Colombia: relevan al jefe de inteligencia del Ejército por escándalo de espionaje a funcionarios
5 febrero, 2014 Colombia
Tras su reunión con el fiscal general de la Nación, Eduardo Montealegre, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, anunció cuatro medidas para afrontar el caso de las ‘chuzadas’ ilegales a los negociadores del gobierno en la mesa de diálogos con las FARC en La Habana, denunciadas por Semana.com.
Ese paquete de decisiones implica la salida del jefe de inteligencia del Ejército, brigadier general Mauricio Ricardo Zúñiga, y al director de la Central de Inteligencia Técnica de esa misma institución brigadier general Jorge Zuluaga.
“Esto, mientras avanzan las investigaciones y esto buscando mayor transparencia y mayor claridad”, dijo el ministro en la rueda de prensa. La decisión de la salida de los altos militares la tomaron de común acuerdo y en consenso con el comandante de las Fuerzas Militares, Leonardo Barrero, y el comandante del Ejército Nacional, Juan Pablo Rodríguez.
Dentro de las medidas estará el inicio de una investigación disciplinaria en las que los encargados deberán rendir un informe antes de que termine la próxima semana. A esto se suma una investigación de la Justicia Penal Militar, que ya abrió unas indagaciones preliminares, y la Fiscalía también hará lo propio.
El ministro aseguró que los colombianos pueden estar tranquilos de que ni el presidente Juan Manuel Santos, el ministro o comandantes de las fuerzas, “han dado instrucción alguna en el sentido de utilizar las herramientas de inteligencia para fines de establecidos en la Constitución y la leyes”.
Respecto a lo sucedido el ministro indicó que siempre lo que se ha querido es implementar un comportamiento ético a acorde a la labor que cada miembro de la Fuerza Pública desempeña, por lo que aseguró que este tipo de hechos no se pueden tolerar porque son violatorios de la ley.
Fiscal general Eduardo Montealegre aseguró que las labores de inteligencia son amparadas por la Corte Constitucional, pero cuando estas tienden a proteger la seguridad nacional y no para violar derechos fundamentales como el de la intimidad.
Fiscalía
El fiscal general Eduardo, Montealegre anunció que se adelantará una investigación para determinar si existió una extralimitación de funciones por parte de los miembros de inteligencia del Ejército que podrían estar vinculados con el tema de ‘chuzadas’.
“La Fiscalía ya tiene en su poder varios elementos producto del allanamiento que se hizo el 24 de enero de este año por orden de un fiscal y contamos con la autorización de un juez de control de garantías para hacer un examen minucioso de más de los 20 computadores, elementos y memorias que fueron incautados el días del allanamiento”, dijo.
Montealegre fue enfático que con los elementos incautados se va a verificar si las labores de inteligencia se limitaron a proteger la seguridad Nacional o si se desviaron a actividades prohibidas por la Constitución.
http://www.semana.com/nacion/articulo/chuzadas-relevan-jefe-de-inteligencia-del-ejercito/376155-3
‘Andrómeda’, la sala de inteligencia que enreda al Ejército
El escándalo por la interceptación ilegal de comunicaciones privadas por parte de las Fuerzas Militares se reeditó ayer con un nuevo capítulo que presuntamente involucra a personal del Ejército y ya cobró las cabezas de dos generales. Súbitamente, la revista Semana divulgó que desde un local comercial ubicado en el barrio Galerías de Bogotá estaba operando una central de chuzadas ilegales que, además de los blancos tradicionales de la oposición, esta vez rastreaba a los negociadores del Gobierno en los diálogos de paz con las Farc en La Habana, Cuba.
Según la información, la central de interceptaciones del Ejército, llamada por los militares ‘Andrómeda’, funcionaba en un local de dos pisos. En el primero como un restaurante y el segundo como un sitio de servicios de internet, con oferta de cursos para creación de páginas web y seguridad informática. La fachada ‘Andrómeda’ contaba con la participación de militares activos y civiles hackers. Estos últimos, según Semana, habían sido reclutados en algunas ferias de tecnología y trabajaban bajo el principio de la compartimentación.
Tras una reunión entre el fiscal Eduardo Montealegre y el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, este último anunció que el jefe de Inteligencia del Ejército y el director de la Central de Inteligencia Militar (Citec), generales Mauricio Ricardo Zúñiga y Jorge Zuluaga (ver página 4), respectivamente, fueron relevados de sus cargos mientras avanza la investigación. Al mismo tiempo, se determinó iniciar una indagación disciplinaria por parte de la Inspección General del Ejército y apoyar a la Fiscalía en sus pesquisas.
El pasado 30 de octubre, al detectar que la Fiscalía estaba a punto de allanar el lugar, tras una reunión de coordinación entre integrantes de la Citec, se ordenó hacer un borrado seguro de la información recaudada y empezar a desarmar los equipos de ‘Andrómeda’. El allanamiento se produjo el pasado martes, es decir, tres meses después, y los investigadores sólo encontraron 26 computadores, entre ellos 10 que estaban escondidos tras una puerta falsa. El fiscal Montealegre anunció que en estos momentos se analiza el contenido de sus discos duros para determinar si el Ejército se extralimitó en sus funciones.
Según le dijo a Semana un sargento primero del Ejército que pertenecía a ‘Andrómeda’, no se estaba haciendo control de voces, sino de datos, en especial de correos y conversaciones de chat. El objetivo eran varias ONG de derechos humanos, la excongresista Piedad Córdoba, el representante Iván Cepeda y algunos de los plenipotenciarios y asistentes a las negociaciones del Gobierno y las Farc en Cuba como Humberto de la Calle, Alejandro Éder y Sergio Jaramillo. El propósito de las chuzadas ilegales habría sido conseguir la mayor cantidad de información sobre el avance de los diálogos de paz.
Los hallazgos del ente investigador reportados por el periodismo tienen un antecedente igual de grave. El 1º de agosto de 2013, por orden directa del fiscal general, se determinó cerrar y trasladar al búnker de la entidad los equipos de una sala de interceptación de comunicaciones del Ejército conocida como la ‘Sala Gris’. Dicho centro de escuchas funcionaba en una oficina ubicada en la calle 100 con carrera 8ª, en el norte de Bogotá, y hacía parte del sistema Esperanza, matriz de interceptaciones legales de la Fiscalía.
A pesar de que el fiscal Montealegre le dijo a Semana que en ese momento y ante las versiones sobre las irregularidades en la ‘Sala Gris’ decidió trasladar los equipos al búnker para ejercer mayores controles, no está claro si personal del CTI sabía lo que estaba sucediendo en la 100 con 8ª. Según conoció El Espectador, esta última circunstancia ha generado discusiones entre la Fiscalía y el Ministerio de Defensa. Una versión dice que a la cartera de Defensa le molestó la decisión, pero otra afirma que altos funcionarios del CTI de la época participaban en las chuzadas.
Lo cierto es que después de lo sucedido el 1º de agosto se produjeron dos hechos que, según fuentes consultadas, pueden responder al súbito traslado de la ‘Sala Gris’ a la Fiscalía, donde se probó que la interceptación de al menos 100 líneas carecía de soportes legales adecuados. Una semana después del traslado de los equipos, el presidente Juan Manuel Santos dispuso el cambio de toda la cúpula militar. Ayer se especuló si algo tuvo que ver con lo sucedido. El pasado 14 de enero se produjo también un inesperado relevo en la dirección general del CTI.
El escándalo apenas comienza. Ayer el presidente Santos pidió investigar a fondo todo lo sucedido y anunció que dio instrucciones precisas al Ministerio de Defensa para que aclare el tema, porque “no es aceptable, bajo ningún punto de vista, que la inteligencia se haga contra los ciudadanos, la oposición política o funcionarios del mismo Estado”. De manera simultánea, en los diversos movimientos políticos hubo todo tipo de reacciones sobre la información, y quedó al descubierto que la célula legislativa encargada de pedirles cuentas a estas agencias de inteligencia jamás ha ejercido control alguno (ver pág. 6). Por lo pronto, lo que se busca esclarecer es quiénes ordenaron y eran los destinatarios principales de la información recaudada ilegalmente.
http://www.elespectador.com/noticias/judicial/andromeda-sala-de-inteligencia-enreda-al-ejercito-articulo-472918
5 feb 2014
Celac: una integración emancipatoria
STELLA CALLONI / Celac: una integración emancipatoria
Publicado el 1/29/14
La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que inicia este martes en La Habana, Cuba, y a la que concurren 33 jefes de Estado y de gobierno, enfrentó en los últimos tiempos una verdadera guerra sicológica en el intento de separar a los países hermanos con una serie de informaciones falsas e insidiosas y para tratar de impedir su desarrollo en la isla caribeña, maniobra que fue derrotada por la voluntad de integración, como la única posibilidad de avanzar hacia un futuro cada vez más independiente y soberano.
Esta cumbre que se plantea la consolidación de logros alcanzados, la decisión de encontrar caminos urgentes hacia las soluciones sociales que permitan dejar atrás la tragedia de la pobreza estructural, y la nueva, ambas consecuencia de la intervención, injerencia y dominación, con su esquema de explotación y de los nuevos pobres arrojados a los inmensos arrabales de nuestro continente en la marea neoliberal de los años 90. Pero también consolidar la integración real, creando una zona de paz y desarrollo integral, sin injerencia externa.
Una propuesta concreta de Cuba, que ejerce la presidencia protémpore, lo que se decidió en la Primera Reunión en Santiago, Chile, el 27 y 28 de enero de 2013, estará en la mesa de la Celac para llegar a concretar la creación de un territorio de paz en toda la región.
El presidente de Cuba, Raúl Castro, estuvo al frente de un sólido trabajo de preparación, análisis, propuestas. Para lograr la creación de un territorio de paz en la región deberá debatirse el papel de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) en su actual tarea de llevar adelante la política de guerras coloniales del imperialismo y sus asociados, que se aplica en países de Medio Oriente, África, y Asia y que llevó a militarizar el Atlántico Sur.
La invasión y ocupación de países como Afganistán, Irak, Libia, ahora Siria y otros estados está destinada al escandaloso robo de recursos naturales, como se está demostrando en esas regiones devastadas.
Por todo esto es tan importante esta reunión en lo que significa el compromiso de llevar a la práctica los acuerdos de profundizar la recuperación social, cultura, ambiental, los proyectos económicos conjuntos y otros como la forma activa de defender unidos los recursos de la región, entre otros temas.
Es el momento de las grandes decisiones para elegir entre un desarrollo y crecimiento soberano para el bienestar de los pueblos, y la defensa de todos los derechos de éstos, entre ellos el de una información veraz y en función de los proyectos de paz y lo que intenta imponer el poder hegemónico, que apoyando otros tipos de Alianzas en la región, totalmente supeditados a sus intereses, introduce obligatoriamente los Tratados de Libre Comercio, en función de un proceso recolonizador, que las poblaciones rechazan.
Ahora se agrega como defensa soberana, después de las revelaciones sobre el espionaje mundial de Estados Unidos y el uso de Internet para la vigilancia, espionaje global, control de recursos, guerras coloniales tardías, pero de una violencia fascista que creímos superadas. Debemos elegir entre el sometimiento a estos proyectos destructivos que dejan tierra arrasada y millones de víctimas como objetivo final y la acción conjunta de nuestros países contra todas las actividades de una Guerra Cibernética que se nos aplica solapadamente.
Se trata de una verdadera puja entre la dictadura mediática mundial que se nos ha impuesto y el proyecto liberador de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), para independizarnos de Estados Unidos en materia comunicacional, para lo cual varios países han avanzado con cables submarinos (caso Venezuela-Cuba ) o los satélites como el recientemente lanzado al espacio por Bolivia, o el Simón Bolívar en Venezuela y los trabajos que se están realizando en Brasil junto con Argentina, como se decidió recientemente en una reunión de los ministros de Defensa de ambos países para asegurar la independencia que propone una integración emancipatoria y la verdadera defensa nacional. Hay muchos temas claves para el futuro de la región.
Caso Malvinas y la paz
Sin embargo, habría que detenerse en la decisión de convertir a la región en una extensa y ejemplar zona de paz. En esta cuestión es necesario evaluar todo lo que se ha hecho a nivel de las organizaciones integracionistas regionales, en apoyo del derecho de Argentina a recuperar las islas Malvinas, situadas a poco más de 400 kilómetros de la costa marítima de este país y a más de 14 mil de la nación ocupante en este caso Gran Bretaña (desde 1833 hasta la fecha) que no está dispuesto a cumplir con las resoluciones de la Organización Naciones Unidas (ONU) sobre descolonización.
Lo más grave es la instalación a mediados de los años 80 de la base militar británica Mount Pleassant en la isla Soledad de ese archipiélago, y que figura ahora en los mapas extendido que tiene la OTAN, ilegalmente. Además Gran Bretaña ha continuado adelante con la llegada de empresas y plataformas para exploraciones petroleras y otras a pesar de la resolución de la ONU que ordena no avanzar en este caso sobre la región y dirimir el conflicto en negociaciones para la definitiva descolonización.
No sólo maniobras militares amenazantes realiza el Reino Unido, sino que hay que destacar informes de medios especializados de Estados Unidos que mencionan que la empresa estadunidense Devon Energy Corporation, que lidera la extracción de gas esquito se unió a la británica Falkland Island Oil Co. para trabajar conjuntamente en la exploración de hidrocarburos en las Malvinas, lo que se iniciaría en 2015 con la primeras perforaciones.
Esto pondrá Argentina ante dificultades ya que recientemente firmó un acuerdo con la empresa Chevron por 300 millones de dólares para trabajar en los yacimientos de Vaca Muerta en el sur. A su vez, tanto el Departamento de Estado estadunidense como las ONG de esa nacionalidad Resources for the Future y Environmental Defense Fund aparentemente defensoras del medio ambiente están impulsando la extracción de gas esquisto y agua en Argentina.
Esto viola leyes del propio Congreso argentino que ha aprobado una ley que penaliza a todos aquellos países o empresas que participen en asociación con las empresas británicas en emprendimientos en Malvinas, o que intenten invertir directamente en el archipiélago argentino, bajo ocupación británica.
Si todo esto no fuera de hecho grave, en algunos círculos mediáticos londinenses se comentó que durante la última visita a Londres del secretario de Estado estadunidense, John Kerry, en sus intercambios con el primer Ministro David Cameron y el canciller del Reino Unido, William Hague, se habría acordado que Washington no se pronunciara “públicamente” en apoyo a la ocupación británica de las islas pero en cambio trabajaría para bloquear cualquier acción de Argentina ante organismos internacionales. De la misma manera debe proceder Washington secretamente para detener cualquier demanda en favor de Buenos Aires o que intenten la aprobación de resoluciones contrarias a los intereses de Londres.
La propuesta de Kerry a su vez tiene que ver con el incremento de acciones conjuntas con Gran Bretaña en las islas, como maniobras militares “disuasivas”, inversiones como las anteriormente mencionadas y visitas de funcionarios, especialmente militares a las islas. Es un tema que también se deberá investigar en función de una zona de paz, así como la existencia de bases militares de Estados Unidos, centros operativos y oficinas de inteligencia, así como tropas de Estados Unidos que están en la región. De la misma manera se debe actuar contra cualquier tipo de injerencia externa que amenace la paz.
Fuente: La Jornada
Publicado el 1/29/14
La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que inicia este martes en La Habana, Cuba, y a la que concurren 33 jefes de Estado y de gobierno, enfrentó en los últimos tiempos una verdadera guerra sicológica en el intento de separar a los países hermanos con una serie de informaciones falsas e insidiosas y para tratar de impedir su desarrollo en la isla caribeña, maniobra que fue derrotada por la voluntad de integración, como la única posibilidad de avanzar hacia un futuro cada vez más independiente y soberano.
Esta cumbre que se plantea la consolidación de logros alcanzados, la decisión de encontrar caminos urgentes hacia las soluciones sociales que permitan dejar atrás la tragedia de la pobreza estructural, y la nueva, ambas consecuencia de la intervención, injerencia y dominación, con su esquema de explotación y de los nuevos pobres arrojados a los inmensos arrabales de nuestro continente en la marea neoliberal de los años 90. Pero también consolidar la integración real, creando una zona de paz y desarrollo integral, sin injerencia externa.
Una propuesta concreta de Cuba, que ejerce la presidencia protémpore, lo que se decidió en la Primera Reunión en Santiago, Chile, el 27 y 28 de enero de 2013, estará en la mesa de la Celac para llegar a concretar la creación de un territorio de paz en toda la región.
El presidente de Cuba, Raúl Castro, estuvo al frente de un sólido trabajo de preparación, análisis, propuestas. Para lograr la creación de un territorio de paz en la región deberá debatirse el papel de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) en su actual tarea de llevar adelante la política de guerras coloniales del imperialismo y sus asociados, que se aplica en países de Medio Oriente, África, y Asia y que llevó a militarizar el Atlántico Sur.
La invasión y ocupación de países como Afganistán, Irak, Libia, ahora Siria y otros estados está destinada al escandaloso robo de recursos naturales, como se está demostrando en esas regiones devastadas.
Por todo esto es tan importante esta reunión en lo que significa el compromiso de llevar a la práctica los acuerdos de profundizar la recuperación social, cultura, ambiental, los proyectos económicos conjuntos y otros como la forma activa de defender unidos los recursos de la región, entre otros temas.
Es el momento de las grandes decisiones para elegir entre un desarrollo y crecimiento soberano para el bienestar de los pueblos, y la defensa de todos los derechos de éstos, entre ellos el de una información veraz y en función de los proyectos de paz y lo que intenta imponer el poder hegemónico, que apoyando otros tipos de Alianzas en la región, totalmente supeditados a sus intereses, introduce obligatoriamente los Tratados de Libre Comercio, en función de un proceso recolonizador, que las poblaciones rechazan.
Ahora se agrega como defensa soberana, después de las revelaciones sobre el espionaje mundial de Estados Unidos y el uso de Internet para la vigilancia, espionaje global, control de recursos, guerras coloniales tardías, pero de una violencia fascista que creímos superadas. Debemos elegir entre el sometimiento a estos proyectos destructivos que dejan tierra arrasada y millones de víctimas como objetivo final y la acción conjunta de nuestros países contra todas las actividades de una Guerra Cibernética que se nos aplica solapadamente.
Se trata de una verdadera puja entre la dictadura mediática mundial que se nos ha impuesto y el proyecto liberador de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), para independizarnos de Estados Unidos en materia comunicacional, para lo cual varios países han avanzado con cables submarinos (caso Venezuela-Cuba ) o los satélites como el recientemente lanzado al espacio por Bolivia, o el Simón Bolívar en Venezuela y los trabajos que se están realizando en Brasil junto con Argentina, como se decidió recientemente en una reunión de los ministros de Defensa de ambos países para asegurar la independencia que propone una integración emancipatoria y la verdadera defensa nacional. Hay muchos temas claves para el futuro de la región.
Caso Malvinas y la paz
Sin embargo, habría que detenerse en la decisión de convertir a la región en una extensa y ejemplar zona de paz. En esta cuestión es necesario evaluar todo lo que se ha hecho a nivel de las organizaciones integracionistas regionales, en apoyo del derecho de Argentina a recuperar las islas Malvinas, situadas a poco más de 400 kilómetros de la costa marítima de este país y a más de 14 mil de la nación ocupante en este caso Gran Bretaña (desde 1833 hasta la fecha) que no está dispuesto a cumplir con las resoluciones de la Organización Naciones Unidas (ONU) sobre descolonización.
Lo más grave es la instalación a mediados de los años 80 de la base militar británica Mount Pleassant en la isla Soledad de ese archipiélago, y que figura ahora en los mapas extendido que tiene la OTAN, ilegalmente. Además Gran Bretaña ha continuado adelante con la llegada de empresas y plataformas para exploraciones petroleras y otras a pesar de la resolución de la ONU que ordena no avanzar en este caso sobre la región y dirimir el conflicto en negociaciones para la definitiva descolonización.
No sólo maniobras militares amenazantes realiza el Reino Unido, sino que hay que destacar informes de medios especializados de Estados Unidos que mencionan que la empresa estadunidense Devon Energy Corporation, que lidera la extracción de gas esquito se unió a la británica Falkland Island Oil Co. para trabajar conjuntamente en la exploración de hidrocarburos en las Malvinas, lo que se iniciaría en 2015 con la primeras perforaciones.
