30 dic 2014

Reforma educacional: ¿cómo llegamos a la “cocina” de enero?

Chile

Los principales intereses empresariales y culturales vinculados a la educación han comprendido hace tiempo que la derecha política es ineficiente; apuestan en realidad a un lento proceso de cooptación y colonización sobre estas redes, que luego penetra a los partidos, ministerios y agencias de la hoy Nueva Mayoría. No necesitan llegar a la corrupción explícita, ni tampoco se trata de una conspiración centralmente dirigida.


 G. Boric y C. Miranda

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L

Al iniciar su mandato, el gobierno de Bachelet tenía un amplio respaldo ciudadano para llevar adelante la reforma educacional.
La estrategia definida desde La Moneda fue comenzar por la educación escolar, y en ella, por la eliminación del lucro, la selección y el copago. Pero este diseño político, a la larga, no fue capaz de ganar el respaldo de la gran mayoría ciudadana que había levantado la bandera de la reforma educacional. Pretendió unir fuerzas en función de lo que se rechazaba, pero no planteó con claridad lo que se aspiraba a construir; la falta de horizonte fue confesada por la propia Presidenta recientemente al declarar que su “primer sentido fue comenzar por la educación pública”. Peor aún, este inicio facilitó el reagrupamiento de los opositores a todo cambio democrático. La educación pública fue la gran ausente de la reforma en el 2014, a pesar de que el movimiento social e incluso el programa de gobierno la definían como “pilar”.
Sin clarificar si la reforma construirá una nueva educación pública como eje central y preponderante en matrícula en el país, el debate se volvió confuso. Los poderes fácticos recuperaron terreno y, ante ello, la receta del gobierno fue más y más ambigüedad sobre el carácter subsidiario de la política educativa. Se dijo que sí, que fortalecería lo público, pero también que sí, que fortalecería lo privado.
Hoy el escenario es delicado. Con poca claridad, con menos legitimidad social y con la crítica de buena parte de los actores del mundo educacional, los proyectos del gobierno se aprestan a una negociación en el Senado en el momento de menor atención social del año.
Dos relatos se instalan para explicar el problema: de un lado, que se trata de un plan concertado del gobierno por manipular las consignas del movimiento social y, así, profundizar y perfeccionar el mercado educativo; y de otro, que Eyzaguirre no ha sido capaz de explicar bien la desmercantilización de la educación –incomprendida por los estudiantes–, facilitando la resistencia de los poderes fácticos.
Ninguna de estas explicaciones es correcta. En esta columna proponemos una interpretación de por qué llegamos donde estamos hoy. La intención es contribuir al debate público sobre educación, con la esperanza puesta en recuperar el carácter transformador de la reforma por la que tantos años llevamos luchando.
Nadie duda de las buenas intenciones que pueda haber en el Ministerio de Educación. Lo que ocurre es que, mientras los cambios no se planteen alterar el carácter subsidiario del Estado y, con él, la primacía de la propiedad privada sobre la pública, toda regulación o financiamiento estatal para solucionar el problema se transforma, en la experiencia chilena, en su agravante.
La historia del copago, del CAE, de la Ley de Acreditación, de la Ley SEP y de las modificaciones al Simce, es justamente esta historia. Con el tiempo, tales instrumentos y subsidios han expandido el sector privado dependiente de recursos fiscales, con el consiguiente empequeñecimiento y crisis de la educación pública. Se forman ATEs, Acreditadoras, se crean Agencias y organismos fiscalizadores. Gracias al CAE y otras medidas, ingresan terceros –en especial los bancos– al negocio educativo; de sus contactos y redes se sedimenta un poder que lentamente coloniza las instituciones públicas, y que redefine la educación a su conveniencia.
De la educación privada lucrativa dependen espacios de trabajo y de socialización para millones de chilenos. Al mismo tiempo que este entramado de mercado profundiza la desigualdad y entrega una educación de bajos desempeños en promedio, con cada reforma crece y se naturaliza en desmedro de la educación pública. Se hace más difícil de cambiar. Los principales beneficiados de este tejido social de mercado –que no son sus “clientes” sino sus dueños– transforman cada reclamo social por más justicia y menos mercado en más subsidios a ellos mismos. Cada avance del Estado es también un avance del mercado y, por tanto, un retroceso de lo público. El CAE, promovido inicialmente como mayor presencia pública en la educación, es el cenit de esta tendencia. El país conoce sus efectos.
Los principales intereses empresariales y culturales vinculados a la educación han comprendido hace tiempo que la derecha política es ineficiente; apuestan en realidad a un lento proceso de cooptación y colonización sobre estas redes, que luego penetra a los partidos, ministerios y agencias de la hoy Nueva Mayoría. No necesitan llegar a la corrupción explícita, ni tampoco se trata de una conspiración centralmente dirigida. Es una densa red de presiones inconexas, y a veces hasta contradictorias, cuyo poder puede orientar o paralizar al mismo gobierno, echando mano a cualquier discurso, sea liberal, conservador, progresista o democrático.
Este proceso, como ha quedado demostrado, no ocurre sólo con la educación. Es un síntoma del déficit democrático de un Estado colonizado hace décadas por intereses empresariales y conservadores, y de una política que se descompone al mismo tiempo que se separa de la sociedad. Con sus lenguajes para entendidos y frases vacías, este juego se naturaliza en nuestras conciencias como la única política posible.
Las movilizaciones de 2006 rompieron con esta inercia. La sociedad tocó la puerta de la secuestrada política. Pero el enjambre de intereses privados se recompuso, presionando sobre la política y los técnicos hasta conseguir el acuerdo de “manos levantadas”. La fuerza de la sociedad fue desperdiciada, la política no entendió que debía apoyarse en ella y, peor aun, la desarticuló activamente. Pero luego, ensimismada, fue aplastada por el peso de los intereses privados. Del reclamo contra el lucro y por la educación pública recibimos más lucro y nos quedamos con menos educación pública aún, a pesar de las intenciones. No fue una conspiración ni un simple engaño, fue el resultado del complejo juego de fuerzas de los distintos intereses en disputa.
La ilegitimidad de esa reforma llevó a 2011. Millones de chilenos abrieron entonces otra oportunidad de cambio. Esa oportunidad sigue abierta. Pero la conducción del gobierno –y en particular del ministro Eyzaguirre– no ha sido capaz de expresar en positivo esta fuerza, sino que más bien ha recompuesto, quizá sin proponérselo, la inercia anterior al movimiento. La decisión política de no buscar un amplio acuerdo social está teniendo como consecuencia no la “racionalización” del debate, sino su secuestro –insistimos, no necesariamente buscado– por los poderes fácticos. Sin sociedad, el gobierno se debilita. Esto explica la evolución del debate sobre el proyecto de lucro, copago y selección.
Del fin al lucro al CAE inmobiliario
El fin al lucro fue uno de los ejes más destacados del proyecto. El objetivo de que los sostenedores sean propietarios –o bien la propiedad de los inmuebles sea pública– es correcto. No obstante, por errores en los mecanismos y las características descritas del debate, este principio hoy se desdibuja. La Iglesia ha conseguido un reservado acuerdo con el gobierno, pues, como se sabe, la educación subvencionada es una estructura importante de su financiamiento. Pero el problema es mayor aún. Se deja abierta la puerta a lucro de facto mediante las remuneraciones autoatribuidas de los sostenedores y a través de arriendos (el mecanismo usado en las universidades para retirar ganancias). Al inicio se dijo que se consideraría sólo el avalúo fiscal. Pero en cuestión de semanas el debate se mueve al valor comercial, so pena de las dificultades de su determinación. Y aún puede superarlo.
Para minimizar el impacto del criticado arriendo, el gobierno propone la autocompra con crédito bancario garantizado por recursos públicos. Como dijo la Presidenta de la FECh, se trata de un verdadero “CAE inmobiliario”. Desde el gobierno y sus técnicos se responde que las tasas bancarias serán bajas. Pero lo mismo se decía del CAE; de nuevo, nadie duda de las buenas intenciones, sino de su capacidad política de resistir el lobby de los bancos, sobre todo cuando se declara por la prensa que sin ellos el procedimiento es imposible. Fue este lobby, y no el diseño inicial, lo que terminó en el “sobrecosto” del CAE, y en la pérdida de millones de pesos para el erario público.
