Rubén Armendáriz
On Nov 29, 2024
Mientras la pobreza ascendía al 52,9 % y la indigencia al 18,1%, en la primera mitad del año las grandes empresas que cotizan en bolsa -las de servicios públicos privatizadas, las hidrocarburíferas, los bancos y financieras, las alimenticias, farmacéuticas, entre otras-.quintuplicaron sus ganancias, señala un estudio del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas IPyPP.
Sobresalen los resultados operativos del sector de hidrocarburos (+709,6%) y el sector bancario (+450,6%). Al considerar otros conceptos de ganancia, los resultados netos se vieron especialmente engrosados nuevamente en el sector del petróleo y gas (+740%) y se suma el sector productor de alimentos (+683%)», destaca el informe.
En muchos casos, las empresas logran aumentar sus resultados gracias a ingresos provenientes de la especulación financiera, obteniendo resultados netos que crecen más que los resultados operativos. Mientras los salarios siguen todavía casi 10 puntos por debajo del poder adquisitivo que tenían a fin del año pasado, la recesión de la actividad económica afecta los niveles de empleo e incrementa la precariedad.
Sobresalen los resultados operativos del sector de hidrocarburos (+709,6%) y el sector bancario (+450,6%). Al considerar otros conceptos de ganancia, los resultados netos se vieron especialmente engrosados nuevamente en el sector del petróleo y gas (+740%) y se suma el sector productor de alimentos (+683%)», destaca el informe.
En muchos casos, las empresas logran aumentar sus resultados gracias a ingresos provenientes de la especulación financiera, obteniendo resultados netos que crecen más que los resultados operativos. Mientras los salarios siguen todavía casi 10 puntos por debajo del poder adquisitivo que tenían a fin del año pasado, la recesión de la actividad económica afecta los niveles de empleo e incrementa la precariedad.
Pero una parte ínfima del país, los llamados “mercados”, un puñado de especuladores, en definitiva, el gran capital, está de fiesta Porque suben las cotizaciones de las principales empresas de la bolsa de Buenos Aires gracias a que aumentaron de manera exorbitante sus ganancias. Es lo que reflejan los balances de las empresas de energía, los bancos, grandes compañías industriales, que hasta quintuplicaron ganancias.
Hay confianza en los “mercados” sobre que el gobierno pueda pagar la hipoteca de la deuda externa. Pero está fiesta no es indicación de que todo va bien: el 2024 va a ser el segundo año consecutivo de recesión, en un país con 52,9 % de la población bajo la línea de la pobreza y con un aumento de la desigualdad muy importante.
La mayoría de la población reclamaba hace un año un poco de estabilidad macroeconómica y bastante más orden y el mileinismo le está dando las dos cosas y por las encuestas siguen favorables al gobierno, que completará su primer año en estado de embriaguez.
En un contexto donde la economía comienza a estabilizarse tras un ajuste impiadoso, la oposición parece apostar a la espera como estrategia, mientras se enfrenta al desafío de repensar su modelo político y teórico para reconectarse con la realidad del siglo XXI. De la magnitud del fracaso (del gobierno anterior, de la caída electoral) no solo nadie se hace cargo, sino que las viejas figuras creen que la experiencia de 2019 puede repetirse, cuando el peronismo logró desalojar del gobierno al neoliberal Mauricio Macri.
Hay confianza en los “mercados” sobre que el gobierno pueda pagar la hipoteca de la deuda externa. Pero está fiesta no es indicación de que todo va bien: el 2024 va a ser el segundo año consecutivo de recesión, en un país con 52,9 % de la población bajo la línea de la pobreza y con un aumento de la desigualdad muy importante.
La mayoría de la población reclamaba hace un año un poco de estabilidad macroeconómica y bastante más orden y el mileinismo le está dando las dos cosas y por las encuestas siguen favorables al gobierno, que completará su primer año en estado de embriaguez.
