6 oct 2018

TODOS MIRAN PARA OTRO LADO

A cinco años de Lampedusa, Europa naufraga
Esta semana se cumplió un nuevo aniversario de la tragedia que desató la crisis migratoria de la UE
06 de octubre de 2018




Turistas sacan fotos en “La puerta de Europa”, un monumento a los migrantes. Imagen: AFP


A la par del cronómetro marítimo de la muerte que cada semana se traga cientos de vidas, existe un ascenso imparable de las extremas derechas que alimentaron y alimentan sus urnas con el espantapájaros de la inmigración.
Durante el Siglo XX, Europa se murió varias veces: experiencias coloniales devastadoras y dos guerras mundiales reconfiguraron su identidad política, económica y social. En el siglo XXI, Europa murió en el Mediterráneo: yace en el fondo del mar junto a los 14.000 migrantes ahogados desde el año 2013. La tragedia pública comenzó el 3 de octubre de ese mismo año cuando cerca de 360 personas se ahogaron en las costas de la localidad italiana de Lampedusa. Pasaron cinco años, miles y miles de muertos, casi dos millones de migrantes arribaron a tierras europeas, un par de operativos de rescate montados por los Estados (Mare Nostrum, al principio), otros tantos organizados por las ONG, la intervención del Papa Francisco y su célebre profecía sobre la “Globalización de la indiferencia”, hubo también el rediseño de las políticas migratorias europeas y, a la par del cronómetro marítimo de la muerte que cada semana se tragaba y se traga cientos de vidas, el ascenso imparable de las extremas derechas que alimentaron y alimentan sus urnas con el espantapájaros de la inmigración (Italia, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Suecia, Hungría, Holanda, Austria).


Europa dejó su alma y sus valores en la crisis de los migrantes que huyen de los conflictos armados desencadenados por el mismo Occidente que desde hace un rato intenta cerrarle sus fronteras. Esta es una historia de indolencia, cobardía política, inhumanidad oficial y muerte. Además de los 14.000 fallecidos (1.700 en lo que va del año), nada la simboliza y la sintetiza mejor que la represión judicial ejercida contra las ONG que operaban en el Mediterráneo salvando a migrantes y, sobre todo, el destino del último barco humanitario que se mueve el las costas de Libia, el Aquarius. El barco de MSF (Médicos sin Fronteras) y SOS Mediterráneo está a punto de perder el derecho a navegar. 


Su historia es el relato de un crimen de Estado. La peripecia dramática del Aquarius empezó en junio de 2018 cuando, luego de haber salvado cientos de migrantes náufragos, el gobierno italiano primero y luego el de Malta rehusaron autorizar que El Aquarius acostara en sus puertos y desembarque a los rescatados. Fue finalmente España el país que, tras de un periplo donde el barco no encontró puerto alguno, autorizo la llegada de los migrantes que estaban a bordo. Fue sólo el comienzo de la tragedia dentro de la tragedia. El pasado 23 de septiembre, cuando El Aquarius se aprestaba a rescatar a 47 migrantes a la deriva, los guardacostas libios impidieron que interviniera. Prueba de un pacto sucio entre el país por donde salen la mayoría de los migrantes y las autoridades europeas. La Libia del difunto coronel Kadhafi actuaba como filtro y la “revolución” volvió a asumir el mismo papel. Y hay más humillaciones. Gibraltar primero le retiró la bandera al barco humanitario. Y el llamado “Aquarius 2” dos la perdió cuando Panamá le rehusó también su bandera, es decir, la inmatriculación necesaria para que el barco pueda navegar. Hay cientos y cientos de narco barcos atravesando los mares del mundo con bandera panameña, pero a este, que no mata a nadie, se le rehusó el derecho a surcar el mar para salvar vidas. Los intereses de los Estados antes que la vida humana. La perversidad antes que la humanidad. En total, desde que zarpó por primera vez en febrero de 2016, El Aquarius salvó a 29.523 personas.

