11 ene 2025

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El reordenamiento regional en Oriente Medio

OTHER NEWS (Por Jorge González Márquez – Descifrando la Guerra)
10.01.2025



El 27 de noviembre de 2024, el grupo armado islamista conocido como Hayat Tharir al-Sham (HTS) comenzó una ofensiva contra el Ejército Árabe Sirio (SAA) en el campo del oeste de Alepo.


La ofensiva provocó un inesperado colapso de las fuerzas progubernamentales que llevó a que tan solo once días más tarde, el 8 de diciembre, las fuerzas opositoras irrumpieran en Damasco dando lugar a la caída del gobierno de Bashar al-Asad. Fue un nuevo capítulo del proceso acelerado de cambios en Oriente Medio.

La velocidad de vértigo de los acontecimientos -menos de 11 días para dar fin a una guerra de casi 14 años- ha pillado por sorpresa a observadores y analistas internacionales que ahora tratan de adaptarse a la más clara muestra de que estamos ante un nuevo Oriente Medio en el cual se ha producido una reestructuración del equilibrio de poder.

La debilidad de al-Asad y la guerra de Gaza


La guerra civil siria es un conflicto complejo con numerosas fases y etapas en el que la intervención de diversos actores internacionales ha resultado clave. La muestra más clara de esto es que se puede afirmar, con cierto grado de seguridad, que el gobierno de Bashar al-Asad sobrevivió a los peores momentos de la contienda, y llegó a establecerse como la fuerza dominante en dos terceras partes del país, gracias a la ayuda de las fuerzas de tierra del Eje de la Resistencia -destaca el grupo libanés Hezbolá, que se involucró en 2012- y a la Fuerza Aérea Rusa -que comenzó a intervenir en 2015-.

La situación regional de Hezbolá resulta clave para entender los acontecimientos en Siria. No es casualidad que el colapso de las líneas defensivas del Ejército Árabe Sirio y sus fuerzas aliadas llegara tan solo 24 horas después de la firma de un acuerdo de alto el fuego en Líbano entre las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) y el grupo libanés.

Hezbolá se ha estado enfrentando, a lo largo de 2023 y 2024, a Israel en el marco de la conocida como Guerra de Sucot, o Guerra de Octubre, en el que ha sido el mayor enfrentamiento hasta la fecha entre el Eje de la Resistencia, alianza encabezada por Irán, y el Estado sionista. Esta guerra, que comenzó el 7 de octubre de 2023, ha afectado a Israel, Líbano, Siria, los Territorios Palestinos, Irán, Jordania, Irak y Yemen en distintos grados de intensidad y relevancia.

El conflicto entre Israel e Irán -y sus aliados- ha sido una de las principales dinámicas de Oriente Medio durante décadas y, concretamente, la guerra de Siria ha servido como uno de los tableros de fondo para el enfrentamiento entre ambos actores. Por un lado, Teherán ha utilizado su intervención en la guerra, mediante el despliegue de asesores militares y milicias chiíes en apoyo de al-Asad, para ganar mayor influencia sobre el país y establecer una mayor presencia del Eje de la Resistencia sobre el terreno en forma de bases logísticas y otras infraestructuras.

Por otro lado, Tel Aviv tiene una larga historia de enemistad con Siria, centrada principalmente en torno a la cuestión de la ocupación de los Altos del Golán. Durante el transcurso de la guerra civil, Israel ha llevado a cabo una intensa campaña aérea contra las posiciones del Eje de la Resistencia en Siria desde 2014, intensificada de forma notable a raíz del estallido de la Guerra de Sucot.

La presencia de esta dinámica es la que provoca que la derrota del Eje de la Resistencia en el conflicto de Sucot, tras la firma del alto el fuego de Líbano, haya supuesto una ruptura del equilibrio de poder en Siria que ha dado lugar, debido a la debilidad estructural del gobierno de al-Asad y a sus numerosos problemas crónicos, al colapso del gobierno. Sin embargo, los acontecimientos en Siria son probablemente la primera consecuencia de un terremoto de escala regional. Pero, antes de hablar sobre las otras posibles réplicas en Oriente Medio, volvamos a centrarnos en Siria.

El futuro de Siria

Volviendo sobre la Siria post-Asad, lo único que podemos afirmar con certeza es que estamos ante un futuro incierto. Siria es un Estado roto, plagado de milicias, en el que el sectarismo y el conflicto interétnico han envenenado las relaciones entre los distintos grupos étnicos y religiosos. El estado de la economía siria es uno de los más dramáticos del planeta. Estas son una serie de realidades a las que Damasco, sin importar quien esté al mando, ha tenido, tiene y tendrá que enfrentarse.

