Un buque de marines surca América Latina: ¿médicos o espías?
Por EMILIANO GUIDO
26 de diciembre de 2018
Estados Unidos patrulla la región con el buque hospital USNS Confort, una ciudad flotante de 270 metros de eslora, con casi mil médicos soldados a bordo. La nave del Comando Sur ha desembarcado en países “amigables” a la administración Trump: Perú, Colombia, Ecuador y Colombia.
En cada puerto, el personal del UNSN Confort reparte vacunas, revisa dientes y entrega lentes como parte del programa “Promesa Duradera”.
El capitán Kevin Buckley, días después de haber atracado en la ciudad de Riohacha, en el caribe colombiano, está exultante de ánimo. Ha visto a las enfermeras y médicos de su buque hospital realizando operaciones de las más variadas para auxiliar a la población local en sus afecciones de ojos o de hernias. “Me siento como un padre que ve a su hijo montando bicicleta por primera vez”, cuenta Buckley, y su declaración automáticamente rebota en los diarios más influyentes de la región: desde El Nuevo Herald de Miami hasta el portal argentino Infobae.
El patrullaje del Comando Sur por la región pacífica y caribeña latinoamericana se da en un contexto significativo, tanto en lo que respecta a EE.UU. como a nivel regional. El brazo del Pentágono para su llamado patio trasero tiene, desde el último 26 de noviembre, nuevo comandante, el Almirante Craig Faller, quien reemplazó al también Almirante Kurt Tidd. Faller. En ese sentido, Faller estrena su cargo con el envío de una misión humanitaria denominada “Promesa Duradera”, cuyo objetivo oficial es contener, en los países donde el USNS Confort hace escala, a los desplazados venezolanos que huyen de la “dictadura de Nicolás Maduro”.
El otro dato importante de la coyuntura pasa por la asunción del presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien ha dicho públicamente que reforzará más el vínculo entre el Mercosur y los presupuestos militaristas y antiinsurgentes del Comando Sur. En los últimos años, la previa de la subordinación estratégica en la agenda de seguridad hemisférica fue realizada, claro, por Argentina gracias al presidente Mauricio Macri y la promocionada ministra Patricia Bullrich, que permitió por ejemplo la instalación de una base de la agencia antinarcótica DEA en la provincia de Misiones. Ahora, con Brasil alineado en un eje interamericano, sin objetores entre los mandatarios más gravitantes (salvo el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador) las políticas de intervención del norte cotizarán más alto en las mesas multilaterales que agrupan a los gobiernos de la región.
En diálogo con Nuestras Voces, David Vine, profesor de Antropología en la American University y autor del libro Island of Shame: The Secret History of the U.S. Military Base on Diego Garcia, lee de la siguiente manera la gira del buque USNS Confort: “el Comando Sur y los militares de Estados Unidos usan los programas y formación humanitarios por muchas razones, más allá de las razones proclamadas. Centralmente, los marines buscan hacer propaganda ideológica, inteligencia militar y, sobre todas las cosas, construir relaciones con los militares nacionales”.
Nuestras Voces también habló sobre los nuevos modos de patrullaje del Comando Sur con Gilberto López y Rivas, columnista en el diario mexicano La Jornada, investigador del Instituto Nacional de Antropología Histórica de México y autor de un libro clave para comprender por qué y cómo los marines utilizan las ciencias sociales para leer mejor el territorio a colonizar: Estudiando la contrainsurgencia- manuales, mentalidades y uso de la antropología.
Recapitulando, hay un hilo que une el ya citado orgullo del capitán Buckley por sus subordinados, la propaganda anti venezolana del jefe entrante del Comando Sur y la nueva agenda del Comando Sur celebrada por los gobiernos de Argentina y Brasil. Agotado un largo ciclo injerencista, donde Washington promovió abierta o subrepticiamente golpes de estado tradicionales en toda la región, los teóricos del Pentágono han edificado un marco doctrinario que pretende ser más amigable en el vínculo con los países receptores de su agenda. Los marines del siglo XXI portan vacunas y barbijos. No entran a las barriadas tirando puertas para detener a líderes sociales. Su tarea es más sigilosa y estratégica: ahora vienen por nuestra información.
