Por Atilio A. Boron
18 de julio de 2022 - 00:04
Imagen: EFE
Interesante entrevista a Leonardo Padura en el suplemento Ideas de La Nación (Buenos Aires) del 16 de Julio. Creo que es la primera vez que reconoce de modo tan enfático los gravísimos problemas que el bloqueo produce en Cuba. Hay una frase que resume su pensamiento en esta materia: luego de hablar sobre la pandemia y sus efectos sobre el turismo y la “presión de medidas que reforzaban el embargo económico y financiero” Padura añade que “puede parecer que es una justificación, pero (el embargo) es real y afecta globalmente muchísimo a la economía cubana y particularmente a la vida cotidiana de los cubanos.”
Y más adelante remata este argumento diciendo que “(Se) necesita cierto nivel de riesgo, de valentía y de decisión y empezar por un territorio económico que está afectado por las limitaciones del embargo norteamericano, pero que también está muy afectado por la ineficiencia interna.”
Estas observaciones son un avance en relación a anteriores declaraciones del novelista cubano. Es obvio que la eficacia del bloqueo se potencia por obstáculos internos que impiden que la Revolución Cubana actualice su modelo económico, proceso que debería haber comenzado a toda máquina cuando se produjo el derrumbe de la Unión Soviética y que todavía está en veremos. Pero dicho esto, los problemas que el novelista señala: desabastecimiento generalizado, déficits en la generación de energía eléctrica, escasez de medicamentos y de insumos médicos esenciales, entre tantos otros, son causados fundamentalmente por el criminal bloqueo que Washington a impuesto a la Isla rebelde por más de sesenta años. Padura no puede ignorar que durante la pandemia Donald Trump endureció las sanciones económicas en contra de Cuba, llegando en su infinita maldad a impedir la llegada de mascarillas, ventiladores e inclusive vacunas para combatir la Covid-19.
Unas cincuentas restricciones adicionales impuso el bandido de la Casa Blanca a un país que estaba librando una batalla mortal en contra de la pandemia. Y Cuba, pese al bloqueo, se anotó una victoria pírrica pues derrotó al coronavirus ¡y lo hizo con vacunas propias! Ningún país del mundo subdesarrollado logró tan formidable hazaña, cosa que enerva a la mafia anticubana de Miami y sus politicastros de alquiler como Bob, Ted, Marco, Ileana, Mauricio y otros de su ralea. Subrayo este asunto porque se trata de un crimen de lesa humanidad que subleva la conciencia de hombres y mujeres libres de todo el mundo pero que se desvanece en las sombras cuando Padura en vez de utilizar el término que corresponde, “bloqueo”, apela al mentiroso nombre que el gobierno norteamericano y sus representantes intelectuales y políticos han elegido para ocultar su crimen: “embargo”. El novelista cubano emplea ese término tres veces en la entrevista, cosa que antes no hacía. Pero hubiera sido más apropiado que llamase las cosas por su nombre y hubiese hablado de “bloqueo”. Es habanero e inteligente: no pierdo las esperanzas de que lo haga en el futuro.
Es obvio que la gestión macroeconómica de Cuba debe cambiar, y que todo cambio supone un desafío, un hacerse a la mar y una alteración de las relaciones de poder forjadas en épocas anteriores, cosa que suele desatar tenaces impedimentos. Habrá quienes ganen y también quienes pierdan con ese cambio pero Cuba, y quiero que esto quede bien claro, no tiene otra alternativa que internarse por el camino de “revolucionar la revolución”, y hacerlo sin más demoras. Muchos revolucionarios cubanos lo vienen exigiendo hace años. Silvio lo repitió el 26 de Junio de este año, cuando ponía el ejemplo de Vietnam y China, que se lanzaron con audacia por un camino de grandes “actualizaciones” y lograron salvar a la revolución. Ahora es Padura quien también lo reclama. En buena hora.