No hay argumentos para que el Estado tenga que pagar lo que –en teoría– dejarán de ganar los establecimientos con fines de lucro. Sin embargo, el Gobierno propone complejas fórmulas para asegurar un retiro íntegro de la inversión. Tensa la reforma como no lo hace para atender a las demandas de los profesores, siendo sus intereses más relevantes para la educación y la calidad.
El lucro de los bancos no es, como dice M. Waissbluth, la “única opción”. Si un privado no quiere dejar de lucrar, sea directamente o a través de arriendos, el Estado tiene todo el derecho de expropiar el inmueble, cederlo en comodato o bien transformar la escuela en una de carácter público, entregando su administración a la comunidad. Este mecanismo fue propuesto por las indicaciones del Centro de Estudios de la FECh (CEFECh) al proyecto, pero se declaró inadmisible con los votos de la Nueva Mayoría.
Algunos descartan la expropiación por sus altos costos. Pero prefieren involucrar a los bancos. Si los recursos que ha desembolsado el Estado por el CAE hubiesen sido entregados a la educación pública, se podría haber financiado educación gratuita a miles de estudiantes. El problema de fondo no es el costo, es el sometimiento, bajo el Estado subsidiario, del interés público al interés privado. Atrapada la reforma en sus estrechos marcos, la presión de los poderes fácticos por mejores condiciones hace el resto. Y sin que el Ministerio se lo haya propuesto directamente, surge otro nicho rentista de acumulación sobre la base de recursos públicos.
En las últimas semanas, además, senadores de la Nueva Mayoría han propuesto modificar los requisitos jurídicos exigibles a los sostenedores de menor tamaño, creando un sistema ad hoc y estableciendo con ello nuevas diferenciaciones entre escuelas que nada tienen que ver con proyectos educativos.
La gratuidad por voucher universal: perfeccionar la competencia
Naturalmente el fin del copago es una medida positiva y necesaria. Pero este camino a la gratuidad consagra el sistema de vouchers. El diseño institucional entre los colegios sigue siendo competitivo, y los recursos siguen entregándose legalmente a estudiantes y no a instituciones. Estos son los pilares de la reforma de la dictadura.
El proyecto, de todos modos, tiene algunos elementos positivos: pone restricciones a la creación de nuevos establecimientos que reciban subvención, intentando –débilmente– que los recursos fiscales no estén a merced de una nueva expansión del mercado; y además, trata de dirigir el uso de la subvención al cumplimiento de ciertos fines educativos. Pero en la medida que se mantiene el diseño fundamental del mercado escolar, estos aspectos se desdibujan. Además, los poderes fácticos han concentrado aquí una de sus mayores presiones. Cediendo a ellos, el gobierno relativizó estos puntos en la presentación de sus propias indicaciones, y es imposible predecir qué sucederá en el debate de enero en el Senado.
Las medidas del Ministerio contemplan a su vez incrementos relevantes de recursos y ampliaciones de la población focalizada en la Ley SEP. Es decir, se blinda la cuestionada normativa, expandiendo el ineficiente “mercado de la calidad” basado en ATEs y el Simce (a la sazón, la fuente de recursos de muchos de los técnicos especialistas en educación).
Tal como en el caso del lucro, había otras posibilidades. Una propuesta seria, naturalmente, debía compatibilizar la construcción de una educación pública como eje central del sistema con la realidad concreta de nuestra educación altamente privatizada y mercantilizada. Como lo demostraron las indicaciones presentadas por el CEFECh, es perfectamente posible acabar con el copago promoviendo una lógica de pacto entre los proyectos educativos particulares y el Estado. Esto hubiese permitido educacionalizar el debate, distinguiendo entre instituciones por lo que enseñan y no por lo que cobran. Tales indicaciones también fueron declaradas inadmisibles.
El perfeccionamiento de la selección: las “excepciones” y la respuesta de clase
En la medida que consideramos la educación un derecho social universal, no caben mecanismos selectivos en ninguna institución reconocida por el Estado. Su fin es, por cierto, positivo. Pero el proyecto del gobierno no acaba con ella en todo el sistema ni en todos los aspectos. Además, su fórmula concreta no aborda las complejidades del asunto y desconoce lo enraizado de la cultura selectiva en nuestra educación, rasgo incluso anterior a la reforma de la dictadura.
La medida concreta excluye a los particulares pagados –los colegios del 7% más rico de la población– y permite que establecimientos “emblemáticos” puedan seguir seleccionando permanentemente (sin que esté claro qué es un “emblemático”).
En el primer caso, se consagra el privilegio de quienes pueden pagar por educación particular. No deja de ser irónico que, mientras se hacen apologías a la mezcla social y se invierte dinero público en campañas de ese tipo, se promueva la existencia de un sector de la sociedad inmune a la reforma y abiertamente privilegiado para segregar y segregarse a su antojo. De hecho, el grupo social de los mismos reformadores.
En el caso de los emblemáticos, lo que debió haber sido un debate de gradualidad de aplicación se transformó en una excepción permanente. Aprovechando el carácter mecánico y apresurado del proyecto inicial, que despertó las legítimas dudas de los liceos públicos tradicionales y emblemáticos del país, los críticos de todo cambio democrático en la educación presionaron al gobierno hasta obtener lo que querían: que la política pública reconozca colegios tipo A y B. Esta no ha sido la postura de las comunidades de los establecimientos públicos emblemáticos, menos de sus estudiantes. El gobierno, en lugar de apoyarse en ellos y modificar el mecanismo de fin a la selección, los atacó y, más tarde, terminó cediendo a las fuerzas conservadoras.
Peor aún, en los últimos días los senadores de la NM se han abierto a ampliar las excepciones sobre la base del intrincado concepto de “selección no discriminatoria”. Es imposible prever en qué terminará esto, pero los augurios no son positivos.
El impostergable acuerdo social por la educación pública
La pérdida de sentido paulatina del proyecto, no obedece ni a un diseño concertado de fortalecer el mercado educativo ni tampoco a errores comunicacionales. Expresa la relación de fuerzas entre los intereses privados beneficiados del Estado subsidiario y una descompuesta clase política incapaz o sin voluntad de abrirse a la sociedad, y de encontrar en ella la fuerza para las transformaciones.
En tal arreglo, naturalmente, una nueva educación pública es imposible. Peor, se la confunde con las condiciones más o menos amigables de la educación privada. Antes hemos discutido este argumento. Son las instituciones públicas las encargadas de terminar con el lucro y el mercado, pero no las cárceles, las agencias o los subsidios. Son las olvidadas escuelas públicas.
En la búsqueda de salidas “viables” para convencer a los privados de sus nuevas regulaciones, y tras la eficacia de su defensa al interior del propio gobierno, pasamos del fin al lucro al CAE inmobiliario; del fin a la selección a la “selección no discriminatoria”; y a que el fin del copago implique un traspaso de recursos públicos a los privados –en un diseño neoliberal sobre la base de vouchers– inédito a nivel internacional. Todo esto, mientras no se sabe nada de educación pública, se excluye al movimiento social, y los colegios que de verdad segregan son omitidos del cambio. Es entendible que la ciudadanía muestre sus dudas y ya no sienta esta reforma como propia.
El imperativo del gobierno de mostrar resultados –para aminorar la caída de legitimidad que implica el camino escogido– presiona a los parlamentarios a trabajar durante el verano. La cocina de enero puede dar a la clase política y a sus técnicos una falsa sensación de tranquilidad. Pero esta tranquilidad es la del avestruz que esconde su cabeza. Tal como en 2006, y probablemente más rápido, las soluciones ineficaces e ilegítimas al problema de la educación sólo ampliarán el larvado malestar con la política. Habremos desperdiciado una oportunidad histórica de reforma educativa, y también dañado profundamente nuestra democracia.
La posibilidad de cambio todavía está abierta. Pero la cocina de enero se presenta como una nueva amenaza a las transformaciones por tanto tiempo exigidas por la sociedad. Recuperar el rumbo es tarea de todos. No podemos desperdiciar esta oportunidad.

