Por Javier Calderón Castillo, Pedro Santander y Bárbara Ester
2 enero, 2020
Millones de personas salieron a las calles de Latinoamérica para dejar en claro que su futuro depende de la salida del neoliberalismo, un modelo económico devastador para sus vidas. A diferencia de otras como las de Ecuador y Panamá, las protestas en Chile, Colombia y Haití son las que, al culminar el año, aun perduran y no parece probable que terminen con él.
La sociedad chilena se cansó de la asfixia económica producida por la privatizaron de sus derechos sociales; estudiar, ir al médico o transportarse se convirtieron en privilegios inaccesibles para la mayoría. En Colombia la sociedad reclama libertades con democracia social y económica, negadas por la enorme desigualdad y la represión neoliberal. Es una ciudadanía que está diciendo “basta” de guerra y pobreza. El pueblo de Haití, silenciado por décadas, reclama salir de la dominación neocolonial en la que está sometido, dominación marcada por la ocupación militar de fuerzas extranjeras, la manipulación del FMI y por el respaldo externo a una élite corrupta que sostiene tales condiciones.
El estallido de las protestas en esos tres países se caracteriza por su extensión temporal (no fueron pasajeras) y por consolidar nuevas formas de gestionar creativamente la protesta social. La globalización es aquí un tema clave, ya que el streaming (retransmisión en directo) facilita la solidaridad internacional de una agenda pública global. Fue así como las movilizaciones y acciones simbólicas impactaron, se mantuvieron y en ninguno de los tres países es posible avizorar su final; por el contrario, parecen indicar el agotamiento en el orden político interno. Otra de sus características es la combinación de una red de apoyo en redes sociales, divulgación e identificación mediante redes sociales y el accionar de influencers, personajes culturalmente influyentes o célebres del mundo del espectáculo. En todos los casos la participación juvenil es un factor clave, con nuevos lenguajes y propuestas contraculturales. Son actores plurales de diversos orígenes que confluyen en un malestar común, en muchos aspectos similar al movimiento regional de mujeres (un actor heterogéneo, diverso y plural con capacidad de sostener una batalla real y simbólica en el tiempo y lograr visibilidad, apoyo y réplica internacional).
La creatividad de las protestas generó impactos de orden global, como la performance “Un violador en tu camino” realizado por un colectivo feminista “LasTesis” en Valparaíso-Chile, el cual se replicó en varios países de Latinoamérica[1], en Asia, Europa y Norteamérica, el tarareo “la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía” llegó para quedarse. En Colombia se organizan festivales multitudinarios, donde el referente es la música. La lucha como festejo, como performance, es parte de la herencia de los pink tide y del movimiento de mujeres, pero no es todo; la participación de los pueblos indígenas y su resistencia ancestral también confluyen en las protestas de Colombia y Chile. Del mismo modo, en un mundo interconectado, los dos meses ininterrumpidos de protesta en Haití suspendieron toda actividad, incluidos los intereses de las trasnacionales norteamericanas, por lo que el mismísimo Trump debió buscar nuevas estrategias de negociación frente a una lucha –simplemente por el derecho a la vida- en Haití. Los manifestantes lo saben y comenzaron a realizar las manifestaciones frente a las embajadas de Francia y EE. UU. Las protestas, con sus impactos locales y los posibles efectos en la política regional, han tenido una cronología y unos hitos políticos que hemos decidido recopilar de forma gráfica y resumida, teniendo en cuenta que muchos otros sucesos políticos están por venir.
[1] https://www.eluniversal.com.mx/mundo/mapa-muestra-el-impacto-de-un-violador-en-tu-camino-en-el-mundo
Celag