Por Adalberto Santana
NODAL, 16 enero, 2019
Es claro que el llamado Grupo de Lima es un aliado estratégico de Washington en la región. La presencia de México dentro de él, es un clavo en el zapato que puede sin duda entorpecer y dañar los planes injerencistas contra los gobiernos progresistas de la región.
La reunión del viernes 4 de enero de 2019 del llamado Grupo de Lima, en la cancillería peruana, tuvo como eje central incrementar y desarrollar un escenario favorable para “restaurar la democracia y la prosperidad” en Venezuela. Sin embargo, en dicho cónclave recibió una tremenda y dignamente sustentada postura discrepante del gobierno mexicano encabezado ahora por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Fue sin duda un golpe con guante blanco que hizo palidecer a los representantes de los gobiernos de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana y Santa Lucía.
Esos catorce gobiernos regionales habían formado en 2017 dicho grupo para atentar contra la soberanía venezolana, en gran medida siguiendo las recomendaciones de Washington. Uno de los actores claves de la constitución de ese organismo regional antichavista, fue el ex canciller mexicano Luis Videgaray. Obscuro personaje que reconoció en su momento que llegaba a la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, designado por el entonces presidente Enrique Peña Nieto, para “aprender el oficio”.
Afirmaba textualmente en la toma de su posesión (4 de enero de 2017) que no era diplomático: “vengo a aprender de ustedes, vengo a hacer equipo con ustedes en un momento en que México nos necesita a todos más que nunca”. Agregando: “Yo no conozco la Secretaría de Relaciones Exteriores más que como se puede conocer desde fuera”.
De esa manera era de esperarse que en la triste administración de Peña Nieto, la política exterior mexicana encallara en uno de los más peligrosos arrecifes de su historia. Tal como aconteció entre otros hechos cuando el mismo ex canciller Videgaray propuso al yerno de Donald Trump como el mejor candidato para otorgarle una de las más prestigiadas preseas mexicanas, la Orden Mexicana del Aguila Azteca. La más alta distinción que se le otorga a los ciudadanos de otros países por sus servicios a México o a la humanidad.
En la biografía de Jared Kushner ha destacado su papel como un empresario inmboliliario de origen judío y un millonario que ha podido comprar el diario New York Observer. Así como ubicarse como el principal asesor de su suegro, quedando a cargo de la gigantesca oficina de la Casa Blanca. Si se prefiere, el poder tras el trono.
De ahí que en el último día de su mandato (30 de noviembre de 2018), en Buenos Aires, Argentina, el presidente Peña Nieto le haya entregado al esposo de Ivanka Trump la prestigiada presea mexicana. Acto que incluso intelectuales conservadores mexicanos como Enrique Krauze, al respecto señaló: “Kushner es el yerno de quien llamó a los mexicanos ‘asesinos y violadores’. Darle el Águila Azteca es una actitud suprema de humillación y cobardía”.
Sin embargo, la historia mexicana cambió el 1 de julio de 2018 cuando en las urnas triunfó el candidato de las izquierdas mexicanas, AMLO. Seis meses después el 1 de diciembre México tendría un nuevo presidente y por lo tanto una política exterior nuevamente independiente y soberana. Así, la herencia del gobierno de Peña Nieto de pertenecer al Grupo de Lima impulsado por Videgaray dejó de tener vigencia.
De tal suerte que cuando el representante de México en la reunión ministerial del Grupo de Lima, Maximiliano Reyes, fijó la postura mexicana y dejaba en claro que el gobierno de AMLO no es intervencionista y por el contrario es respetuoso de la soberanía de Venezuela.
“Por ello y con una profunda vocación de solidaridad y de apego a los principios rectores de la política exterior establecidos en la Constitución, México continuará promoviendo la cooperación internacional, el respeto a la autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de controversias y el respeto, protección y promoción de los derechos humanos, tanto en Venezuela como en el resto del mundo”. De esa manera concluyó ratificando el reperesentante del gobierno mexicano que:
“Por ello, México mantendrá relaciones diplomáticas con Venezuela para así poder considerar con interés las propuestas de acción o gestión diplomáticas que las distintas fuerzas políticas y sociales de ese país formulen para facilitar su acercamiento, entendimiento y acuerdo. Nuestra consideración se guiará por las posibilidades de diálogo incluyente con objeto de lograr las condiciones de estabilidad necesaria para el desarrollo del pueblo venezolano, en un marco de paz, democracia y seguridad.
El gobierno de México, en fiel seguimiento a sus principios constitucionales de política exterior, se abstendrá de emitir cualquier tipo de pronunciamiento respecto de la legitimidad del gobierno venezolano. La autodeterminación de los pueblos y la no intervención son principios constitucionales que México deberá seguir.