Panamá :Revelan espionaje en las embajadas durante la gestión de Martinelli

No fue solo uno, sino dos los equipos de escuchas y otras funciones de espionaje los que adquirió el Estado panameño durante la administración de Ricardo Martinelli. De ninguno se conoce hoy su ubicación.

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‘Sabía todo de todos’, dijo una fuente a La Estrella de Panamá , quien pone sobreentendido que la información es poder y control. El detalle es el uso que se le dé a esta.
Varias fuentes han contado a La Estrella de Panamá a quiénes se espió con estos aparatos; para qué se usaba la información recabada; cómo Ricardo Martinelli la empleaba para su beneficio y el de sus allegados.
Entre las fuentes contactadas están un agente secreto de inteligencia, una persona del Ministerio de Seguridad que ha tenido acceso a algunas de las interceptaciones y un técnico experto en estos equipos.
Una fuente de inteligencia internacional maneja información de que se adquirieron cinco equipos; sin embargo, otra fuente allegada a uno de los fabricantes explicó que podría existir confusión en este sentido, ya que los equipos se ensamblan con diferentes consolas, cada una con una función distinta, pero que entre todas conforman un mismo aparato.
Las que usaba el Estado panameño son máquinas altamente sofisticadas.
La primera se compró en el 2010 y la segunda, unos cuatro meses antes de las elecciones de mayo de 2014.
‘EL DOSSIER DE…’
A inicios de mayo, Martinelli enfrentaba una de sus peores derrotas políticas; el pueblo había escogido a Juan Carlos Varela como su relevo y no a José Domingo Arias, su candidato. En aquellos días, el aún presidente aseguró en una entrevista que tenía el ‘dossier y el pedigrí de todos los diputados del CD’. Lo decía con conocimiento de causa. Meses más tarde, sus palabras se refuerzan con la información de la compra de los equipos de espionaje adquiridos por su administración.
‘Nadie se salvaba’ de ser escuchado, dice la fuente que enumeró una larga lista de objetivos.
Añadió que los equipos se utilizaron para ‘vigilar a las mujeres de los entonces ministros del gabinete de Martinelli, a las novias o queridas de los ministros, a los propios ministros, a dirigentes del partido oficialista y de la oposición; a empresarios prominentes, de quienes obtenía información sobre sus negocios y luego la utilizaba para sacar ventaja pidiéndoles un porcentaje’.
La fuente agregó que Martinelli espiaba ‘a funcionarios y agentes de la Embajada de los Estados Unidos en Panamá y a unidades de la Drug Enforcement Administration (DEA)’, de lo cual los norteamericanos ya están enterados.
Pero ahí no culminaba todo, las conversaciones de los diplomáticos de las embajadas de Italia y España en Panamá también pasaron por la máquina de escuchas.
Así era posible enterarse de cualquier novedad en el caso de la compra de equipos de seguridad a Italia y sobre el proceso judicial que se le sigue a Valter Lavitola, enlace de Martinelli, quien presuntamente le habría entregado un soborno de 28 millones de euros por un contrato por 176 millones de euros para comprar un sistema de cárceles que no prosperó.
En el caso de la embajada de España en Panamá, la fuente añade que se centró en espionaje comercial, y no descarta que pudo enterarse de las negociaciones de Grupo Unidos por el Canal, encargado de la ampliación de la vía interoceánica, que mantiene varias demandas por sobrecostos contra la Autoridad del Canal de Panamá.
Martinelli sabía de la vida de periodistas y las fuentes que consultaban los comunicadores. Interceptó también los teléfonos de las firmas de abogados, magistrados de la Corte Suprema y líderes políticos, entre otros.
La fuente explicó que la información obtenida con estos aparatos se utilizaba para ‘chantaje económico o para invertir en acciones de ciertas empresas’.
La Estrella de Panamá conoció que existen copias de los registros de las conversaciones y chats de los objetivos. Una de las fuentes dijo que las autoridades saben las fechas y los sitios desde donde la máquina estuvo operativa.
LOS EQUIPOS
El primer aparato se adquirió en mayo de 2010 y el intermediario de la venta fue M.L.M Protection. Se trataba de un equipo de vigilancia a través de computadoras personales, conocido en inglés como PC Surveillance System.
El segundo equipo, que debió adquirirse con fondos públicos, se obtuvo cuatro meses antes de las elecciones de mayo de 2014, según explica la fuente.
De este equipo no hay documentación, por ejemplo algún contrato. La fuente indica que se sabe de la existencia del aparato, pero no se ha encontrado la documentación que respalda la adquisición.
Las autoridades han cotejado la información con el fabricante israelí, quien ha confirmado la venta del equipo. Según la fuente, el gobierno pasado utilizó una empresa intermediaria para esta operación.
Para cumplir con los requisitos del fabricante, según la fuente, se basó en la información que se proporcionó en la primera compra efectuada en el 2010. El fabricante lo vendió con aquella premisa; sin embargo, la empresa israelí Nunvav ha sido enfática en que nunca ha vendido este tipo de equipos al gobierno de Panamá, sino que los aparatos se adquirieron a través de una triangulación.
El fabricante tiene la capacidad para ubicar dónde se encuentran los aparatos, que pueden funcionar desde cualquier parte del mundo, y ha puesto a disposición del Estado panameño la posibilidad de ubicar ambos equipos. No obstante, se requiere de la petición del gobierno panameño para esta tarea, que requiere de un equipo y personal especializado.
La fuente indicó que el equipo está compuesto por varias piezas que se ensamblan y casi todas provienen de distintos proveedores. Uno de los componentes más importantes es un software , el ‘Microsoft Security’, que en el 2010 era un aparato de gran tecnología, a pesar de que ya ha sido reemplazado por programas más avanzados, como el que se adquirió en el 2014.
Los protocolos de seguridad establecen ventas controladas de estos aparatos. En caso de que se violen las normas que dictan su uso, o destinatario —como es el caso que nos ocupa—, la comunidad de inteligencia internacional se pone en alerta para evitar que lleguen a manos de grupos extremistas o terroristas, explicó la fuente.

