22 ene 2025

USELO Y TIRELO

Trump frente a Europa: ¿el ocaso de Occidente?

Carmen Parejo Rendón

22 ene 2025


El presidente de EE.UU., Donald TrumpAlex Brandon / AP


El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos vuelve a poner sobre la mesa las tensiones en las relaciones entre Washington y Europa, especialmente en el ámbito económico y de seguridad.

En sus primeras declaraciones, Trump criticó la "muy baja" aportación de España a la OTAN y, en una confusión geopolítica, la identificó erróneamente como miembro de los BRICS, grupo compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

Además, el mandatario estadounidense ha exigido que los países de la OTAN incrementen su gasto en defensa al 5 % del PIB, una meta que supera con creces el objetivo actual del 2 %.

En el ámbito comercial, Trump ha manifestado su intención de imponer aranceles significativos a la Unión Europea, si esta no incrementa sus importaciones de petróleo y gas estadounidenses. Esta postura podría desencadenar en una guerra comercial, afectando negativamente a las economías europeas, especialmente a países como Irlanda, que depende en gran medida de multinacionales estadounidenses.

La postura de Trump podría desencadenar en una guerra comercial, afectando negativamente a las economías europeas, especialmente a países como Irlanda, cuya economía depende en gran medida de multinacionales estadounidenses.

Desde una perspectiva económica, la relación entre Europa y Estados Unidos refleja las contradicciones inherentes al capitalismo global, que también se reflejan internamente tanto dentro de Europa como en el país norteamericano.

Las grandes multinacionales europeas, especialmente en sectores como el automotriz, la tecnología y la industria química, actúan como fracciones del capital altamente internacionalizado, beneficiándose del comercio internacional y de las reglas de la libre circulación de mercancías y capital. Sin embargo, estas mismas normas exacerban las desigualdades entre sectores económicos: mientras las corporaciones globales como Volkswagen o Siemens prosperan, sectores menos integrados, como la agricultura y las pymes, enfrentan desventajas estructurales.

Este conflicto se expresa en la lucha entre el capital concentrado y el capital periférico, ambos buscando maximizar su acumulación en un marco de competencia desigual. Es decir, el mismo escenario de contradicción que también vive EE.UU. y que explica, en parte, la victoria de Donald Trump.

En el ámbito político, estas tensiones económicas también se ponen de manifiesto en las divisiones dentro de la Unión Europea e incluso fueron claves en crisis previas, como la que dio paso al Brexit.

Las tensiones económicas también se ponen de manifiesto en las divisiones dentro de la Unión Europea e incluso fueron clave en crisis previas, como la que dio paso al Brexit.

Los países con economías fuertemente internacionalizadas, como Alemania y Francia, defienden un marco transatlántico que favorece al capital monopolista, mientras que otras naciones con economías menos integradas, como Polonia o Hungría, demandan proteccionismo, reflejando el interés del capital nacional más débil.

Además, el descontento generado por la desindustrialización ha fomentado movimientos populistas y euroescépticos, que cuestionan la legitimidad de la integración europea. En este contexto, el regreso de Trump y su agenda proteccionista pone de manifiesto las rivalidades inter-imperialistas, donde tanto Europa como Estados Unidos buscan preservar su hegemonía frente a una crisis estructural del capitalismo, combinada con una crisis del liderazgo occidental, motivada por los cambios geopolíticos que se están produciendo a nivel internacional y que agudizan las contradicciones entre distintos sectores del capital en todo Occidente.

Las propuestas de Donald Trump hacia Europa, que incluyen la imposición de aranceles, el aumento del gasto en defensa y el fomento de importaciones de gas natural estadounidense, podrían agravar estas contradicciones existentes.

Por un lado, las grandes corporaciones europeas globalizadas, como las automotrices, se verían afectadas por las barreras comerciales; mientras que, aunque sectores más locales o proteccionistas dentro de Europa podrían beneficiarse de una política más restrictiva en el comercio internacional, realmente tampoco sería suficiente al ser igualmente dependientes de estos mercados globales. Esto crea una fractura entre los intereses del capital transnacional, que busca la expansión del libre comercio, y el capital más nacional, que demanda protección frente a la competencia externa.


Servicios sanitarios atienden a migrantes llegados a Puerto Naos, en las islas Canarias, España, el 28 de diciembre de 2024.Keystone Press Agency / Europa Press Canarias / www.globallookpress.com

A su vez, las propuestas de Trump también pueden intensificar las divisiones políticas dentro de la Unión Europea, entre países que dependen de la cooperación con EE. UU. y aquellos que abogan por una mayor autonomía estratégica.

La presión de Trump para que Europa asuma mayores responsabilidades en defensa y su preferencia por acuerdos bilaterales sobre multilaterales, podrían debilitar la cohesión interna de la UE y de la OTAN, reflejando la creciente tensión entre ambos intereses imperialistas.

En la actualidad, los intereses imperialistas de Europa están subordinados a la hegemonía estadounidense, lo que abre un escenario que abre el dilema sobre cómo gestionar la relación con un EE.UU. cada vez más proteccionista y unilateral. En ese sentido, las luchas internas entre distintas fracciones del capital europeo podrían intensificarse ante un escenario general cada vez más polarizado.


Las propuestas de Trump también pueden intensificar las divisiones políticas dentro de la Unión Europea, entre países que dependen de la cooperación con EE.UU. y aquellos que abogan por una mayor autonomía estratégica.

En clave ideológica, el retorno de Trump podría ser visto, además, como una forma de apoyo y refuerzo a los movimientos populistas de extrema derecha en Europa. Estos movimientos desvían la atención de los problemas estructurales del capitalismo, como la acumulación de riqueza en pocas manos, mientras promueven una lucha contra enemigos "externos" o ficticios, como los inmigrantes o los organismos supranacionales, que aparecen como entidades impersonales y abstractas no atravesadas por estas mismas contradicciones.

En ese sentido, en lugar de cuestionar las bases del poder económico que sostienen la explotación, desvían la atención para perpetuar estas bases, favoreciendo conflictos sociales y una creciente división dentro de las clases populares.

No deja de ser paradójico, en esa dirección, que sean precisamente los sectores del capital más dependientes de las migraciones, como el sector agrícola, los que promuevan discursos xenófobos y antiinmigración. Cabría preguntarse si lo único que realmente buscan estos discursos fuese mantener a estos trabajadores en una situación de persecución y vulnerabilidad extrema, que facilite el aumento de la capacidad de explotación sobre los mismos.


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Igualmente, no es común que dentro de estas corrientes se cuestionen los motivos reales detrás de los grandes movimientos migratorios, como son el expolio o favorecer contextos de desestabilización y guerra en distintas partes del planeta, promovidos tanto por las potencias europeas como por EE.UU. Si verdaderamente hubiese una preocupación sobre la cuestión migratoria, sin lugar a dudas, cambiar las políticas internacionales de los países de la OTAN sería el primer paso a seguir.

En conclusión, la vuelta de Trump constata una crisis profunda del modelo occidental, de su hegemonía y de las contradicciones inherentes entre sus grandes capitales. Durante este mandato, previsiblemente veremos cómo estas fricciones aumentan, aumentando con ello las grietas de un ocaso más que previsible.