“Ellos (por el Comando Sur) tienen como meta central establecer un dateo de nuestros países para poder, luego, poder determinar con más precisión su agenda de intervención. Por ejemplo, en Honduras, donde tienen una supuesta base de ayuda humanitaria, al mismo tiempo mantienen un sofisticado centro de análisis e inteligencia, que se conoce como Foreign Exploitation and Analysis Center, el primero de su tipo en Centroamérica. A su vez, para el mapeo de datos demográficos, o de recursos naturales, el Pentágono financia un proyecto llamado Minerva Iniciative. Se trata, estrictamente, de un fondo económico, compuesto por millones de dólares, que cada año premia a una docena de proyectos universitarios centrados, generalmente, en la antropología o la geografía. Recordemos que el Comando Sur financió y utilizó equipos de antropólogos, desde el año 2007, en las 26 brigadas de combate que desplegó en Irak y Afganistán. Ese equipo, denominado Humanos en el terreno, componen los oídos culturales del Pentágono a través de las ciencias sociales”, comienza advirtiendo López y Rivas.
Luego, el autor de Estudiando la contrainsurgencia, explica a Nuestras Voces de qué manera el Comando Sur pretende desarrollar un enraizamiento de carácter cultural en su radio de acción interamericano: “Para la región el Pentágono despliega las denominadas expediciones Bowman. Ya hubo una intervención de esa unidad en México, que se estableció con el nombre de Proyecto México Indígena. Esa iniciativa fue subvencionado con 3 millones de dólares por la Oficina de Estudios Extranjeros, con sede en Kansas. Esa Oficina, claro, es un grupo de inteligencia. El proyecto, entonces, tenía como objetivo construir una cartografía participativa. Y lo hicieron a través de tres connotadas cabezas de las mencionadas Expediciones Bowman. Una de ellos es Geoffrey Demarest, un teniente coronel que durante la época de las grandes matanzas en Guatemala fungió como agregado militar de la embajada estadounidense. Demarest consiguió su puesto gracias a un estudio contrainsurgente abocado a Colombia, donde establece como hipótesis central que la defensa de la propiedad colectiva de la tierra ocasiona la criminalidad y la insurgencia”.
Continúa explicando López y Rivas el modus operandi de los buques hospitales del Comando Sur, repletos aparentemente a bordo de enfermeros, marines, antropólogos y especialistas en inteligencia: “Bajo el pretexto de que van a realizar un mapa de sus tierras, ellos recolectan en las poblaciones indígenas todo tipo de datos que sirvan para una eventual intervención militar o corporativo, pues mapean la calidad y volumen de los recursos naturales del lugar. En cuanto a datos demográficos apuntan creencias religiosas y políticas, de modo tal que, con sólo desplazar el mouse, el jefe del Pentágono pueda contar con los datos de determinada región”.
La encargada de Negocios de la Embajada estadounidense en Honduras, Heide Fulton, visitó a mediados de diciembre en la Casa Presidencial de Tegucigalpa a la Primera Dama hondureña Ana García. Honduras, recordemos, anuda dos tristes antecedentes democráticos en la última década: golpe parlamentario contra el presidente Manuel Zelaya en el 2008, y denuncia de fraude electoral en el último comicio presidencial, donde el actual Jefe de Estado realizó un sospechoso sprint en el conteo luego de registrarse un corte de luz en el Tribunal Electoral. Fulton y García, entonces, se encontraron para celebrar el arribo del buque USNS Confort al caribe hondureño. “Quisiera realzar que esta misión refleja una colaboración muy estrecha y constante entre las fuerzas armadas de los Estados Unidos y Honduras”, señaló la diplomática acreditada en Tegucigalpa. Ni falta hacía la aclaración.
