Por Jorge Alemán
18 de septiembre de 2022
Del mismo modo que el neoliberalismo no rechaza al Estado, la nueva ultraderecha no se opone a la democracia, más bien quiere controlarla y manipularla a su antojo.
Por otro lado, la ultraderecha no surge exclusivamente del odio político a lo nacional y popular, es una tendencia estructural, más allá de las voluntades particulares; el neoliberalismo para su propia reproducción ilimitada no admite ningún tipo de regulación política- institucional.
Se puede arriesgar que tiende hacia una nueva modalidad de Estado de excepción. De allí las enormes dificultades de obtener el mínimo de diálogo que sería necesario para reconstruir el contrato social en Argentina.
Desde el comienzo de la cuarentena y después de haber reflexionado sobre las ultraderechas europeas, señalé en distintas ocasiones el modo en que la agenda híbrida de la ultraderecha neoliberal funcionaba a toda máquina en el pais.
No se la captaba de un modo inmediato y claro, porque no tenía ni liturgia ni rituales que la presentaran.
La ultraderecha argentina se abrió paso entre los mismos conservadores y reaccionarios de siempre, esta vez beneficiados por un gran clima de época, que incluso los transformó en sus identidades históricas.
Una relación circular y permanente entre los medios concentrados, los sectores políticos ramificados desde el macrismo y segmentos importantes de la población, funcionan desde hace tiempo en una lógica que determinó todas sus conductas políticas desde que el macrismo perdió las elecciones y luego comenzó la cuarentena.
Mas allá de los nombres en cuestión, que obviamente nunca se reconocerán bajo el concepto de ultraderecha, todos sus gestos, su sistema de enunciación política y su tratamiento del adversario cumplen con las exigencias del programa internacional de las nuevas ultraderechas. Actúan como ella en los hechos, pero sin reconocer jamás públicamente esa identidad.
Pero todas sus operaciones, desde lo que hicieron con la cuarentena hasta cómo se condujeron con Cristina y el gobierno del Frente de Todos, daban cuenta de una "máquina de guerra " en pleno funcionamiento.
El terrible intento de magnicidio que salvó de milagro al país de una posible guerra civil, es la prueba definitiva. Hasta ahora, ninguna de las ultraderechas actuales del mundo ha podido llegar tan lejos.
Aún recuerdo cómo repetían muchos, hace poco tiempo atrás, relativizando la cuestión: " se habla del cuco de la ultraderecha para encubrir las falencias del Frente de Todos". Esta lectura siempre me pareció, cuanto menos, simplificadora.
No solo no analizaba cómo las condiciones materiales del neoliberalismo en su apropiación de las subjetividades tenía su propia dinámica específica, sino que interpretaba el surgimiento de la ultraderecha como un efecto secundario causado por la debilidad de un gobierno en particular.
Sin embargo, la emergencia de la ultraderecha mundial, de la cual el grupo de jóvenes criminales que intentaron matar a Cristina es un síntoma y no la estructura en su verdadero despliegue, es un correlato político del Capitalismo actual.
En términos weberianos, es su espíritu contemporáneo. Dicho de otro modo, es un fenómeno político que pertenece de un modo ontológico al abanico de dispositivos del poder Neoliberal.
Por ello, su correspondiente realidad internacional no es un mero efecto de la coyuntura argentina, sino que la incluye.