Según el Banco Mundial, Cuba tiene la mayor inversión en educación del mundo

Así lo reflejó el ranking en inversión e incentivo a la educación realizado por el BM en el período 2009-2013.

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La inédita inversión de Bs 16.064 millones este año en tema de educación otorgó a Bolivia el segundo lugar entre los países de América Latina, un aspecto que fue resaltado por parte del Banco Mundial (BM).

En Latinoamérica, el Banco Mundial situó a Bolivia detrás de Cuba que destina más de 13% de su Producto Interno Bruto (PIB) a la educación, la mayor cifra en el mundo.
“En tema de educación, somos el segundo país de América Latina y El Caribe en inversión, después de Cuba”, destacó este 26 de diciembre el presidente Evo Morales Ayma, desde Palacio de Gobierno, tras hacer una evaluación de la gestión gubernamental 2014.
En segundo lugar mundial se sitúa la República Democrática de Timor Oriental, que invirtió 11,3% en 2009; 10,5% en 2010 y 9,4% en 2011. Siguen Dinamarca con 8,7%; Ghana 8,1%; Islandia y Tailandia con 7,6%, Nueva Zelandia 7,4%; Chipre 7,3% y Venezuela y Bolivia con 6,9% cada uno.
El BM dio validez a la inversión en la educación inicial boliviana incrementada en 319%, en educación primaria 105% y secundaria 306%, con relación a los montos que se invertían en 2006 con sólo Bs. 6,519 millones.
Por su parte, el presidente Morales expresó su satisfacción con los resultados alcanzados. “En lo social, quienes tenemos la responsabilidad de conducir el país estamos muy alentados, los reconocimientos de organismos internacionales son muy buenos”, puntualizó.

El fantasma del chavismo ibérico



Macartismo mediático

El objetivo común de la prensa y la televisión nacionales ha sido siempre el de sostener el régimen bipartidista post-franquista.

Santiago Alba Rico, ensayista y filósofo




Podemos tiene una vida muy corta, pero una historia ya muy larga, hasta el punto de que uno diría que en el último mes ha envejecido mucho.
Esta ilusión de envejecimiento tiene que ver sin duda con la presión exterior. Como habíamos ya advertido, a medida que la nueva fuerza política se ha ido afirmando en encuestas y expectativas de voto, amenazando el bipartidismo dominante, la respuesta del régimen del ’78 ha ido volviéndose más agresiva y más sucia. En esta operación de acoso y derribo, los medios de comunicación –con algunas excepciones– están jugando un papel fundamental como pilares que siempre han sido del orden apañado –y amañado– tras la muerte de Franco. En una ocasión, un amigo cubano me dijo que “Cuba tenía los mejores periodistas del mundo y los peores medios de comunicación”. Algo parecido puede decirse de España y por los mismos motivos: porque, si hay grandes periodistas en los márgenes u ocupándose de temas que no cuestionan los intereses neurálgicos de los medios (como es el caso de algunos reporteros en el campo internacional), el objetivo común de la prensa y la televisión ha sido siempre el de sostener el régimen del 78. Como bien explican Luis Arboleda o Gómez Mompart, la función de los medios durante la transición fue la de legitimar “el control hegemónico del debate público” en detrimento de una ciudadanía siempre pasiva y favoreciendo por eso la complicidad orgánica entre los periodistas y la clase política. En España, los medios han sido siempre partidistas, muy activos por tanto en el marco de la democracia definida por ellos mismos, y brillantes a veces en las pugnas entre partidos, pero sin cuestionar jamás la legitimidad del sistema mismo. Por eso, junto a los mejores periodistas infrautilizados, tenemos también a los peores, movilizados en primera línea con cuchillos traperos y potros de tortura verbal.
Esta connivencia entre periodismo y clase política sobrevive incluso a la competencia comercial, siempre tan “pluralista”, y gira en torno de los tres ejes –como recuerda Manolo Monereo– atornillados por el pacto del ’78: el modelo económico, la monarquía y la unidad de España, lo que explica la defensa casi religiosa que gobernantes y propietarios de medios hacen de la Constitución. En este sentido, es innegable la responsabilidad de los periodistas en el derrotismo democrático de una población que sólo ahora, en el marco de una descomposición gangrenosa del régimen, toma un poco de conciencia, con la visión parcialmente empañada, de lo que nos ha ocurrido. Si los españoles llegamos mal preparados para afrontar políticamente la crisis y asegurar un reemplazo democrático es como consecuencia también del sectarismo mediático. Pensemos, por ejemplo, en la “cuestión nacional”. Nada hubiese sido más fácil que desactivar, mediante un poco de pedagogía sensata, el nacionalismo español que, desde hace siglos, impide realmente democratizar nuestro país; y promover marcos de diálogo y procesos de paz que la mayor parte de los ciudadanos hubieran aceptado si los medios hubieran utilizado su influencia en esa dirección. Hicieron y siguen haciendo todo lo contrario. Salvo contadísimas excepciones, desde 1978 periodistas y grupos mediáticos no han dejado ni un sólo segundo de militar en favor del conflicto, la criminalización del adversario político y el recorte de libertades. Los medios siempre manipulan; podrían haberlo hecho también en favor de la verdad, la convivencia y la democracia.
Los nuestros aceptaron desde el principio que su misión era más bien la sumisión. Nada tiene de raro, por tanto, que ahora se ericen, en pie de guerra, contra Podemos y las “amenazas” que representa. Podemos se ha colado en el horizonte mediático por una alineación planetaria de contingencias, pugnas y voluntades: a la descomposición del régimen y a las luchas internas que ha desencadenado se han añadido la presión social y la inteligencia carismática de un “personaje” –Pablo Iglesias– que hace un año parecía muy inofensivo y muy comercial. Ahora Podemos no puede ser ya desalojado de los medios; por lo tanto, tiene que ser machacado por ellos. Que de pronto haya un “caso Errejón” –junto a los casos Rato, Bárcenas, Blesa, etcétera– revela toda la bajeza artillera de muchos de nuestros medios y de muchos de nuestros periodistas. Cuando se habla de “militantes” y “radicales” otros pensarán en la kale borroka o en okupas alternativos descamisados. Yo pienso enseguida en ABC, en El Mundo, en TeleMadrid, en Ana Pastor, en Alfonso Rojo, en Canal 24 horas y en un largo etcétera de medios militantes y tertulianos radicales. Frente a esa campaña militante y casi militar podemos reaccionar con una sonrisa, pues su agresividad sin duda indica miedo. Pero la historia debería enseñarnos a no despreciar el poder de los medios. Esta operación de acoso y derribo, por muy obscena y evidente que sea, ha conseguido ya envejecer un poco a Podemos e incluso a sus líderes –incluso físicamente–, imponiendo reacciones a la defensiva que generan dos efectos, externo e interno, indeseables. Por un lado, los propios medios se convierten en el objeto del discurso de Podemos, legitimando así como democráticos estos ataques sectarios, mientras que Pablo Iglesias y sus compañeros parecen confesar su culpa y cuestionar la libertad de expresión. Por otro lado, a nivel interno, este ataque feroz y mentiroso obliga a la dirección de Podemos a contraerse sobre sí misma y diseñar políticas defensivas muy hipocondríacas que pueden acabar anteponiendo la lealtad al debate y la crítica. Esa sí sería una gran victoria del régimen del ’78, que podría asimilar así –mucho más que a través del falso “caso Errejón”– la nueva fuerza política, nacida extrauterina, con la vieja política y su vieja matriz partidista.
Porque no hay que olvidar que también hay una causa interna y, si se quiere natural, del envejecimiento “prematuro” de Podemos. En muy poco tiempo se ha pasado del estado líquido y casi desparramado al sólido y casi leñoso. Antes Podemos era una maravillosa gelatina y ahora es una funcional estructura. Sin duda a la “gente” le ha importado poco, pero en la izquierda militante y en los movimientos sociales ha generado una inevitable y lógica desilusión. Antes todo era posible, ahora sólo algunas cosas. Los peligros, en este caso, son también dos. Uno, que la dirección de Podemos, elegida por los inscritos, se aleje del medio extrauterino en el que nació. Dos, que esa izquierda militante, a veces justamente crítica, sólo vea la limitación que acompaña al paso del excitante y juvenil medio líquido al prosaico y maduro estado sólido y, obsesionada con todas las posibilidades que la decisión de los inscritos ha dejado fuera, no sea capaz de ver todo lo que de bueno hay en esas cosas que han quedado dentro y que sí se pueden hacer. Podemos ha envejecido, pero no es viejo. Y sería una catástrofe que la retroalimentación interna del punto 1 y el punto 2 (la contracción del Consejo Ciudadano frente a los Círculos y el puritanismo líquido de los Círculos frente al Consejo Ciudadano) acabe dando la razón a los militantes radicales que desde los medios de comunicación, y desde el bipartidismo dominante, unas veces quieren convertirnos en “vieja casta” y otras en “vieja izquierda” marginal. La victoria sobre el régimen del ’78 y la democratización política y social de España dependen de que no ocurra ninguna de las dos cosas.

