Quién es el nieto 130. La historia de Javier Matías Darroux Mijalchuk
Por Victoria Ginzberg
14 de junio de 2019
Abuelas de Plaza de Mayo presentó al nieto 130. Imagen: Bernardino Avila
Javier Matías Darroux Mijalchuk desapareció cuando tenía casi cinco meses. Una carta le había dado esperanzas a Elena Mijalchuk, su mamá, de conseguir un dato sobre su marido, Juan Manuel Darroux, que había sido secuestrado unos días antes. Por eso fue al lugar que le habían indicado: la calle Pampa, entre Lugones y Figeroa Alcorta. Llevó a su hijo. Y su familia no supo nada más de ellos.
El bebé fue luego adoptado. Según el expediente, había sido encontrado en la calle por una mujer que lo llevó a la comisaría. Matías sabe ahora que él era aquel bebé, sabe el nombre de sus padres y pudo conocer a su familia, pero aun tiene muchos huecos que quiere llenar. El mismo inició una búsqueda: la de la historia de sus padres y la de un posible hermano o hermana, porque su madre estaba embarazada. “Hoy las Abuelas le damos la bienvenida”, dijo ayer Estela Carlotto, sentada a su lado. Y entre aplausos: “Es un hermoso día”. Matías saludó y agradeció a todos los que contribuyeron para que pudiera recuperar su identidad, en especial a su tío, que nunca dejó de buscarlo: “Es difícil entender lo que él vivió, la alegría siempre es parcial, porque el hecho de encontrarme significa que nunca va a ver a su hermana”.
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“Me resistía a acercarme a Abuelas porque estaba bien con quién era, o eso creía, pero a fines de 2006 entendí que si buscar mi identidad no era tan importante para mí no podía ser tan egoísta porque del otro lado podía haber personas buscándome”, dijo Matías. Luego mencionó a quienes lo acompañaron en ese camino: entre otros, a Claudia Carlotto, titular de la Comisión Nacional por el Derecho a La Identidad, al abogado Pablo Lachener, al fiscal Pablo Parenti, a muchos nietos y, claro, a las Abuelas. También hizo un llamado público a quienes creen que pueden ser hijos de desaparecidos: “Los invito a juntar coraje y acercarse a Abuelas. El derecho a la identidad no se negocia, no se abandona y no se olvida”.
Los padres
Juan Manuel Darroux trabajó en la Prefectura entre diciembre de 1961 y junio de 1966. Entre septiembre de 1969 y mayo de 1975 hizo tareas administrativas en la Universidad de Morón, donde conoció a Elena Mijalchuk, que estudiaba para contadora. Como contó Estela de Carlotto durante la conferencia de prensa, el 5 de agosto de 1977, en el Hospital Alemán de Capital Federal, nació Javier Matías. El nombre que más le gustaba a Elena era Matías, pero agregó Javier para que el niño llevara las mismas iniciales que su padre. Al poco tiempo, la mujer volvió a quedar embarazada. Se lo contó a su madre y a su hermano Roberto. Juan Manuel también se lo había mencionado a su medio hermano Raúl Venturelli.
Las últimas noticias sobre Juan Manuel llegaron a través de sus primos Luis Molina y Domingo Carmelo Graziadio, a principios de diciembre de 1977. Se habían encontrado con él en un bodegón en la localidad de Valentín Alsina y Juan Manuel le pidió a Domingo que lo acercara hasta Paraná y Panamericana, zona norte del conurbano. Domingo lo dejó allí pero como veía que su primo estaba preocupado, dio una vuelta y volvió a pasar por el lugar. Vio que Juan Manuel discutía acaloradamente con cuatro hombres que bajaron de una Chevy azul metalizada y lo presionaron para que suba al vehículo.
Juan Manuel no aparecía y Elena no sabía dónde buscarlo. Los últimos días de diciembre de 1977, Elena recibió primero una llamada y luego una carta en la que su marido le indicaba que debía ir a Pampa entre Lugones y Avenida Figueroa Alcorta, en Núñez. El 25 de diciembre, en casa de sus padres, mostró la carta a su familia y pidió que la acercaran con su hijo al lugar. Al día siguiente llevaron a Elena a la cita. Y esa fue la última vez que vieron a Elena y a su bebé.