Creo, no obstante, que el novelista cubano peca de injusticia cuando habla de las reprimendas que habría recibido por escribir lo que escribe viviendo en Cuba. Si bien no recurre al término “régimen” para referirse al gobierno cubano -cosa que sí hace su entrevistadora, que supo tener un pensamiento más abierto y progresista en otros tiempos- transmite una imagen de escritor perseguido que carece de fundamento. Creo que debería haberle dicho a su entrevistadora que en la conmemoración del 60ª aniversario del discurso de Fidel, “Palabras a los intelectuales”, fue galardonado nada menos que con la Orden Alejo Carpentier que otorga el Consejo de Estado y que esta distinción fue concedida en una ceremonia que contó con la presencia del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. Escritores realmente perseguidos no tuvieron la misma suerte: casos de Javier Heraud en el Perú o Rodolfo Walsh en la Argentina. No es casual que esa noticia, que desmentía la imagen de un escritor acosado por un “régimen”, fue olímpicamente ignorada por cloaca comunicacional latinoamericana y española que embota sin cesar las conciencias de nuestros pueblos. Ni una línea, ni un comentario de treinta segundos en un noticiero radial o televisivo fue destinado a informar sobre el acontecimiento.
Padura se queja de que su obra es poco conocida en su país. Tiene razón, aunque todos sus libros son publicados en Cuba por la UNEAC, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. No conozco en particular su caso, pero por referencias de otros escritores es muy posible que el tiraje de esas ediciones sea reducido debido a que -y permítaseme esta conjetura- las editoriales comerciales no suelen ver con buenos ojos que las obras de sus catálogos sean publicadas en grandes cantidades en Cuba, donde los libros no son mercancías sino que se venden a precio casi de regalo. Habría que explorar este asunto.
Termino retornando una vez más al bloqueo: ¿qué imagen podría transmitir el dramatismo de este crimen? Se me ocurre que tal vez una de las más convincentes sería la de George Floyd, aquel afroamericano que, desarmado, fue arrestado por una patrulla en Minneapolis y asesinado por uno de los oficiales que durante nueve minutos se arrodilló sobre su cuello mientras la víctima gritaba que “no puedo respirar”. El bloqueo es eso mismo: un imperio brutal e inhumano que cae con fuerza sobre una isla que ya casi no puede respirar y que, pese a sus protestas -y a las de la comunidad internacional que todos los años en la ONU exige a su verdugo que ponga fin al bloqueo- hace oídos sordos a ese clamor y prosigue con sus presiones, como hizo aquel mal nacido oficial de policía hasta que Floyd dejó de respirar. Quien no denuncia este crimen se convierte, mal que le pese, en su cómplice. Padura por fin ha comenzado a hablar de él, aunque todavía utilizando el léxico falaz del verdugo: “embargo". Sería bueno que de una vez por todas utilice la expresión correcta, “bloqueo” y aproveche la enorme difusión mundial de su palabra para condenarlo, sin que tal actitud lo obligue a abandonar sus críticas a lo que denomina la “ineficiencia interna” del gobierno cubano.
Estas observaciones son un avance en relación a anteriores declaraciones del novelista cubano. Es obvio que la eficacia del bloqueo se potencia por obstáculos internos que impiden que la Revolución Cubana actualice su modelo económico, proceso que debería haber comenzado a toda máquina cuando se produjo el derrumbe de la Unión Soviética y que todavía está en veremos. Pero dicho esto, los problemas que el novelista señala: desabastecimiento generalizado, déficits en la generación de energía eléctrica, escasez de medicamentos y de insumos médicos esenciales, entre tantos otros, son causados fundamentalmente por el criminal bloqueo que Washington a impuesto a la Isla rebelde por más de sesenta años. Padura no puede ignorar que durante la pandemia Donald Trump endureció las sanciones económicas en contra de Cuba, llegando en su infinita maldad a impedir la llegada de mascarillas, ventiladores e inclusive vacunas para combatir la Covid-19.
Unas cincuentas restricciones adicionales impuso el bandido de la Casa Blanca a un país que estaba librando una batalla mortal en contra de la pandemia. Y Cuba, pese al bloqueo, se anotó una victoria pírrica pues derrotó al coronavirus ¡y lo hizo con vacunas propias! Ningún país del mundo subdesarrollado logró tan formidable hazaña, cosa que enerva a la mafia anticubana de Miami y sus politicastros de alquiler como Bob, Ted, Marco, Ileana, Mauricio y otros de su ralea. Subrayo este asunto porque se trata de un crimen de lesa humanidad que subleva la conciencia de hombres y mujeres libres de todo el mundo pero que se desvanece en las sombras cuando Padura en vez de utilizar el término que corresponde, “bloqueo”, apela al mentiroso nombre que el gobierno norteamericano y sus representantes intelectuales y políticos han elegido para ocultar su crimen: “embargo”. El novelista cubano emplea ese término tres veces en la entrevista, cosa que antes no hacía. Pero hubiera sido más apropiado que llamase las cosas por su nombre y hubiese hablado de “bloqueo”. Es habanero e inteligente: no pierdo las esperanzas de que lo haga en el futuro.