Estados Unidos patrulla la región con el buque hospital USNS Confort, una ciudad flotante de 270 metros de eslora, con casi mil médicos soldados a bordo. La nave del Comando Sur ha desembarcado en países “amigables” a la administración Trump: Perú, Colombia, Ecuador y Colombia.
En cada puerto, el personal del UNSN Confort reparte vacunas, revisa dientes y entrega lentes como parte del programa “Promesa Duradera”.
El capitán Kevin Buckley, días después de haber atracado en la ciudad de Riohacha, en el caribe colombiano, está exultante de ánimo. Ha visto a las enfermeras y médicos de su buque hospital realizando operaciones de las más variadas para auxiliar a la población local en sus afecciones de ojos o de hernias. “Me siento como un padre que ve a su hijo montando bicicleta por primera vez”, cuenta Buckley, y su declaración automáticamente rebota en los diarios más influyentes de la región: desde El Nuevo Herald de Miami hasta el portal argentino Infobae.
El patrullaje del Comando Sur por la región pacífica y caribeña latinoamericana se da en un contexto significativo, tanto en lo que respecta a EE.UU. como a nivel regional. El brazo del Pentágono para su llamado patio trasero tiene, desde el último 26 de noviembre, nuevo comandante, el Almirante Craig Faller, quien reemplazó al también Almirante Kurt Tidd. Faller. En ese sentido, Faller estrena su cargo con el envío de una misión humanitaria denominada “Promesa Duradera”, cuyo objetivo oficial es contener, en los países donde el USNS Confort hace escala, a los desplazados venezolanos que huyen de la “dictadura de Nicolás Maduro”.
El otro dato importante de la coyuntura pasa por la asunción del presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien ha dicho públicamente que reforzará más el vínculo entre el Mercosur y los presupuestos militaristas y antiinsurgentes del Comando Sur. En los últimos años, la previa de la subordinación estratégica en la agenda de seguridad hemisférica fue realizada, claro, por Argentina gracias al presidente Mauricio Macri y la promocionada ministra Patricia Bullrich, que permitió por ejemplo la instalación de una base de la agencia antinarcótica DEA en la provincia de Misiones. Ahora, con Brasil alineado en un eje interamericano, sin objetores entre los mandatarios más gravitantes (salvo el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador) las políticas de intervención del norte cotizarán más alto en las mesas multilaterales que agrupan a los gobiernos de la región.
En diálogo con Nuestras Voces, David Vine, profesor de Antropología en la American University y autor del libro Island of Shame: The Secret History of the U.S. Military Base on Diego Garcia, lee de la siguiente manera la gira del buque USNS Confort: “el Comando Sur y los militares de Estados Unidos usan los programas y formación humanitarios por muchas razones, más allá de las razones proclamadas. Centralmente, los marines buscan hacer propaganda ideológica, inteligencia militar y, sobre todas las cosas, construir relaciones con los militares nacionales”.
Nuestras Voces también habló sobre los nuevos modos de patrullaje del Comando Sur con Gilberto López y Rivas, columnista en el diario mexicano La Jornada, investigador del Instituto Nacional de Antropología Histórica de México y autor de un libro clave para comprender por qué y cómo los marines utilizan las ciencias sociales para leer mejor el territorio a colonizar: Estudiando la contrainsurgencia- manuales, mentalidades y uso de la antropología.
Recapitulando, hay un hilo que une el ya citado orgullo del capitán Buckley por sus subordinados, la propaganda anti venezolana del jefe entrante del Comando Sur y la nueva agenda del Comando Sur celebrada por los gobiernos de Argentina y Brasil. Agotado un largo ciclo injerencista, donde Washington promovió abierta o subrepticiamente golpes de estado tradicionales en toda la región, los teóricos del Pentágono han edificado un marco doctrinario que pretende ser más amigable en el vínculo con los países receptores de su agenda. Los marines del siglo XXI portan vacunas y barbijos. No entran a las barriadas tirando puertas para detener a líderes sociales. Su tarea es más sigilosa y estratégica: ahora vienen por nuestra información.
