Por Paul Walder
Las pérdidas que han registrado este año los ahorros de los trabajadores en el sistema financiero local y mundial son una expresión más del sometimiento de los chilenos a las decisiones de las élites económicas y sus representantes políticos. Las reservas del trabajo, entregados por una ley que data de la dictadura al sector financiero a través de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), han sufrido el año que termina una de sus peores caídas, sólo superadas por la crisis de las subprimes de la década pasada.
NODAL, 3 enero, 2019
Las pérdidas que han registrado este año los ahorros de los trabajadores en el sistema financiero local y mundial son una expresión más del sometimiento de los chilenos a las decisiones de las élites económicas y sus representantes políticos. Las reservas del trabajo, entregados por una ley que data de la dictadura al sector financiero a través de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), han sufrido el año que termina una de sus peores caídas, sólo superadas por la crisis de las subprimes de la década pasada.
El Fondo A, que privilegia las inversiones en instrumentos de renta variable, expuestos a altos riesgos en el casino bursátil, marcaron un retroceso de casi un cinco por ciento desde enero a noviembre. Una estadística que aún no registra los hundimientos de diciembre, los más profundos para ese mes desde hace más de una década.
Un desastre acumulado que conduce a un colapso a largo plazo. No para el sector financiero ni menos para las AFP, que mantienen sus altas utilidades. La tragedia es el horizonte de vida del trabajador, que ve cómo sus ahorros, entregados mes a mes a las administradoras y grandes corporaciones privadas, se licúan día a día. Un proceso que expresa con claridad palmaria la gestación de la desigualdad en Chile, o cómo todos los trabajadores financian con sus esfuerzos a las grandes corporaciones que esperan hambrientas aquellos fondos inyectados mediante bonos, acciones y otras inversiones. Esta es una de las bases de la construcción del Chile neoliberal, un modelo en franco deterioro que solo los oficiantes del mercado, portavoces de las corporaciones y algunos afiebrados fundamentalistas todavía defienden con tenacidad.
Ante esta tragedia a fuego lento, que conduce a una vejez miserable a millones de actuales y futuros pensionados chilenos, la reacción de toda la plana económica nacional ha sido la omisión, confusión y también mentira. El mismo ministro de Hacienda, Felipe Larraín, un exaltado neoliberal, al comentar los números rojos, que sin duda conocía desde hace tiempo, llamaba a los trabajadores desde su alta tribuna de gurú de la economía y con una convicción a toda prueba, a mantenerse en el Fondo A. Larraín, bien sabemos quién es, ha salido una vez más a defender los activos bursátiles en desmedro de aquel de los trabajadores.
Aquello que defiende Larraín es nada menos que la base de apoyo de las grandes corporaciones chilenas. Los fondos acumulados de los trabajadores suman más de 200 mil millones de dólares. De ellos, más de la mitad está invertida en Chile en instrumentos diversos del sector privado.
¿Por qué motivo les inquieta a las AFP este proceso de huida desde los fondos más riesgosos? No sólo a las AFP, sino a las grandes corporaciones y, por extensión, a todo el sistema financiero y económico. Los fondos de los trabajadores, que llegan a un 70 por ciento del PIB nacional, son el alimento para la expansión de los grupos económicos nacionales.
Al observar las inversiones de nuestros fondos realizados por las administradoras a diciembre del 2016 vemos que un 60 por ciento están en instrumentos de entidades nacionales, con una suma superior a los 106 mil millones de dólares. De este total, un 16 por ciento de la cartera está en renta variable (acciones y fondos de inversión) y el resto en instrumentos de renta fija, la gran mayoría en entidades privadas como bonos de empresas y efectos de comercio, bonos bancarios y depósitos a plazo. En suma, unos 64 mil millones de dólares se destinan a financiar al gran sector privado nacional: a fines del año pasado los fondos de los trabajadores en el mercado nacional estaban en cinco instituciones estatales, en 17 instituciones financieras privadas, en 114 empresas, 92 fondos de inversión, nueve fondos mutuos y un fondo de inversión de capital extranjero.
