Por Eric Nepomuceno02 de julio de 2018
Lula sigue encabezando, y con amplísima ventaja, las encuestas para las elecciones de octubre. Imagen: EFE
“Brasil volverá a ser de los brasileños”, dijo el líder del PT en una carta al Jornal do Brasil, atacando las medidas regresivas adoptadas por el impopular gobierno de Temer. Pese a estar preso, hace también comentarios deportivos.
El diario Jornal do Brasil estampó en la portada de su edición del pasado viernes: “Lula: Brasil volverá a ser de los brasileños”. Se trataba de una “carta exclusiva al JB” enviada por Lula desde la celda donde está recluido en la Policía Federal de Curitiba, capital de Paraná.
¿Por qué enviarla al Jornal do Brasil, que hace un par de décadas era uno de los más influyentes periódicos brasileños y luego de haber rozado la quiebra hoy vende poco más de veinte mil ejemplares al día?
Porque ningún diario de gran circulación la publicaría. Al fin y al cabo, todos fueron pieza clave del golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff y cuyo objetivo final era precisamente impedir que Lula volviese a conquistar la presidencia.
Más allá del contenido de la carta, lo que impactó ha sido la osadía de Lula, al dejar claro que su prisión no le impedirá seguir siendo una voz muy sonante en el escenario político brasileño.
Hubo un antecedente curioso en la estrategia de Lula: desde el estreno de Brasil en el Mundial que se disputa en Rusia, se transformó en “comentarista invitado” del periodista deportivo José Trajano en la TVT, la Televisión de los Trabajadores mantenida por el Sindicato de Metalúrgicos de San Pablo. ¿Cómo? De la misma forma que hizo con la carta: al día siguiente del partido, Lula envía, a través de sus abogados, palabras que serán leídas por Trajano en su programa. Así se transformó en el primer comentarista deportivo que acompaña los partidos desde una celda y luego expone su análisis en la emisora mantenida por el sindicato que él presidió y que ha sido la cuna de partida de su carrera política.
Sus comentarios tienen el tono típico de un futbolero apasionado, pero lo que importa es que fueron el primer paso señalando que pese a estar preso gracias a una farsa jurídica escandalosa, no pretende callarse. Una especie de desafío al mecanismo absurdo que armó una secuencia de arbitrariedades cuyo ápice está en la más desmoralizada Corte Suprema de las últimas muchísimas décadas en mi país.
Otro paso ha sido la carta en que ataca las medidas adoptadas por el gobierno golpista, en especial las relacionadas a la destrucción de amplios sectores de la industria brasileña.
Surge un Lula en estado puro, luciendo humor como comentarista deportivo y a la vez poniendo el foco de sus duras palabras en lo que ocurrió con la Petrobras durante la gestión de Pedro Parente, que, elegido por el PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso para dirigir la estatal de petróleo, se quedó dos años al frente de la empresa. Tiempo suficiente para que, amparado por los cambios impuestos por el gobierno de Temer en la legislación del sector de petróleo del llamado “pre sal”, aguas ultra-profundas, entregase a las grandes multinacionales fabulosos yacimientos descubiertos gracias a inversiones brasileñas.
Además, cortó 30% de la producción brasileña de diésel y aumentó la importación. Como afirmó Lula en la carta, “dejamos de producir en reales para importar en dólares”. La mayor parte de lo importado viene, no por coincidencia, de los Estados Unidos.
Pese a criticar de manera contundente un amplio abanico de medidas adoptadas por Temer, Lula no nombra una única vez el bucanero que se instaló en el sillón presidencial sin una gota de legitimidad.
Prefirió disparar contra el PSDB, aliado en el golpe e integrante del gobierno. De esa manera insinuó que tanto él como su partido, el PT, creen que en el confuso e imprevisible escenario electoral son concretas las posibilidades de que el adversario a ser enfrentado por el campo progresista en las elecciones de octubre sea el PSDB.
La misma carta trae duras críticas al mercado financiero mientras envía señas al empresariado. Recuerda, por ejemplo, que en sus dos mandatos presidenciales el sector fue beneficiado por políticas de incentivo que resultaron en fuerte crecimiento de segmentos que ahora están al borde del colapso, como la moribunda industria naval y el agónico sector de la construcción.
Cada día queda más y más claro para el electorado que la farsa jurídica tuvo como objetivo central impedir que Lula se presentase a una elección de la que fatalmente saldría victorioso.
Por eso, más la memoria de las conquistas sociales alcanzadas bajo su presidencia, los sondeos electorales muestran que, a pesar de estar preso desde el siete de abril, Lula sigue encabezando, y con amplísima ventaja, una carrera a la que no podrá participar.
La doble osadía de, desde una prisión absurdamente injusta –jamás me cansaré de repetir que no hay ni hubo una mísera prueba de lo que lo acusan, y que su sentencia se basó única y exclusivamente en la “convicción” de un juez travestido de justiciero– buscar y encontrar espacio para manifestarse tanto como “comentarista deportivo” como contundente voz crítica, deja claro que una cosa es impedirle disputar y ganar una elección, y otra, muy distinta, callar su voz y su insuperable capacidad de trazar estrategias para golear adversarios.