Es obvio que la gestión macroeconómica de Cuba debe cambiar, y que todo cambio supone un desafío, un hacerse a la mar y una alteración de las relaciones de poder forjadas en épocas anteriores, cosa que suele desatar tenaces impedimentos. Habrá quienes ganen y también quienes pierdan con ese cambio pero Cuba, y quiero que esto quede bien claro, no tiene otra alternativa que internarse por el camino de “revolucionar la revolución”, y hacerlo sin más demoras. Muchos revolucionarios cubanos lo vienen exigiendo hace años. Silvio lo repitió el 26 de Junio de este año, cuando ponía el ejemplo de Vietnam y China, que se lanzaron con audacia por un camino de grandes “actualizaciones” y lograron salvar a la revolución. Ahora es Padura quien también lo reclama. En buena hora.
Creo, no obstante, que el novelista cubano peca de injusticia cuando habla de las reprimendas que habría recibido por escribir lo que escribe viviendo en Cuba. Si bien no recurre al término “régimen” para referirse al gobierno cubano -cosa que sí hace su entrevistadora, que supo tener un pensamiento más abierto y progresista en otros tiempos- transmite una imagen de escritor perseguido que carece de fundamento. Creo que debería haberle dicho a su entrevistadora que en la conmemoración del 60ª aniversario del discurso de Fidel, “Palabras a los intelectuales”, fue galardonado nada menos que con la Orden Alejo Carpentier que otorga el Consejo de Estado y que esta distinción fue concedida en una ceremonia que contó con la presencia del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. Escritores realmente perseguidos no tuvieron la misma suerte: casos de Javier Heraud en el Perú o Rodolfo Walsh en la Argentina. No es casual que esa noticia, que desmentía la imagen de un escritor acosado por un “régimen”, fue olímpicamente ignorada por cloaca comunicacional latinoamericana y española que embota sin cesar las conciencias de nuestros pueblos. Ni una línea, ni un comentario de treinta segundos en un noticiero radial o televisivo fue destinado a informar sobre el acontecimiento.
Padura se queja de que su obra es poco conocida en su país. Tiene razón, aunque todos sus libros son publicados en Cuba por la UNEAC, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. No conozco en particular su caso, pero por referencias de otros escritores es muy posible que el tiraje de esas ediciones sea reducido debido a que -y permítaseme esta conjetura- las editoriales comerciales no suelen ver con buenos ojos que las obras de sus catálogos sean publicadas en grandes cantidades en Cuba, donde los libros no son mercancías sino que se venden a precio casi de regalo. Habría que explorar este asunto.
Termino retornando una vez más al bloqueo: ¿qué imagen podría transmitir el dramatismo de este crimen? Se me ocurre que tal vez una de las más convincentes sería la de George Floyd, aquel afroamericano que, desarmado, fue arrestado por una patrulla en Minneapolis y asesinado por uno de los oficiales que durante nueve minutos se arrodilló sobre su cuello mientras la víctima gritaba que “no puedo respirar”. El bloqueo es eso mismo: un imperio brutal e inhumano que cae con fuerza sobre una isla que ya casi no puede respirar y que, pese a sus protestas -y a las de la comunidad internacional que todos los años en la ONU exige a su verdugo que ponga fin al bloqueo- hace oídos sordos a ese clamor y prosigue con sus presiones, como hizo aquel mal nacido oficial de policía hasta que Floyd dejó de respirar. Quien no denuncia este crimen se convierte, mal que le pese, en su cómplice. Padura por fin ha comenzado a hablar de él, aunque todavía utilizando el léxico falaz del verdugo: “embargo". Sería bueno que de una vez por todas utilice la expresión correcta, “bloqueo” y aproveche la enorme difusión mundial de su palabra para condenarlo, sin que tal actitud lo obligue a abandonar sus críticas a lo que denomina la “ineficiencia interna” del gobierno cubano.