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¿Del bloqueo a Cuba al bloqueo del ALBA?

Las razones del deshielo

Diciembre de 2014

Si en toda recomposición geopolítica global todo se trata de sobrevivir, pareciera que la apuesta cubana se precipita y es subsumida por la política imperial, que no considera favorable una franca integración.

Rafael Bautista S. Rebelión




Si el propósito del bloqueo a Cuba fue aislar a esa revolución y, de ese modo, condenarla a la inanición; el reciente anuncio de apertura de relaciones bilaterales entre EE.UU. y Cuba, ¿es el fin del bloqueo o el anuncio de uno nuevo? Porque a partir de la caída del precio del petróleo, la nueva contraofensiva occidental (contra los Brics) contempla un nuevo bloqueo en cierne; no se trata sólo de una guerra declarada contra Rusia e Irán, sino también contra Venezuela (y, en definitiva, contra el ALBA). Como consecuencia del desplome inducido del petróleo, la revolución bolivariana parece perfilarse hacia otra inanición, coadyuvada esta vez por una jugada geopolítica maestra de Washington, pues el discurso antiimperialista de Maduro se desinfla una vez que Cuba “normaliza” sus relaciones con el Imperio.
En toda jugada estratégica, hay siempre un tercero, pero en el caso presente, ya no se trata sólo de Venezuela sino de todo el ALBA, pues esta decisión no sólo descoloca a los gobiernos de la región sino que nos muestra que, en definitiva, más allá de la retórica integracionista, prima demasiado la sobrevivencia propia. Desgraciadamente ésa es la tónica en toda nueva reconfiguración geopolítica global; todo se trata de sobrevivir en un nuevo orden. Eso lo sabe muy bien el Imperio, por eso prefiere la bilateralidad y no tratar con bloques conjuntos (que era a lo que apuntaba la creación del ALBA). Más allá del triunfo moral que representa, para la isla, la admisión del fracaso de la política gringa con respecto a Cuba, llama la atención el desconocimiento que los gobiernos del ALBA tenían al respecto y, más aún, el “oportuno” anuncio de Obama, en medio de dos cumbres latinoamericanas importantes. Aunque no significa el fin del bloqueo a Cuba, en las palabras del presidente Maduro –en el Mercosur– se podía conjeturar lo bloqueada que quedaba, con esa decisión, Venezuela (¿será que para desbloquearse hay que bloquear a otro?).
Para colmo, el silencio de Fidel hace más incómodo el asunto (¿también habrá sido sorprendido como lo fue Maduro?); pues si ya se sabía del pragmatismo político que venía mostrando el gobierno de Raúl Castro, nadie podía sospechar un acuerdo de tal magnitud y, sobre todo, envuelto en medio de una guerra híbrida que patrocina Washington, valiéndose de toda su infraestructura financiera global. ¿Se precipitaron los presidentes o todo formaba parte de una estrategia que preparaba EE.UU. después de que China le arrebatara la iniciativa del libre comercio en el pacífico? Recordemos que el reciente “Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico” culminó con la creación del “Área de Libre Comercio Asia-Pacífico”, donde China sienta hegemonía incluso con los países del TPP y de la Alianza del Pacífico (bastiones de EE.UU. contra el ascenso chino).
Si en toda recomposición geopolítica global todo se trata de sobrevivir, pareciera que la apuesta cubana se precipita y es subsumida por la geopolítica imperial, que no considera favorable a sus intereses una franca integración económico-política de Latinoamérica. Bolivia también anunció una reanudación de relaciones diplomáticas con EE.UU., dejando incómoda a una Venezuela que se verá también en la necesidad de pelear por lo suyo. Si es así, ¿en qué quedan el ALBA, la Celac, la Unasur y el Mercosur? Si no hay una clara perspectiva geoestratégica, todas podrían quedar refuncionalizadas bajo las prerrogativas de una nueva recomposición hegemónica imperial. Nadie objeta la repatriación de los héroes cubanos o el cese de hostilidades, pero lo que se quiere subrayar es que la supuesta apertura no es ajena a la contraofensiva reciente que han desatado EE.UU. y la OTAN contra los Brics, el grupo de Shanghai, el ALBA y todo bloque hostil a la supremacía gringa. Y Venezuela es, en la mirada imperial, el eslabón decisivo para iniciar una ofensiva contra toda la región. No sólo se le quita el sostén económico a la revolución bolivariana (con la caída el precio del petróleo) sino también el sostén discursivo (pues su antiimperialismo se queda sin su mejor argumento).
Las reacciones de nuestros países han sido demasiado ingenuas y, por lo dicho, EE.UU. no sólo ha descolocado a todos sino que ha logrado desunirlos. Venezuela resulta la más afectada pero, si no hay un serio balance de situación geoestratégica (que sólo podría ser común), esa afectación podría expandirse a todo el conjunto ahora en desequilibrio. Como en los episodios anteriores (el golpe a Honduras, o el secuestro del avión presidencial boliviano), nuestros países todavía no sopesan la magnitud de las apuestas de recomposición geopolítica que asume el Imperio, pues al no consolidar una efectiva comunidad político-económica, cada una sigue velando por su estabilidad de manera unilateral. Esa es la mejor forma de arrinconar a nuestros países a una suerte de sobrevivencia marginal, sin nunca consolidar una unión efectiva. Esa ausencia alimenta las pretensiones imperiales. La apuesta del gobierno cubano es sumamente pragmática: ante un eventual recorte de ayuda venezolana (debido a la inestable situación de su economía), opta por una normalización de las relaciones, lo cual conduciría a la apertura comercial y ello, a una peligrosa asimilación vertiginosa al mercado norteamericano. Lo que no pudo el bloqueo bien podría lograrlo el comercio: liberalizar la economía para disolver la revolución.
Fue en la reunión del Mercosur que se notó la incomodidad que produce un anuncio que desinfla uno de los argumentos bandera del antiimperialismo latinoamericano. También hay que recalcar que, al no actualizar, de modo estratégico, el discurso antiimperialista, éste se encuentra a merced de la pura nostalgia, sin repercusión decisiva en el presente. La sola insistencia de la condena al bloqueo fue la carta que le sirvió al Imperio para desinflar el antiimperialismo de nuestros gobiernos, dejando sin argumentos a los presidentes que no pudieron hacer otra cosa que saludar las declaraciones del presidente Obama. En eso hay que destacar la casi nula perspectiva geopolítica que nuestros Estados manifiestan y que les impide diagnosticar de mejor modo la transición hacia un mundo multipolar (que podrían direccionar regionalmente hacia la ceropolaridad, más pertinente al Sur global). Parece que el episodio del secuestro del avión presidencial boliviano sirvió de muy poco, pues la nula respuesta de carácter estratégico que muestran nuestros países ante las arremetidas imperiales no hace sino constatar, para desgracia nuestra, que nuestros gobiernos son todavía incautos en materia geopolítica.
Los términos que enuncia la declaración del gobierno cubano, guarda los amargores que representa el haber vivido el “periodo especial” y, sobre todo, el haber vivido aquello solitariamente. Cuando toda la OEA le dio la espalda a la revolución cubana, ésta persistió heroica, sin más apoyo que el que pudo encontrar en la ex URSS. Cuando sucedió la crisis de los misiles, y el mundo estaba al borde de una guerra nuclear, Cuba fue el chivo expiatorio que cargó con todas las penas, pues gringos y soviéticos negociaron todo a espaldas de la más afectada, que se quedó para siempre estrangulada y, sin embargo, sobrevivió. Y sobrevivió inspirando la liberación de nuestros pueblos.
Desde entonces la liberación se entendía no como una apuesta aislada sino mancomunada. Ese fue el legado de Fidel y, cómo no, de Hugo Chávez. Desde Bolívar esa fue la única posibilidad efectiva de independencia hemisférica. Por eso preocupa que la unidad se vea menguada por gambetas geopolíticas que descolocan de tal modo a nuestros países, que la reacción que pueden ofrecer muestra la pervivencia de estructuras coloniales aun en los estamentos revolucionarios.
Aunque el bloqueo se levantara, otro bloqueo parece estar en cierne, pero ya no sólo contra Venezuela. No hay que olvidar que la política norteamericana no es decidida por el presidente sino por el complejo petro-militar-financiero; estando el Congreso en manos del Oil Party, podría producirse un acuerdo como parte de un canje propuesto entre lobbies que acechan la Casa Blanca: “cedemos” Cuba pero recapturamos Venezuela y su petróleo. Deslegitimar la revolución bolivariana forma parte de las guerras híbridas, es decir, guerras no convencionales que inciden en guerras de desinformación, ciberguerras y la promoción de los letales “caos constructivos”.