Al desagregar estos datos, podemos acercarnos más a los grupos económicos financiados indirectamente por los trabajadores. Entre los diez principales destinos de los fondos hallamos, además de inversiones en instrumentos estatales de la Tesorería y el Banco Central, al Banco Santander Chile, el Banco de Chile (grupo Luksic), BancoEstado, Itau Corpbanca (grupo Saieh), BCI (grupo Yarur), Scotiabank Chile, BBVA y Cencosud (de Horst Paulmann). En este último caso, las AFP Provida, Capital y Hábitat tienen más del seis por ciento de la propiedad accionaria del gigante del retail.
Felipe Larraín es parte de este mundo. Consultor de organismos financieros internacionales en la aplicación de modelos de mercados y miembro de directorios de grupos como Angelini, no puede morder la mano que les da de comer. Los defiende a ojos cerrados, sin querer ver la crisis tremenda que se gesta en la economía global. El año que termina la Bolsa de Santiago ha caído casi un diez por ciento, con el peor desempeño desde el 2013. En el exterior, no es mejor. El índice Dow Jones ha caído este año casi un ocho por ciento, en una tendencia acelerada hacia los sótanos. Como ya citamos, la semana pasada fue una catástrofe para inversionistas, especuladores, y para nuestros malogrados y secuestrados fondos de pensiones. Tras una breve alza especulativa, la principal bolsa del mundo vuelve a llevarse activos e inversiones a la oscuridad, arrastrando a todos los mercados globalizados.
Son demasiados los observadores, economistas y agencias que auguran desde un mal 2019 a un gran colapso global. Hasta la conservadora Cepal publicó en sus proyecciones que el año próximo será inestable e incierto en tanto otros vaticinan que “lo peor está por venir”. El comportamiento de los mercados en diciembre tiene suficientes señales para avalar esta percepción que ya tiene no pocos elementos de realidad.
Ante esta evidencia, que llevará muy probablemente a pérdidas aún mayores en los mercados y en las inversiones que realizan las AFP con los fondos de los trabajadores, tanto el gobierno chileno en connivencia con el neoliberal Banco Central insisten en una supuesta recuperación de las economías y los fondos para pensiones. Un afirmación más basada en la creencia que en los hechos que debiera hacerlos responsables de sus últimas declaraciones.
* Periodista y escritor chileno, director del portal politika.cl
Un desastre acumulado que conduce a un colapso a largo plazo. No para el sector financiero ni menos para las AFP, que mantienen sus altas utilidades. La tragedia es el horizonte de vida del trabajador, que ve cómo sus ahorros, entregados mes a mes a las administradoras y grandes corporaciones privadas, se licúan día a día. Un proceso que expresa con claridad palmaria la gestación de la desigualdad en Chile, o cómo todos los trabajadores financian con sus esfuerzos a las grandes corporaciones que esperan hambrientas aquellos fondos inyectados mediante bonos, acciones y otras inversiones. Esta es una de las bases de la construcción del Chile neoliberal, un modelo en franco deterioro que solo los oficiantes del mercado, portavoces de las corporaciones y algunos afiebrados fundamentalistas todavía defienden con tenacidad.
Ante esta tragedia a fuego lento, que conduce a una vejez miserable a millones de actuales y futuros pensionados chilenos, la reacción de toda la plana económica nacional ha sido la omisión, confusión y también mentira. El mismo ministro de Hacienda, Felipe Larraín, un exaltado neoliberal, al comentar los números rojos, que sin duda conocía desde hace tiempo, llamaba a los trabajadores desde su alta tribuna de gurú de la economía y con una convicción a toda prueba, a mantenerse en el Fondo A. Larraín, bien sabemos quién es, ha salido una vez más a defender los activos bursátiles en desmedro de aquel de los trabajadores.
