolidar a Latinoamérica como el resto crítico de contención imperial. Por eso se debía blindar un bloque mayor de países adscritos a la nueva geoeconomía del siglo XXI y, de ese modo, reconstruir y restaurar nuestros anhelos emancipatorios. En la nueva incorporación a los BRICS+, el grupo ASEAN (la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental) se halla muy bien representada por Indonesia, Tailandia, Malasia y Vietnam. Hasta África logra tener un peso considerable con la incorporación de Argelia, Nigeria, Uganda, sumándose a Sudáfrica como miembro pleno.
Pero la presencia latinoamericana queda reducida y recortada en sus potenciales capacidades geopolíticas. Ya lo dijimos: “nuestra liberación definitiva no podrá ser unilateral sino regional”. Los BRICS+ nos podían brindar el conjunto necesario de coberturas estratégicas para iniciar un desprendimiento del dólar. Lula fue decididamente auspiciador de la incorporación de Argentina al bloque BRICS+ (pues el gobierno argentino de Massa no representaba competencia alguna a su liderazgo y hasta podía serle útil ese tipo de izquierda light), pero no podía actuar del mismo modo frente al radicalismo que significa la presencia de Venezuela. Quedar bien con Washington manifiesta, también, lo coludida que está la economía brasilera con el dólar, en desmedro incluso de Sudamérica.
Las incorporaciones de Cuba y Bolivia quedaron, en ese sentido, disminuidas en el peso estratégico que hubiese significado la presencia de los cuatro países dentro del bloque BRICS+. Cuba podrá recibir inyecciones decisivas para desarrollar su economía, todavía rehén del bloqueo gringo; pero el caso boliviano se opaca por sí mismo cuando no se estima, en su verdadera dimensión, el carácter geopolítico de esa incorporación; por ello nuestro presidente sólo menciona las ventajas comerciales que representa aquello.
Aun no aprenden que si el lenguaje actual, de un mundo en crisis civilizatoria, es geopolítico, lo es porque los marcos de interpretación adecuados para leer lo que pasa en el mundo ya no pueden pasar por alto la geopolítica. Bolivia, que es promotora del discurso de la Madre tierra y el “vivir bien”, debía ser la portavoz, en esa Cumbre, de un necesario y nuevo “diálogo de civilizaciones”, además Sur-Sur, sin la mediación aduanera de la episteme moderno-occidental. Pero así perdidos estamos por estos lados y nos va como nos va.
La Doctrina Monroe y sus enmiendas no declaradas, establecieron el diseño disuasivo del cerco, sobre todo a Venezuela y Bolivia; y con la postura brasilera de Lula, restableciendo la continuidad de la política exterior de Bolsonaro, nos deja solos, en un cerco cada vez más cerrado. Todavía quedan márgenes de acción y Venezuela puede maniobrar espacios de autonomía geopolítica, con ese respaldo que le brindan los acuerdos sostenidos con la Federación Rusa y China. Pero aun así la fractura ya está abierta y, como todo en economía se realiza en la interdependencia, la ruptura afectará el relacionamiento de nuestras economías en la región. Si la confianza es la base de todos los acuerdos en la economía, Sudamérica está perdiendo eso que es básico y fundamental para sostener todo tipo de estabilidad.
En ese sentido, no fue menor el apoyo que le brindó el presidente Putin a su homólogo venezolano. Si alguien fue el indiscutible ganador en esta Cumbre fue el anfitrión, pues el presidente ruso demostró al mundo entero que no está para nada aislado sino más bien está cosechando un apoyo que muestra, a los verdaderos aislados, es decir, USA y Europa. Ya nadie los ve con buenos ojos, aunque todavía haya que aguantar su soberbia, hipocresía y arrogancia.
El comandante Chávez una vez mencionó que había llegado “la hora de los pueblos”. Es tiempo de generar, de nuevo, esa esperanza, más aún cuando el fascismo se disemina en nuestros países y aprovechando, como siempre, los dislates de la izquierda travestí, repone su retórica de la desigualdad como plataforma de una nueva Cruzada que la protagonizan ahora, por ejemplo, los sionistas en Gaza y la declara abiertamente un Netanyahu (Milei-kovsky) en el Congreso gringo y es ovacionado por éste: civilización versus barbarie. Este maniqueísmo significa el abandono de la política y la instauración de la guerra o la degeneración de la primera en política del odio.