Aunque el bloqueo a Cuba formaba parte de la guerra fría, una vez acabada ésta y balcanizada la ex URSS, el bloqueo persiste, pues éste no servía sólo de escarmiento sino significaba la prevalencia de la Doctrina Monroe. El anuncio que hizo John Kerry, a propósito del fin de tal doctrina, no hizo sino confirmar su actualidad en la política exterior norteamericana (desde Madeleine Albright hasta Hilary Clinton, uno puede leer entre líneas el Destino Manifiesto que funda el excepcionalismo gringo).
No sólo la creación de la Alianza del Pacífico sino otras instancias han venido mostrando la insistencia norteamericana en minar toda posibilidad de independencia regional. Lo más inmediato es mermar la influencia china. En el Caribe, la presencia china es preocupante para EE.UU. (sumado a ello la influencia rusa); por eso una recaptura estratégica del Caribe se hace necesaria, y nada mejor que la cobertura mediática de la reanudación de relaciones con Cuba. Se trata de una contraofensiva geopolítica. EE.UU. no puede renunciar a su Mediterráneo, es decir, el Caribe. Como tampoco Obama se puede permitir ser considerado como el presidente que perdió a Latinoamérica. Si el partido republicano, considerado el Oil Party, no ve con buenos ojos el anuncio de Obama, otro tipo de financiadores de la política norteamericana (ligados a los demócratas) aplaude la decisión, pues se trata siempre de la expansión del capital; por eso Thomas Donohue, quien es presidente de la Cámara de Comercio, resalta, en términos que suenan a los prolegómenos de los acuerdos de libre comercio, que “un diálogo abierto e intercambio comercial entre sectores privados de ambos países generará beneficios comunes”, y termina señalando que “la comunidad empresarial de Estados Unidos da la bienvenida al anuncio de hoy”.
Al parecer, bajo sofisticadas estratagemas de política exterior, se están detonando armas de destrucción masiva que, en medio de la nueva reconfiguración planetaria, se busca asegurar áreas estratégicas para la recomposición de la economía norteamericana (el poder militar es apenas un apéndice del poder real, aquél se encarga de crear las condiciones para la reproducción del dólar). Si de la reanudación de las relaciones entre EE.UU. y Cuba se produjera un distanciamiento con los demás países del ALBA, se confirmaría la intención del juego norteamericano. Aislando a Venezuela, los demás no correrían mejor suerte; como ya se viene diciendo: donde no haya procesos de regionalización económica sucederán inevitablemente procesos de balcanización.
Lo que se proponía el ALBA, con Chávez y Fidel, era la mancomunidad de esfuerzos para iniciar un proceso de independencia política y económica conjunta. Cuba fue tenaz y fue ejemplo; y cuando aparecieron Chávez, Kirchner, Evo, Correa, Lula, Pepe Mujica, etc., en palabras de Fidel, la isla ya no era más isla. La integración parecía asegurada mientras el Imperio se encontraba acorralado en Medio Oriente. Ahora que la aislada es Venezuela, ¿cómo se puede sostener una integración si, por sobrevivir, y a cualquier precio, empieza a cundir el bilateralismo, pertinente siempre al dominio imperial? Con China se había logrado un foro permanente con la Celac, es decir, una novedosa agenda de relaciones comerciales y económicas entre la región y China, de forma simultánea; lo cual parecía dejar atrás la historia de negociaciones bilaterales siempre funcionales al Imperio (aislados somos fáciles de dominar), pues la asimetría constituye siempre el factor insalvable para nuestros países.
El desplome del precio del petróleo tuvo su impacto en las alternativas que se le presentaban al gobierno cubano; el deterioro de la economía venezolana aparece como una sombra nada halagüeña para la isla: si los venezolanos también optasen por sobrevivir, a toda costa, los cubanos también saldrían afectados. Nos encontramos ya en medio de una guerra fría, donde la guerra económica se expresa en el desplome deliberado del precio del petróleo; sólo los ingenuos en geopolítica no se dan cuenta de que el precio del petróleo ha sido siempre político. Y lo que sucede actualmente no es producto de los vaivenes de la oferta y la demanda sino de la manipulación de la mano del mercado, que no es invisible sino bien visible y bien armada.
El mundo post-Crimea obliga a la decadente potencia unipolar a realizar un retroceso táctico y hacer uso de su infraestructura financiera global. Pero los riesgos son considerables. La ofensiva multidimensional desatada contra Rusia, agravada por la caída del precio del petróleo, que está seriamente dañando el equilibrio presupuestario de países como Irán y Venezuela (sólo Qatar y los Emiratos Árabes podrían sobrevivir con un crudo por debajo de los 70 US$), parece formar parte de una declaración de guerra que EE.UU. y la OTAN anuncian al mundo entero: el mundo no será repartido.
Financieramente el mundo es rehén del dólar, desde que el binomio dólar-petróleo ha sido el sostén del orden mundial desde Bretton Woods, pero desde que el petróleo ha ido retornando a manos nacionales, el orden ya no es más orden y el actual desorden desregulado del mercado petrolero es lo que está originando, en gran medida, la incertidumbre planetaria. Todas las arremetidas imperiales tratan de desordenar todo para imponer un orden mucho más vertical, que se traduciría en un nuevo mapa energético; el Tlcan es una muestra de ello, pues sobre aquella integración de EE.UU., Canadá y México (sobre todo por el petróleo del Golfo y del norte del país azteca), se trataría de sostener la estabilidad energética norteamericana.
La estrategia gringa consiste en controlar áreas estratégicas de acceso privilegiado a fuentes energéticas, lo cual le brinda poder disuasivo ante otras potencias. Contrarrestar el ascenso chino es combinado con una guerra multidimensional contra una Rusia económicamente vulnerable (aunque ya cotiza el gas y el petróleo en otras monedas, lo cual le hace menos dependiente del dólar); al igual que otras economías que, curiosamente, conforman la lista gringa de países hostiles (es difícil que Venezuela y Ecuador sostengan su presupuesto fiscal con los actuales precios del petróleo). Pero esta guerra económica que promueve EE.UU. tiene también consecuencias negativas en su propia producción que, gracias a los hidrocarburos no convencionales, le garantiza (aunque discutible) autosuficiencia.
Pero la arremetida contra el ALBA, su fracturación, tiene que ver con un otro asunto que empieza a cobrar relevancia. Desde el 2006, EE.UU. viene promoviendo y preparando (en el Tlcan) las condiciones de la transición hacia una nueva moneda, ante el probable y posible apocalipsis del dólar. Pues para paliar la descomunal deuda gringa (que oscila por sobre el 600% de su PIB) y cuando los gastos militares superen los ingresos de la propia Reserva Federal, produciendo el estallido de la burbuja del dólar, EE.UU. –se dice– adoptará el amero, mientras congele los dólares del mercado global. Esto conduciría a un colapso del sistema financiero y, en definitiva, al colapso de la economía mundial. Mientras el mundo se venga abajo con todos sus dólares, EE.UU. podría imponer un nuevo patrón monetario sostenido por el colchón energético del Tlcan, además de la recoptación financiera de las economías del Sur.
El bloqueo sería regional y supondría una sangría de nuestras economías mucho más inaudita. En toda reconfiguración geopolítica global, todo consiste en sobrevivir, incluso el Imperio pugna por aquello. Sobrevivir a costa de los demás parece ser su apuesta, por eso la guerra se convierte en una disposición latente de las potencias decadentes, como muestra de su insana resistencia a un nuevo orden global mucho más democrático. El ultimátum de los halcones straussianos, ahora que el Congreso norteamericano está en control del Oil Party y el lobby financiero, suena más amenazante que nunca: “Si EE.UU. cae, haremos que el mundo entero caiga con nosotros”. Parece que a Latinoamérica le ha tocado, en esta transición civilizatoria postcapitalista, enfrentar el desafío de su definitiva independencia. Eso convierte a la región en factor decisivo en la nueva geopolítica mundial. Las condiciones objetivas están dadas. Falta saber si las condiciones subjetivas de la dirigencia de nuestros procesos estarán a la altura de la definición de este culminante momento histórico.