Son muchas las incógnitas sobre cómo será el Estado sirio tras esta transición y significativas las dudas entre la población. El carácter islamista de las fuerzas que controlan Damasco, pese a que se hayan revestido de una cobertura tecnocrática, no se le escapa a nadie. Sin embargo, muchas de estas preguntas parecen destinadas a permanecer sin respuesta durante un largo tiempo, ya que el nuevo gobierno sirio ha anunciado que el proceso de redacción de una Constitución se prolongará tres años, mientras que la convocatoria de elecciones podría demorarse hasta cuatro.

Sin embargo, hay algunas cuestiones que no pueden esperar tanto. Dos de las preguntas más acuciantes, debido a sus posibles consecuencias regionales, son ¿qué ocurrirá con la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES)? ¿Y con las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF)?

La coalición del noreste de Siria, apoyada por Estados Unidos, se encuentra en una posición muy complicada tras la caída de al-Asad. Las SDF habían alcanzado una suerte de modus vivendi con al-Asad, por mediación de Rusia, que, si bien nunca había llegado a materializarse en conversaciones serias sobre su reintegración en el Estado sirio, sí que permitían la coexistencia. Sin embargo, ocurre todo lo contrario con la relación de las SDF con uno de los principales vencedores de la toma de Damasco: el Ejército Nacional Sirio (SNA).

El Ejército Nacional Sirio es una coalición de grupos armados financiada, entrenada y, en buena medida, controlada por Turquía. El gobierno turco ha utilizado al SNA como agente subsidiario, o proxy, para actuar indirectamente sobre el terreno en Siria en busca de alcanzar diversos objetivos alineados con sus intereses nacionales. Entre ellos destaca impedir el establecimiento de territorio controlado por fuerzas kurdas afines al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Y dichas fuerzas kurdas afines al PKK, al menos desde la perspectiva de Turquía, son la columna vertebral de las Fuerzas Democráticas Sirias.

Turquía, como principal ganadora internacional del cambio de liderazgo en Damasco, se siente reforzada a la hora de exigir medidas acordes con su agenda en Oriente Medio. Los combates entre las SDF y el SNA ocurridos en Tall Rifat y en Manbij han dado paso a una tentativa de ofensiva a través del Río Éufrates en dirección a los principales bastiones kurdos, como Kobane, que por el momento está congelada por un frágil alto el fuego mediado por Estados Unidos.

Sin embargo, Ankara continúa haciendo preparativos y el nuevo gobierno de Damasco se ha comprometido a atender a sus preocupaciones en materia de seguridad nacional y a no permitir que ningún grupo armado continúe existiendo fuera de las estructuras del Estado. Las SDF, por su parte, han pedido a Rusia que medie para normalizar la situación con Turquía, pero también han declarado que lucharán hasta el final si este proceso fracasa.

Otra cuestión acuciante la encontramos en la esquina opuesta del país. Tras la caída del gobierno de al-Asad, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunció la ruptura del Acuerdo de Separación de Fuerzas de 1974 y la expansión de la presencia israelí de los Altos del Golán ocupados a otras posiciones en el sur de Siria para el establecimiento de lo que, días más tarde, el ministro de Defensa israelí denominaría como una "zona militar estéril".

Al mismo tiempo, la Fuerza Aérea israelí comenzó a llevar a cabo una campaña masiva de ataques aéreos en Siria con el objetivo de destruir las defensas antiaéreas, misiles, drones, fuerza aérea, flota y depósitos de municiones del ejército sirio, alcanzando centenares de objetivos en pocos días.

La respuesta a las acciones israelíes es, por lo tanto, otra de esas preguntas acuciantes que deben ser respondidas en el futuro inmediato para evitar que el conflicto sirio vuelva a escalar en intensidad en 2025. Sin embargo, no solo Siria se enfrenta a esta incertidumbre ante el cambio en el equilibrio de poderes regional.

Hacia un reordenamiento en Oriente Medio

Hasta el momento hemos hablado de lo que ya ha ocurrido, pero tanto o más importante será aquello que está por venir, El reordenamiento regional fruto del resultado de la Guerra de Sucot va a tener consecuencias en todo Oriente Medio y, para concluir este artículo, estableceremos algunos escenarios y tendencias que resultarán clave en el futuro próximo.

Yemen, el centro del tablero

El movimiento Ansarullah de Yemen, más conocido como los houthis o hutíes, ha ido obteniendo un creciente protagonismo en Oriente Medio con la evolución de la Guerra de Sucot. El bloqueo del mar Rojo es una de las grandes preocupaciones internacionales, con sendas coaliciones encabezadas por la Unión Europea y Estados Unidos para tratar de limitar sus efectos. Además, los ataques con misiles balísticos contra Israel, que han ido mejorando en precisión con el tiempo, continúan haciendo saltar las alarmas antiaéreas todas las semanas.