Esto pondrá Argentina ante dificultades ya que recientemente firmó un acuerdo con la empresa Chevron por 300 millones de dólares para trabajar en los yacimientos de Vaca Muerta en el sur. A su vez, tanto el Departamento de Estado estadunidense como las ONG de esa nacionalidad Resources for the Future y Environmental Defense Fund aparentemente defensoras del medio ambiente están impulsando la extracción de gas esquisto y agua en Argentina.
Esto viola leyes del propio Congreso argentino que ha aprobado una ley que penaliza a todos aquellos países o empresas que participen en asociación con las empresas británicas en emprendimientos en Malvinas, o que intenten invertir directamente en el archipiélago argentino, bajo ocupación británica.
Si todo esto no fuera de hecho grave, en algunos círculos mediáticos londinenses se comentó que durante la última visita a Londres del secretario de Estado estadunidense, John Kerry, en sus intercambios con el primer Ministro David Cameron y el canciller del Reino Unido, William Hague, se habría acordado que Washington no se pronunciara “públicamente” en apoyo a la ocupación británica de las islas pero en cambio trabajaría para bloquear cualquier acción de Argentina ante organismos internacionales. De la misma manera debe proceder Washington secretamente para detener cualquier demanda en favor de Buenos Aires o que intenten la aprobación de resoluciones contrarias a los intereses de Londres.
La propuesta de Kerry a su vez tiene que ver con el incremento de acciones conjuntas con Gran Bretaña en las islas, como maniobras militares “disuasivas”, inversiones como las anteriormente mencionadas y visitas de funcionarios, especialmente militares a las islas. Es un tema que también se deberá investigar en función de una zona de paz, así como la existencia de bases militares de Estados Unidos, centros operativos y oficinas de inteligencia, así como tropas de Estados Unidos que están en la región. De la misma manera se debe actuar contra cualquier tipo de injerencia externa que amenace la paz.
Fuente: La Jornada
El capitalismo extractivo y las diferencias en el bando latinoamericano progresista
El capitalismo extractivo y las diferencias en el bando latinoamericano progresista
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez.
Introducción
Los principales países exportadores en el sector agro-minero, entre los que se encuentran los más implicados con las principales multinacionales energéticas y de la minería del mundo, son también los que se caracterizan por ejercer las políticas más independientes y progresistas. En apariencia, la primacía de las economías basadas en el «capitalismo extractivo» y la exportación de bienes, ya no guardan correlación con gobiernos «neocoloniales».
Se puede argumentar que las concesiones a las multinacionales del sector extractivo y las clases «dirigentes» locales garantizan estabilidad e ingresos constantes y financian los crecientes gastos sociales que permiten la reelección de gobiernos de centro-izquierda. Dicho de otro modo: el fundamento no declarado de los éxitos electorales del centro-izquierda es una alianza de facto entre «la cúpula» y «la base» de la estructura de clases, a pesar de la creciente divergencia política entre los gobiernos y algunos sectores de los movimientos sociales.
El bando progresista
Existe consenso generalizado acerca de que hay siete gobiernos de siete países de América Latina que constituyen lo que se podría denominar el «bando progresista»: Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay, Perú y Venezuela.
Algunos rasgos definitorios que se suelen atribuir a los gobiernos de estos países son: 1) la trayectoria política anterior: la mayoría están encabezados por dirigentes y activistas de movimientos sociales, sindicatos o grupos guerrilleros, 2) las declaraciones relativamente independientes que hacen en el ámbito de la política exterior, en especial en lo referente a la intervención y las medidas sancionadoras estadounidenses, 3) la retórica ideológica que rechaza el liderazgo estadounidense en organismos regionales y favorece a organizaciones centradas en América Latina, 4) los programas electorales populistas acerca de la igualdad social, el ecologismo y los derechos humanos, 5) el rechazo vehemente del «neoliberalismo» y de las personalidades, partidos y privatizaciones neoliberales tradicionales, 6) la perspectiva estratégica que concibe un proceso prolongado de transformación social que subraya un calendario compuesto de modernización, prioridades desarrollistas y altos niveles de inversión orientada a los mercados globales y, 7) la permanencia política en el tiempo basada en reformas constitucionales que les permiten ser reelegidos amparándose en la necesidad de completar esa concepción transformadora.
El bando progresista tiene de sí mismo una imagen, que se proyecta hacia su electorado, según la cual representa una ruptura o quiebra «histórica» con el pasado; en primer lugar, en lo relacionado con la oligarquía neoliberal tradicional y, en segunda instancia, con la izquierda «estatalista». En los casos de Bolivia, Ecuador y Venezuela, suelen recurrir a una retórica alusiva al «socialismo del siglo XXI». La potencia del llamamiento a la originalidad radical tiene un alcance temporal limitado que depende del grado con el que los gobiernos desarrollan políticas discrepantes con el gobierno neoliberal predecesor.
La «división entre izquierda y derecha» tal como la representa el Bando Progresista (BP)
Las percepciones de la divergencia objetiva y subjetiva entre el bando progresista y la derecha varían en función de si emanan de fuentes oficiales o de una investigación empírica crítica. Según los ideólogos del BP, hay al menos cinco ámbitos políticos importantes que reflejan la ruptura radical con la derecha neoliberal tradicional:
(1) Nacionalismo: a) mediante la renegociación de contratos con las multinacionales del sector extractivo, el BP garantiza una elevada tasa de recaudación de impuestos e incrementa los ingresos para las arcas públicas; b) mediante el aumento de la inversión estatal, convierte empresas de titularidad íntegramente privada en iniciativas conjuntas del sector público y privado; c) mediante el incremento del pago de regalías suaviza la «explotación extranjera»; y d) mediante una mayor presencia de «tecnócratas locales» acrecienta el control nacional de decisiones estratégicas.
(2) Política exterior: El bando progresista ha desarrollado una política exterior independiente, cuando no explícitamente antiimperialista. Para evitar deliberadamente la presencia de países imperiales norteamericanos y europeos, el bando progresista ha consolidado varias organizaciones regionales latinoamericanas y caribeñas, como ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) y UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas). El BP ha rechazado las sanciones contra Cuba, Irán, Siria y Gaza y se ha opuesto a la guerra estadounidense contra Libia respaldada por la OTAN. Criticaron la posición estadounidense en la reunión de la Cumbre de las Américas celebrada en abril de 2012 en, al menos, tres cuestiones importantes: la inclusión de Cuba, la oposición al control británico de las Malvinas y la despenalización de las drogas. El BP ha manifestado su oposición a la hegemonía estadounidense, a las «reformas estructurales» del FMI y al control euro-estadounidense de las principales instituciones de crédito. Con la excepción de Venezuela, el BP ha diversificado sus mercados de exportación. Brasil, por ejemplo, exporta a Estados Unidos solo el 12,5 por ciento de sus bienes y servicios; Argentina, el 6,9 por ciento; y Bolivia, el 8,2 por ciento..
(3) Política social: El BP ha incrementado el gasto social, en especial en lo relacionado con la reducción de la pobreza en zonas rurales; ha elevado el salario mínimo; ha aprobado incrementos salariales. En unos cuantos países ofrecen créditos y financiación asequible para pequeñas y medianas empresas, han concedido títulos de propiedad legal a ocupantes de tierras y han distribuido parcelas de terreno público sin cultivar al modo de pequeña «reforma agraria».
(4) Regulación: Con un grado de coherencia dispar, el BP ha impuesto controles al sector financiero y ha regulado el flujo de capital especulativo y la volatilidad de los mercados financieros. En lo que se refiere a las normativas que rigen el sector extractivo, se han suavizado para favorecer la afluencia a gran escala de capital y para que las empresas agrarias puedan utilizar de forma generalizada productos químicos tóxicos y semillas transgénica. Han autorizado la expansión de la minería, la agricultura y la industria maderera en reservas indígenas y naturales. Han financiado proyectos de infraestructura a gran escala que vinculan a empresas del sector extractivo con mercados exportadores, invadiendo hábitats naturales protegidos anteriormente protegidos. La normativa se ha justificado aduciendo que pretende facilitar el desarrollismo extractivo «productivo» y limitar la «financiarización» de la economía.
(5) Política laboral: Se ha basado en un «modelo corporativista» de negociación y conciliación empresa-Estado-sindicato (tripartito) para limitar las huelgas y los paros patronales y para mantener el crecimiento, las exportaciones y los flujos de ingresos. La política laboral ha quedado condicionada a la de limitar los déficits presupuestarios a la tasa de inflación mediante la fijación de los incrementos salariales. En sintonía con las medidas fiscales ortodoxas, las pensiones de los trabajadores del sector público se han congelado o reducido, en especial entre los funcionarios de rango medio y alto. Las garantías laborales tradicionales se han mantenido intactas y la indemnización por despido no se ha aumentado. Las huelgas de trabajadores del sector público, sobre todo de profesores, personal sanitario y trabajadores sociales, han sido frecuentes y han desembocado en conquistas menores a través de la mediación gubernamental. La política gubernamental se ha orientado a la protección de las prerrogativas de la dirección, al tiempo que se respetaba la situación legal y los derechos de negociación colectiva de los sindicatos. En las empresas nacionalizadas gobiernan directivos nombrados por el Estado y no hay movimientos hacia la autogestión obrera o la «co-gestión», salvo en casos muy concretos de Venezuela. La estructura de las relaciones laborales sigue el modelo jerárquico de la empresa privada. La mano de obra, en el mejor de los casos, desempeña un papel consultivo en lo referente a la salud y la seguridad, pero no ejerce influencia determinante, ni invierte en el interior de este marco empresarial. Ha sido necesaria la presión sindical a través de la huelga y las protestas, a menudo aliada con grupos comunitarios, para corregir las violaciones más atroces de la normativa sanitaria o de seguridad por parte de las empresas. Aunque los gobiernos progresistas evitan públicamente las medidas neoliberales de «flexibilidad laboral», han hecho muy poco para ampliar y profundizar en las prerrogativas laborales sobre la mano de obra y el proceso de producción.
La principal diferencia de política laboral entre los gobiernos progresistas y la derecha tradicional es la «puerta abierta» a los dirigentes sindicales, su disposición a mediar y garantizar el incremento de los salarios, en especial el salario mínimo y, por lo general, la disminución de la represión brutal y violenta.
Continuidades y semejanzas entre los gobiernos neoliberales del pasado y los progresistas actuales
Los autores, profesores universitarios y periodistas de derecha y centro-izquierda subrayan la diferencia entre los gobiernos progresistas y los gobiernos neoliberales del pasado, sin reparar en que hay semejanzas estructurales políticas y económicas a gran escala. Un análisis más matizado y equilibrado requiere tener en cuenta las continuidades porque desempeñan un papel fundamental en el análisis de las limitaciones y los conflictos emergentes y la crisis que espera a los gobiernos progresistas. Además, estas limitaciones, fundadas en las continuidades, resaltan la importancia de los modelos de desarrollo alternativos propuestos por los movimientos sociales populares.
El modelo de exportación agro-mineral ha hecho gala de deficiencias estratégicas profundas en su propia estructura y rendimiento. El fomento de las exportaciones agro-minerales ha venido acompañado de la entrada a gran escala y largo plazo de capital extranjero, lo que a su vez determina la tasa de inversión, las fuentes de incorporación de maquinaria, tecnología y conocimiento, así como el control del procesamiento y la comercialización de materias primas. Los «socios» multinacionales de los gobiernos progresistas han condicionado su participación sobre la base de (a) la desregulación en la protección del medio ambiente, (b) el cese del control de precios y la introducción de «precios internacionales» para la venta en el mercado interior y (c) la libertad para gestionar las ganancias del comercio interior y transferirlas al extranjero.
También controlan las decisiones relacionadas con la explotación de las reservas mineras. La expansión de la producción se rite por criterios multinacionales propios y no por las necesidades del país «anfitrión». En consecuencia, a pesar de la «renegociación» de contratos que los gobiernos progresistas celebran como «avance gigantesco» hacia la «nacionalización», la pérdida acumulativa de los ingresos y el reequilibrio de la economía son sustanciales. Si se observa más allá del entorno agro-minero, el impacto negativo para el desarrollo posterior es importante. El muy limitado impacto que el modelo agro-minero ejerce sobre el conjunto de la economía ha desembocado en abril de 2012 en un conflicto concreto entre la empresa nominalmente española Repsol y el gobierno argentino de Cristina Fernández. La conducta de Repsol ilustra los escollos que presenta la colaboración con empresas extranjeras del sector extractivo. Repsol se negó a aumentar las inversiones aduciendo que la regulación local de los precios reducía sus márgenes de beneficio. En consecuencia, entre 2010 y 2011 la factura energética de Argentina se multiplicó por tres pasando de los 3.000 millones a los 9.000. Además, Repsol repatriaba sus beneficios, pagaba elevados dividendos a los accionistas del exterior y, por tanto, influía muy poco en la creación de industrias en el interior que supusieran aportaciones al proceso o refinerías para procesar el petróleo. La tentativa del fallecido presidente Kirchner de acrecentar las «propiedades nacionales» incorporando a un capitalista local (el grupo Peterson) no tuvo ningún impacto positivo, sino la mera consolidación del control de Repsol. Cuando Fernández se apropió de la mayoría de las acciones con el fin de establecer un control público e incrementar la producción local, la totalidad de los dirigentes de la Eurozona encabezada por el gobierno español y la prensa económica occidental lanzó una campaña furibunda, amenazó con litigar y auguró catástrofes económicas. El problema de «invitar» a multinacionales extranjeras a invertir es que resulta difícil retirarles la invitación. Una vez que entran en un país, al margen de lo defectuosa que sea su actuación, es difícil rectificar o corregir el perjuicio y pasar a un nuevo modelo de desarrollo centrado en lo público.
Todos los gobiernos progresistas, con la posible excepción de Venezuela, han firmado contratos de larga duración y a gran escala con multinacionales extranjeras importantes del sector extractivo. Aparte del incremento de las regalías, los acuerdos no difieren demasiado de los contratos firmados por los gobiernos neoliberales de derechas que les precedieron.
Evo Morales firmó un contrato de explotación a gran escala con Jindal, una multinacional india, para explotar la mina de hierro Mutun, importando prácticamente todas las aportaciones (maquinaria, transporte, etc.) y con un grado de «industrialización» muy limitada de la mena de hierro (en su mayoría, simples «pepitas» de hierro). La gran mayoría del gas y el petróleo de Bolivia la explotan «iniciativas conjuntas» del sector público y el multinacional y se envía al extranjero, lo que deja a más del 60 por ciento de los hogares rurales sin gas canalizado y significa que Bolivia tenga que importar casi todo su gasoil.
El Ecuador de Correa, otro presidente progresista destacado, firmó dos contratos importantes con grupos petroleros extranjeros en febrero de 2012, a pesar de la oposición de la mayoría de las organizaciones indígenas, entre ellas CONAI. En Ecuador, igual que en Bolivia, si bien las grandes empresas del sector petrolero y del gas plantean objeciones a una renegociación de contratos que supone incrementar del pago de regalías y una mayor presencia de autoridades públicas, conservan una posición privilegiada en decisiones fundamentales relacionadas con la gestión, la comercialización, la tecnología y la inversión. A pesar de que se afirme lo contrario, los dirigentes de los gobiernos progresistas y de las multinacionales no son muy diferentes de lo que se sabía que sucedía bajo gobiernos «neoliberales» anteriores. Además, tanto en Ecuador como en Bolivia, muchos de los «tecnócratas» y administradores que trabajaron con gobiernos neoliberales anteriores desempeñan un papel destacado en la dirección de las iniciativas mixtas.
Si bien los gobiernos progresistas han puesto en marcha programas contra la pobreza y han registrado algunos éxitos en la reducción de los niveles de pobreza, lo hacen como consecuencia del crecimiento de la economía, no a través de la redistribución de la riqueza. De hecho, los gobiernos progresistas no han implantado políticas redistributivas: la concentración de rentas y de tierras, con elevados niveles de desigualdad, continúa intacta. En realidad, la jerarquía de la estructura de clases no se ha alterado y, en la mayoría de los casos, se ha visto reforzada por la inclusión de nuevos candidatos a la clase media y alta. Entre ellos se encuentran muchos antiguos dirigentes y activistas de la clase media y trabajadora que han ingresado en el gobierno, así como «nuevos capitalistas» que se benefician de los contratos estatales del gobierno progresista.
El sistema financiero se ha mantenido intacto y ha prosperado bajo los gobiernos progresistas, sobre todo porque esos gobiernos endurecen las políticas fiscales, acumulan reservas extranjeras, controlan el gasto público y reducen la tasa de inflación. Los beneficios del sector financiero son especialmente elevados en Brasil, Uruguay, Perú, Bolivia y Ecuador. Brasil, concretamente, ha atraído grandes flujos de capital especulativo de Wall Street y la City londinense debido a sus elevados tipos de interés en relación con los de América del Norte y Europa.
Junto con la concentración de la propiedad en los sectores extractivo y financiero, los gobiernos progresistas no han introducido impuestos progresivos para reducir las diferencias de riqueza. La renta de las élites del sector agrario en Bolivia, Argentina, Uruguay, Brasil y Ecuador es varios cientos de veces más alta que la de la inmensa mayoría de los granjeros, campesinos y jornaleros dedicados a la agricultura de subsistencia. Muchos de estos últimos siguen sometidos a unas condiciones de vida y laborales atroces. En muchos casos, los gobiernos progresistas han hecho muy poco por fortalecer la normativa laboral y sanitaria en las gigantescas plantaciones agrarias mientras los trabajadores quedan expuestos a la fumigación de productos químicos tóxicos no regulados.
Si la configuración de la propiedad y la riqueza sigue relativamente inalterada desde el pasado neoliberal, los gobiernos progresistas han acentuado la tendencia a la especialización en la exportación. Con los gobiernos progresistas, las economías se han diversificado menos y dependen más de la exportación del sector agro-mineral y energético, y su crecimiento depende de la inversión extranjera a largo plazo y gran escala. Los ingresos del Estado y el crecimiento dependen más de la exportación de productos primarios.
Las políticas de libre mercado de los gobiernos progresistas exportadores de productos del sector agro-minero han estimulado el crecimiento de la actividad comercial a gran escala. El sector comercial está cada vez más influido por la entrada masiva de multinacionales de titularidad extranjera, como Wal-Mart, cuyos productos tienen origen en el exterior, lo que perjudica a los pequeños productores locales y a los minoristas.
La apreciación de la moneda ha afectado negativamente al sector manufacturero tradicional y a la industria del transporte, lo que ha supuesto una destrucción de empleo significativa, sobre todo, en el sector textil, del calzado y automovilístico de Brasil, Bolivia, Perú y Ecuador. Además, las medidas de apoyo para favorecer a los exportadores mayoristas del sector agro-mineral han venido acompañadas por una restricción del crédito a los pequeños empresarios locales, en especial a los abastecedores de mercados locales, que han recibido un duro golpe con la importación de bienes de consumo baratos (procedentes de Asia). Los agricultores que producen alimento para los mercados locales han visto reducido su impulso expansivo para ampliar la producción de cultivos de exportación como la soja.
En resumen, los gobiernos progresistas han mantenido un doble discurso de múltiples caras: una retórica antiimperialista, nacionalista y populista de consumo interno, al mismo tiempo que ponían en práctica una política de fomento y expansión del papel del capital extractivo extranjero en iniciativas conjuntas con el Estado y una creciente burguesía nacional nueva. Los gobiernos progresistas articulan una narración de socialismo y democracia participativa pero, en la práctica, desarrollan políticas que vinculan el desarrollo a la concentración y centralización del capital y el poder ejecutivo.
Los gobiernos progresistas predican una doctrina de justicia social y equidad y desarrollan una práctica de cooptación de dirigentes sociales y de clientelismo mediante los programas contra la pobreza para los sectores más depauperados de la sociedad.
Los gobiernos progresistas han combinado medidas de aumento de las rentas con cambios estructurales a gran escala que benefician al sector primario extractivo. La estabilidad del BP depende abiertamente del aumento de la demanda de materias primas, del elevado precio de los bienes y de la apertura de los mercados. Los gobiernos progresistas han logrado vincular a sectores sindicales y del movimiento campesino con el Estado y han socavado o debilitado a organizaciones de clase independientes y las han sustituido por estructuras corporativas tripartitas.