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Fernández Huidobro o la punta del Iceberg

28 de Diciembre de 2014

CONSTANZA MOREIRA

Las declaraciones públicas del Ministro de Defensa Nacional causaron indignación en varios sectores del Frente Amplio (FA). Algunos lo expresaron públicamente. No es para menos. Serpaj es una institución reconocida por su lucha por la verdad y la justicia y merece reconocimiento. Responder a sus reclamos por información con ironías que aluden a la tortura como método es, como mínimo, una perversión del orden original de las cosas. Es como si el actual Ministro considerara que la única manera de obtener información es la tortura. O como si considerara que hacer presión sobre los mandos de las Fuerzas Armadas (FFAA) para obtener información fuera literalmente imposible.
Es desconocer que la información que se tiene ha sido proporcionada por testigos directos o indirectos, familiares, investigadores, periodistas, historiadores. Y sin duda, es desconocer el rol de la Justicia y de algunos jueces en particular, como Mariana Mota, y de algunas fiscales en particular, como Mirtha Guianze. Y el innegable rol que en esto cumplieron las organizaciones que, como Serpaj, trabajan en la causa de los derechos humanos, y a las cuales el Ministro denosta un día sí y otro también. Los militares no han aportado casi nada de información y la búsqueda de los restos de los desaparecidos, treinta años después, sin informaciones precisas, es como arar en el mar.
El FA ha colocado a la causa de los derechos humanos en un primer lugar en el orden de prioridades. Y en función de ello se ha desactivado la Ley de Caducidad (con la ayuda de la declaración de inconstitucionalidad de la Justicia) y los actos administrativos de los gobiernos anteriores. El Ministro Fernández Huidobro fue un firme defensor de no anular la Ley de Caducidad en 2003, cuando en una intensa discusión en el Congreso del FA con Hugo Cores, triunfó la idea de “no hacer olas” con este tema, porque el Frente Amplio no estaba suficientemente preparado para esta lucha.  
Ocho años más tarde, cuando en 2011 el FA se disponía a anular la Ley de Caducidad con una ley “interpretativa” -ya bastante más firme y preparado que en el gobierno “de estreno”-,  el entonces senador Fernández Huidobro decidió renunciar a su banca en forma intempestiva, desviando, por un segundo, la atención de la importante ley que votábamos, para su propia peripecia personal.  
Eppur si muove. Años después, la causa de los derechos humanos sigue viva. Y el Frente Amplio la ratifica una y otra vez, aunque sean magros los hallazgos y pobres los resultados. El Ministerio de Defensa Nacional tiene la obligación de colaborar con la justicia. Y tiene la obligación, no sólo de no obstaculizar la búsqueda de información, sino de asumir el compromiso de colaborar activamente con ello, en línea con la Secretaría de Derechos Humanos y el Ministerio del Interior.
Y si no se está a la altura de las circunstancias, se debe admitirlo humildemente, resaltar las dificultades que se tienen y no irrumpir con declaraciones destempladas contra quienes luchan por estas causas justas, devolviendo a la sociedad el falso espejo, una y otra vez, de que aquí hubo una guerra (en defensa de Fernández Huidobro, integrantes del denominado Foro Libertad y Concordia ratifican la idea de “la guerra” que todo lo excusa) (1).