En ese sentido, el fomento al diálogo entre las partes para encontrar una solución pacífica a la situación que vive Venezuela seguirá siendo prioridad de la política exterior de México. Por ello, en esta ocasión México no acompañará el texto que ahora se discute”.
Destaca también en esta coyuntura regional, que la gran mayoría de los países latinoamericanos y caribeños no concuerdan con las políticas intervencionistas del Grupo de Lima. Pensemos que en una política de diálogo y respeto a la soberanía nacional venezolana se encuentran a la par de México, más de 15 países de la región como Antigua y Barbuda, Cuba, Belice, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Dominica, Granada, Jamaica, Haití, Nicaragua, República Dominicana, San Vicente, Surinam, Trinidad y Tobago y Uruguay, entre otros.
Pensemos también que en el fondo del conflicto que se ejerce contra Venezuela por parte de los gobiernos intervencionistas y conservadores latinoamericanos (no países y sus pueblos) acatando el mandato de la Casa Blanca de considerar a la patria de Simón Bolivar como un régimen que hay que extirpar. Según el decir de John Bolton asesor de Seguridad Nacional afirmaba el 2 de noviembre de 2018: “Hoy estoy muy orgulloso de compartir que el presidente Trump firmó un decreto ejecutivo para imponer nuevas y duras sanciones contra Venezuela“.
Sin duda la patria de Bolívar se encuentra en la mira del conservadurismo latinoamericano y del ocupante de la Casa Blanca, pero también le siguen Cuba y Nicaragua, así como cualquier otro gobierno y pueblo de la región que en su visión imperial atente contra sus intereses. El mismo Bolton, clarificó quienes son los aliados estratégicos del imperio: “Vemos la elección del presidente (Iván) Duque en Colombia, y ahora del presidente electo (Jair) Bolsonaro en Brasil como una expansión de la red de aliados que piensan de forma similar a nosotros, y que podrían ayudarnos ante los retos regionales”.
Es claro que el llamado Grupo de Lima es un aliado estratégico de Washington en la región. La presencia de México dentro de él, es un clavo en el zapato que puede sin duda entorpecer y dañar los planes injerencistas contra los gobiernos progresistas de la región. De ahí que el mismo presidente de Bolivia, Evo Morales, haya sostenido: “Saludamos al gobierno democrático de #México por defender el principio de no intervencionismo y dejar sin apoyo los actos de golpismo diplomático encabezados por EEUU a través del Grupo de Lima. La democracia se sustenta en la paz, el diálogo y la autodeterminación de los pueblos”.
* Curso la licenciatura, maestría y el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es Integrante del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe
La reunión del viernes 4 de enero de 2019 del llamado Grupo de Lima, en la cancillería peruana, tuvo como eje central incrementar y desarrollar un escenario favorable para “restaurar la democracia y la prosperidad” en Venezuela. Sin embargo, en dicho cónclave recibió una tremenda y dignamente sustentada postura discrepante del gobierno mexicano encabezado ahora por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Fue sin duda un golpe con guante blanco que hizo palidecer a los representantes de los gobiernos de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana y Santa Lucía.
Esos catorce gobiernos regionales habían formado en 2017 dicho grupo para atentar contra la soberanía venezolana, en gran medida siguiendo las recomendaciones de Washington. Uno de los actores claves de la constitución de ese organismo regional antichavista, fue el ex canciller mexicano Luis Videgaray. Obscuro personaje que reconoció en su momento que llegaba a la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, designado por el entonces presidente Enrique Peña Nieto, para “aprender el oficio”.
Afirmaba textualmente en la toma de su posesión (4 de enero de 2017) que no era diplomático: “vengo a aprender de ustedes, vengo a hacer equipo con ustedes en un momento en que México nos necesita a todos más que nunca”. Agregando: “Yo no conozco la Secretaría de Relaciones Exteriores más que como se puede conocer desde fuera”.
De esa manera era de esperarse que en la triste administración de Peña Nieto, la política exterior mexicana encallara en uno de los más peligrosos arrecifes de su historia. Tal como aconteció entre otros hechos cuando el mismo ex canciller Videgaray propuso al yerno de Donald Trump como el mejor candidato para otorgarle una de las más prestigiadas preseas mexicanas, la Orden Mexicana del Aguila Azteca. La más alta distinción que se le otorga a los ciudadanos de otros países por sus servicios a México o a la humanidad.
En la biografía de Jared Kushner ha destacado su papel como un empresario inmboliliario de origen judío y un millonario que ha podido comprar el diario New York Observer. Así como ubicarse como el principal asesor de su suegro, quedando a cargo de la gigantesca oficina de la Casa Blanca. Si se prefiere, el poder tras el trono.