Los progresistas han conseguido «reformar» o sustituir las políticas caóticas, desreguladas, conflictivas y racistas de sus predecesores y han institucionalizado el «capitalismo normal». Han introducido reglas y procedimientos para favorecer la estabilidad institucional, la disciplina fiscal y el incremento de beneficios, pero desigual. En otras palabras: los «parámetros del neoliberalismo» se administran ahora de forma eficiente y se legitiman mediante un falso nacionalismo basado en una mayor autonomía política y diversificación mercantil. La toma de decisiones ejecutivas centralizadas basada en unos acuerdos que requieren que las multinacionales del sector extractivo inviertan y desarrollen las fuerzas productivas se legitima mediante un marco electoral y una coalición política entre muchas clases sociales.
Las políticas interior y exterior de los gobiernos progresistas extractivos reflejan dos experiencias contradictorias: sus orígenes radicales en las campañas para tomar el poder y la posterior adopción de una estrategia de exportación agro-mineral desarrollista, propugnada por tecnócratas neoliberales. La «síntesis» de estas dos experiencias aparentemente «contradictorias» encuentra expresión, por una parte, en la adopción de una posición política independiente y crítica hacia el militarismo y el intervencionismo imperialista y, por otra, en la colaboración económica con los agentes del imperialismo económico, a saber: la firma de contratos a gran escala y largo plazo con multinacionales del sector energético y agro-minero estadounidenses, europeas y canadienses. Dicho de otro modo: los gobiernos progresistas extractivos han «redefinido» o reducido el significado del imperialismo a sus estructuras y políticas estatales, y no a sus elementos económicos (las multinacionales) dedicados a la extracción de materias primas y la explotación de la mano de obra. Del mismo modo, redefinen el significado de «antiimperialismo» equiparándolo al de oposición a las intervenciones político-militares y a la «justa distribución» de los beneficios entre el gobierno y su «socio» multinacional. Esta redefinición permite a los gobiernos progresistas reclamar legitimidad popular sobre la base de la crítica regular a las políticas y prácticas del Estado imperial, mientras que la colaboración y los acuerdos con las multinacionales permiten a los gobiernos progresistas conservar los apoyos de los intereses empresariales del interior y el extranjero. Cuando un gobierno progresista, como en el caso de la Argentina gobernada por Cristina Fernández, decide «nacionalizar» o, dicho con más precisión, obtener la mayoría de las acciones de Repsol, la multinacional petrolera de titularidad nominal española, toda la prensa económica, la Unión Europea y Washington denuncian la medida y amenazan con represalias. En otras palabras: el pacto tácito entre el bando progresista y los gobiernos imperiales consiste en que las diferencias políticas son tolerables, pero las medidas económicas nacionalistas no son aceptables. La renegociación de los contratos para aumentar los ingresos del Estado puede producir la suspensión temporal de nuevas inversiones, pero no una confrontación política. Sin embargo, la apropiación pública de una empresa extranjera del sector extractivo hace pensar en una hostilidad previsible y en represalias de los Estados imperiales. La suscripción por parte del gobierno progresista de Argentina a una medida de nacionalismo económico estuvo limitada, no obstante, a una empresa y un sector. El gobierno de Fernández no tenía y no tiene planes para expropiar en el futuro otras empresas del sector extractivo, ni la medida formó parte de una estrategia nacionalista general para avanzar hacia una mayor cuota de propiedad de titularidad pública. Más bien, la negativa de Repsol a aumentar las inversiones y la producción acrecentaba la dependencia de Argentina de la importación de petróleo, lo que estaba deteriorando su balanza de pagos y sus reservas de moneda extranjera. La negativa de Repsol a obedecer la agenda desarrollista de Argentina se basaba en la política de Fernández de mantener el precio del petróleo de consumo para el mercado interior por debajo del precio internacional. El descenso de la producción de Repsol era una forma de presionar al gobierno para que eliminara el control sobre los precios. De todos modos, el aumento del precio del petróleo tendría un impacto negativo sobre los consumidores industriales y locales, elevando los costes y reduciendo la competitividad de los exportadores y productores argentinos. En realidad, la intransigencia de Repsol amenazaba con debilitar el equilibrio de fuerzas social y político entre mano de obra y capital y entre exportadores del sector extractivo y consumidores populares, que sustenta la coalición mayoritaria del gobierno. En resumen, la medida tenía forma nacionalista pero contenido capitalista desarrollista.
Aún así, la medida ha polarizado la economía mundial entre el Occidente imperial y la izquierda latinoamericana, en la que los sátrapas latinoamericanos de siempre (Calderón, de México, y Santos, de Colombia) han apoyado a Repsol.
Las divisiones entre los gobiernos progresistas y los movimientos sociales
Antes de acceder al poder mediante procesos electorales, los dirigentes progresistas mantuvieron lazos estrechos y apoyaron y participaron activamente con la «acción callejera» y la lucha de masas de los movimientos sociales. Esgrimieron las banderas del nacionalismo económico, la conservación del medio ambiente y el respeto a las reservas naturales de las comunidades indígenas, la igualdad social y la revisión de la deuda externa incluyendo el rechazo de las «deudas ilegales».
Los movimientos sociales desempeñaron un papel importante en la politización y la movilización de las clases trabajadora y campesina para elegir a los presidentes progresistas. Esa convergencia duró poco. Una vez en el poder, los gobiernos progresistas nombraron ministros económicos ortodoxos para que dirigieran la economía. Adoptaron la estrategia extractiva, abandonaron una economía nacionalista del sector público, concebida para diversificarse, y se pasaron a una «economía mixta» basada en empresas participadas con capital extranjero del sector extractivo. Primero, las comunidades indígenas de Perú, Ecuador y algunos sectores de Bolivia pasaron a la oposición aduciendo que no se tenían en cuenta sus intereses y que no se les consultaba. Luego, sectores de la clase trabajadora y el funcionariado se arrancaron a demandar salarios más altos y un incremento en el gasto público. Los pequeños campesinos y productores reclamaron estímulos económicos para las explotaciones familiares y las industrias locales, en lugar de subsidios para las multinacionales agro-minerales, ortodoxia fiscal y estrategias de explotación basadas en la reducción de los costes laborales y el abandono del mercado interior.
Los campesinos radicales sindicados y los dirigentes indígenas de los movimientos sociales pusieron en duda la estrategia extractiva agro-mineral en su conjunto, la distribución y la administración de ingresos y gastos del Estado. Reafirmaron su apoyo a un programa social defendiendo la reforma agraria, incluida la expropiación de grandes plantaciones y la redistribución de tierras a campesinos desposeídos. Los dirigentes laborales reclamaban una política industrial que procesara «materias primas» con el fin de crear puestos de trabajo en el sector manufacturero. Algunos sindicalistas reclamaron la nacionalización de bancos e industrias estratégicas. Sin embargo, a pesar de algunas protestas importantes, la gran masa de seguidores de los movimientos sociales y la mayoría de sus líderes abandonaron muy pronto el rechazo radical del modelo extractivo y empezaron a reclamar una parte mayor de los ingresos. Los gobiernos progresistas atrajeron a la gran masa de los dirigentes sociales a mesas de conciliación tripartitas para negociar y garantizar cambios progresivos. Los gobiernos progresistas resaltaron su oposición al «neoliberalismo». Lo redefinieron para calificarlo de capitalismo no regulado y basado en regalías bajas y financiación insuficiente de programas sociales. Los gobiernos progresistas consiguieron dividir a los movimientos sociales entre opositores radicales «utópicos» y reformistas progresistas. En época de luchas sociales, los gobiernos progresistas aludían a una «alianza de izquierda y derecha» y acusaban a quienes les criticaban de actuar en nombre del imperialismo, ignorando que ellos mismos colaboraban con multinacionales con fundamento imperial. Los llamamientos presidenciales, un discurso populista nacionalista y el incremento de los ingresos con los que se financiaba el creciente gasto social debilitó a la oposición de izquierda. Los aumentos moderados pero sostenidos de los programas contra la pobreza y el salario mínimo neutralizaron los llamamientos de los dirigentes radicales de los movimientos sociales. A pesar de la ruptura de los gobiernos progresistas con sus «raíces igualitarias radicales», fueron sobradamente capaces de obtener apoyo electoral masivo basándose en el crecimiento dinámico general de la economía y el crecimiento sostenido de la renta. Ambos fueron apuntalados durante largos periodos por un precio elevado de las mercancías.
Los presidentes extractivistas populares ganaron elecciones una y otra vez por mayorías sustanciales y fueron capaces de movilizar a sectores de los movimientos sociales moderados para que contrarrestaran los movimientos sociales contrarios al extractivismo. El elevado precio de las mercancías y las múltiples oportunidades para la explotación de recursos atrajo a inversores extranjeros, a pesar del cada vez más elevado precio de las regalías. Los inversores extranjeros se sintieron atraídos por la estabilidad social que garantizaban los gobiernos progresistas, a diferencia de la inestabilidad de los gobiernos neoliberales anteriores. Los gobiernos progresistas han prosperado a base de lazos económicos con las multinacionales y de una alianza electoral con las clases bajas.
Estudio de casos del capitalismo extractivo y el bando progresista
Aunque los siete gobiernos del «bando progresista» comparten una estrategia común de desarrollo basada en la exportación de bienes primarios, hay diferencias significativas en el grado de diversificación de sus economías, en la naturaleza y características de los bienes que exportan, en la intensidad de la polarización y cohesión sociales y en la envergadura y el alcance de la oposición. En consonancia con estas diferencias, también hay diferencias sustanciales en el grado de sostenibilidad del «modelo progresista y extractivo», o en la medida en que pueden verse sometidos a contestación o regresión.
En el bando progresista se pueden realizar distinciones siguiendo muchos criterios: entre los gobiernos basados en dirigentes carismáticos y que tienen una dependencia extrema de la exportación de bienes primarios (Bolivia, Perú, Ecuador y Venezuela) y quienes cuentan con sectores industriales y una dirección política más «institucionalizada» (Brasil, Argentina y Uruguay). También hay diferencias significativas en el grado de conflictos de clase y étnicos: Perú, Bolivia y Ecuador atraviesan por una etapa de resistencia generalizada importante por parte de las comunidades indígenas relevantes, mientras que en Brasil, Argentina y Uruguay, donde la población indígena es escasa, solo hay oposición aislada. En términos de lucha de clases, Bolivia ha vivido una generalización de las protestas por asuntos relacionados con la sanidad, la educación, la minería y los obreros fabriles. Venezuela ha tenido que hacer frente a cierres patronales y boicots organizados por la élite económica («lucha de clases desde arriba»). Ecuador encontró protestas generalizadas por parte de la policía. Casi todos los demás países (Brasil, Argentina y Uruguay) padecieron huelgas limitadas, en buena medida, por cuestiones salariales. Con la excepción de Bolivia, las principales confederaciones sindicales trabajan estrechamente y colaboran con los gobiernos progresistas; en cambio, los movimientos campesinos y de trabajadores rurales de Brasil, Ecuador y Perú han conservado mayor grado de independencia y militancia, sobre todo porque han sido los más perjudicados por las estrategias de exportación agro-mineral. En Venezuela y Brasil, los ejércitos privados de los terratenientes han desempeñado un papel fundamental en la lucha relativamente impune contra los beneficiarios de la reforma agraria.
La degradación medioambiental y más persistente se ha producido en Brasil, donde durante la década de gobierno del Partido de los Trabajadores se han «desbrozado» millones de hectáreas de bosque tropical. La explotación agrícola mediante productos químicos es contundente en la mayor parte de los países, en especial en Brasil, Argentina y Uruguay, donde la soja se ha convertido en el cultivo de producción preponderante. Todos los principales exportadores agro-industriales (Brasil, Argentina y Uruguay) recurren a productos químicos tóxicos y semillas transgénicas que desencadenan infinidad de casos de perjuicios nocivos para los indígenas y sus hábitats naturales. La cuestión de la toxicidad y la degradación del medio ambiente derivada de las gigantescas empresas mineras y madereras está bien documentada en Perú, Ecuador y Uruguay. En general, cuanto más numerosa es la población urbana y cuanto más dispersas están las comunidades rurales afectadas negativamente, menor es la protesta ecológica y la probabilidad de que las ONG ecologistas desempeñen un papel importante en la protesta.
Como las industrias del sector extractivo están en las afueras de los principales núcleos urbanos; como la mayoría de las confederaciones sindicales colaboran con los gobiernos progresistas y consiguen incrementos salariales progresivos; y como la economía en general ha estado creciendo y el desempleo ha disminuido, los desequilibrios macroeconómicos, la dependencia de los bienes y las vulnerabilidades estructurales conexas no se han traducido en confrontaciones importantes entre capital y mano de obra. Los conflictos más discutidos que se han producido se han dado entre las élites neoliberales ortodoxas respaldadas por Estados Unidos y las potencias europeas y los gobiernos progresistas. Nos vienen a la memoria varios ejemplos.
El 12 de abril de 2001 y entre los meses de diciembre de 2002 y febrero de 2003, la clase capitalista venezolana apoyada por Estados Unidos y España organizó un golpe de estado fallido que fue contenido y un cierre patronal en el sector petrolero que fue derrotado. En el año 2011, un levantamiento encabezado por la policía de Ecuador y un golpe de estado abortado en Bolivia fueron desbaratados con éxito antes de que adquirieran empuje. En el año 2008, una protesta agraria empresarial a gran escala en Argentina paralizó el sector de exportaciones agrarias que se movilizaba contra una tasa impuesta a la exportación y acabó con concesiones del gobierno.
En buena medida, estas «luchas de clases desde arriba» operaron a favor de los gobiernos progresistas porque les permitió plantear la cuestión de forma unificada como si se tratara de una lucha entre un gobierno democrático popular y una oligarquía autoritaria y retrógrada. En consecuencia, los gobiernos progresistas consiguieron neutralizar, al menos temporaleente, las críticas internas procedentes de la izquierda. La derrota de «la derecha» pulió las credenciales del bando progresista y elevó su popularidad.
Aunque el apoyo popular era importante para el sostenimiento de los gobiernos progresistas frente a las campañas de desestabilización más derechistas respaldadas por Estados Unidos y la Unión Europea, tuvo igual o mayor importancia el respaldo del ejército, de algunos sectores de la élite empresarial y de los capitalistas del sector extractivo. Los progresistas, adoptando «políticas moderadas» (entre las que se encontraban los subsidios empresariales y una generosa subida de sueldos al ejército) consiguieron dividir a la élite, conservar el apoyo del ejército y aislar a la oposición de derechas. La derecha ha seguido siendo marginal desde el punto de vista electoral y ha supuesto un límite muy estrecho para la capacidad de injerencia e influencia de Estados Unidos y la Unión Europea sobre el programa progresista.
El grado de «progresismo» en el seno del bando capitalista extractivo progresista varía de manera muy importante.
El gobierno de Chavez ha presentado un programa antiimperialista y socialista que supone el rechazo de los golpes de estado, las guerras y el bloqueo de Estados independientes por parte de Estados Unidos: ha apoyado la re-renacionalización del petróleo, el aluminio y otras materias primas, la minería y las fuentes de energía. Su reforma agraria generalizada, que ha beneficiado a 300.000 familias, tiene por objetivo la autosuficiencia alimentaria. La salud pública y la educación superior universal y gratuita, el subsidio de los precios de alimentos básicos a través de supermercados de propiedad pública y la vivienda pública de bajo coste y a gran escala para los pobres, junto con las campañas de alfabetización y la formación de miles de consejos de barrio para arbitrar y resolver asuntos locales han profundizado y ampliado el proceso de socialización.
A menor escala, Bolivia, Ecuador y Argentina han desarrollado políticas exteriores independientes. Sus nacionalizaciones parciales y selectivas están pensadas para incrementar los ingresos, más que producirse en el marco de una estrategia de transformación a gran escala y largo plazo. No han seguido los pasos de Chavez sobre la reforma agraria y un mayor refuerzo del gasto social en salud, vivienda y educación superior. Presentan como «reforma de las tierras» la gestión de tierras lejanas, públicas y de dudosa calidad. Han sido defensores de los cambios progresivos en lo relacionado con los salarios y prestaciones sociales para hacerlos acordes con el aumento de los ingresos derivados de la exportación de bienes y en sintonía con la tasa de inflación; Bolivia y Ecuador han desalojado a ocupantes de tierras y defendido a los principales titulares de terrenos del sector agrario. Los gobiernos menos «reformistas» y con las credenciales «progresistas» más dudosas son los de Brasil, Uruguay y Perú (bajo el gobierno de Humala), que han adoptado un programa de libre mercado; fomentan activamente la gran afluencia de inversiones extranjeras no reguladas, rebajan la categoría de millones de hectáreas de bosques tropicales (en especial, Brasil), promueven el sector agrario empresarial y se oponen a la reforma agraria en todas sus modalidades y han recurrido a la dispersión de campesinos y personas sin tierra a las ciudades grandes y pequeñas, donde ejercen de reserva de mano de obra para el capital o se suman al sector informal mal remunerado. Estos gobiernos progresistas «moderados» han firmado acuerdos militares con Estados Unidos y adoptan un perfil bajo de oposición a las medidas imperiales estadounidenses en Oriente Próximo. Su «progresismo» se ve en el apoyo que prestan a la integración regional, en su oposición a la hegemonía estadounidense en el continente (oponiéndose al golpe de estado de Estados Unidos en Honduras, al bloqueo de Cuba y a las injerencias en Venezuela) y en la diversificación de los mercados exteriores. Brasil encabeza la marcha en la asistencia a los especuladores de Wall Street y en el gasto público contra la pobreza con unas cestas de alimentos básicas. La reducción de la pobreza queda igualada por el espectacular aumento del número de millonarios vinculados a los sectores financiero y de la exportación de productos agro-minerales. Los progresistas «moderados» tienen el historial más imponente (y bien documentado) de degradación medioambiental en curso. En Perú, Humala ha dado luz verde a una explotación minera que amenaza al medio de vida de millares de campesinos y empresarios locales de Cajamarca; los presidentes Lula da Silva y Dilma Rouseff, del Partido de los Trabajadores, han fomentado en una década la destrucción de millones de hectáreas de bosque tropical amazónico y el desplazamiento de montones de comunidades indígenas. En Uruguay, los presidentes Tabaré Vazquez y Mújica, del Frente Amplio, favorecieron que la fábrica de celulosa Botina, muy tóxica, contaminara el río Paraná a pesar de las protestas masivas.
En resumen, es difícil generalizar acerca de la actuación del bando progresista, dadas las divergencias de política social y económica. Pero se puede esbozar una especie de «tarjeta resumen».
Todos los gobiernos han reducido los niveles de pobreza e incrementado la dependencia con respecto a las exportaciones e inversiones del sector agro-mineral. Todas han firmado y/o renegociado contratos con multinacionales del sector extractivo; muy pocos han diversificado su economía. Los que cuentan con un tejido industrial relevante (Argentina, Brasil y Perú) han sufrido un declive importante en su sector manufacturero debido a la apreciación de las monedas y la pérdida de competitividad derivada de la subida de los precios de los bienes de exportación. Los acuerdos de aumento progresivo de salarios han desembocado en un menor nivel de conflicto social en las ciudades (con la excepción de Bolivia), pero el desplazamiento de campesinos y la degradación han intensificado conflictos en el interior entre las comunidades rurales y las multinacionales, lo que ha dado lugar a represión del Estado (Perú).
El impacto social de los gobiernos progresistas tiene un abanico de variaciones muy amplio, donde Venezuela registra los cambios estructurales de mayor alcance y el resto carece de visión o proyección a largo plazo para redistribuir la riqueza, las rentas o la tierra. Su apoyo común a la integración regional va aparejado de divergencias importantes en el acomodo a la política militar estadounidense. Venezuela, Ecuador y Bolivia, miembros del ALBA, rechazan los tratados militares, mientras que Brasil, Uruguay y Perú han firmado acuerdos militares con el Pentágono.
El rendimiento económico general es desigual. La economía de Brasil, en especial su sector manufacturero, se está estancando en un crecimiento cero o negativo en los años 2011 y 2012; Venezuela se está recuperando pero con una tasa de inflación del 20 por ciento, mientras que el resto del BP está experimentando un crecimiento sostenido pero una creciente dependencia de la exportación de bienes al mercado asiático (China).