El iceberg
Pero esta es sólo la punta del iceberg. La curiosa confirmación de Fernández Huidobro al frente de la cartera tampoco está en sintonía con los logros y el espíritu del FA, ni honra uno de sus emblemas principales: la lucha por verdad y justicia como una causa ética, universal y de principios.
El politólogo e historiador Gerardo Caetano ha señalado que la designación de Fernández Huidobro obedece al respaldo militar. En efecto, al menos desde que el actual Ministro se opusiera a la extradición de los militares involucrados en el llamado “caso Berríos”, su defensa de la corporación ha sido consistente, sistemática, y por cierto, muy poco alineada con principios rectores del FA, que reclaman transparencia, verdad, y acceso a la información para todos los ciudadanos. Por si faltara algo, allí está el apoyo explícito de los militares del Foro Libertad y Concordia al actual Ministro.
A lo largo de estos cinco años, el desempeño de la cartera de Defensa Nacional ha fortalecido a la corporación militar y sus privilegios. Y no hablamos de los miserables sueldos de personal de tropa y bajo rango que recibían durante los gobiernos blanqui-colorados, aumentados, por cierto, como el de tantos trabajadores que, esos sí, tuvieron que luchar palmo a palmo por sus mejores salarios.
En primer lugar, terminamos este período de gobierno con un número de efectivos de 28.000 en el Ministerio de Defensa Nacional. Si se piensa que hay 31.000 policías, entenderemos lo que esto significa para un país que desde hace un siglo no enfrenta ningún conflicto armado. El número de efectivos per cápita es de los más altos del mundo.
No sólo no se ha reducido el número de efectivos sino que el presupuesto se ha incrementado en términos absolutos y el Ministro ha sido consistente en las solicitudes de refuerzos de rubros presupuestales en varias áreas (2).
El Frente Amplio ha retrocedido varias casillas y la lucha dada en su último Congreso y en la Unidad Temática sobre temas de defensa para retomar algunas de las ideas del Congreso de 2008 (pasaje de la aviación civil a la órbita civil, modificación de la ley orgánica de las FFAA, eliminación de la justicia militar, modificación del sistema educativo militar), ha fracasado. Y el programa del FA ya ni siquiera recoge algunas de esas ideas cardinales.
La Ley Orgánica de las FFAA sigue sin modificarse, aunque figuraba entre uno de los principales objetivos en el año 2006, cuando se inició el denominado “Debate Nacional sobre Defensa”, del cual surgirían un conjunto de leyes, como la Ley de Defensa, con miras a comenzar la transformación de las FFAA. Al no producirse tal modificación, el sistema de retiros y pensiones militares, sigue siendo de absoluto privilegio respecto del resto de los funcionarios del Estado. Los militares pueden jubilarse a edades más tempranas que el resto de la población y con el 100% de su sueldo (a lo que se agregan, cuando han sido docentes, beneficios adicionales). Ni siquiera en Estados Unidos los militares cobran el 100% de la jubilación, aún cuando creen ser el ejército del mundo. Los demás mortales en Uruguay, apenas cobramos el 48% del sueldo de nuestros diez mejores años, y después de cumplir los 60 años de edad.  
Seguimos manteniendo una Justicia Militar anacrónica, que ya es virtualmente “derogada” con la aprobación del nuevo Código del Proceso Penal, y aprobando aumentos en las rendiciones de cuentas para los “jueces militares”.
La inacción que hemos experimentado en estos años respecto del recorte de los privilegios por un lado, y del anacronismo jurídico que significa la mantención de la Justicia Militar por el otro, son indicativos de una “no-política” con respecto a las FFAA que es toda una definición política. En un país donde el Frente Amplio fue capaz de realizar profundas transformaciones, las FFAA han quedado cómodamente sostenidas por un conjunto de actores (el actual Ministro es sólo uno de ellos pero hay todo un sistema en torno a él que sigue estos lineamientos) que responden a la fuerza de la corporación.
En el Congreso del FA de 2008 se tomaban otras iniciativas que urge atender en el próximo período. La aviación civil en Uruguay, más allá de la creación de la Junta Nacional Aeronáutica, sigue bajo tutela militar y es otra variante que suma dinero constante y sonante a las arcas militares. Muy escasos países quedan con sistemas como este, lo que va contra todas las recomendaciones internacionales. Sobre la base de negociaciones varias con los distintos operadores del sistema, el gobierno ha conseguido mantener la situación incambiada. Perodebe cambiar, y al igual que con Meteorología, se debe iniciar un proceso tendiente a tomar el tema de la aviación civil como un tema de Estado, y no como un tema de las FFAA (es mucho lo recaudado por esta vía, por lo cual la corporación defiende sus atribuciones en este campo con uñas y dientes).
También el Sistema de Educación Militar, consagrado en una ley aprobada en este período sin mayores discusiones, es algo que contradice la lógica del FA de promocionar una educación militar conectada con el resto del sistema de educación pública y no un compartimento estanco tendiente a fortalecer el carácter aislacionista de la corporación militar.
Finalmente, la prórroga de las Misiones en Haití, es simplemente inaceptable. Mientras el gobierno de Michel Martelly va hacia una deriva que lo transformará prontamente en un gobierno ilegítimo (el Presidente se niega a convocar elecciones para la renovación del Senado haitiano con lo cual el mismo quedará absolutamente inoperante en los próximos meses), el Uruguay sigue con sus tropas –aunque reducidas de acuerdo al proyecto que se vota mañana en el Parlamento-, validando, de hecho, la situación ilegítima de un gobierno autoritario.          

No son solo palabras
La indignación actual contra Fernández Huidobro y su falta casi absoluta de apoyo popular no obedecen sólo a sus declaraciones poco felices sobre Serpaj y muchos otros temas, sino a su posición en relación a las  Fuerzas Armadas. Una posición que le ha valido al país atrasarse cinco años en una discusión que comenzó promisoria, allá en el 2006.
Reforzamos el sistema de educación militar, mantuvimos intocado el sistema de jubilaciones y pensiones militares (oneroso para la sociedad toda), consolidamos la existencia de una justicia militar autónoma, fortalecimos a la corporación con sus misiones de “paz”, y año a año incrementamos el presupuesto militar en “operaciones” que distan de tener algún asidero con la realidad de un país que no ha tenido un conflicto militar en los últimos cien años (y nos los ha tenido, por cierto, por su diplomacia, no por las FFAA).
Más importante aún; cualquiera que ha opinado en estos temas, es considerado por el Ministro un “inepto”, un “estúpido”, un “ignorante”, ignorando él, por cierto, que el FA ha decidido desarrollar inteligencia civil y ciudadana en relación a los temas de la Defensa, porque quiere que la “inteligencia militar” esté absolutamente subordinada al poder civil. Y el poder civil es, por definición, el poder de los ciudadanos.
Por consiguiente, desestimar todos y cualquier análisis que se hagan desde la propia izquierda sobre las FFAA. es reclamar para sí y los suyos, el único saber y la única posición autorizada que existe sobre el tema. Refuerza esto la idea de que los “civiles” son ineptos y que quienes integran las FFAA son “los que saben”.
No, el actual Ministro no es el dueño del tema. Y si pretendiera serlo, le diríamos un rotundo no, porque su posición no representa a la masa frenteamplista.

(1) Ver las recientes declaraciones del Coronel retirado José Carlos Araújo en Montevideo Portal. Disponible en:http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?256703,3,1391
(2) Escribí al respecto dos años atrás; ver la columna “El peso de las Fuerzas Armadas en el Estado uruguayo”, publicada en el semanario Brecha, el 16/11/2012.