Aquello que defiende Larraín es nada menos que la base de apoyo de las grandes corporaciones chilenas. Los fondos acumulados de los trabajadores suman más de 200 mil millones de dólares. De ellos, más de la mitad está invertida en Chile en instrumentos diversos del sector privado.
¿Por qué motivo les inquieta a las AFP este proceso de huida desde los fondos más riesgosos? No sólo a las AFP, sino a las grandes corporaciones y, por extensión, a todo el sistema financiero y económico. Los fondos de los trabajadores, que llegan a un 70 por ciento del PIB nacional, son el alimento para la expansión de los grupos económicos nacionales.
Al observar las inversiones de nuestros fondos realizados por las administradoras a diciembre del 2016 vemos que un 60 por ciento están en instrumentos de entidades nacionales, con una suma superior a los 106 mil millones de dólares. De este total, un 16 por ciento de la cartera está en renta variable (acciones y fondos de inversión) y el resto en instrumentos de renta fija, la gran mayoría en entidades privadas como bonos de empresas y efectos de comercio, bonos bancarios y depósitos a plazo. En suma, unos 64 mil millones de dólares se destinan a financiar al gran sector privado nacional: a fines del año pasado los fondos de los trabajadores en el mercado nacional estaban en cinco instituciones estatales, en 17 instituciones financieras privadas, en 114 empresas, 92 fondos de inversión, nueve fondos mutuos y un fondo de inversión de capital extranjero.
Al desagregar estos datos, podemos acercarnos más a los grupos económicos financiados indirectamente por los trabajadores. Entre los diez principales destinos de los fondos hallamos, además de inversiones en instrumentos estatales de la Tesorería y el Banco Central, al Banco Santander Chile, el Banco de Chile (grupo Luksic), BancoEstado, Itau Corpbanca (grupo Saieh), BCI (grupo Yarur), Scotiabank Chile, BBVA y Cencosud (de Horst Paulmann). En este último caso, las AFP Provida, Capital y Hábitat tienen más del seis por ciento de la propiedad accionaria del gigante del retail.
Felipe Larraín es parte de este mundo. Consultor de organismos financieros internacionales en la aplicación de modelos de mercados y miembro de directorios de grupos como Angelini, no puede morder la mano que les da de comer. Los defiende a ojos cerrados, sin querer ver la crisis tremenda que se gesta en la economía global. El año que termina la Bolsa de Santiago ha caído casi un diez por ciento, con el peor desempeño desde el 2013. En el exterior, no es mejor. El índice Dow Jones ha caído este año casi un ocho por ciento, en una tendencia acelerada hacia los sótanos. Como ya citamos, la semana pasada fue una catástrofe para inversionistas, especuladores, y para nuestros malogrados y secuestrados fondos de pensiones. Tras una breve alza especulativa, la principal bolsa del mundo vuelve a llevarse activos e inversiones a la oscuridad, arrastrando a todos los mercados globalizados.
Son demasiados los observadores, economistas y agencias que auguran desde un mal 2019 a un gran colapso global. Hasta la conservadora Cepal publicó en sus proyecciones que el año próximo será inestable e incierto en tanto otros vaticinan que “lo peor está por venir”. El comportamiento de los mercados en diciembre tiene suficientes señales para avalar esta percepción que ya tiene no pocos elementos de realidad.
Ante esta evidencia, que llevará muy probablemente a pérdidas aún mayores en los mercados y en las inversiones que realizan las AFP con los fondos de los trabajadores, tanto el gobierno chileno en connivencia con el neoliberal Banco Central insisten en una supuesta recuperación de las economías y los fondos para pensiones. Un afirmación más basada en la creencia que en los hechos que debiera hacerlos responsables de sus últimas declaraciones.
* Periodista y escritor chileno, director del portal politika.cl