Cómo evitar un nuevo default en el año 2020
Por Walter Graziano
02 Ene 2019
Christine Lagarde y Nicolás Dujovne
Es el principal riesgo que ven empresarios y operadores financieros. Ante la inexistencia de crédito voluntario a tasas razonables, qué debe hacer la Argentina para conseguir los dólares necesarios para el próximo año.
Lamentablemente, hay que optar entre diferentes males: o seguimos más o menos así, a la deriva en forma más o menos calma unos pocos meses hasta que haya cierta claridad política tras la cual, gane quien gane en octubre de 2019, deberá pensar si declara en forma inmediata el default o si trata de renegociar y reestructurar deuda en un contexto altamente inestable. La alternativa es ir ganando tiempo para impedir el default, porque después no habrá opción.
Con o sin superávit fiscal primario el Banco Central debería empezar a comprar dólares en el mercado en simultaneidad con una liberación de la tasa de interés, o sea, sin endeudarse en el mercado, factores ambos que implicarían una gran suba del dólar hasta que aflore un superávit comercial muy suculento que se venda en el mercado y que no se atesore, lo que a la postre aporta estabilidad genuina al mercado de cambios o vamos a la casi seguridad de un default en poco más de un año. ¿Que las opciones son feísimas? ¡Claro que sí! ¡Pero al menos todavía es posible optar! En un par de trimestres ya no será posible… Y si como consecuencia de la suculenta compra de dólares del Banco Central y de la baja de tasas de interés aparecen poco a poco interesados en comprar deuda argentina, lo que no sería nada improbable porque el Estado empezaría a tener dólares… ¡mucho mejor!, el riesgo-país bajará y la situación se irá normalizando. La amenaza del default será cosa del pasado.
walter.graziano@yahoo.com
Christine Lagarde y Nicolás Dujovne
Es el principal riesgo que ven empresarios y operadores financieros. Ante la inexistencia de crédito voluntario a tasas razonables, qué debe hacer la Argentina para conseguir los dólares necesarios para el próximo año.
Si se efectúa una encuesta entre directivos de empresas acerca de cuál es el mayor peligro de raíz económica que afecta al país, seguro un porcentaje ampliamente mayoritario responderá que el riesgo superior a todos es el de un default a partir de los pagos que hay que afrontar desde el año 2020.
Por eso vale la pena preguntarse: ¿converge nuestra economía a un escenario en el que no hay default? ¿O por lo contrario nos encaminamos a través de aguas aún mansas hacia la cascada? Veamos: las autoridades han aplicado la receta clásica y respaldada por el FMI que hoy maneja Christine Lagarde. Esa receta clásica consta de dos pilares: déficit fiscal cero y emisión monetaria cero. Claro que se trata de dos ceros relativos, dado que el déficit fiscal operativo es hoy sólo una parte minoritaria del déficit y la emisión monetaria cero no toma en cuenta el crecimiento de otros pasivos monetarios del Banco Central que son perfectos sustitutos de la propia base monetaria. Pero más allá de eso, es innegable que el remedio que se ingiere es el que campea en la mitad de la biblioteca clásica y liberal de la economía que postula que una economía sin déficit ni emisión florece fácilmente. Pero bueno, algo huele muy mal en este camino que se ha elegido: ocurre que los mercados han ignorado por completo las supuestas bondades del plan económico puesto en marcha por Nicolás Dujovne y han arrastrado el valor de los bonos del Estado argentino por el piso. Los sacudones que han vivido los bonos argentinos en los últimos meses son una muestra más que suficiente como para tirar al cesto de la basura la idea de que sólo con dureza fiscal y monetaria un país tiene crédito del exterior.
La pregunta entonces, dada la inexistencia de crédito voluntario a tasas razonables para el país, es qué es lo que se puede hacer para contar con los dólares necesarios para atender los servicios de deuda desde el año 2020. Si algo podría asustar, sería que las autoridades insistan con el actual modelo en la ingenuidad de que, tiempo al tiempo, los dólares terminarán llegando a las arcas del Estado porque se logrará convencer a los capitales de que Argentina es un gran país con circunstanciales pequeños problemas de financiamiento. Sería insistir por una vía que ha dado sonadas y rotundas pruebas de fracaso.
¿Qué es lo que hay que hacer entonces para que el Tesoro cuente con dólares para pagar su deuda de aquí a sólo un año? Pues bien, hay que abandonar la receta firmada con el Fondo Monetario Internacional, salir del esquema de emisión monetaria cero y enviar al Banco Central a comprar dólares de manera consistente en el mercado de cambios. Cuando nos referimos a una forma consistente lo que queremos decir es que debe dejar de sostener las tasas de interés, dejar que éstas desciendan de manera muy importante, que las fije el mercado, y abstenerse de tomar deuda en pesos. En otras palabras, se trata de comprar dólares que no vengan en la forma de capitales golondrina, sino dólares que poco a poco vayan apareciendo de manera genuina, primero por efecto del propio alto valor del dólar, y posteriormente provenientes del superávit de balanza comercial que se vaya logrando a medida que la cotización del dólar suba.
¿Que esta vía significaría una importante suba en el valor del dólar y otra vuelta de rosca más que importante en la tasa de inflación? Seguro que sí. ¿Quién dijo que no? Pero es un problema de opciones entre males. ¿Cuál es el mal: seguir con el ajuste inflacionario e ir a un valor de dólar real más alto o caer de aquí a un año -o quizás menos debido a la gran masa de deuda flotante- en default? En el corto plazo es cómodo volver a un incipiente atraso cambiario, planchar bastante la tasa de inflación y mantener bastante calmo el valor del dólar. Pero eso se está haciendo al costo de hipotecar el futuro, marchando a paso seguro al default. ¿Y qué significa un default desordenado de deuda? Un dólar por las nubes, el quiebre de la ANSES, jubilaciones y salarios de miseria -mucha más miseria que la actual- inflación pavorosa, inestabilidad económica, social y política, desempleo en rápido ascenso y muchas más calamidades de las que es más que deseable alejarse. Y para poder hacerlo, lamentablemente “hacer la plancha”, como actualmente se hace con el dólar más o menos calmo, las tasas por las nubes y el riesgo-país volando es marchar seguro hacia la catarata.
Digámoslo sin ambigüedades: el segundo esquema ideado con el Fondo Monetario también ha fracasado. No ha logrado que vuelvan los préstamos voluntarios a la Argentina. Y de nada serviría que el Banco Central compre dólares siendo la tasa de interés el 5% mensual como actualmente lo es porque ello significaría que hay otra oleada de capitales golondrina ingresando, al costo de ser alimentados por rendimientos pagados por el Estado.
Por eso vale la pena preguntarse: ¿converge nuestra economía a un escenario en el que no hay default? ¿O por lo contrario nos encaminamos a través de aguas aún mansas hacia la cascada? Veamos: las autoridades han aplicado la receta clásica y respaldada por el FMI que hoy maneja Christine Lagarde. Esa receta clásica consta de dos pilares: déficit fiscal cero y emisión monetaria cero. Claro que se trata de dos ceros relativos, dado que el déficit fiscal operativo es hoy sólo una parte minoritaria del déficit y la emisión monetaria cero no toma en cuenta el crecimiento de otros pasivos monetarios del Banco Central que son perfectos sustitutos de la propia base monetaria. Pero más allá de eso, es innegable que el remedio que se ingiere es el que campea en la mitad de la biblioteca clásica y liberal de la economía que postula que una economía sin déficit ni emisión florece fácilmente. Pero bueno, algo huele muy mal en este camino que se ha elegido: ocurre que los mercados han ignorado por completo las supuestas bondades del plan económico puesto en marcha por Nicolás Dujovne y han arrastrado el valor de los bonos del Estado argentino por el piso. Los sacudones que han vivido los bonos argentinos en los últimos meses son una muestra más que suficiente como para tirar al cesto de la basura la idea de que sólo con dureza fiscal y monetaria un país tiene crédito del exterior.
La pregunta entonces, dada la inexistencia de crédito voluntario a tasas razonables para el país, es qué es lo que se puede hacer para contar con los dólares necesarios para atender los servicios de deuda desde el año 2020. Si algo podría asustar, sería que las autoridades insistan con el actual modelo en la ingenuidad de que, tiempo al tiempo, los dólares terminarán llegando a las arcas del Estado porque se logrará convencer a los capitales de que Argentina es un gran país con circunstanciales pequeños problemas de financiamiento. Sería insistir por una vía que ha dado sonadas y rotundas pruebas de fracaso.