De ahí que en el último día de su mandato (30 de noviembre de 2018), en Buenos Aires, Argentina, el presidente Peña Nieto le haya entregado al esposo de Ivanka Trump la prestigiada presea mexicana. Acto que incluso intelectuales conservadores mexicanos como Enrique Krauze, al respecto señaló: “Kushner es el yerno de quien llamó a los mexicanos ‘asesinos y violadores’. Darle el Águila Azteca es una actitud suprema de humillación y cobardía”.
Sin embargo, la historia mexicana cambió el 1 de julio de 2018 cuando en las urnas triunfó el candidato de las izquierdas mexicanas, AMLO. Seis meses después el 1 de diciembre México tendría un nuevo presidente y por lo tanto una política exterior nuevamente independiente y soberana. Así, la herencia del gobierno de Peña Nieto de pertenecer al Grupo de Lima impulsado por Videgaray dejó de tener vigencia.
De tal suerte que cuando el representante de México en la reunión ministerial del Grupo de Lima, Maximiliano Reyes, fijó la postura mexicana y dejaba en claro que el gobierno de AMLO no es intervencionista y por el contrario es respetuoso de la soberanía de Venezuela.
“Por ello y con una profunda vocación de solidaridad y de apego a los principios rectores de la política exterior establecidos en la Constitución, México continuará promoviendo la cooperación internacional, el respeto a la autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de controversias y el respeto, protección y promoción de los derechos humanos, tanto en Venezuela como en el resto del mundo”. De esa manera concluyó ratificando el reperesentante del gobierno mexicano que:
“Por ello, México mantendrá relaciones diplomáticas con Venezuela para así poder considerar con interés las propuestas de acción o gestión diplomáticas que las distintas fuerzas políticas y sociales de ese país formulen para facilitar su acercamiento, entendimiento y acuerdo. Nuestra consideración se guiará por las posibilidades de diálogo incluyente con objeto de lograr las condiciones de estabilidad necesaria para el desarrollo del pueblo venezolano, en un marco de paz, democracia y seguridad.
El gobierno de México, en fiel seguimiento a sus principios constitucionales de política exterior, se abstendrá de emitir cualquier tipo de pronunciamiento respecto de la legitimidad del gobierno venezolano. La autodeterminación de los pueblos y la no intervención son principios constitucionales que México deberá seguir.
En ese sentido, el fomento al diálogo entre las partes para encontrar una solución pacífica a la situación que vive Venezuela seguirá siendo prioridad de la política exterior de México. Por ello, en esta ocasión México no acompañará el texto que ahora se discute”.
Destaca también en esta coyuntura regional, que la gran mayoría de los países latinoamericanos y caribeños no concuerdan con las políticas intervencionistas del Grupo de Lima. Pensemos que en una política de diálogo y respeto a la soberanía nacional venezolana se encuentran a la par de México, más de 15 países de la región como Antigua y Barbuda, Cuba, Belice, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Dominica, Granada, Jamaica, Haití, Nicaragua, República Dominicana, San Vicente, Surinam, Trinidad y Tobago y Uruguay, entre otros.
Pensemos también que en el fondo del conflicto que se ejerce contra Venezuela por parte de los gobiernos intervencionistas y conservadores latinoamericanos (no países y sus pueblos) acatando el mandato de la Casa Blanca de considerar a la patria de Simón Bolivar como un régimen que hay que extirpar. Según el decir de John Bolton asesor de Seguridad Nacional afirmaba el 2 de noviembre de 2018: “Hoy estoy muy orgulloso de compartir que el presidente Trump firmó un decreto ejecutivo para imponer nuevas y duras sanciones contra Venezuela“.
Sin duda la patria de Bolívar se encuentra en la mira del conservadurismo latinoamericano y del ocupante de la Casa Blanca, pero también le siguen Cuba y Nicaragua, así como cualquier otro gobierno y pueblo de la región que en su visión imperial atente contra sus intereses. El mismo Bolton, clarificó quienes son los aliados estratégicos del imperio: “Vemos la elección del presidente (Iván) Duque en Colombia, y ahora del presidente electo (Jair) Bolsonaro en Brasil como una expansión de la red de aliados que piensan de forma similar a nosotros, y que podrían ayudarnos ante los retos regionales”.
Es claro que el llamado Grupo de Lima es un aliado estratégico de Washington en la región. La presencia de México dentro de él, es un clavo en el zapato que puede sin duda entorpecer y dañar los planes injerencistas contra los gobiernos progresistas de la región. De ahí que el mismo presidente de Bolivia, Evo Morales, haya sostenido: “Saludamos al gobierno democrático de #México por defender el principio de no intervencionismo y dejar sin apoyo los actos de golpismo diplomático encabezados por EEUU a través del Grupo de Lima. La democracia se sustenta en la paz, el diálogo y la autodeterminación de los pueblos”.
* Curso la licenciatura, maestría y el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es Integrante del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe