Por Raúl Zibechi
En 17/09/2022
La propuesta de la plurinacionalidad, que promueve la construcción de un Estado plurinacional, tuvo amplio respaldo para resolver las asimetrías entre el Estado-nación y las nacionalidades y pueblos originarios. Sin embargo, esta corriente se encuentra en franco declive, en tanto la otra corriente que atraviesa a los pueblos en movimiento, la autonomista, sigue su lento, pero firme crecimiento.
La propuesta nació en la década de 1980 de la mano de organizaciones campesino-indígenas de Bolivia y Ecuador, en medio de procesos de lucha que mostraron cómo el Estado contenía de forma violenta las demandas y movilizaciones de los pueblos originarios. Se llegó a considerar que la fórmula Estado plurinacional era suficiente para resolver estos problemas y se adoptó en las constituciones ecuatoriana de 2008 y boliviana de 2009.
Sin embargo, hasta ahora no fue adoptada por la mayor parte de los pueblos que demandan territorio y se organizan para recuperar esos espacios de vida. El declive de esta corriente proviene de dos procesos: la creciente debilidad de los Estados frente al capital y la experiencia concreta en los dos países mencionados, donde no se registró la menor refundación del Estado, mostrando en los hechos que son construcciones coloniales y patriarcales.
El problema central es que la plurinacionalidad implica que es el Estado el que reconoce que existen diferentes nacionalidades indígenas y culturas que habitan en el mismo territorio. Las propuestas de caminar hacia una administración de justicia según los modos de los pueblos originarios nunca funcionaron ni es posible que lo hagan, ya que la lógica del Estado-nación sigue siendo dominante.
Ni hablar de las fuerzas armadas y policiales, núcleos duros del aparato estatal, donde las lógicas de los pueblos nunca han tenido el menor arraigo. Durante 13 años en Bolivia y 10 en Ecuador, cuando gobernaron Evo Morales y Rafael Correa, no se registró ningún avance sustancial en lo que se prometió sería la refundación del Estado. Por eso surge la pregunta: ¿es posible refundar una institución colonial y patriarcal?
Las bolivianas María Galindo y Silvia Rivera Cusicanqui coincidieron un año atrás en que si no se disuelven las fuerzas armadas no habrá Estado plurinacional. Fue apenas un cambio de nombre, dicen, sin que mediara ningún cambio de las estructuras de poder político, económico y simbólico.
En estos momentos, la cuestión de la plurinacionalidad está siendo debatida por sectores de los pueblos mapuche en Chile y aymara en Bolivia.
El primer Encuentro de Intelectuales de la Nación Aymara, celebrado en la Universidad Pública de El Alto en julio pasado, concluyó que la Constitución Política del Estado, que rige desde 2009, es un instrumento del Estado colonial, que no responde precisamente a la realidad y los intereses de los aymaras.
La declaración del encuentro asegura que el objetivo es la reconstrucción de la nación aymara y de las naciones originarias, bajo el principio del federalismo y el sistema político propio, basado en las comunidades ( ayllus) y las regiones ( markas y suyos), sin la intervención de los preceptos de la democracia institucionalizada del Estado.
En esta corriente militaba Felipe Quispe, quien se puso al frente de la movilización campesino-indígena durante el régimen golpista de Jeannine Áñez, que hizo posible la convocatoria de elecciones que ganó el Movimiento al Socialismo. También cuenta con la simpatía del vice David Choquehuanca, que apoyó el encuentro de intelectuales aymaras.
En Chile, el vocero de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), Héctor Llaitul, prisionero del Estado de Chile, señaló durante la inauguración en un centro comunitario en Peñalolén (Santiago), el 10 de junio, que en los últimos 30 años jamás había visto un solo lienzo mapuche pidiendo la plurinacionalidad, y reafirmó que las demandas siempre son por territorio.
En una carta abierta de la CAM, del 8 de agosto, se afirma que la plurinacionalidad, como propuesta para la causa mapuche, resulta ser una medida vacía de fuerza territorial y con nula perspectiva de transformación, ya que más bien es un invento académico de una élite que busca espacios y cuotas de poder sin tomar en consideración la realidad de injusticias ni las necesidades reales de nuestro pueblo.
Una de las razones que los llevan a rechazar la creación de un Estado plurinacional, e insistir en las recuperaciones territoriales, es que las condiciones del gran capital y del colonialismo que han operado para despojarnos de nuestro territorio se han profundizado en las últimas décadas. Una realidad que opera en toda la región latinoamericana.
Creo que estamos en el ocaso del proyecto de estados plurinacionales. La experiencia mostró que son más de lo mismo, apenas una forma de remendar instituciones deslegitimadas, pero siempre sin tocar sus núcleos duros.
* Periodista, escritor y pensador-activista uruguayo, dedicado al trabajo con movimientos sociales en América Latina.
En 17/09/2022
La propuesta de la plurinacionalidad, que promueve la construcción de un Estado plurinacional, tuvo amplio respaldo para resolver las asimetrías entre el Estado-nación y las nacionalidades y pueblos originarios. Sin embargo, esta corriente se encuentra en franco declive, en tanto la otra corriente que atraviesa a los pueblos en movimiento, la autonomista, sigue su lento, pero firme crecimiento.
La propuesta nació en la década de 1980 de la mano de organizaciones campesino-indígenas de Bolivia y Ecuador, en medio de procesos de lucha que mostraron cómo el Estado contenía de forma violenta las demandas y movilizaciones de los pueblos originarios. Se llegó a considerar que la fórmula Estado plurinacional era suficiente para resolver estos problemas y se adoptó en las constituciones ecuatoriana de 2008 y boliviana de 2009.
Sin embargo, hasta ahora no fue adoptada por la mayor parte de los pueblos que demandan territorio y se organizan para recuperar esos espacios de vida. El declive de esta corriente proviene de dos procesos: la creciente debilidad de los Estados frente al capital y la experiencia concreta en los dos países mencionados, donde no se registró la menor refundación del Estado, mostrando en los hechos que son construcciones coloniales y patriarcales.
El problema central es que la plurinacionalidad implica que es el Estado el que reconoce que existen diferentes nacionalidades indígenas y culturas que habitan en el mismo territorio. Las propuestas de caminar hacia una administración de justicia según los modos de los pueblos originarios nunca funcionaron ni es posible que lo hagan, ya que la lógica del Estado-nación sigue siendo dominante.
Ni hablar de las fuerzas armadas y policiales, núcleos duros del aparato estatal, donde las lógicas de los pueblos nunca han tenido el menor arraigo. Durante 13 años en Bolivia y 10 en Ecuador, cuando gobernaron Evo Morales y Rafael Correa, no se registró ningún avance sustancial en lo que se prometió sería la refundación del Estado. Por eso surge la pregunta: ¿es posible refundar una institución colonial y patriarcal?
Las bolivianas María Galindo y Silvia Rivera Cusicanqui coincidieron un año atrás en que si no se disuelven las fuerzas armadas no habrá Estado plurinacional. Fue apenas un cambio de nombre, dicen, sin que mediara ningún cambio de las estructuras de poder político, económico y simbólico.
En estos momentos, la cuestión de la plurinacionalidad está siendo debatida por sectores de los pueblos mapuche en Chile y aymara en Bolivia.
El primer Encuentro de Intelectuales de la Nación Aymara, celebrado en la Universidad Pública de El Alto en julio pasado, concluyó que la Constitución Política del Estado, que rige desde 2009, es un instrumento del Estado colonial, que no responde precisamente a la realidad y los intereses de los aymaras.
La declaración del encuentro asegura que el objetivo es la reconstrucción de la nación aymara y de las naciones originarias, bajo el principio del federalismo y el sistema político propio, basado en las comunidades ( ayllus) y las regiones ( markas y suyos), sin la intervención de los preceptos de la democracia institucionalizada del Estado.
En esta corriente militaba Felipe Quispe, quien se puso al frente de la movilización campesino-indígena durante el régimen golpista de Jeannine Áñez, que hizo posible la convocatoria de elecciones que ganó el Movimiento al Socialismo. También cuenta con la simpatía del vice David Choquehuanca, que apoyó el encuentro de intelectuales aymaras.
En Chile, el vocero de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), Héctor Llaitul, prisionero del Estado de Chile, señaló durante la inauguración en un centro comunitario en Peñalolén (Santiago), el 10 de junio, que en los últimos 30 años jamás había visto un solo lienzo mapuche pidiendo la plurinacionalidad, y reafirmó que las demandas siempre son por territorio.
En una carta abierta de la CAM, del 8 de agosto, se afirma que la plurinacionalidad, como propuesta para la causa mapuche, resulta ser una medida vacía de fuerza territorial y con nula perspectiva de transformación, ya que más bien es un invento académico de una élite que busca espacios y cuotas de poder sin tomar en consideración la realidad de injusticias ni las necesidades reales de nuestro pueblo.
Una de las razones que los llevan a rechazar la creación de un Estado plurinacional, e insistir en las recuperaciones territoriales, es que las condiciones del gran capital y del colonialismo que han operado para despojarnos de nuestro territorio se han profundizado en las últimas décadas. Una realidad que opera en toda la región latinoamericana.
Creo que estamos en el ocaso del proyecto de estados plurinacionales. La experiencia mostró que son más de lo mismo, apenas una forma de remendar instituciones deslegitimadas, pero siempre sin tocar sus núcleos duros.
* Periodista, escritor y pensador-activista uruguayo, dedicado al trabajo con movimientos sociales en América Latina.