La aviación israelí ha lanzado múltiples ataques en 2024, centrados en el puerto de Al-Hudeidah y en Saná, la capital, y destinados a disminuir las capacidades de los hutíes al igual que lo han hecho Estados Unidos y Reino Unido sin mucho éxito. En este sentido, Israel, más concretamente Israel Katz, ha amenazado con convertir Yemen en otro "Gaza, Líbano o Siria" y asesinar a los líderes del grupo "tal y como hicieron con Haniyeh".

Esta escalada, material y retórica, da un papel aún más relevante a los hutíes de cara a 2025 y puede provocar la reactivación del conflicto yemení con consecuencias imprevisibles, máxime teniendo en cuenta el mayor interés mostrado por China o Rusia en el mismo.

Irán, hacia la crisis de régimen

La derrota de Irán en el Levante se suma a una crisis económica, agravada por los ataques israelíes contra su infraestructura energética, y a una crisis de identidad que se irá agravando según nos acerquemos al momento de la muerte del actual Líder Supremo en los próximos años. Esta policrisis o multicrisis puede tomar muchas formas, incluyendo la reactivación del debate sobre la obtención de armamento nuclear, lo que también hace más que probable un ataque aéreo israelí a gran escala o una nueva ola de protestas masivas.

El ascenso de la luna llena turca

Si Irán es el gran perdedor, Turquía es el gran ganador en Siria y el gobierno turco va a canjear toda la influencia ganada. Más allá de "resolver" la cuestión de los kurdos sirios, que será la prioridad número uno de Recep Tayyip Erdogan en 2025, veremos a Turquía firmar un gran número de acuerdos estratégicos con el nuevo gobierno sirio y consolidar su posición en la región.

Si sumamos a esto la creciente influencia en Irak, donde en 2024 se firmaron varios acuerdos económicos y de seguridad de gran importancia, está claro que Turquía es ahora mismo la potencia en ascenso de Oriente Medio. Esta creciente influencia, que desborda hacia África y Asia Central, pone a Ankara en un rumbo de choque de intereses con otros países que podrían tener consecuencias con intensidad variable.

El ascenso del islamismo suní

La victoria del islamismo en Siria ha puesto nerviosos a los gobiernos de varios países de la región de Oriente Medio entre los que destacan, sobre todo, Egipto y Emiratos Árabes Unidos. La lucha de Emiratos Árabes Unidos contra el islamismo político durante la pasada década ya provocó una suerte de Guerra Fría regional entre Dubái y Ankara en la que Egipto tuvo un papel clave con el golpe de estado de Abdelfatah al-Sisi contra los Hermanos Musulmanes en 2013.

Las relaciones entre Turquía, El Cairo y Dubái son mucho mejores hoy en día, pero el temor a un efecto contagio que enardezca a los islamistas en las capitales árabes, especialmente en Egipto, podría complicar los vínculos en el futuro próximo. Al fin y al cabo, las promesas de al-Golani de no querer expandir la revolución recuerdan a las que hiciera Mohammed Morsi en 2012 tras su victoria en las elecciones.

Palestina, una caída interminable


La Guerra de Sucot continúa para las facciones palestinas, mientras que las eternas negociaciones sobre los rehenes no terminan de dar paso a un nuevo status quo. Los ministros israelíes, las organizaciones de colonos y el ejército no debaten si habrá ocupación permanente y colonización de Gaza, sino las características de esta. En los territorios de Cisjordania también se debate el futuro de la Autoridad Palestina, cada vez más repudiada por aquellos a quienes dice representar, y de las diferencias entre las zonas de ocupación que podrían llegar a desaparecer en favor de los colonos israelíes.

Libia, profundizando el giro africano de Rusia

La Federación de Rusia ha sido señalada como la segunda gran derrotada de Siria y, si bien el futuro de las bases naval y aérea de la costa siria aún es incierto, sí que parece probable que ambas serán cerradas en el futuro. Las bases rusas en Siria, las únicas en el Mediterráneo, estaban siendo utilizadas por Moscú como punto de salto hacia África, donde, en los últimos años, ha incrementado significativamente su presencia e influencia principalmente a través del despliegue de fuerzas paramilitares. Uno de los países donde más se ha hecho notar esta presencia es Libia.

El país norteafricano, cuyo territorio continúa dividido por una guerra civil irresoluta, sirve a Rusia de puerta de entrada al continente africano. Sus fuerzas paramilitares se encuentran desplegadas por todo el territorio controlado por el Ejército Nacional Libio de Khalifa Haftar, con quien delegados de Moscú se reúnen varias veces al año, y utilizan el mismo para recibir y enviar material a los despliegues en República Centroafricana, Mali o Níger, entre otros.

El traslado masivo de material de Siria a Libia, donde Moscú busca abrir una base naval desde hace años, pone al país en el ojo del huracán y podría provocar un desequilibrio de poder sobre el terreno que diese lugar a su descongelación en el futuro próximo.


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