“El Aquarius es la mala conciencia de una Europa incapaz de ponerse de acuerdo en torno a una estrategia colectiva para enfrentar el drama humanitario en el Mediterráneo”, escribe el vespertino Le Monde en un editorial.


 Liza Courtois, una de las activistas humanitarias a bordo de El Aquarius, cuenta que “en el caso de los rescates en el Mediterráneo se ha criminalizado a las ONG mezclando las consideraciones políticas”. Courtois denuncia que “por lo menos desde la Segunda Guerra mundial no se había visto que a un barco se le sacara dos veces la bandera” (Gibraltar y Panamá). Françis Vallat, presidente de SOS Mediterráneo Francia, completa la denuncia: “desde hace un año asistimos a una dura campaña de criminalización de las ONG con un aluvión de mentiras y desinformación. Hasta nos han acusado de participar en el tráfico de migrantes y cobrar por ello en los paraísos fiscales. Es una vergüenza”.

Hubo, a partir de 2013, un movimiento de solidaridad asumido por Italia. Luego de la tragedia de Lampedusa, Roma lanzó la operación Mare Nostrum mediante la cual se desplegaron 6 barcos, dos submarinos y 6 aviones de rescate. Durante un año, Mare Nostrum salvó a miles de migrantes en el Mediterráneo hasta que, poco más de un año más tarde, las operaciones se interrumpieron ante el rechazo de los demás países europeos de asumir junto a Italia el costo de Mare Nostrum (unos 9 millones de euros al mes). A partir de entonces cambió el perfil humanitario para convertirse, a través de la agencia europea Frontex, en un mecanismo no ya destinado a rescatar vidas sino a levantar muros en las fronteras marítimas (26 barcos, 5 aviones, 6 helicópteros). La primera ONG que tomó el relevo de los Estados fue MOA. Le siguieron cerca de una docena de ONG pero, poco a poco, se vieron expulsadas por Italia y los demás países europeos: los puertos del Viejo Continente no dejan que los barcos arrojen las anclas y bajen a los migrantes y, cuando las autorizan, es sólo un ardid que abre una puerta de invenciones legales para que los jueces o la policía portuaria bloqueen los navíos con artimañas judiciales. Los dos barcos de la ONG alemana Sea Watch y el de Lifeline están bloqueados en Malta. Perseguidos en todos los puertos posibles, los barcos de la ONG española Proactiva abandonaron las costas libias para concentrarse únicamente entre España y Marruecos.

Hoy sólo queda en el cielo un avión (El “Colibrí”) de la ONG Pilotes Volontaires que avisa cuando hay migrantes en peligro. Ni siquiera los barcos privados comerciales acuden al rescate de los migrantes. Como lo revela Vincent Cochetel, el enviado especial de la ONU para el Mediterráneo Central, “sabemos que los barcos apagan sus sistemas anti colisión para que no los interpelen para llevar a cabo operaciones de rescate. Han optado por cerrar los ojos. 


La gente se muere en una total invisibilidad e indiferencia”. Eso ha sido Europa a la hora de asumir su responsabilidad de una crisis migratoria desencadenada por las guerras en las que intervinieron Estados Unidos, Arabia Saudita, Qatar, Irán y Europa: Siria, Irak, Libia, Sudán. Sin hablar del respaldo occidental a regímenes corruptos y criminales desde los cuales la gente huye incluso sabiendo que probar la travesía del Mediterráneo es una sentencia de muerte. El Aquarius ha sido la última mano tendida ante la amenaza del mar. Francis Vallat, presidente de SOS Mediterráneo, admite con tristeza que “han terminado con su misión bajo la fuerza y la presión”. Europa se ha muerto de nuevo. Sus grandes y luminosas retóricas sobre los Derechos Humanos y los valores humanistas son una cortina escénica detrás de la cual la sombras de su estrechez moral se van comiendo su fachada.

efebbro@pagina12.com.ar