Las alternativas a las economías extractivas vigentes varían enormemente. En Venezuela, el gobierno ha convertido la diversificación en una alta prioridad; los gobiernos brasileño y argentino están adoptando medidas proteccionistas para fomentar la industria con un éxito limitado, sobre todo porque sus políticas vienen contrarrestadas por la expansión real de la extensión de tierras dedicada a la producción de soja y bienes de exportación. Uruguay, Perú, Ecuador y Bolivia hablan de diversificación, pero han evitado tomar medidas para pasarse a la producción de alimentos y la agricultura familiar y todavía tienen que adoptar medidas concretas para estimular la industria local mediante una política de industrialización con financiación pública.
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez.
Introducción
Los principales países exportadores en el sector agro-minero, entre los que se encuentran los más implicados con las principales multinacionales energéticas y de la minería del mundo, son también los que se caracterizan por ejercer las políticas más independientes y progresistas. En apariencia, la primacía de las economías basadas en el «capitalismo extractivo» y la exportación de bienes, ya no guardan correlación con gobiernos «neocoloniales».
Se puede argumentar que las concesiones a las multinacionales del sector extractivo y las clases «dirigentes» locales garantizan estabilidad e ingresos constantes y financian los crecientes gastos sociales que permiten la reelección de gobiernos de centro-izquierda. Dicho de otro modo: el fundamento no declarado de los éxitos electorales del centro-izquierda es una alianza de facto entre «la cúpula» y «la base» de la estructura de clases, a pesar de la creciente divergencia política entre los gobiernos y algunos sectores de los movimientos sociales.
El bando progresista
Existe consenso generalizado acerca de que hay siete gobiernos de siete países de América Latina que constituyen lo que se podría denominar el «bando progresista»: Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay, Perú y Venezuela.
Algunos rasgos definitorios que se suelen atribuir a los gobiernos de estos países son: 1) la trayectoria política anterior: la mayoría están encabezados por dirigentes y activistas de movimientos sociales, sindicatos o grupos guerrilleros, 2) las declaraciones relativamente independientes que hacen en el ámbito de la política exterior, en especial en lo referente a la intervención y las medidas sancionadoras estadounidenses, 3) la retórica ideológica que rechaza el liderazgo estadounidense en organismos regionales y favorece a organizaciones centradas en América Latina, 4) los programas electorales populistas acerca de la igualdad social, el ecologismo y los derechos humanos, 5) el rechazo vehemente del «neoliberalismo» y de las personalidades, partidos y privatizaciones neoliberales tradicionales, 6) la perspectiva estratégica que concibe un proceso prolongado de transformación social que subraya un calendario compuesto de modernización, prioridades desarrollistas y altos niveles de inversión orientada a los mercados globales y, 7) la permanencia política en el tiempo basada en reformas constitucionales que les permiten ser reelegidos amparándose en la necesidad de completar esa concepción transformadora.
El bando progresista tiene de sí mismo una imagen, que se proyecta hacia su electorado, según la cual representa una ruptura o quiebra «histórica» con el pasado; en primer lugar, en lo relacionado con la oligarquía neoliberal tradicional y, en segunda instancia, con la izquierda «estatalista». En los casos de Bolivia, Ecuador y Venezuela, suelen recurrir a una retórica alusiva al «socialismo del siglo XXI». La potencia del llamamiento a la originalidad radical tiene un alcance temporal limitado que depende del grado con el que los gobiernos desarrollan políticas discrepantes con el gobierno neoliberal predecesor.
La «división entre izquierda y derecha» tal como la representa el Bando Progresista (BP)
Las percepciones de la divergencia objetiva y subjetiva entre el bando progresista y la derecha varían en función de si emanan de fuentes oficiales o de una investigación empírica crítica. Según los ideólogos del BP, hay al menos cinco ámbitos políticos importantes que reflejan la ruptura radical con la derecha neoliberal tradicional:
(1) Nacionalismo: a) mediante la renegociación de contratos con las multinacionales del sector extractivo, el BP garantiza una elevada tasa de recaudación de impuestos e incrementa los ingresos para las arcas públicas; b) mediante el aumento de la inversión estatal, convierte empresas de titularidad íntegramente privada en iniciativas conjuntas del sector público y privado; c) mediante el incremento del pago de regalías suaviza la «explotación extranjera»; y d) mediante una mayor presencia de «tecnócratas locales» acrecienta el control nacional de decisiones estratégicas.
(2) Política exterior: El bando progresista ha desarrollado una política exterior independiente, cuando no explícitamente antiimperialista. Para evitar deliberadamente la presencia de países imperiales norteamericanos y europeos, el bando progresista ha consolidado varias organizaciones regionales latinoamericanas y caribeñas, como ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) y UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas). El BP ha rechazado las sanciones contra Cuba, Irán, Siria y Gaza y se ha opuesto a la guerra estadounidense contra Libia respaldada por la OTAN. Criticaron la posición estadounidense en la reunión de la Cumbre de las Américas celebrada en abril de 2012 en, al menos, tres cuestiones importantes: la inclusión de Cuba, la oposición al control británico de las Malvinas y la despenalización de las drogas. El BP ha manifestado su oposición a la hegemonía estadounidense, a las «reformas estructurales» del FMI y al control euro-estadounidense de las principales instituciones de crédito. Con la excepción de Venezuela, el BP ha diversificado sus mercados de exportación. Brasil, por ejemplo, exporta a Estados Unidos solo el 12,5 por ciento de sus bienes y servicios; Argentina, el 6,9 por ciento; y Bolivia, el 8,2 por ciento..
(3) Política social: El BP ha incrementado el gasto social, en especial en lo relacionado con la reducción de la pobreza en zonas rurales; ha elevado el salario mínimo; ha aprobado incrementos salariales. En unos cuantos países ofrecen créditos y financiación asequible para pequeñas y medianas empresas, han concedido títulos de propiedad legal a ocupantes de tierras y han distribuido parcelas de terreno público sin cultivar al modo de pequeña «reforma agraria».
(4) Regulación: Con un grado de coherencia dispar, el BP ha impuesto controles al sector financiero y ha regulado el flujo de capital especulativo y la volatilidad de los mercados financieros. En lo que se refiere a las normativas que rigen el sector extractivo, se han suavizado para favorecer la afluencia a gran escala de capital y para que las empresas agrarias puedan utilizar de forma generalizada productos químicos tóxicos y semillas transgénica. Han autorizado la expansión de la minería, la agricultura y la industria maderera en reservas indígenas y naturales. Han financiado proyectos de infraestructura a gran escala que vinculan a empresas del sector extractivo con mercados exportadores, invadiendo hábitats naturales protegidos anteriormente protegidos. La normativa se ha justificado aduciendo que pretende facilitar el desarrollismo extractivo «productivo» y limitar la «financiarización» de la economía.
(5) Política laboral: Se ha basado en un «modelo corporativista» de negociación y conciliación empresa-Estado-sindicato (tripartito) para limitar las huelgas y los paros patronales y para mantener el crecimiento, las exportaciones y los flujos de ingresos. La política laboral ha quedado condicionada a la de limitar los déficits presupuestarios a la tasa de inflación mediante la fijación de los incrementos salariales. En sintonía con las medidas fiscales ortodoxas, las pensiones de los trabajadores del sector público se han congelado o reducido, en especial entre los funcionarios de rango medio y alto. Las garantías laborales tradicionales se han mantenido intactas y la indemnización por despido no se ha aumentado. Las huelgas de trabajadores del sector público, sobre todo de profesores, personal sanitario y trabajadores sociales, han sido frecuentes y han desembocado en conquistas menores a través de la mediación gubernamental. La política gubernamental se ha orientado a la protección de las prerrogativas de la dirección, al tiempo que se respetaba la situación legal y los derechos de negociación colectiva de los sindicatos. En las empresas nacionalizadas gobiernan directivos nombrados por el Estado y no hay movimientos hacia la autogestión obrera o la «co-gestión», salvo en casos muy concretos de Venezuela. La estructura de las relaciones laborales sigue el modelo jerárquico de la empresa privada. La mano de obra, en el mejor de los casos, desempeña un papel consultivo en lo referente a la salud y la seguridad, pero no ejerce influencia determinante, ni invierte en el interior de este marco empresarial. Ha sido necesaria la presión sindical a través de la huelga y las protestas, a menudo aliada con grupos comunitarios, para corregir las violaciones más atroces de la normativa sanitaria o de seguridad por parte de las empresas. Aunque los gobiernos progresistas evitan públicamente las medidas neoliberales de «flexibilidad laboral», han hecho muy poco para ampliar y profundizar en las prerrogativas laborales sobre la mano de obra y el proceso de producción.
La principal diferencia de política laboral entre los gobiernos progresistas y la derecha tradicional es la «puerta abierta» a los dirigentes sindicales, su disposición a mediar y garantizar el incremento de los salarios, en especial el salario mínimo y, por lo general, la disminución de la represión brutal y violenta.
Continuidades y semejanzas entre los gobiernos neoliberales del pasado y los progresistas actuales
Los autores, profesores universitarios y periodistas de derecha y centro-izquierda subrayan la diferencia entre los gobiernos progresistas y los gobiernos neoliberales del pasado, sin reparar en que hay semejanzas estructurales políticas y económicas a gran escala. Un análisis más matizado y equilibrado requiere tener en cuenta las continuidades porque desempeñan un papel fundamental en el análisis de las limitaciones y los conflictos emergentes y la crisis que espera a los gobiernos progresistas. Además, estas limitaciones, fundadas en las continuidades, resaltan la importancia de los modelos de desarrollo alternativos propuestos por los movimientos sociales populares.
El modelo de exportación agro-mineral ha hecho gala de deficiencias estratégicas profundas en su propia estructura y rendimiento. El fomento de las exportaciones agro-minerales ha venido acompañado de la entrada a gran escala y largo plazo de capital extranjero, lo que a su vez determina la tasa de inversión, las fuentes de incorporación de maquinaria, tecnología y conocimiento, así como el control del procesamiento y la comercialización de materias primas. Los «socios» multinacionales de los gobiernos progresistas han condicionado su participación sobre la base de (a) la desregulación en la protección del medio ambiente, (b) el cese del control de precios y la introducción de «precios internacionales» para la venta en el mercado interior y (c) la libertad para gestionar las ganancias del comercio interior y transferirlas al extranjero.
También controlan las decisiones relacionadas con la explotación de las reservas mineras. La expansión de la producción se rite por criterios multinacionales propios y no por las necesidades del país «anfitrión». En consecuencia, a pesar de la «renegociación» de contratos que los gobiernos progresistas celebran como «avance gigantesco» hacia la «nacionalización», la pérdida acumulativa de los ingresos y el reequilibrio de la economía son sustanciales. Si se observa más allá del entorno agro-minero, el impacto negativo para el desarrollo posterior es importante. El muy limitado impacto que el modelo agro-minero ejerce sobre el conjunto de la economía ha desembocado en abril de 2012 en un conflicto concreto entre la empresa nominalmente española Repsol y el gobierno argentino de Cristina Fernández. La conducta de Repsol ilustra los escollos que presenta la colaboración con empresas extranjeras del sector extractivo. Repsol se negó a aumentar las inversiones aduciendo que la regulación local de los precios reducía sus márgenes de beneficio. En consecuencia, entre 2010 y 2011 la factura energética de Argentina se multiplicó por tres pasando de los 3.000 millones a los 9.000. Además, Repsol repatriaba sus beneficios, pagaba elevados dividendos a los accionistas del exterior y, por tanto, influía muy poco en la creación de industrias en el interior que supusieran aportaciones al proceso o refinerías para procesar el petróleo. La tentativa del fallecido presidente Kirchner de acrecentar las «propiedades nacionales» incorporando a un capitalista local (el grupo Peterson) no tuvo ningún impacto positivo, sino la mera consolidación del control de Repsol. Cuando Fernández se apropió de la mayoría de las acciones con el fin de establecer un control público e incrementar la producción local, la totalidad de los dirigentes de la Eurozona encabezada por el gobierno español y la prensa económica occidental lanzó una campaña furibunda, amenazó con litigar y auguró catástrofes económicas. El problema de «invitar» a multinacionales extranjeras a invertir es que resulta difícil retirarles la invitación. Una vez que entran en un país, al margen de lo defectuosa que sea su actuación, es difícil rectificar o corregir el perjuicio y pasar a un nuevo modelo de desarrollo centrado en lo público.
Todos los gobiernos progresistas, con la posible excepción de Venezuela, han firmado contratos de larga duración y a gran escala con multinacionales extranjeras importantes del sector extractivo. Aparte del incremento de las regalías, los acuerdos no difieren demasiado de los contratos firmados por los gobiernos neoliberales de derechas que les precedieron.
Evo Morales firmó un contrato de explotación a gran escala con Jindal, una multinacional india, para explotar la mina de hierro Mutun, importando prácticamente todas las aportaciones (maquinaria, transporte, etc.) y con un grado de «industrialización» muy limitada de la mena de hierro (en su mayoría, simples «pepitas» de hierro). La gran mayoría del gas y el petróleo de Bolivia la explotan «iniciativas conjuntas» del sector público y el multinacional y se envía al extranjero, lo que deja a más del 60 por ciento de los hogares rurales sin gas canalizado y significa que Bolivia tenga que importar casi todo su gasoil.
El Ecuador de Correa, otro presidente progresista destacado, firmó dos contratos importantes con grupos petroleros extranjeros en febrero de 2012, a pesar de la oposición de la mayoría de las organizaciones indígenas, entre ellas CONAI. En Ecuador, igual que en Bolivia, si bien las grandes empresas del sector petrolero y del gas plantean objeciones a una renegociación de contratos que supone incrementar del pago de regalías y una mayor presencia de autoridades públicas, conservan una posición privilegiada en decisiones fundamentales relacionadas con la gestión, la comercialización, la tecnología y la inversión. A pesar de que se afirme lo contrario, los dirigentes de los gobiernos progresistas y de las multinacionales no son muy diferentes de lo que se sabía que sucedía bajo gobiernos «neoliberales» anteriores. Además, tanto en Ecuador como en Bolivia, muchos de los «tecnócratas» y administradores que trabajaron con gobiernos neoliberales anteriores desempeñan un papel destacado en la dirección de las iniciativas mixtas.
Si bien los gobiernos progresistas han puesto en marcha programas contra la pobreza y han registrado algunos éxitos en la reducción de los niveles de pobreza, lo hacen como consecuencia del crecimiento de la economía, no a través de la redistribución de la riqueza. De hecho, los gobiernos progresistas no han implantado políticas redistributivas: la concentración de rentas y de tierras, con elevados niveles de desigualdad, continúa intacta. En realidad, la jerarquía de la estructura de clases no se ha alterado y, en la mayoría de los casos, se ha visto reforzada por la inclusión de nuevos candidatos a la clase media y alta. Entre ellos se encuentran muchos antiguos dirigentes y activistas de la clase media y trabajadora que han ingresado en el gobierno, así como «nuevos capitalistas» que se benefician de los contratos estatales del gobierno progresista.
El sistema financiero se ha mantenido intacto y ha prosperado bajo los gobiernos progresistas, sobre todo porque esos gobiernos endurecen las políticas fiscales, acumulan reservas extranjeras, controlan el gasto público y reducen la tasa de inflación. Los beneficios del sector financiero son especialmente elevados en Brasil, Uruguay, Perú, Bolivia y Ecuador. Brasil, concretamente, ha atraído grandes flujos de capital especulativo de Wall Street y la City londinense debido a sus elevados tipos de interés en relación con los de América del Norte y Europa.
Junto con la concentración de la propiedad en los sectores extractivo y financiero, los gobiernos progresistas no han introducido impuestos progresivos para reducir las diferencias de riqueza. La renta de las élites del sector agrario en Bolivia, Argentina, Uruguay, Brasil y Ecuador es varios cientos de veces más alta que la de la inmensa mayoría de los granjeros, campesinos y jornaleros dedicados a la agricultura de subsistencia. Muchos de estos últimos siguen sometidos a unas condiciones de vida y laborales atroces. En muchos casos, los gobiernos progresistas han hecho muy poco por fortalecer la normativa laboral y sanitaria en las gigantescas plantaciones agrarias mientras los trabajadores quedan expuestos a la fumigación de productos químicos tóxicos no regulados.
Si la configuración de la propiedad y la riqueza sigue relativamente inalterada desde el pasado neoliberal, los gobiernos progresistas han acentuado la tendencia a la especialización en la exportación. Con los gobiernos progresistas, las economías se han diversificado menos y dependen más de la exportación del sector agro-mineral y energético, y su crecimiento depende de la inversión extranjera a largo plazo y gran escala. Los ingresos del Estado y el crecimiento dependen más de la exportación de productos primarios.
Las políticas de libre mercado de los gobiernos progresistas exportadores de productos del sector agro-minero han estimulado el crecimiento de la actividad comercial a gran escala. El sector comercial está cada vez más influido por la entrada masiva de multinacionales de titularidad extranjera, como Wal-Mart, cuyos productos tienen origen en el exterior, lo que perjudica a los pequeños productores locales y a los minoristas.
La apreciación de la moneda ha afectado negativamente al sector manufacturero tradicional y a la industria del transporte, lo que ha supuesto una destrucción de empleo significativa, sobre todo, en el sector textil, del calzado y automovilístico de Brasil, Bolivia, Perú y Ecuador. Además, las medidas de apoyo para favorecer a los exportadores mayoristas del sector agro-mineral han venido acompañadas por una restricción del crédito a los pequeños empresarios locales, en especial a los abastecedores de mercados locales, que han recibido un duro golpe con la importación de bienes de consumo baratos (procedentes de Asia). Los agricultores que producen alimento para los mercados locales han visto reducido su impulso expansivo para ampliar la producción de cultivos de exportación como la soja.
En resumen, los gobiernos progresistas han mantenido un doble discurso de múltiples caras: una retórica antiimperialista, nacionalista y populista de consumo interno, al mismo tiempo que ponían en práctica una política de fomento y expansión del papel del capital extractivo extranjero en iniciativas conjuntas con el Estado y una creciente burguesía nacional nueva. Los gobiernos progresistas articulan una narración de socialismo y democracia participativa pero, en la práctica, desarrollan políticas que vinculan el desarrollo a la concentración y centralización del capital y el poder ejecutivo.
Los gobiernos progresistas predican una doctrina de justicia social y equidad y desarrollan una práctica de cooptación de dirigentes sociales y de clientelismo mediante los programas contra la pobreza para los sectores más depauperados de la sociedad.
Los gobiernos progresistas han combinado medidas de aumento de las rentas con cambios estructurales a gran escala que benefician al sector primario extractivo. La estabilidad del BP depende abiertamente del aumento de la demanda de materias primas, del elevado precio de los bienes y de la apertura de los mercados. Los gobiernos progresistas han logrado vincular a sectores sindicales y del movimiento campesino con el Estado y han socavado o debilitado a organizaciones de clase independientes y las han sustituido por estructuras corporativas tripartitas.
Los progresistas han conseguido «reformar» o sustituir las políticas caóticas, desreguladas, conflictivas y racistas de sus predecesores y han institucionalizado el «capitalismo normal». Han introducido reglas y procedimientos para favorecer la estabilidad institucional, la disciplina fiscal y el incremento de beneficios, pero desigual. En otras palabras: los «parámetros del neoliberalismo» se administran ahora de forma eficiente y se legitiman mediante un falso nacionalismo basado en una mayor autonomía política y diversificación mercantil. La toma de decisiones ejecutivas centralizadas basada en unos acuerdos que requieren que las multinacionales del sector extractivo inviertan y desarrollen las fuerzas productivas se legitima mediante un marco electoral y una coalición política entre muchas clases sociales.