“Ellos (por el Comando Sur) tienen como meta central establecer un dateo de nuestros países para poder, luego, poder determinar con más precisión su agenda de intervención. Por ejemplo, en Honduras, donde tienen una supuesta base de ayuda humanitaria, al mismo tiempo mantienen un sofisticado centro de análisis e inteligencia, que se conoce como Foreign Exploitation and Analysis Center, el primero de su tipo en Centroamérica. A su vez, para el mapeo de datos demográficos, o de recursos naturales, el Pentágono financia un proyecto llamado Minerva Iniciative. Se trata, estrictamente, de un fondo económico, compuesto por millones de dólares, que cada año premia a una docena de proyectos universitarios centrados, generalmente, en la antropología o la geografía. Recordemos que el Comando Sur financió y utilizó equipos de antropólogos, desde el año 2007, en las 26 brigadas de combate que desplegó en Irak y Afganistán. Ese equipo, denominado Humanos en el terreno, componen los oídos culturales del Pentágono a través de las ciencias sociales”, comienza advirtiendo López y Rivas.
Luego, el autor de Estudiando la contrainsurgencia, explica a Nuestras Voces de qué manera el Comando Sur pretende desarrollar un enraizamiento de carácter cultural en su radio de acción interamericano: “Para la región el Pentágono despliega las denominadas expediciones Bowman. Ya hubo una intervención de esa unidad en México, que se estableció con el nombre de Proyecto México Indígena. Esa iniciativa fue subvencionado con 3 millones de dólares por la Oficina de Estudios Extranjeros, con sede en Kansas. Esa Oficina, claro, es un grupo de inteligencia. El proyecto, entonces, tenía como objetivo construir una cartografía participativa. Y lo hicieron a través de tres connotadas cabezas de las mencionadas Expediciones Bowman. Una de ellos es Geoffrey Demarest, un teniente coronel que durante la época de las grandes matanzas en Guatemala fungió como agregado militar de la embajada estadounidense. Demarest consiguió su puesto gracias a un estudio contrainsurgente abocado a Colombia, donde establece como hipótesis central que la defensa de la propiedad colectiva de la tierra ocasiona la criminalidad y la insurgencia”.
Continúa explicando López y Rivas el modus operandi de los buques hospitales del Comando Sur, repletos aparentemente a bordo de enfermeros, marines, antropólogos y especialistas en inteligencia: “Bajo el pretexto de que van a realizar un mapa de sus tierras, ellos recolectan en las poblaciones indígenas todo tipo de datos que sirvan para una eventual intervención militar o corporativo, pues mapean la calidad y volumen de los recursos naturales del lugar. En cuanto a datos demográficos apuntan creencias religiosas y políticas, de modo tal que, con sólo desplazar el mouse, el jefe del Pentágono pueda contar con los datos de determinada región”.
La encargada de Negocios de la Embajada estadounidense en Honduras, Heide Fulton, visitó a mediados de diciembre en la Casa Presidencial de Tegucigalpa a la Primera Dama hondureña Ana García. Honduras, recordemos, anuda dos tristes antecedentes democráticos en la última década: golpe parlamentario contra el presidente Manuel Zelaya en el 2008, y denuncia de fraude electoral en el último comicio presidencial, donde el actual Jefe de Estado realizó un sospechoso sprint en el conteo luego de registrarse un corte de luz en el Tribunal Electoral. Fulton y García, entonces, se encontraron para celebrar el arribo del buque USNS Confort al caribe hondureño. “Quisiera realzar que esta misión refleja una colaboración muy estrecha y constante entre las fuerzas armadas de los Estados Unidos y Honduras”, señaló la diplomática acreditada en Tegucigalpa. Ni falta hacía la aclaración.