Por ROBERTO MARRA |
28 de Agosto de 2017
Con lo sucedido en Barcelona, la doble vara para medir el “tipo” de seres humanos que muere en los distintos atentados, se muestra en toda su repugnante dimensión. Siria, Pakistán, Irak, Afganistán, Filipinas, India, Nigeria, Sudán o Libia, por mencionar algunos países donde más ataques se registran, no son del interés de los poderosos sistemas de comunicación, porque allí el terrorismo es útil para las imperiales pretensiones de dominación. La hipocresía conduce al planeta al desprecio de las vidas de quienes no se parezcan a los dominadores.
El intento de imponer ideologías y sistemas sociales, políticos y económicos a través del terrorismo, no es solo el proceder de algunas bandas de locos sueltos que actúan sin el más mínimo criterio de respeto a la vida. Hay, detrás de ellos, intereses que estratégicamente generan las condiciones y brindan los medios financieros y económicos para el desarrollo de esas aberraciones. Y no solo se realiza por medio de fanáticos religiosos que llevan al extremo irracional la interpretación de alguna fe. También participan ejércitos de mercenarios contratados por los “dueños del mundo” para controlar gobiernos de países que les resultan molestos para el libre apoderamiento de sus riquezas.
Pero lo que llama la atención, es el tratamiento que se da en los medios respecto de los actos terroristas. Es que los valores humanos que dicen defender con sus coberturas periodísticas, siempre sesgadas y unilaterales, tropiezan invariablemente con la concepción de “seres humanos” que expresan en cada uno de sus seguimientos de estos ataques violentos.
Cualquier agresión de este tipo realizado en alguna ciudad europea, es cubierto de manera profusa, con horas y horas de repeticiones de imágenes y palabras dolientes. Análisis de “expertos”, opiniones de profesionales, editoriales lacrimógenos y caras de compungidos funcionarios inundan las pantallas por horas y días.
Todos los días, sin excepción, se realizan atentados en otros lugares del Mundo, con decenas o centenares de víctimas fatales, sin que merezca, para el “mentimediático” oligopolio informativo, otro tratamiento que una simple mención de treinta segundos o poco más.
La doble vara para medir el “tipo” de seres humanos que muere en uno u otro lado, se muestra en toda su repugnante dimensión. Siria, Pakistán, Irak, Afganistán, Filipinas, India, Nigeria, Sudán o Libia, por mencionar algunos países donde más ataques se registran, no son del interés de los poderosos sistemas de comunicación, porque allí el terrorismo es útil para las imperiales pretensiones de dominación.
La hipocresía conduce al planeta al desprecio de las vidas de quienes no se parezcan a los dominadores. Los supuestos “dirigentes mundiales” solo son monigotes al servicio de los intereses más oscuros. La sociedad actúa en nombre de valores que no siente de verdad, olvidados tras la inútil persecusión de riquezas que nunca alcanzará. Y el terrorismo resulta ser la contracara de la perversa desigualdad, instalada por los mismos que promueven el espanto de la muerte cotidiana.