Las políticas interior y exterior de los gobiernos progresistas extractivos reflejan dos experiencias contradictorias: sus orígenes radicales en las campañas para tomar el poder y la posterior adopción de una estrategia de exportación agro-mineral desarrollista, propugnada por tecnócratas neoliberales. La «síntesis» de estas dos experiencias aparentemente «contradictorias» encuentra expresión, por una parte, en la adopción de una posición política independiente y crítica hacia el militarismo y el intervencionismo imperialista y, por otra, en la colaboración económica con los agentes del imperialismo económico, a saber: la firma de contratos a gran escala y largo plazo con multinacionales del sector energético y agro-minero estadounidenses, europeas y canadienses. Dicho de otro modo: los gobiernos progresistas extractivos han «redefinido» o reducido el significado del imperialismo a sus estructuras y políticas estatales, y no a sus elementos económicos (las multinacionales) dedicados a la extracción de materias primas y la explotación de la mano de obra. Del mismo modo, redefinen el significado de «antiimperialismo» equiparándolo al de oposición a las intervenciones político-militares y a la «justa distribución» de los beneficios entre el gobierno y su «socio» multinacional. Esta redefinición permite a los gobiernos progresistas reclamar legitimidad popular sobre la base de la crítica regular a las políticas y prácticas del Estado imperial, mientras que la colaboración y los acuerdos con las multinacionales permiten a los gobiernos progresistas conservar los apoyos de los intereses empresariales del interior y el extranjero. Cuando un gobierno progresista, como en el caso de la Argentina gobernada por Cristina Fernández, decide «nacionalizar» o, dicho con más precisión, obtener la mayoría de las acciones de Repsol, la multinacional petrolera de titularidad nominal española, toda la prensa económica, la Unión Europea y Washington denuncian la medida y amenazan con represalias. En otras palabras: el pacto tácito entre el bando progresista y los gobiernos imperiales consiste en que las diferencias políticas son tolerables, pero las medidas económicas nacionalistas no son aceptables. La renegociación de los contratos para aumentar los ingresos del Estado puede producir la suspensión temporal de nuevas inversiones, pero no una confrontación política. Sin embargo, la apropiación pública de una empresa extranjera del sector extractivo hace pensar en una hostilidad previsible y en represalias de los Estados imperiales. La suscripción por parte del gobierno progresista de Argentina a una medida de nacionalismo económico estuvo limitada, no obstante, a una empresa y un sector. El gobierno de Fernández no tenía y no tiene planes para expropiar en el futuro otras empresas del sector extractivo, ni la medida formó parte de una estrategia nacionalista general para avanzar hacia una mayor cuota de propiedad de titularidad pública. Más bien, la negativa de Repsol a aumentar las inversiones y la producción acrecentaba la dependencia de Argentina de la importación de petróleo, lo que estaba deteriorando su balanza de pagos y sus reservas de moneda extranjera. La negativa de Repsol a obedecer la agenda desarrollista de Argentina se basaba en la política de Fernández de mantener el precio del petróleo de consumo para el mercado interior por debajo del precio internacional. El descenso de la producción de Repsol era una forma de presionar al gobierno para que eliminara el control sobre los precios. De todos modos, el aumento del precio del petróleo tendría un impacto negativo sobre los consumidores industriales y locales, elevando los costes y reduciendo la competitividad de los exportadores y productores argentinos. En realidad, la intransigencia de Repsol amenazaba con debilitar el equilibrio de fuerzas social y político entre mano de obra y capital y entre exportadores del sector extractivo y consumidores populares, que sustenta la coalición mayoritaria del gobierno. En resumen, la medida tenía forma nacionalista pero contenido capitalista desarrollista.
Aún así, la medida ha polarizado la economía mundial entre el Occidente imperial y la izquierda latinoamericana, en la que los sátrapas latinoamericanos de siempre (Calderón, de México, y Santos, de Colombia) han apoyado a Repsol.
Las divisiones entre los gobiernos progresistas y los movimientos sociales
Antes de acceder al poder mediante procesos electorales, los dirigentes progresistas mantuvieron lazos estrechos y apoyaron y participaron activamente con la «acción callejera» y la lucha de masas de los movimientos sociales. Esgrimieron las banderas del nacionalismo económico, la conservación del medio ambiente y el respeto a las reservas naturales de las comunidades indígenas, la igualdad social y la revisión de la deuda externa incluyendo el rechazo de las «deudas ilegales».
Los movimientos sociales desempeñaron un papel importante en la politización y la movilización de las clases trabajadora y campesina para elegir a los presidentes progresistas. Esa convergencia duró poco. Una vez en el poder, los gobiernos progresistas nombraron ministros económicos ortodoxos para que dirigieran la economía. Adoptaron la estrategia extractiva, abandonaron una economía nacionalista del sector público, concebida para diversificarse, y se pasaron a una «economía mixta» basada en empresas participadas con capital extranjero del sector extractivo. Primero, las comunidades indígenas de Perú, Ecuador y algunos sectores de Bolivia pasaron a la oposición aduciendo que no se tenían en cuenta sus intereses y que no se les consultaba. Luego, sectores de la clase trabajadora y el funcionariado se arrancaron a demandar salarios más altos y un incremento en el gasto público. Los pequeños campesinos y productores reclamaron estímulos económicos para las explotaciones familiares y las industrias locales, en lugar de subsidios para las multinacionales agro-minerales, ortodoxia fiscal y estrategias de explotación basadas en la reducción de los costes laborales y el abandono del mercado interior.
Los campesinos radicales sindicados y los dirigentes indígenas de los movimientos sociales pusieron en duda la estrategia extractiva agro-mineral en su conjunto, la distribución y la administración de ingresos y gastos del Estado. Reafirmaron su apoyo a un programa social defendiendo la reforma agraria, incluida la expropiación de grandes plantaciones y la redistribución de tierras a campesinos desposeídos. Los dirigentes laborales reclamaban una política industrial que procesara «materias primas» con el fin de crear puestos de trabajo en el sector manufacturero. Algunos sindicalistas reclamaron la nacionalización de bancos e industrias estratégicas. Sin embargo, a pesar de algunas protestas importantes, la gran masa de seguidores de los movimientos sociales y la mayoría de sus líderes abandonaron muy pronto el rechazo radical del modelo extractivo y empezaron a reclamar una parte mayor de los ingresos. Los gobiernos progresistas atrajeron a la gran masa de los dirigentes sociales a mesas de conciliación tripartitas para negociar y garantizar cambios progresivos. Los gobiernos progresistas resaltaron su oposición al «neoliberalismo». Lo redefinieron para calificarlo de capitalismo no regulado y basado en regalías bajas y financiación insuficiente de programas sociales. Los gobiernos progresistas consiguieron dividir a los movimientos sociales entre opositores radicales «utópicos» y reformistas progresistas. En época de luchas sociales, los gobiernos progresistas aludían a una «alianza de izquierda y derecha» y acusaban a quienes les criticaban de actuar en nombre del imperialismo, ignorando que ellos mismos colaboraban con multinacionales con fundamento imperial. Los llamamientos presidenciales, un discurso populista nacionalista y el incremento de los ingresos con los que se financiaba el creciente gasto social debilitó a la oposición de izquierda. Los aumentos moderados pero sostenidos de los programas contra la pobreza y el salario mínimo neutralizaron los llamamientos de los dirigentes radicales de los movimientos sociales. A pesar de la ruptura de los gobiernos progresistas con sus «raíces igualitarias radicales», fueron sobradamente capaces de obtener apoyo electoral masivo basándose en el crecimiento dinámico general de la economía y el crecimiento sostenido de la renta. Ambos fueron apuntalados durante largos periodos por un precio elevado de las mercancías.
Los presidentes extractivistas populares ganaron elecciones una y otra vez por mayorías sustanciales y fueron capaces de movilizar a sectores de los movimientos sociales moderados para que contrarrestaran los movimientos sociales contrarios al extractivismo. El elevado precio de las mercancías y las múltiples oportunidades para la explotación de recursos atrajo a inversores extranjeros, a pesar del cada vez más elevado precio de las regalías. Los inversores extranjeros se sintieron atraídos por la estabilidad social que garantizaban los gobiernos progresistas, a diferencia de la inestabilidad de los gobiernos neoliberales anteriores. Los gobiernos progresistas han prosperado a base de lazos económicos con las multinacionales y de una alianza electoral con las clases bajas.
Estudio de casos del capitalismo extractivo y el bando progresista
Aunque los siete gobiernos del «bando progresista» comparten una estrategia común de desarrollo basada en la exportación de bienes primarios, hay diferencias significativas en el grado de diversificación de sus economías, en la naturaleza y características de los bienes que exportan, en la intensidad de la polarización y cohesión sociales y en la envergadura y el alcance de la oposición. En consonancia con estas diferencias, también hay diferencias sustanciales en el grado de sostenibilidad del «modelo progresista y extractivo», o en la medida en que pueden verse sometidos a contestación o regresión.
En el bando progresista se pueden realizar distinciones siguiendo muchos criterios: entre los gobiernos basados en dirigentes carismáticos y que tienen una dependencia extrema de la exportación de bienes primarios (Bolivia, Perú, Ecuador y Venezuela) y quienes cuentan con sectores industriales y una dirección política más «institucionalizada» (Brasil, Argentina y Uruguay). También hay diferencias significativas en el grado de conflictos de clase y étnicos: Perú, Bolivia y Ecuador atraviesan por una etapa de resistencia generalizada importante por parte de las comunidades indígenas relevantes, mientras que en Brasil, Argentina y Uruguay, donde la población indígena es escasa, solo hay oposición aislada. En términos de lucha de clases, Bolivia ha vivido una generalización de las protestas por asuntos relacionados con la sanidad, la educación, la minería y los obreros fabriles. Venezuela ha tenido que hacer frente a cierres patronales y boicots organizados por la élite económica («lucha de clases desde arriba»). Ecuador encontró protestas generalizadas por parte de la policía. Casi todos los demás países (Brasil, Argentina y Uruguay) padecieron huelgas limitadas, en buena medida, por cuestiones salariales. Con la excepción de Bolivia, las principales confederaciones sindicales trabajan estrechamente y colaboran con los gobiernos progresistas; en cambio, los movimientos campesinos y de trabajadores rurales de Brasil, Ecuador y Perú han conservado mayor grado de independencia y militancia, sobre todo porque han sido los más perjudicados por las estrategias de exportación agro-mineral. En Venezuela y Brasil, los ejércitos privados de los terratenientes han desempeñado un papel fundamental en la lucha relativamente impune contra los beneficiarios de la reforma agraria.
La degradación medioambiental y más persistente se ha producido en Brasil, donde durante la década de gobierno del Partido de los Trabajadores se han «desbrozado» millones de hectáreas de bosque tropical. La explotación agrícola mediante productos químicos es contundente en la mayor parte de los países, en especial en Brasil, Argentina y Uruguay, donde la soja se ha convertido en el cultivo de producción preponderante. Todos los principales exportadores agro-industriales (Brasil, Argentina y Uruguay) recurren a productos químicos tóxicos y semillas transgénicas que desencadenan infinidad de casos de perjuicios nocivos para los indígenas y sus hábitats naturales. La cuestión de la toxicidad y la degradación del medio ambiente derivada de las gigantescas empresas mineras y madereras está bien documentada en Perú, Ecuador y Uruguay. En general, cuanto más numerosa es la población urbana y cuanto más dispersas están las comunidades rurales afectadas negativamente, menor es la protesta ecológica y la probabilidad de que las ONG ecologistas desempeñen un papel importante en la protesta.
Como las industrias del sector extractivo están en las afueras de los principales núcleos urbanos; como la mayoría de las confederaciones sindicales colaboran con los gobiernos progresistas y consiguen incrementos salariales progresivos; y como la economía en general ha estado creciendo y el desempleo ha disminuido, los desequilibrios macroeconómicos, la dependencia de los bienes y las vulnerabilidades estructurales conexas no se han traducido en confrontaciones importantes entre capital y mano de obra. Los conflictos más discutidos que se han producido se han dado entre las élites neoliberales ortodoxas respaldadas por Estados Unidos y las potencias europeas y los gobiernos progresistas. Nos vienen a la memoria varios ejemplos.
El 12 de abril de 2001 y entre los meses de diciembre de 2002 y febrero de 2003, la clase capitalista venezolana apoyada por Estados Unidos y España organizó un golpe de estado fallido que fue contenido y un cierre patronal en el sector petrolero que fue derrotado. En el año 2011, un levantamiento encabezado por la policía de Ecuador y un golpe de estado abortado en Bolivia fueron desbaratados con éxito antes de que adquirieran empuje. En el año 2008, una protesta agraria empresarial a gran escala en Argentina paralizó el sector de exportaciones agrarias que se movilizaba contra una tasa impuesta a la exportación y acabó con concesiones del gobierno.
En buena medida, estas «luchas de clases desde arriba» operaron a favor de los gobiernos progresistas porque les permitió plantear la cuestión de forma unificada como si se tratara de una lucha entre un gobierno democrático popular y una oligarquía autoritaria y retrógrada. En consecuencia, los gobiernos progresistas consiguieron neutralizar, al menos temporaleente, las críticas internas procedentes de la izquierda. La derrota de «la derecha» pulió las credenciales del bando progresista y elevó su popularidad.
Aunque el apoyo popular era importante para el sostenimiento de los gobiernos progresistas frente a las campañas de desestabilización más derechistas respaldadas por Estados Unidos y la Unión Europea, tuvo igual o mayor importancia el respaldo del ejército, de algunos sectores de la élite empresarial y de los capitalistas del sector extractivo. Los progresistas, adoptando «políticas moderadas» (entre las que se encontraban los subsidios empresariales y una generosa subida de sueldos al ejército) consiguieron dividir a la élite, conservar el apoyo del ejército y aislar a la oposición de derechas. La derecha ha seguido siendo marginal desde el punto de vista electoral y ha supuesto un límite muy estrecho para la capacidad de injerencia e influencia de Estados Unidos y la Unión Europea sobre el programa progresista.
El grado de «progresismo» en el seno del bando capitalista extractivo progresista varía de manera muy importante.
El gobierno de Chavez ha presentado un programa antiimperialista y socialista que supone el rechazo de los golpes de estado, las guerras y el bloqueo de Estados independientes por parte de Estados Unidos: ha apoyado la re-renacionalización del petróleo, el aluminio y otras materias primas, la minería y las fuentes de energía. Su reforma agraria generalizada, que ha beneficiado a 300.000 familias, tiene por objetivo la autosuficiencia alimentaria. La salud pública y la educación superior universal y gratuita, el subsidio de los precios de alimentos básicos a través de supermercados de propiedad pública y la vivienda pública de bajo coste y a gran escala para los pobres, junto con las campañas de alfabetización y la formación de miles de consejos de barrio para arbitrar y resolver asuntos locales han profundizado y ampliado el proceso de socialización.
A menor escala, Bolivia, Ecuador y Argentina han desarrollado políticas exteriores independientes. Sus nacionalizaciones parciales y selectivas están pensadas para incrementar los ingresos, más que producirse en el marco de una estrategia de transformación a gran escala y largo plazo. No han seguido los pasos de Chavez sobre la reforma agraria y un mayor refuerzo del gasto social en salud, vivienda y educación superior. Presentan como «reforma de las tierras» la gestión de tierras lejanas, públicas y de dudosa calidad. Han sido defensores de los cambios progresivos en lo relacionado con los salarios y prestaciones sociales para hacerlos acordes con el aumento de los ingresos derivados de la exportación de bienes y en sintonía con la tasa de inflación; Bolivia y Ecuador han desalojado a ocupantes de tierras y defendido a los principales titulares de terrenos del sector agrario. Los gobiernos menos «reformistas» y con las credenciales «progresistas» más dudosas son los de Brasil, Uruguay y Perú (bajo el gobierno de Humala), que han adoptado un programa de libre mercado; fomentan activamente la gran afluencia de inversiones extranjeras no reguladas, rebajan la categoría de millones de hectáreas de bosques tropicales (en especial, Brasil), promueven el sector agrario empresarial y se oponen a la reforma agraria en todas sus modalidades y han recurrido a la dispersión de campesinos y personas sin tierra a las ciudades grandes y pequeñas, donde ejercen de reserva de mano de obra para el capital o se suman al sector informal mal remunerado. Estos gobiernos progresistas «moderados» han firmado acuerdos militares con Estados Unidos y adoptan un perfil bajo de oposición a las medidas imperiales estadounidenses en Oriente Próximo. Su «progresismo» se ve en el apoyo que prestan a la integración regional, en su oposición a la hegemonía estadounidense en el continente (oponiéndose al golpe de estado de Estados Unidos en Honduras, al bloqueo de Cuba y a las injerencias en Venezuela) y en la diversificación de los mercados exteriores. Brasil encabeza la marcha en la asistencia a los especuladores de Wall Street y en el gasto público contra la pobreza con unas cestas de alimentos básicas. La reducción de la pobreza queda igualada por el espectacular aumento del número de millonarios vinculados a los sectores financiero y de la exportación de productos agro-minerales. Los progresistas «moderados» tienen el historial más imponente (y bien documentado) de degradación medioambiental en curso. En Perú, Humala ha dado luz verde a una explotación minera que amenaza al medio de vida de millares de campesinos y empresarios locales de Cajamarca; los presidentes Lula da Silva y Dilma Rouseff, del Partido de los Trabajadores, han fomentado en una década la destrucción de millones de hectáreas de bosque tropical amazónico y el desplazamiento de montones de comunidades indígenas. En Uruguay, los presidentes Tabaré Vazquez y Mújica, del Frente Amplio, favorecieron que la fábrica de celulosa Botina, muy tóxica, contaminara el río Paraná a pesar de las protestas masivas.
En resumen, es difícil generalizar acerca de la actuación del bando progresista, dadas las divergencias de política social y económica. Pero se puede esbozar una especie de «tarjeta resumen».
Todos los gobiernos han reducido los niveles de pobreza e incrementado la dependencia con respecto a las exportaciones e inversiones del sector agro-mineral. Todas han firmado y/o renegociado contratos con multinacionales del sector extractivo; muy pocos han diversificado su economía. Los que cuentan con un tejido industrial relevante (Argentina, Brasil y Perú) han sufrido un declive importante en su sector manufacturero debido a la apreciación de las monedas y la pérdida de competitividad derivada de la subida de los precios de los bienes de exportación. Los acuerdos de aumento progresivo de salarios han desembocado en un menor nivel de conflicto social en las ciudades (con la excepción de Bolivia), pero el desplazamiento de campesinos y la degradación han intensificado conflictos en el interior entre las comunidades rurales y las multinacionales, lo que ha dado lugar a represión del Estado (Perú).
El impacto social de los gobiernos progresistas tiene un abanico de variaciones muy amplio, donde Venezuela registra los cambios estructurales de mayor alcance y el resto carece de visión o proyección a largo plazo para redistribuir la riqueza, las rentas o la tierra. Su apoyo común a la integración regional va aparejado de divergencias importantes en el acomodo a la política militar estadounidense. Venezuela, Ecuador y Bolivia, miembros del ALBA, rechazan los tratados militares, mientras que Brasil, Uruguay y Perú han firmado acuerdos militares con el Pentágono.
El rendimiento económico general es desigual. La economía de Brasil, en especial su sector manufacturero, se está estancando en un crecimiento cero o negativo en los años 2011 y 2012; Venezuela se está recuperando pero con una tasa de inflación del 20 por ciento, mientras que el resto del BP está experimentando un crecimiento sostenido pero una creciente dependencia de la exportación de bienes al mercado asiático (China).
Las alternativas a las economías extractivas vigentes varían enormemente. En Venezuela, el gobierno ha convertido la diversificación en una alta prioridad; los gobiernos brasileño y argentino están adoptando medidas proteccionistas para fomentar la industria con un éxito limitado, sobre todo porque sus políticas vienen contrarrestadas por la expansión real de la extensión de tierras dedicada a la producción de soja y bienes de exportación. Uruguay, Perú, Ecuador y Bolivia hablan de diversificación, pero han evitado tomar medidas para pasarse a la producción de alimentos y la agricultura familiar y todavía tienen que adoptar medidas concretas para estimular la industria local mediante una política de industrialización con financiación pública.
4 feb 2014
Banca alemana, francesa y holandesa incumplieron promesas con Grecia
Actas confidenciales del FMI
Leña al fuego...
01.02.2014
MADRID (Uypress) — En uno de los momentos más agudos de la crisis del euro, Alemania, Francia y Holanda se comprometieron a que sus bancos apoyarían a Grecia y no se desharían de su deuda, cosa que se ha demostrado que incumplieron.