En un contexto donde la economía comienza a estabilizarse tras un ajuste impiadoso, la oposición parece apostar a la espera como estrategia, mientras se enfrenta al desafío de repensar su modelo político y teórico para reconectarse con la realidad del siglo XXI. De la magnitud del fracaso (del gobierno anterior, de la caída electoral) no solo nadie se hace cargo, sino que las viejas figuras creen que la experiencia de 2019 puede repetirse, cuando el peronismo logró desalojar del gobierno al neoliberal Mauricio Macri.
En 2023, el fracaso del Frente de Todos –que lllevó como candidato a la presidencia a Sergio Massa, el último ministro de Economía de Alberto Fernández-, no solo expuso la falta de un proyecto común y liderazgo, sino que derivó en la fragmentación del peronismo y el ascenso de nuevas fuerzas políticas, en su mayoría de derecha y ultraderecha. Hoy los frentes que impulsaba el peronismo no se reproducen y no aparece un proyecto superador que ofrecer a la ciudadanía.
En los años 90 se vivió un ciclo de dólar barato que, como la dictadura, prolongó la estabilidad macroeconómica a fuerza de ingreso de dólares, primero por las privatizaciones y luego por endeudamiento. Se trató de casos muy particulares de “enfermedad holandesa”, porque la sobrevaluación de la moneda local no fue producto del boom exportador de un sector, sino por endeudamiento externo.
El mileísmo no es Milei, es el proyecto de una clase social: el gran capital. que tuvo la capacidad de bloquear las reformas de los gobiernos nacional-populares y que hoy controla el Congreso vía la suma de legisladores de La Libertad Avanza, la Unión Cívica Radical, Paropuesta Republicana (PRO, neoliberal), varias bancadas provinciales y, vía gobernadores, también del peronismo.
El horizonte posible es el de un modelo de dólar barato sostenido, a mediano plazo, por ingreso de capitales a sectores exportadores y en las exportaciones que estos capitales ayuden a desarrollar. El apoyo de “los mercados” ayudará a financiar la transición, tanto vía organismos internacionales como, potencialmente, privados.
En los años 90 se vivió un ciclo de dólar barato que, como la dictadura, prolongó la estabilidad macroeconómica a fuerza de ingreso de dólares, primero por las privatizaciones y luego por endeudamiento. Se trató de casos muy particulares de “enfermedad holandesa”, porque la sobrevaluación de la moneda local no fue producto del boom exportador de un sector, sino por endeudamiento externo.
El mileísmo no es Milei, es el proyecto de una clase social: el gran capital. que tuvo la capacidad de bloquear las reformas de los gobiernos nacional-populares y que hoy controla el Congreso vía la suma de legisladores de La Libertad Avanza, la Unión Cívica Radical, Paropuesta Republicana (PRO, neoliberal), varias bancadas provinciales y, vía gobernadores, también del peronismo.
El horizonte posible es el de un modelo de dólar barato sostenido, a mediano plazo, por ingreso de capitales a sectores exportadores y en las exportaciones que estos capitales ayuden a desarrollar. El apoyo de “los mercados” ayudará a financiar la transición, tanto vía organismos internacionales como, potencialmente, privados.
Al igual que ocurrió durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983) y el menemismo de los años 90, la economía se encuentra frente a la consolidación de una nueva reconfiguración de su estructura productiva y, en consecuencia, de su estructura social, alineada con el lugar que el capitalismo global espera de países como Argentina.
Pero, ¿qué sucederá con todo lo subsidiario de esta transformación, ya que incluso una economía exportadora primaria necesita infraestructura y servicio?, se pregunta el economista Claudio Scaletta. La bola de dólares la trajo el blanqueo de capitales, puso en primer plano que el problema de escasez de divisas era sólo del Estado. Cuando en la ecuación de divisas se incluye a los privados el país parece ser acreedor neto del resto del mundo y no un gran deudor.
El blanqueo consiguió más dólares que cualquier crédito imaginable en el actual contexto, una pelota de decenas de miles de millones de dólares que abarrotaron los bancos y que ya comenzó a derramarse, vía créditos y colocación de instrumentos financieros, al resto de la economía. Pero la bonanza es sólo para los empresarios, no para los trabajadores, como lo muestra la ininterrumpida caída del consumo
*Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)