¿Qué es lo que hay que hacer entonces para que el Tesoro cuente con dólares para pagar su deuda de aquí a sólo un año? Pues bien, hay que abandonar la receta firmada con el Fondo Monetario Internacional, salir del esquema de emisión monetaria cero y enviar al Banco Central a comprar dólares de manera consistente en el mercado de cambios. Cuando nos referimos a una forma consistente lo que queremos decir es que debe dejar de sostener las tasas de interés, dejar que éstas desciendan de manera muy importante, que las fije el mercado, y abstenerse de tomar deuda en pesos. En otras palabras, se trata de comprar dólares que no vengan en la forma de capitales golondrina, sino dólares que poco a poco vayan apareciendo de manera genuina, primero por efecto del propio alto valor del dólar, y posteriormente provenientes del superávit de balanza comercial que se vaya logrando a medida que la cotización del dólar suba.
¿Que esta vía significaría una importante suba en el valor del dólar y otra vuelta de rosca más que importante en la tasa de inflación? Seguro que sí. ¿Quién dijo que no? Pero es un problema de opciones entre males. ¿Cuál es el mal: seguir con el ajuste inflacionario e ir a un valor de dólar real más alto o caer de aquí a un año -o quizás menos debido a la gran masa de deuda flotante- en default? En el corto plazo es cómodo volver a un incipiente atraso cambiario, planchar bastante la tasa de inflación y mantener bastante calmo el valor del dólar. Pero eso se está haciendo al costo de hipotecar el futuro, marchando a paso seguro al default. ¿Y qué significa un default desordenado de deuda? Un dólar por las nubes, el quiebre de la ANSES, jubilaciones y salarios de miseria -mucha más miseria que la actual- inflación pavorosa, inestabilidad económica, social y política, desempleo en rápido ascenso y muchas más calamidades de las que es más que deseable alejarse. Y para poder hacerlo, lamentablemente “hacer la plancha”, como actualmente se hace con el dólar más o menos calmo, las tasas por las nubes y el riesgo-país volando es marchar seguro hacia la catarata.
Digámoslo sin ambigüedades: el segundo esquema ideado con el Fondo Monetario también ha fracasado. No ha logrado que vuelvan los préstamos voluntarios a la Argentina. Y de nada serviría que el Banco Central compre dólares siendo la tasa de interés el 5% mensual como actualmente lo es porque ello significaría que hay otra oleada de capitales golondrina ingresando, al costo de ser alimentados por rendimientos pagados por el Estado.
Sería volver a enero de 2016 cayendo en exactamente los mismos errores con un agravante: la tasa de interés que habría que pagarles sería enormemente superior a la que se le pagaba en enero de 2016 y la durabilidad del esquema sería entonces muy breve.
Lamentablemente, hay que optar entre diferentes males: o seguimos más o menos así, a la deriva en forma más o menos calma unos pocos meses hasta que haya cierta claridad política tras la cual, gane quien gane en octubre de 2019, deberá pensar si declara en forma inmediata el default o si trata de renegociar y reestructurar deuda en un contexto altamente inestable. La alternativa es ir ganando tiempo para impedir el default, porque después no habrá opción.
Con o sin superávit fiscal primario el Banco Central debería empezar a comprar dólares en el mercado en simultaneidad con una liberación de la tasa de interés, o sea, sin endeudarse en el mercado, factores ambos que implicarían una gran suba del dólar hasta que aflore un superávit comercial muy suculento que se venda en el mercado y que no se atesore, lo que a la postre aporta estabilidad genuina al mercado de cambios o vamos a la casi seguridad de un default en poco más de un año. ¿Que las opciones son feísimas? ¡Claro que sí! ¡Pero al menos todavía es posible optar! En un par de trimestres ya no será posible… Y si como consecuencia de la suculenta compra de dólares del Banco Central y de la baja de tasas de interés aparecen poco a poco interesados en comprar deuda argentina, lo que no sería nada improbable porque el Estado empezaría a tener dólares… ¡mucho mejor!, el riesgo-país bajará y la situación se irá normalizando. La amenaza del default será cosa del pasado.
walter.graziano@yahoo.com