Alemania, Francia y Holanda, en uno de los peores momentos de la crisis del euro, se comprometieron a que sus bancos apoyarían a Grecia y no se desharían de deuda helena. Tal era uno de los principales argumentos que esgrimían para tratar de vencer las importantes resistencias en el seno del Fondo Monetario Internacional (FMI) a conceder el mayor paquete de préstamos de su historia, de acuerdo a las a que ha tenido acceso El País de Madrid.
Sin embargo, los tres socios europeos incumplieron su palabra, agravando así aún más la crisis. Nada más aprobarse el plan de ayuda para un país que se encontraba al borde de la bancarrota, las entidades financieras empezaron a deshacerse de títulos que quemaban las manos.
De acuerdo a la información del diario español, las decisiones que hace cuatro años se tomaron en despachos de Bruselas, Washington y Fráncfort han dejado una profunda huella en el sur de Europa. Nacía entonces una troika de acreedores (Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo) que impuso recortes y reformas a cambio de préstamos primero a Atenas, y más tarde a Dublín, Lisboa y Nicosia. Las actas confidenciales del directorio del FMI del mismo día del rescate muestran que las divergencias y las dudas sobre el éxito del plan empezaron ya aquel 10 de mayo.
El documento es fundamental no solo por mostrar a las claras las críticas que países como China, Australia, Argentina o Brasil presentaron desde el principio. El tiempo transcurrido pone en perspectiva los argumentos que su usaron para que el organismo que entonces encabezaba el políticamente malogrado Dominique Strauss-Kahn desembolsara 30.000 millones de euros. "Los representantes holandés, francés y alemán transmitieron el compromiso de que sus bancos comerciales seguirían apoyando a Grecia y manteniendo su exposición", asegura el documento "estrictamente confidencial". Pero los datos demuestran justo lo contrario.
Los bancos de los tres países tenían en el primer trimestre de 2010, antes del rescate, más de 122.000 millones de dólares en deuda helena. A pesar de los compromisos de sus Gobiernos, los bancos alemanes, franceses y holandeses deshicieron posiciones sin dudar. Vendieron a toda prisa, echando nafta sobre la crisis griega y ayudando a que se propagara. A finales del año pasado, esta cifra había caído un 72%, hasta quedar ligeramente por debajo de los 34.000 millones.
Cuando a principios de 2012 se hizo evidente que Grecia se encaminaba de nuevo a la quiebra y la troika aprobó al mismo tiempo un segundo rescate y una quita en la deuda de los acreedores privados, las entidades alemanas, francesas y holandesas atesoraban 66.000 millones en títulos griegos, casi la mitad de lo que tenían cuando dos años antes habían asegurado mantener su apoyo a la deuda helena.
El compromiso franco-alemán-holandés no fue la única intervención europea. Alemania, Bélgica, España, Francia, Holanda y Dinamarca emitieron un comunicado conjunto en el que apoyaban que el FMI prestara dinero a Grecia.
Adjuntamos el Memorándum confidencial del FMI
http://www.uypress.net/andocasociado.aspx?48447,38723
Leña al fuego...
01.02.2014
MADRID (Uypress) — En uno de los momentos más agudos de la crisis del euro, Alemania, Francia y Holanda se comprometieron a que sus bancos apoyarían a Grecia y no se desharían de su deuda, cosa que se ha demostrado que incumplieron.
Alemania, Francia y Holanda, en uno de los peores momentos de la crisis del euro, se comprometieron a que sus bancos apoyarían a Grecia y no se desharían de deuda helena. Tal era uno de los principales argumentos que esgrimían para tratar de vencer las importantes resistencias en el seno del Fondo Monetario Internacional (FMI) a conceder el mayor paquete de préstamos de su historia, de acuerdo a las a que ha tenido acceso El País de Madrid.
Sin embargo, los tres socios europeos incumplieron su palabra, agravando así aún más la crisis. Nada más aprobarse el plan de ayuda para un país que se encontraba al borde de la bancarrota, las entidades financieras empezaron a deshacerse de títulos que quemaban las manos.
De acuerdo a la información del diario español, las decisiones que hace cuatro años se tomaron en despachos de Bruselas, Washington y Fráncfort han dejado una profunda huella en el sur de Europa. Nacía entonces una troika de acreedores (Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo) que impuso recortes y reformas a cambio de préstamos primero a Atenas, y más tarde a Dublín, Lisboa y Nicosia. Las actas confidenciales del directorio del FMI del mismo día del rescate muestran que las divergencias y las dudas sobre el éxito del plan empezaron ya aquel 10 de mayo.
El documento es fundamental no solo por mostrar a las claras las críticas que países como China, Australia, Argentina o Brasil presentaron desde el principio. El tiempo transcurrido pone en perspectiva los argumentos que su usaron para que el organismo que entonces encabezaba el políticamente malogrado Dominique Strauss-Kahn desembolsara 30.000 millones de euros. "Los representantes holandés, francés y alemán transmitieron el compromiso de que sus bancos comerciales seguirían apoyando a Grecia y manteniendo su exposición", asegura el documento "estrictamente confidencial". Pero los datos demuestran justo lo contrario.
Los bancos de los tres países tenían en el primer trimestre de 2010, antes del rescate, más de 122.000 millones de dólares en deuda helena. A pesar de los compromisos de sus Gobiernos, los bancos alemanes, franceses y holandeses deshicieron posiciones sin dudar. Vendieron a toda prisa, echando nafta sobre la crisis griega y ayudando a que se propagara. A finales del año pasado, esta cifra había caído un 72%, hasta quedar ligeramente por debajo de los 34.000 millones.
Cuando a principios de 2012 se hizo evidente que Grecia se encaminaba de nuevo a la quiebra y la troika aprobó al mismo tiempo un segundo rescate y una quita en la deuda de los acreedores privados, las entidades alemanas, francesas y holandesas atesoraban 66.000 millones en títulos griegos, casi la mitad de lo que tenían cuando dos años antes habían asegurado mantener su apoyo a la deuda helena.
El compromiso franco-alemán-holandés no fue la única intervención europea. Alemania, Bélgica, España, Francia, Holanda y Dinamarca emitieron un comunicado conjunto en el que apoyaban que el FMI prestara dinero a Grecia.
Adjuntamos el Memorándum confidencial del FMI
http://www.uypress.net/andocasociado.aspx?48447,38723
Argentina acorralada por las Corporaciones monopolistas
Argentina acorralada por las Corporaciones monopolistas
Publicado el 2/03/14
MARIANO QUIROGA – Muchos argentinos comienzan a estar cansados de la fabulosa maquinación mediática. Los medios opositores al gobierno publican editoriales, titulares y noticias que indican lo mal que va el país, los errores que se cometen en las diferentes áreas de la gestión, en un acto esquizofrénico en el cual está mal todo, desde el blanco hasta lo negro, pasando por todos los grises.
Muchas veces, esos mismos periodistas escriben para medios extranjeros, o simplemente se trata de republicaciones de medios que defienden los mismos intereses monopolistas globales, que luego son republicados por los medios argentinos diciendo “ven cómo nos ven afuera”, “ven lo que piensan de nosotros en X, Y y Z”. Un juego de retroalimentación sostenida en las posiciones dominantes y hegemónicas que tienen estos multimedios, desgastando al gobierno y generando en la población malestar y confusión.
El descontento inoculado es permanente y afecta a todas las clases sociales, pero, fundamentalmente, a aquellas personas influenciables y que desearían ser como los generadores de opinión que salen por televisión: exitosos, ricos, famosos, cuando no sexys, inteligentes y poderosos.
Este discurso febril no tiene sólo una función desestabilizadora, sino que además opera como ariete cultural de las corporaciones monopolistas. Que o son dueños de esos medios o los tienen comprados a través de la publicidad explícita o encubierta. Los medios, entonces, se convierten en operadores políticos y operadores económicos, fogoneando crisis, escondiendo medidas gubernamentales o distorsionando la lectura de los hechos.
Sirva como ejemplo la teoría por la cual Cristina Fernández de Kirchner estaba agotada, “hecha una planta” según fuentes confiables cuando volvió a su residencia luego de algunos meses sin poder viajar en avión por un golpe que había recibido en la cabeza, que la obligó a ser intervenida quirúrgicamente. Pues bien, dicho viaje se inició el 20 de diciembre y la estadía se alargó hasta el 6 de enero. En total: 4 días laborables en los que no estuvo presente en su oficina del palacio presidencial. Los medios opositores se cansaron de hablar de su estado de salud, de su silencio, de su “desaparición” y los medios globales se hicieron eco de esa situación de “acefalía del gobierno argentino”.
Huir hacia adelante
El establishment económico y financiero le exige a la Argentina ajustes, que disminuya los gastos públicos. En definitiva, que siga las recetas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que tan bien le están haciendo a Europa, Estados Unidos, África y Asia. Hay que recordar que desde el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) se retiró la oficina del FMI en el país y la Argentina consiguió soberanía económica renegociando y pagando la deuda que había contraído el país durante las últimas décadas y que habían desembocado en el default declarado en 2001.
La política económica que recuperó la industria, el empleo y la producción nacional se basó en fortalecer el mercado interno, en la sustitución de importaciones y en la recuperación de empresas estratégicas que habían sido privatizadas en los años 90, como YPF (la petrolera nacional), Aerolíneas Argentinas, los fondos de pensiones y jubilaciones o los ferrocarriles.
El Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, lo expresaba con claridad hace pocos días: “Cuando uno ve y observa las críticas de los diarios con impronta financiera en el mundo, uno observa claramente que el precio de mantener autonomía y ejercicio pleno de la soberanía para defender los intereses de los argentinos, en definitiva, conspira contra estas editoriales y lo que nosotros tenemos que hacer es defender lo nuestro, defender la producción, defender nuestra industria, defender el empleo y defender la producción nacional”.
Con una mirada más precisa, Raúl Dellatorre, jefe de redacción de economía del diario Página 12, escribió el primero de febrero: “La decisión de aplicar una devaluación del 18 por ciento en un solo paso, la apertura de venta de divisas para atesoramiento a particulares y las intervenciones del Banco Central en el mercado lograron recuperar cierta calma en el mercado cambiario. Pero sólo ha pasado una semana. Las amenazas de nuevas tormentas no desaparecieron del horizonte. La fuente principal de inestabilidad, en el diagnóstico del Gobierno y de varios analistas, se encuentra en la decisión de un grupo reducido pero muy poderoso de comercializadores de granos de seguir demorando la liquidación de sus exportaciones, con lo cual estrangulan la oferta de dólares en el mercado. Hay quienes ven en ello una forma de presión para lograr una devaluación mayor; otros adivinan detrás de estas maniobras la intención de desgastar al Gobierno. Las principales firmas exportadoras de cereales, núcleo central de este grupo de presión, han sido convocadas a la Casa Rosada para el próximo lunes”.
Esta pelea surge en un momento de gran disputa por los ingresos, las patronales reclamando por el excesivo costo de los trabajadores, la puja de los formadores de precios, provocando una inflación que les asegure pingües ganancias y el pulso para obtener un beneficio adicional en las exportaciones con una fuerte devaluación del peso argentino.
A esta avanzadilla financiero-patronal que reclamaba una reducción del 35 % en los impuestos a las exportaciones el gobierno le respondió con una redistribución de ese ingreso fiscal, lanzando el plan PROGRESAR (Programa de Respaldo a Estudiantes Argentinos), que podría alcanzar a 1,5 millones de jóvenes entre 18 y 24 años que ni estudian, ni trabajan o lo hacen informalmente o ganando menos que el salario mínimo, para que reciban una ayuda de 600 pesos mensuales para que puedan continuar o comenzar sus estudios. Esta fórmula de responder a la agresión y al reclamo del establishment de reducir el gasto público, aumentándolo, es una fórmula típica de este gobierno. Que insiste en demostrar que potenciar el mercado interno de consumo es lo que fomenta el empleo, la producción nacional y el atesoramiento de reservas y el desendeudamiento. No es menor que en 10 años la Argentina haya pasado de tener el 160% de su PBI como deuda externa a un 8% en la actualidad y con la deuda pública nacional, acumulada, no alcanza el 45% del PBI.
El hijo de Marx
El ministro de economía, Axel Kiciloff, ha tenido una labor en los últimos años de fuerte enfrentamiento con los grandes empresarios argentinos. Participando del directorio de la productora del 95% de los metales para la construcción en la Argentina, luchando en el directorio de Papel Prensa, la única productora argentina de papel para periódicos en manos de dos diarios que ejercen una política extorsiva y de desabastecimiento con la competencia y se venden a pérdida a ellos mismos. También estuvo involucrado en la nacionalización de YPF, Aerolíneas Argentinas y tiene la espalda curtida de la cantidad de agresiones sufridas de la parte del establishment que lo acusa de marxista y de ser un amante secreto de la presidenta. Lo mismo que se dijo en su momento del anterior ministro de economía y actual vicepresidente, Amado Boudou.
Sedición policial
La Argentina sufrió durante el mes de diciembre un levantamiento policial que derivó en saqueos y represión. Que le costó la vida a 14 argentinos, estos saqueos, se siguen investigando por la participación directa e indirecta de los mismos policías que liberaron las zonas comerciales de sus ciudades. Muchos de estos policías están detenidos y algunas provincias han desestimado los aumentos otorgados a los policías bajo condiciones de extorsión y en un acto sedicioso que atentó contra la seguridad nacional.
Especulación planetaria
El contexto global no es menos flamígero que el argentino, aunque los líderes europeos aprovechen para criticar a los países sudamericanos por su situación económica. Lo que no dicen es que se trata de una vendetta y un discurso dictado por los magnates de las finanzas que provocaron en el mes de enero, corridas financieras en Brasil, Turquía, India, Tailandia, Sudáfrica y Rusia. Su negocio es el desorden, donde pueden conquistar a golpe de talonario victorias feroces contra las economías regionales.
No en vano la cumbre de la CELAC incluyó en su declaración un mensaje de preocupación frente a estos movimientos especulativos que atentaban contra las economías sociales de la región.
El panorama indicaría que el lunes, tras la reunión que tendrá el equipo económico del gobierno con las principales exportadoras de granos de la Argentina (10 empresas concentran el 95 % del negocio), habrá novedades. El reclamo de la creación de una Junta Nacional de Granos o de tomar medidas que defienden el interés nacional por encima de intereses personales o empresariales, aumentan y agitan un fantasma que espanta a los defensores del liberalismo a ultranza, que verían así cumplidos sus peores pronósticos de intervención estatal en la economía argentina.
Mientras más acorralan al gobierno de Cristina Fernández, más huye hacia adelante, profundizando un modelo nacional y popular, de inclusión e igualación de derechos y posibilidades.
Publicado el 2/03/14
MARIANO QUIROGA – Muchos argentinos comienzan a estar cansados de la fabulosa maquinación mediática. Los medios opositores al gobierno publican editoriales, titulares y noticias que indican lo mal que va el país, los errores que se cometen en las diferentes áreas de la gestión, en un acto esquizofrénico en el cual está mal todo, desde el blanco hasta lo negro, pasando por todos los grises.
Muchas veces, esos mismos periodistas escriben para medios extranjeros, o simplemente se trata de republicaciones de medios que defienden los mismos intereses monopolistas globales, que luego son republicados por los medios argentinos diciendo “ven cómo nos ven afuera”, “ven lo que piensan de nosotros en X, Y y Z”. Un juego de retroalimentación sostenida en las posiciones dominantes y hegemónicas que tienen estos multimedios, desgastando al gobierno y generando en la población malestar y confusión.
El descontento inoculado es permanente y afecta a todas las clases sociales, pero, fundamentalmente, a aquellas personas influenciables y que desearían ser como los generadores de opinión que salen por televisión: exitosos, ricos, famosos, cuando no sexys, inteligentes y poderosos.
Este discurso febril no tiene sólo una función desestabilizadora, sino que además opera como ariete cultural de las corporaciones monopolistas. Que o son dueños de esos medios o los tienen comprados a través de la publicidad explícita o encubierta. Los medios, entonces, se convierten en operadores políticos y operadores económicos, fogoneando crisis, escondiendo medidas gubernamentales o distorsionando la lectura de los hechos.
Sirva como ejemplo la teoría por la cual Cristina Fernández de Kirchner estaba agotada, “hecha una planta” según fuentes confiables cuando volvió a su residencia luego de algunos meses sin poder viajar en avión por un golpe que había recibido en la cabeza, que la obligó a ser intervenida quirúrgicamente. Pues bien, dicho viaje se inició el 20 de diciembre y la estadía se alargó hasta el 6 de enero. En total: 4 días laborables en los que no estuvo presente en su oficina del palacio presidencial. Los medios opositores se cansaron de hablar de su estado de salud, de su silencio, de su “desaparición” y los medios globales se hicieron eco de esa situación de “acefalía del gobierno argentino”.
Huir hacia adelante
El establishment económico y financiero le exige a la Argentina ajustes, que disminuya los gastos públicos. En definitiva, que siga las recetas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que tan bien le están haciendo a Europa, Estados Unidos, África y Asia. Hay que recordar que desde el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) se retiró la oficina del FMI en el país y la Argentina consiguió soberanía económica renegociando y pagando la deuda que había contraído el país durante las últimas décadas y que habían desembocado en el default declarado en 2001.
La política económica que recuperó la industria, el empleo y la producción nacional se basó en fortalecer el mercado interno, en la sustitución de importaciones y en la recuperación de empresas estratégicas que habían sido privatizadas en los años 90, como YPF (la petrolera nacional), Aerolíneas Argentinas, los fondos de pensiones y jubilaciones o los ferrocarriles.
El Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, lo expresaba con claridad hace pocos días: “Cuando uno ve y observa las críticas de los diarios con impronta financiera en el mundo, uno observa claramente que el precio de mantener autonomía y ejercicio pleno de la soberanía para defender los intereses de los argentinos, en definitiva, conspira contra estas editoriales y lo que nosotros tenemos que hacer es defender lo nuestro, defender la producción, defender nuestra industria, defender el empleo y defender la producción nacional”.
Con una mirada más precisa, Raúl Dellatorre, jefe de redacción de economía del diario Página 12, escribió el primero de febrero: “La decisión de aplicar una devaluación del 18 por ciento en un solo paso, la apertura de venta de divisas para atesoramiento a particulares y las intervenciones del Banco Central en el mercado lograron recuperar cierta calma en el mercado cambiario. Pero sólo ha pasado una semana. Las amenazas de nuevas tormentas no desaparecieron del horizonte. La fuente principal de inestabilidad, en el diagnóstico del Gobierno y de varios analistas, se encuentra en la decisión de un grupo reducido pero muy poderoso de comercializadores de granos de seguir demorando la liquidación de sus exportaciones, con lo cual estrangulan la oferta de dólares en el mercado. Hay quienes ven en ello una forma de presión para lograr una devaluación mayor; otros adivinan detrás de estas maniobras la intención de desgastar al Gobierno. Las principales firmas exportadoras de cereales, núcleo central de este grupo de presión, han sido convocadas a la Casa Rosada para el próximo lunes”.
Esta pelea surge en un momento de gran disputa por los ingresos, las patronales reclamando por el excesivo costo de los trabajadores, la puja de los formadores de precios, provocando una inflación que les asegure pingües ganancias y el pulso para obtener un beneficio adicional en las exportaciones con una fuerte devaluación del peso argentino.
A esta avanzadilla financiero-patronal que reclamaba una reducción del 35 % en los impuestos a las exportaciones el gobierno le respondió con una redistribución de ese ingreso fiscal, lanzando el plan PROGRESAR (Programa de Respaldo a Estudiantes Argentinos), que podría alcanzar a 1,5 millones de jóvenes entre 18 y 24 años que ni estudian, ni trabajan o lo hacen informalmente o ganando menos que el salario mínimo, para que reciban una ayuda de 600 pesos mensuales para que puedan continuar o comenzar sus estudios. Esta fórmula de responder a la agresión y al reclamo del establishment de reducir el gasto público, aumentándolo, es una fórmula típica de este gobierno. Que insiste en demostrar que potenciar el mercado interno de consumo es lo que fomenta el empleo, la producción nacional y el atesoramiento de reservas y el desendeudamiento. No es menor que en 10 años la Argentina haya pasado de tener el 160% de su PBI como deuda externa a un 8% en la actualidad y con la deuda pública nacional, acumulada, no alcanza el 45% del PBI.
El hijo de Marx
El ministro de economía, Axel Kiciloff, ha tenido una labor en los últimos años de fuerte enfrentamiento con los grandes empresarios argentinos. Participando del directorio de la productora del 95% de los metales para la construcción en la Argentina, luchando en el directorio de Papel Prensa, la única productora argentina de papel para periódicos en manos de dos diarios que ejercen una política extorsiva y de desabastecimiento con la competencia y se venden a pérdida a ellos mismos. También estuvo involucrado en la nacionalización de YPF, Aerolíneas Argentinas y tiene la espalda curtida de la cantidad de agresiones sufridas de la parte del establishment que lo acusa de marxista y de ser un amante secreto de la presidenta. Lo mismo que se dijo en su momento del anterior ministro de economía y actual vicepresidente, Amado Boudou.
Sedición policial
La Argentina sufrió durante el mes de diciembre un levantamiento policial que derivó en saqueos y represión. Que le costó la vida a 14 argentinos, estos saqueos, se siguen investigando por la participación directa e indirecta de los mismos policías que liberaron las zonas comerciales de sus ciudades. Muchos de estos policías están detenidos y algunas provincias han desestimado los aumentos otorgados a los policías bajo condiciones de extorsión y en un acto sedicioso que atentó contra la seguridad nacional.
Especulación planetaria
El contexto global no es menos flamígero que el argentino, aunque los líderes europeos aprovechen para criticar a los países sudamericanos por su situación económica. Lo que no dicen es que se trata de una vendetta y un discurso dictado por los magnates de las finanzas que provocaron en el mes de enero, corridas financieras en Brasil, Turquía, India, Tailandia, Sudáfrica y Rusia. Su negocio es el desorden, donde pueden conquistar a golpe de talonario victorias feroces contra las economías regionales.
No en vano la cumbre de la CELAC incluyó en su declaración un mensaje de preocupación frente a estos movimientos especulativos que atentaban contra las economías sociales de la región.
El panorama indicaría que el lunes, tras la reunión que tendrá el equipo económico del gobierno con las principales exportadoras de granos de la Argentina (10 empresas concentran el 95 % del negocio), habrá novedades. El reclamo de la creación de una Junta Nacional de Granos o de tomar medidas que defienden el interés nacional por encima de intereses personales o empresariales, aumentan y agitan un fantasma que espanta a los defensores del liberalismo a ultranza, que verían así cumplidos sus peores pronósticos de intervención estatal en la economía argentina.
Mientras más acorralan al gobierno de Cristina Fernández, más huye hacia adelante, profundizando un modelo nacional y popular, de inclusión e igualación de derechos y posibilidades.
3 feb 2014
Hace 43 años nacía el Frente Amplio
EL MIÉRCOLES 5 SERÁ EL PRIMER ACTO CONJUNTO DEL FA EN PIRIÁPOLIS CON LA PARTICIPACIÓN DE CONSTANZA MOREIRA Y TABARÉ VÁZQUEZ
Hace 43 años nacía el Frente Amplio
Publicado el 2/2/2014
En la noche del próximo miércoles 5, en la ciudad balnearia de Piriápolis, el Frente Amplio (FA), celebrará su 43 aniversario. En tal circunstancia harán uso de la palabra la presidenta del FA, Mónica Xavier, y los precandidatos presidenciales para junio, Constanza Moreira y Tabaré Vázquez. Ideario reconstruye los origenes de esta fuerza política que cambió la historia del país.
Durante los años de vigencia del régimen de gobierno encabezado por el colorado Jorge Pacheco Areco (en particular desde junio de 1968, en que se aplicaron las Medidas de Seguridad), fue creciendo la resistencia a ese autoritarismo oligárquico, que mancomunó en los hechos a la oposición política (blanca, colorada, de izquierda), que reclamaba por un retorno a la democracia; el movimiento sindical, que enfrentó una política económica y social congruente con los intereses de un gabinete ministerial de banqueros y latifundistas que rodeó a Pacheco Areco; la enseñanza pública, los docentes y estudiantes, que defendían la autonomía técnica, un mejor presupuesto, y sufrió una dura represión con mártires emblemáticos como lo fue el estudiante Liber Arce.
En todo ese complejo período (1968-1972), de militarización de los empleados en huelga; de diarios y semanarios clausurados; desconocimiento del Poder Ejecutivo a decisiones de los magistrados, o del propio Parlamento (que levantó Medidas de Seguridad, reimplantadas de inmediato por Pacheco Areco)-, fue avanzando el planteo de vertebrar en un mismo haz unitario, a todos los que coincidían en el diagnóstico de la situación del país y en las soluciones a la crisis. Ese fue el origen del Frente Amplio.
El politólogo Oscar Bottinelli estimó que entre junio y julio de 1970, se produjo un “acuerdo tácito” entre diferentes líderes parlamentarios de la oposición, que coincidían en la necesidad de avanzar en esa dirección. Ellos fueron Rodney Arismendi (secretario general del Partido Comunista, PCU), Luis Pedro Bonavita (presidente del Frente Izquierda de Liberación, FIDEL), Juan Pablo Terra (presidente del Partido Demócrata Cristiano, PDC), Zelmar Michelini (líder del Movimiento por el Gobierno del pueblo, lista 99, del Partido Colorado), y Francisco Rodríguez Camusso (principal orientador del Movimiento Blanco, Popular y Progresista, MBPP, del Partido Nacional). La prensa los identificó como “el grupo de los cinco”.
Michelini intentó antes cambiar el rumbo dentro de su propia colectividad política, dominada por la derecha pachequista, y la lista 15 de Jorge Batlle, que tenía sus hombres en aquel gabinete de oligarcas. Buscó articular un espacio batllista, y manejó la posible candidatura presidencial del general Liber Seregni, pero encontró resistencias. Rodríguez Camusso, entre muchos otros, quería que los legisladores blancos del bloque mayoritario (liderado por Martin R Echegoyen, que hasta 1970 presidió durante décadas el directorio del Partido Nacional), ejercieran una oposición real. No tuvo ningún éxito. El echegoyenismo no hacía número en la Asamblea General, cuando se consideraba la permanencia de las Medidas de Seguridad, o dejaba sin quórum al cuerpo, en momentos críticos. Eso debilitó a Echegoyen (el blanco más votado en las anteriores elecciones de 1966), y potenció el liderazgo opositor de Wilson Ferreira, con sus denuncias y la caída de varios ministros del pachequismo, por irregularidades.
En setiembre, la victoria de Salvador Allende en los comicios desbordó de esperanza a las corrientes progresistas de toda Latinoamérica. El 7 de octubre, en el influyente semanario “Marcha” que dirigía Carlos Quijano, fue publicada una declaración que reclamaba como “indispensable, la concertación de un acuerdo sin exclusiones, entre todas las fuerzas políticas del país que se opongan a la conducta antipopular y antinacional del actual gobierno”, y expresaba “su solidaridad con las gestiones emprendidas para alcanzar un positivo entendimiento de todas las fuerzas populares(..) tendiente a lograr el instrumento político adecuado a ese fin”. Entre los firmantes, figuraron aparte de Quijano y Julio Castro, subdirector de esa publicación, el general Arturo Baliñas, Oscar Bruschera, Luis Alberto Viera, Héctor Rodriguez, Germán D´Elia, Ernesto Guerrini, Carlos Martínez Moreno, entre muchos otros.
En diciembre, la 99 de Michelini se fue del Partido Colorado, el MBPP de Rodríguez Camusso tomó distancia del Partido Nacional, y el PDC autorizó al uso de su lema (permanente), para un frente político, en la perspectiva de las elecciones previstas para noviembre de 1971. La izquierda tradicional, como el PCU o el PS, por entonces organizada en dos vertientes), respaldaron una alianza política de estas dimensiones.
En su Congreso Nacional (4/5, XII), la 99 decidió “declarar que las orientaciones ideológicas (del sector) son incompatibles con la filosofía y las prácticas políticas y policíacas del actual gobierno (pachequista), y con las fuerzas que directa o indirectamente le respaldan” Tras hacer un diagnóstico sobre la dramática realidad que vivia ese partido, el sector manifestó su voluntad de sumarse a “un frente político amplio”, para restituir “la plena vigencia de los derechos políticos y las libertades individuales”, conculcadas, y buscar “la corrección definitiva de los defectos estructurales” del país.
El 7 de diciembre, el congreso del MBPP de Rodríguez Camusso decidió “desvincularse de las autoridades del Partido Nacional y renunciar al uso del lema correspondiente, dando cuenta de ello a la Corte Electoral” En el punto tres de su declaración, el MBPP decidió “condenar la actitud complaciente de los sectores del Partido Nacional, que reiteradamente han permitido a la oligarquía cometer sus atropellos, votando con el gobierno (Coprin, enseñanza), amparando sus desmanes (inasistencias a la Asamblea General, ausencia a interpelaciones), o negándose en el directorio y en la bancada, a poner en funcionamiento mecanismos adecuados (juicio político)”.
El 8 de enero de 1971 surgió un Frente del Pueblo, integrado por el PGP de Michelini y el PDC que encabezaba Terra, que en un documento hizo “una formal invitación al diálogo entre todas las fuerzas políticas que aspiran construir un Frente Amplio, para arrancar al país de la crisis, de la dependencia externa, y de la prepotencia oligárquica, con el sustento de la voluntad masiva del pueblo”. Tras enunciar una docena de objetivos concretos (reestablecimiento de las libertades públicas, creación de un clima de paz, reformas estructurales, etc), convocó a una reunión a realizarse el 5 de febrero, para “la constitución del Frente Amplio”.
En el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo se realizó la reunión, presidida por Michelini. Se hicieron presentes 11 organizaciones políticas, agregándose el Comité Ejecutivo provisorio de las personalidades que suscribieron la convocatoria publicada por “Marcha”, el 7 de octubre del año anterior. Fueron varios los invitados especiales. Entre ellos, el general Liber Seregni, que habia pedido su retiro del Ejército, por discrepar con decisiones del gobierno de Pacheco Areco; y José D´Elia, presidente de la central sindical Convención Nacional de Trabajadores (CNT).
En aquel día lluvioso, se suscribió la “declaración constitutiva del FA”, formalizándose la constitución de esta fuerza política. Hicieron uso de la palabra, en este orden: Terra (PDC), Baliñas (declaración del 7 de octubre), José Pedro Cardoso (PS), Héctor Rodriguez (GAU), Luciano Da Silva (MRO), Jorge Durán Matos (escindido del herrerismo), Bonavita (FIDEL), Luis Naguil (POR), Jorge Andrade Ambrosoni (Movimiento Socialista), Arismendi (PCU), Rodríguez Camusso (MBPP), y Michelini, que en su mensaje convocó a todos a un “rescate de los ideales de libertad ideológica, política y económica”. Por la tarde, en la sede del PDC de la Plaza Cagancha, en el centro de Montevideo, quedó integrado el Plenario, que designó una Mesa Ejecutiva de diez miembros. La primera fórmula del FA al gobierno (Seregni, Juan José Crottogini), resultó aprobada el miércoles 24 de marzo de 1971. El FA iniciaba su camino. “Ha nacido una esperanza”, proclamaba su propaganda callejera. Todo ocurrió hace 43 años.
Hace 43 años nacía el Frente Amplio
Publicado el 2/2/2014
En la noche del próximo miércoles 5, en la ciudad balnearia de Piriápolis, el Frente Amplio (FA), celebrará su 43 aniversario. En tal circunstancia harán uso de la palabra la presidenta del FA, Mónica Xavier, y los precandidatos presidenciales para junio, Constanza Moreira y Tabaré Vázquez. Ideario reconstruye los origenes de esta fuerza política que cambió la historia del país.
Durante los años de vigencia del régimen de gobierno encabezado por el colorado Jorge Pacheco Areco (en particular desde junio de 1968, en que se aplicaron las Medidas de Seguridad), fue creciendo la resistencia a ese autoritarismo oligárquico, que mancomunó en los hechos a la oposición política (blanca, colorada, de izquierda), que reclamaba por un retorno a la democracia; el movimiento sindical, que enfrentó una política económica y social congruente con los intereses de un gabinete ministerial de banqueros y latifundistas que rodeó a Pacheco Areco; la enseñanza pública, los docentes y estudiantes, que defendían la autonomía técnica, un mejor presupuesto, y sufrió una dura represión con mártires emblemáticos como lo fue el estudiante Liber Arce.
En todo ese complejo período (1968-1972), de militarización de los empleados en huelga; de diarios y semanarios clausurados; desconocimiento del Poder Ejecutivo a decisiones de los magistrados, o del propio Parlamento (que levantó Medidas de Seguridad, reimplantadas de inmediato por Pacheco Areco)-, fue avanzando el planteo de vertebrar en un mismo haz unitario, a todos los que coincidían en el diagnóstico de la situación del país y en las soluciones a la crisis. Ese fue el origen del Frente Amplio.
El politólogo Oscar Bottinelli estimó que entre junio y julio de 1970, se produjo un “acuerdo tácito” entre diferentes líderes parlamentarios de la oposición, que coincidían en la necesidad de avanzar en esa dirección. Ellos fueron Rodney Arismendi (secretario general del Partido Comunista, PCU), Luis Pedro Bonavita (presidente del Frente Izquierda de Liberación, FIDEL), Juan Pablo Terra (presidente del Partido Demócrata Cristiano, PDC), Zelmar Michelini (líder del Movimiento por el Gobierno del pueblo, lista 99, del Partido Colorado), y Francisco Rodríguez Camusso (principal orientador del Movimiento Blanco, Popular y Progresista, MBPP, del Partido Nacional). La prensa los identificó como “el grupo de los cinco”.
Michelini intentó antes cambiar el rumbo dentro de su propia colectividad política, dominada por la derecha pachequista, y la lista 15 de Jorge Batlle, que tenía sus hombres en aquel gabinete de oligarcas. Buscó articular un espacio batllista, y manejó la posible candidatura presidencial del general Liber Seregni, pero encontró resistencias. Rodríguez Camusso, entre muchos otros, quería que los legisladores blancos del bloque mayoritario (liderado por Martin R Echegoyen, que hasta 1970 presidió durante décadas el directorio del Partido Nacional), ejercieran una oposición real. No tuvo ningún éxito. El echegoyenismo no hacía número en la Asamblea General, cuando se consideraba la permanencia de las Medidas de Seguridad, o dejaba sin quórum al cuerpo, en momentos críticos. Eso debilitó a Echegoyen (el blanco más votado en las anteriores elecciones de 1966), y potenció el liderazgo opositor de Wilson Ferreira, con sus denuncias y la caída de varios ministros del pachequismo, por irregularidades.
En setiembre, la victoria de Salvador Allende en los comicios desbordó de esperanza a las corrientes progresistas de toda Latinoamérica. El 7 de octubre, en el influyente semanario “Marcha” que dirigía Carlos Quijano, fue publicada una declaración que reclamaba como “indispensable, la concertación de un acuerdo sin exclusiones, entre todas las fuerzas políticas del país que se opongan a la conducta antipopular y antinacional del actual gobierno”, y expresaba “su solidaridad con las gestiones emprendidas para alcanzar un positivo entendimiento de todas las fuerzas populares(..) tendiente a lograr el instrumento político adecuado a ese fin”. Entre los firmantes, figuraron aparte de Quijano y Julio Castro, subdirector de esa publicación, el general Arturo Baliñas, Oscar Bruschera, Luis Alberto Viera, Héctor Rodriguez, Germán D´Elia, Ernesto Guerrini, Carlos Martínez Moreno, entre muchos otros.
En diciembre, la 99 de Michelini se fue del Partido Colorado, el MBPP de Rodríguez Camusso tomó distancia del Partido Nacional, y el PDC autorizó al uso de su lema (permanente), para un frente político, en la perspectiva de las elecciones previstas para noviembre de 1971. La izquierda tradicional, como el PCU o el PS, por entonces organizada en dos vertientes), respaldaron una alianza política de estas dimensiones.
En su Congreso Nacional (4/5, XII), la 99 decidió “declarar que las orientaciones ideológicas (del sector) son incompatibles con la filosofía y las prácticas políticas y policíacas del actual gobierno (pachequista), y con las fuerzas que directa o indirectamente le respaldan” Tras hacer un diagnóstico sobre la dramática realidad que vivia ese partido, el sector manifestó su voluntad de sumarse a “un frente político amplio”, para restituir “la plena vigencia de los derechos políticos y las libertades individuales”, conculcadas, y buscar “la corrección definitiva de los defectos estructurales” del país.
El 7 de diciembre, el congreso del MBPP de Rodríguez Camusso decidió “desvincularse de las autoridades del Partido Nacional y renunciar al uso del lema correspondiente, dando cuenta de ello a la Corte Electoral” En el punto tres de su declaración, el MBPP decidió “condenar la actitud complaciente de los sectores del Partido Nacional, que reiteradamente han permitido a la oligarquía cometer sus atropellos, votando con el gobierno (Coprin, enseñanza), amparando sus desmanes (inasistencias a la Asamblea General, ausencia a interpelaciones), o negándose en el directorio y en la bancada, a poner en funcionamiento mecanismos adecuados (juicio político)”.
El 8 de enero de 1971 surgió un Frente del Pueblo, integrado por el PGP de Michelini y el PDC que encabezaba Terra, que en un documento hizo “una formal invitación al diálogo entre todas las fuerzas políticas que aspiran construir un Frente Amplio, para arrancar al país de la crisis, de la dependencia externa, y de la prepotencia oligárquica, con el sustento de la voluntad masiva del pueblo”. Tras enunciar una docena de objetivos concretos (reestablecimiento de las libertades públicas, creación de un clima de paz, reformas estructurales, etc), convocó a una reunión a realizarse el 5 de febrero, para “la constitución del Frente Amplio”.
En el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo se realizó la reunión, presidida por Michelini. Se hicieron presentes 11 organizaciones políticas, agregándose el Comité Ejecutivo provisorio de las personalidades que suscribieron la convocatoria publicada por “Marcha”, el 7 de octubre del año anterior. Fueron varios los invitados especiales. Entre ellos, el general Liber Seregni, que habia pedido su retiro del Ejército, por discrepar con decisiones del gobierno de Pacheco Areco; y José D´Elia, presidente de la central sindical Convención Nacional de Trabajadores (CNT).
En aquel día lluvioso, se suscribió la “declaración constitutiva del FA”, formalizándose la constitución de esta fuerza política. Hicieron uso de la palabra, en este orden: Terra (PDC), Baliñas (declaración del 7 de octubre), José Pedro Cardoso (PS), Héctor Rodriguez (GAU), Luciano Da Silva (MRO), Jorge Durán Matos (escindido del herrerismo), Bonavita (FIDEL), Luis Naguil (POR), Jorge Andrade Ambrosoni (Movimiento Socialista), Arismendi (PCU), Rodríguez Camusso (MBPP), y Michelini, que en su mensaje convocó a todos a un “rescate de los ideales de libertad ideológica, política y económica”. Por la tarde, en la sede del PDC de la Plaza Cagancha, en el centro de Montevideo, quedó integrado el Plenario, que designó una Mesa Ejecutiva de diez miembros. La primera fórmula del FA al gobierno (Seregni, Juan José Crottogini), resultó aprobada el miércoles 24 de marzo de 1971. El FA iniciaba su camino. “Ha nacido una esperanza”, proclamaba su propaganda callejera. Todo ocurrió hace 43 años.
43º ANIVERSARIO DEL FRENTE AMPLIO
43º ANIVERSARIO DEL FRENTE AMPLIO
La compleja unidad heterodoxa
Por Emilio Cafassi
Publicado el 2/2/2014 -
Quedaron atrás momentos fundacionales de amplias convergencias, como el de la CNT en los 60, el Frente Amplio al inicio de los 70 y, como corolario del desmoronamiento de la dictadura, el PIT-CNT en los 80. Una vez recuperada la vigencia constitucional, fueron diversos movimientos sociales -con más espontaneidad y heteronomía- los que sintomatizaron políticamente desde las laceraciones del horror hasta las carencias y discriminaciones más vastas de sectores sociales oprimidos, bajo múltiples arquitecturas organizativas y puntualizaciones de demandas y luchas.
El transcurso del tiempo y las mutaciones de la realidad coyuntural no evaporan sus peripecias, sus dramas irresueltos, sus logros o sinsabores del acervo de la memoria. Ni la obtención de algunos resultados amenaza necesariamente su continuidad. Al contrario, retomarla desde la actualidad es la vivificación de lo rescatado, donde se podrán hallar las energías, ejemplos e indicios de nuevas alternativas para intervenir sobre el presente y proyectar el futuro.
El próximo miércoles 5 de febrero, el Frente Amplio uruguayo (FA) celebra el 43° aniversario de su fundación y no faltarán en los medios dominantes las omisiones, indiferencias y hasta cierta banalización del acto conmemorativo. Para doblegar estas maniobras no serán necesarios solo buenos discursos, sino una amplia convocatoria, como la de los grandes actos de masas que el FA supo protagonizar. A la invisibilización ideológica se le debe anteponer la visibilización del cuerpo social politizado. Si bien el FA es un movimiento político, me resulta imposible concebirlo sin contabilizar las múltiples movilizaciones y articulaciones institucionales de la sociedad civil que, no sin dificultades, ha logrado cobijar mayoritariamente bajo su manto político y su opción electoral.
En consecuencia no es solo una coalición prácticamente inédita de fuerzas políticas heterogéneas en un amplio espectro desde el progresismo más timorato hasta el anarquismo, sino además un espacio de multi o pluri-militancia en el que la sociedad civil organizada puede encontrar algún curso de expresividad. Aquel lugar de identificación política cuya actividad, compromiso y pertenencia no impide la participación de sus integrantes en otros espacios organizados de naturaleza civil, aunque en ocasiones lleguen a confrontar con él. El sedimento resulta doblemente enriquecedor respecto a las formas de organización política más tradicionales.
Por un lado porque esa “multi-militancia” mitiga las tendencias más autoritarias de compulsiones ideológicas y programáticas sobre los militantes que resulta una de las causas de socavamiento de la confianza en los dispositivos organizativos que genera desinterés y desmovilización en los sectores progresistas y de izquierda. Por otro, porque diversifica y complejiza sus horizontes programáticos y refuerza la convicción de la potencia residente en la unidad.
No será la primera vez que subraye desde estas páginas el peligro de desertificación de las instancias políticas de base, que en el FA residen en sus comités, aunque parcialmente compensados por la participación en movimientos sociales y partidos integrantes. Tampoco que el encomio en el ejercicio del gobierno y la escasa rotatividad de las funciones ejecutivas y dirigenciales, en los partidos y en las instancias ejecutivas y legislativas comporta riesgos de burocratización y autonomización de las direcciones respecto a sus dirigidos. Estos síntomas reaparecen con más elocuencia en la interna partidaria que se dirimirá en junio con la elección de la candidatura presidencial. La breve historia internista ha confrontado hasta ahora a un ala más prudente y conformista, para no denominarla socialdemócrata dada su heterodoxia, con otra más radical, participativa y principista aunque la delimitación no se trace con regla en línea recta.
Personalmente he brindado mi apoyo (simbólico, ya que no voto) a la -aparente o real- opción de izquierda. De forma tal que me incliné por Tabaré Vázquez en el 2004, por Pepe Mujica en el 2009 y actualmente lo hago por Constanza Moreira. En los dos primeros casos, esa preferencia resultó vencedora, pero si hubiera perdido, el mismo apoyo y entusiasmo hubiera recibido el ganador, como los que recibirá quien triunfe en junio. Mi izquierdismo no se antepone al frenteamplismo, sino a la inversa. El respeto por las reglas de juego consentidas, siempre se me impondrá por sobre cualquier preferencia, sin por ello resignarla.
Pero la novedad y consecuente preocupación en esta coyuntura electoral reside en que cada una de esas opciones previas estuvo sostenida por varios partidos constitutivos del FA. En los ejemplos pretéritos, no hubo mayores cortes transversales entre dirigentes y dirigidos ni entre partidos y movimientos sociales en lo que a las alternativas a dirimir refiere. A grandes rasgos los alineamientos respetaron tradiciones ideológicas, programáticas y disciplinas. Otro tanto sucedió con la elección directa de la presidencia frentista. No parece ser el caso actual, en el que el círculo político con el que podríamos dibujar al FA semeja una luna en cuarto creciente, con la casi totalidad de las direcciones convergiendo en la iluminación de la figura de Vázquez.
Si así fuera el mapa, no habría siquiera lugar para la confrontación. Sin embargo, las propias bases insinúan un inverso cuarto menguante. No es la primera vez en la que junto a la compulsa específica, se pone en juego la disciplina partidaria y/o la fidelidad del electorado con riesgos para la propia organización. El máximo ejemplo fueron las elecciones municipales capitalinas con su altísimo abstencionismo y voto en blanco, pero también las derrotas de los dos últimos plebiscitos (simultáneos con las elecciones presidenciales) en los que fueron derrotadas las alternativas frentistas.
La problemática de separación entre dirigentes y dirigidos, no solo no es novedosa sino que resulta acuciante para las organizaciones progresistas o de izquierda que acceden al poder político. Porque las movilizaciones sociales no pueden tener el mismo carácter de protesta o presión que bajo gobiernos de derecha, mientras a la vez, la continuidad del régimen político burgués, veda toda intervención decisional institucionalizada, condenándolos en el mejor de los casos a la “queja”. Las hipótesis explicativas de la apatía política de vastos sectores sociales, y hasta la propia indisciplina de bases militantes, deben contemplar el factor institucional: la democracia representativa no induce participación sino que la desalienta.
No creo que el FA sea indiferente a este tipo de dificultades ni que no haya intentado solucionarlas. Pero sospecho que las limitaciones crecen en proporciones geométricas, mientras algunas medidas se imponen en magnitudes aritméticas. La elección directa de la presidencia del FA es un paso encomiable, tanto como lo es que haya recaído en una mujer que a la vez exhibe la capacidad de Mónica Xavier. Pero el riesgo de convertir al FA en un partido de electores no lo evita mágicamente individuo alguno, sino la concentración de importantes esfuerzos colectivos en la comunicación y la organización interna.
a visita a la página web del FA no invita a ello, la ausencia de un medio de comunicación interno propio, tampoco. El propio acto conmemorativo del miércoles en Piriápolis, tres días atrás, apenas era un link perdido en la agenda. Hoy al menos compite en la portada con otras noticias. Pero dificulto que logre de ese modo articular formas organizativas y estimular a la participación.
El acto de Piriápolis tendrá una relevancia particular, ya que retoma el momento unitario en que los dos precandidatos presidenciales estarán presentes, junto a la máxima autoridad de la fuerza política. Sería un gran aliciente que esta convergencia estimulara una convocatoria de magnitud y que no sea requisito contener las críticas ni la confrontación, ya que en su propio carácter se potencia la fortaleza para disputar un tercer gobierno. Pero considero condición insustituible para la participación en la interna, aunque más no sea explicitando una opción, asistiendo a un acto, o simplemente votando, la obligación ética y política de redoblar los esfuerzos militantes una vez superada la instancia confrontativa con sus críticas y divergencias.
Son las que deben multiplicarse en sustitución de las bravuconadas e insultos sobre el adversario que lamentablemente emergen en casos puntuales por las redes sociales, aunque no casualmente al no tener canales institucionales de expresión con nombre propio. El acto también deberá hacer historia. Además de instituciones, de bitácoras organizativas longevas a pesar de las tormentas, la memoria trae nombres -necesariamente más finitos que sus propias realizaciones- que a diferencia de los de la guía telefónica o los padrones electorales, evocan retratos biográficos coloreados por la paleta de los mejores valores humanos sobre la tela de la emancipación humana en el bastidor de la utopía. No es el único camino de superación del anonimato al que las mayorías están condenadas en las sociedades de mercado y ciudadanía fiduciaria, como lo demuestran desde la exaltación del farandulismo hasta el decálogo criminológico y empresario, no siempre disociados.
Pero las huellas de la historia no son surcos eternos por los que se repite el tráfico rutinario de los carros organizativos, al menos no sin riesgo de atascar sus ruedas, sino señalizaciones más o menos inciertas de algún destino que permite descubrir trazas paralelas, oblicuidades y hasta bifurcaciones. Una de las batallas ideológicas y culturales que libramos hoy es la de la construcción de hegemonía mediante la asignación de sentido a la sucesión de relatos y enfatizaciones, no solo del presente, sino también del pasado. Y de producción de nuevas generaciones cuyas subjetividades logren reapropiarse críticamente de las trayectorias humanas de inspiración crítica y de iniciativa transformadora.
Personalmente estaré en el acto por más razones aún que las militantes. Será una oportunidad además de abrazarme con muchos amigos de los más diversos colores ideológicos, probablemente también con algún lector desconocido.
No son tan frecuentes las oportunidades para conciliar la razón, el esfuerzo, la emoción y la afectividad.
2 feb 2014
¿Estamos ante una nueva burbuja puntocom?
¿Estamos ante una nueva burbuja puntocom?
1 febrero 2014
Por Analía Plaza
Diario Turing
Oh, tenía que pasar. 2013 fue un año movido en el mercado tecnológico: salidas a bolsa – Twitter fue la que más ruido hizo -, empresas valoradas en más de mil millones de dólares y el Nasdaq, el índice donde cotizan las tecnológicas, superando los 4.000 puntos, que, para entendernos, es algo que no sucedía desde el año 2000. Con todo, y como la sombra de la burbuja puntocom es alargada, la prensa no tardó en sacar el titular. ¿Nueva burbuja tecnológica? Aquí los enlaces de New York Times, Wired y Cinco Días.
“En el 99 estalló la burbuja de las puntocom. Se habían alcanzado valoraciones que no estaban soportadas por negocios con generación de caja. ¿Ahora qué ocurre? En el Nasdaq tiran del carro compañías como Microsoft, Apple o Cisco, con modelos tremendamente generadores de caja. La situación es tan distinta que compararlo es no tener ni idea de lo que es una burbuja. Cuando alguien dice que Twitter o Facebook salen a bolsa con valoraciones infladas yo digo que es posible, pero que salidas a bolsa con valoraciones así hay todos los días, no sólo en tecnológicas”, considera Antonio Manzanera, autor del libro Finanzas para Emprendedores y director de Savior Venture Capital. Los análisis financieros dicen lo mismo: no se crean el hype de la burbuja, esta vez es diferente. El mercado es más maduro, los modelos de negocio son más sensatos y las empresas cotizadas tienen más años.
“La teoría de muchos inversores es que esto no es como el 2000″, opina Miguel Arias, socio fundador de IMASTE y miembro de Chamberí Valley. “Hoy hay más mercado en internet que hace diez años. Hay burbuja, pero de menor nivel”.
Burbuja de apps y redes sociales
La burbuja que veían los medios estaba en las valoraciones que han alcanzado algunas empresas este año. ¿Ejemplos que señalan? Dropbox, que recibió 250 millones y está valorada en 8.000 millones; Uber, que recibió 258 millones y está valorada en 3.800, o Pinterest, que recibió 338 millones y está valorada en 3.800. Todas son parte del club de unicornios o empresas valoradas en más de mil millones de dólares. Aunque la mayoría tienen negocios comprensibles – Dropbox cobra por más almacenamiento y facturó uno 200 millones; Uber se lleva comisión por uso y facturó unos 213 – el ojo está puesto en esos modelos que de momento no ganan nada más que gente registrada. Ejemplo: Pinterest.
El caso más exuberante es Snapchat. Fundada en 2011, lleva 123 millones de dólares acumulados, está valorada en dos mil millones y aún no ha ingresado un duro. Eso sí, tiene 60 millones de usuarios.
“Está claro que no se valoran por los ingresos actuales, sino por la capacidad brutal de ingresos futuros. Twitter tiene cientos de millones de usuarios, ha cambiado el modo en el que nos relacionamos con las noticias, que compartimos, hasta cómo vemos la televisión. ¿Cuánto vale eso? A lo mejor no se puede valorar en facturación hoy, pero mañana tiene el potencial de valer muchísimo”, explica Arias.
Burbuja ‘engordar empresas para venderlas’
En las que no están en bolsa, el potencial se mide en su posible venta. “La valoración de startups está basada en el precio al que se espera que se puede vender. Un inversor de capital riesgo jamás invierte en un lugar donde no tiene la certeza más o menos de que va a salir. Esto es como el que tiene un piso en la calle Serrano y dice que es rico. Serás rico, pero si no lo vendes no tienes rentabilizar”, explica Manzanera
Como las grandes tienen mucha capacidad de compra, pueden adquirir: desde innovaciones (como hace Google), a sus copias en otros países o a modelos con muchos usuarios. Quizá de nuevo el caso más llamativo sea el de Snapchat. Facebook le ofreció tres mil millones. La compañía los rechazó.
“¿Y por qué no venden Snapchat? Pues porque este año van a descubrir nuevas funcionalidades, más usuarios… Cosas que hagan que valga más. No ingresos, sino crecimiento en su base de usuarios”, explica Arias. Con más rondas levantadas, más dinero para crecer en usuarios, que no ingresos, y más posibilidad de vender más caro. “Y cada uno de los fundadores ya tiene millones de dólares. En la última ronda les metieron a cada uno cash-out. Ellos ya son ricos: ahora pueden ser archimegamillonarios o archimillonarios. Y la diferencia entre ambos es que prefieren crear algo que controlen ellos”.
Otro modelo pensado para la venta es el de copiar. “Los alemanes Rocket Internet son expertos: copio todo lo que pasa en Estados Unidos y cuando vienen a mi país he llegado antes y es más barato para ellos comprarme que competir”, explica Arias. En este reportaje sobre burbujas a punto de estallar hay más negocios poco creativos. “Es legítimo, porque hay que saber ejecutar, no basta solo con la idea. Pero es lo que nos falta: más innovación propia”.
Burbuja ‘dame rondas de inversión’
Viernes, siete de la tarde. Cae la noche sobre Londres. Las oficinas de Telefónica en la capital tienen desde hace dos años una planta dedicada a las startups: Wayra, un programa para acelerar su crecimiento, acoge un encuentro de gente del sector. Entre cubos con cervezas para los asistentes – incipientes emprendedores de internet – y música de fondo, comentarios sobre la necesidad de ir a Silicon Valley a conseguir dinero porque en Londres, la principal capital tecnológica europea, se “levanta” menos.
“Hay un dicho que dice que para conseguir financiación en Silicon Valley necesitas tracción [como Snapchat], en España ingresos y en Londres ambos”, afirman Joaquim Canet y Juan Hontanilla, fundadores de Develapps, una empresa de desarrollo de aplicaciones que trabaja entre la capital británica y Valencia. Ven dos cosas: ideas sin base y búsqueda acelerada de inversión. Con el boom de las apps, “nos llega mucho iluminado. Piensan en el modelo de negocio, otra cosa es que lo hagan bien: muchos creen que una app tendrá 100.000 descargas, cuando 10.000 ya es un éxito. Si el modelo es vender la app a un euro y has gastado 20.000 en hacerla, no rentabilizas”. Como organizador de eventos para emprendedores, Canet cuenta también que “casi todo el mundo busca inversión. Hasta negocios que no son tan arriesgados, a los que les vendría mejor ir paso a paso y sostenerse sobre sus ingresos, buscan inversión por inercia, porque todo el mundo lo hace. Y algunos productos no los usa nadie, se han gastado ya todo el dinero que han recibido y siguen intentando levantar rondas. Hace cinco años era imposible que consiguieran dinero. Su modelo es conseguir usuarios y luego ya veremos”.
¿Se mide el éxito en dinero ‘levantado’? “Ah, sí, el juego de las rondas”, contesta Arias. “Que parece que el objetivo es hacer rondas más que crear un producto. Lo importante primero es tener clientes, un modelo o una tecnología y luego acompañar eso con el dinero que haga falta. Está empezando a pasar en España y creo que es pernicioso”. “Siempre que hablas con alguien con experiencia te dice: la mejor inversión es no pedir inversión. Intentar montar un negocio que no la necesite. A lo mejor cuando lo estás montando ves que sí la necesita. Nosotros necesitábamos millones de visitas. Para eso se necesita tiempo y el tiempo necesita dinero”, explica David Bonilla, fundador de la web para comprar videojuegos Otogami. Él mismo narró en su blog el proceso: vendiendo servicios a otros clientes financiaron el desarrollo de su producto hasta que los inversores se acercaron a ellos para hacerlo crecer. “Estoy de acuerdo en que la gente se monta unas ideas que requieren millones de financiación, que igual es una gran idea pero ¿y si no puedes? Es como si dices que en vez de un bar quieres montar una cadena de veinticinco franquicias en veinticinco países diferentes. Que dices: oye, monta primero el bar”.
Burbuja aceleradora y de eventos
Una forma cada vez más común de empezar un proyecto son precisamente esos programas de aceleración como Wayra – según los criterios para contarlos hay unos 100 en Europa o unos 67 en España -, que acogen proyectos adquiriendo una parte. Alrededor del 80% de las startups fallan, pero si una sale bien – se vende o sale a bolsa – todos ganan.
Para encontrar inversores también hay eventos de presentación de empresas. El más grande de Europa el Web Summit de Dublín. Bonilla acudió como partner y cuenta que “hablé con empresas españolas y me contaban que había un pseudoproceso para hacerte creer que te estaban seleccionando. Te daban la posibilidad de pagar 1.000 euros al día para estar allí. Era como una granja de gallinas: pasillos con un metro cuadrado para cada startup, con lo cual por mucho inversor que vaya… Aunque un inversor quisiera ver todas las presentaciones no podía, porque en paralelo había charlas. Las startups presentaban a otras startups. Es cuando dije: dios mío, son el payaso y el público que paga la entrada del circo. Hay eventos más pequeños a los que merece la pena ir, pero en estas ferias al final te encuentras gente como tú”.
Burbuja ‘quiero ser como Silicon’
“Entiendo el sentimiento de burbuja. Pero si miras a los números, a los activos de riesgo, no puedes compararlo”, afirmaban desde Earlybird Venture Capital, un fondo de capital riesgo en Berlín – la segunda capital tecnológica de Europa – en The Washington Street Journal sobre el Web Summit. “Lo que estamos intentando es construir una cultura más emprendedora en Europa”. En la Comisión Europea insisten cada vez más en parecerse a Silicon Valley, mientras los expertos les aconsejan crear condiciones que promuevan la innovación, no replicar el modelo. Y por una cuestión de tamaño de la inversión, apunta Arias, “crear unicornios en Europa todavía es muy difícil”.
“Este será el juicio de la historia a vuestra cultura startup”
“En el mundo startup trabajáis deprisa para hacer a otra gente rica. Otra gente. Sois una pequeña élite de jóvenes muy inteligentes que trabajan para una élite aún más pequeña de financieros baby-boomers. Así pueden comprar gobiernos, callarlos, destruir la clase media… Y ese será el juicio de la historia a vuestra cultura startup: fue una alianza tácita entre las nuevas empresas de las favelas hackerspaces y los paraísos fiscales”. En su conferencia en Next Berlín – otro evento de internet – del año pasado, Bruce Sterling, autor de ciencia ficción y colaborador en Wired incluyó la cita anterior en su discurso.
No es el único que ha criticado el acelerado rumbo que ha tomado la creación de negocios de internet. Por citar otros textos, uno en Wired sobre que ‘Silicon Valley no es una meritocracia y es peligroso convertir a sus emprendedores en héroes’, otro sobre las actitudes de algunas personas en San Francisco que no representan a la industria tecnológica y referencias a otros que, según el autor, sí y otro sobre el poco debate mediático en cómo la comunidad tecnológica participa en el contexto socioeconómico. Al autor le sirvió, por cierto, para introducir que dejaba de trabajar ‘haciendo juguetes para ricos’ y que, en su lugar, empezaba a trabajar en el sector público de Reino Unido, que está impulsando la digitalización e innovación de la administración.
¿Burbuja, decías? Como concluye Canet, que lleva años observando el mundo del emprendimiento tecnológico en Londres, “yo creo que más que una burbuja es una moda, porque no hay nada que explotar. Genera puestos de trabajo, nuevas empresas, fomenta la economía. Si se pierde dinero será dinero de capital riesgo, pero se habrán generado empresas y experiencia. El tema es si es una economía real o no y si todas estas startups, en algún punto, hacen lo suficiente como para cubrir las demás”.
(Tomado de El Diario, España)
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