Esto significaría el fin de toda convivencia, pero el Occidente moderno apuesta a eso; por ello el Imperio pone en juego todos sus recursos para no compartir con nadie, el mundo que considera exclusivamente suyo. En nuestro continente el fascismo hace eco de esa apuesta y declara, señalando al nuevo enemigo a aniquilar: “si cedemos un centímetro, estos indios nos llevaran de nuevo a la edad de piedra”. Siendo más bien la insensatez imperial la que está arrinconando al mundo a la opción por el desastre y el enfrentamiento nuclear (lo cual sí nos ha de condenar a pelearnos finalmente con piedras y palos, Einstein dixit).
*Pensador boliviano, autor de El tablero del siglo XXI. Geopolítica des-colonial de un nuevo ordel post-occidental y Del mito del desarrollo al horizonte del «vivir bien». ¿Por qué fracasa el socialismo en el largo siglo XX?
La Doctrina Monroe y sus enmiendas no declaradas, establecieron el diseño disuasivo del cerco, sobre todo a Venezuela y Bolivia; y con la postura brasilera de Lula, restableciendo la continuidad de la política exterior de Bolsonaro, nos deja solos, en un cerco cada vez más cerrado. Todavía quedan márgenes de acción y Venezuela puede maniobrar espacios de autonomía geopolítica, con ese respaldo que le brindan los acuerdos sostenidos con la Federación Rusa y China. Pero aun así la fractura ya está abierta y, como todo en economía se realiza en la interdependencia, la ruptura afectará el relacionamiento de nuestras economías en la región. Si la confianza es la base de todos los acuerdos en la economía, Sudamérica está perdiendo eso que es básico y fundamental para sostener todo tipo de estabilidad.
En ese sentido, no fue menor el apoyo que le brindó el presidente Putin a su homólogo venezolano. Si alguien fue el indiscutible ganador en esta Cumbre fue el anfitrión, pues el presidente ruso demostró al mundo entero que no está para nada aislado sino más bien está cosechando un apoyo que muestra, a los verdaderos aislados, es decir, USA y Europa. Ya nadie los ve con buenos ojos, aunque todavía haya que aguantar su soberbia, hipocresía y arrogancia.
El comandante Chávez una vez mencionó que había llegado “la hora de los pueblos”. Es tiempo de generar, de nuevo, esa esperanza, más aún cuando el fascismo se disemina en nuestros países y aprovechando, como siempre, los dislates de la izquierda travestí, repone su retórica de la desigualdad como plataforma de una nueva Cruzada que la protagonizan ahora, por ejemplo, los sionistas en Gaza y la declara abiertamente un Netanyahu (Milei-kovsky) en el Congreso gringo y es ovacionado por éste: civilización versus barbarie. Este maniqueísmo significa el abandono de la política y la instauración de la guerra o la degeneración de la primera en política del odio.
Esto significaría el fin de toda convivencia, pero el Occidente moderno apuesta a eso; por ello el Imperio pone en juego todos sus recursos para no compartir con nadie, el mundo que considera exclusivamente suyo. En nuestro continente el fascismo hace eco de esa apuesta y declara, señalando al nuevo enemigo a aniquilar: “si cedemos un centímetro, estos indios nos llevaran de nuevo a la edad de piedra”. Siendo más bien la insensatez imperial la que está arrinconando al mundo a la opción por el desastre y el enfrentamiento nuclear (lo cual sí nos ha de condenar a pelearnos finalmente con piedras y palos, Einstein dixit).
*Pensador boliviano, autor de El tablero del siglo XXI. Geopolítica des-colonial de un nuevo ordel post-occidental y Del mito del desarrollo al horizonte del «vivir bien». ¿Por qué fracasa el socialismo en el largo siglo XX?