Cuarenta años más tarde, Roberto Mijalchuk recibió un llamado con el que le confirmaron que habían encontrado a su sobrino. Fue en un teléfono de línea que había dejado como referencia cuando denunció la desaparición de su hermana y que nunca dio de baja a la espera de esa noticia.
Javier Matías
Sin saber que era el hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, un joven se acercó a la filial de Abuelas de la provincia de Córdoba. Sabía que era adoptado. En su expediente decía que el 27 de diciembre de 1977 había sido encontrado por una mujer que caminaba por la calle, en la intersección de Ramallo y Grecia, a tres cuadras de la ESMA, y cerca de donde esa misma madrugada Elena había sido vista con su bebé por última vez. El niño fue dado en adopción a una familia de Buenos Aires y en 1999 se mudó a Córdoba, donde comenzó su búsqueda.
A fines de los 80 las familias Mijalchuk y Darroux pidieron a la Justicia la presunción de fallecimiento de Elena y Juan Manuel pero recién en mayo de 1999 Roberto Mijalchuk denunció la desaparición de su hermana embarazada, su cuñado y su sobrino. A partir de esa presentación, la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad abrió un nuevo legajo y comenzó a investigar el caso. Las muestras de sangre de ambas familias se incorporaron al Banco Nacional de Datos Genéticos.
En octubre de 2016 el Banco informó que el perfil de un hombre coincidía con el de la familia Darroux Mijalchuk. Javier conoció a su familia. Pero no había datos sobre sus padres. Como a muchos desaparecidos, nadie los había visto en ningún centro clandestino de detención. Pero tampoco había información acerca de alguna actividad de militancia. La Conadi derivó el caso a la Unidad Fiscal Especializada para Casos de Apropiación de Niños para profundizar la investigación y eso demoró la comunicación pública de esta restitución. Todavía hay muchos huecos por llenar, muchas cosas que no se saben. Por eso ayer Matías pidió: “esperamos que alguien viendo las fotos de mis padres puedan acercar un dato, algo sobre ellos”.
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“Me resistía a acercarme a Abuelas porque estaba bien con quién era, o eso creía, pero a fines de 2006 entendí que si buscar mi identidad no era tan importante para mí no podía ser tan egoísta porque del otro lado podía haber personas buscándome”, dijo Matías. Luego mencionó a quienes lo acompañaron en ese camino: entre otros, a Claudia Carlotto, titular de la Comisión Nacional por el Derecho a La Identidad, al abogado Pablo Lachener, al fiscal Pablo Parenti, a muchos nietos y, claro, a las Abuelas. También hizo un llamado público a quienes creen que pueden ser hijos de desaparecidos: “Los invito a juntar coraje y acercarse a Abuelas. El derecho a la identidad no se negocia, no se abandona y no se olvida”.
Los padres
Juan Manuel Darroux trabajó en la Prefectura entre diciembre de 1961 y junio de 1966. Entre septiembre de 1969 y mayo de 1975 hizo tareas administrativas en la Universidad de Morón, donde conoció a Elena Mijalchuk, que estudiaba para contadora. Como contó Estela de Carlotto durante la conferencia de prensa, el 5 de agosto de 1977, en el Hospital Alemán de Capital Federal, nació Javier Matías. El nombre que más le gustaba a Elena era Matías, pero agregó Javier para que el niño llevara las mismas iniciales que su padre. Al poco tiempo, la mujer volvió a quedar embarazada. Se lo contó a su madre y a su hermano Roberto. Juan Manuel también se lo había mencionado a su medio hermano Raúl Venturelli.
Las últimas noticias sobre Juan Manuel llegaron a través de sus primos Luis Molina y Domingo Carmelo Graziadio, a principios de diciembre de 1977. Se habían encontrado con él en un bodegón en la localidad de Valentín Alsina y Juan Manuel le pidió a Domingo que lo acercara hasta Paraná y Panamericana, zona norte del conurbano. Domingo lo dejó allí pero como veía que su primo estaba preocupado, dio una vuelta y volvió a pasar por el lugar. Vio que Juan Manuel discutía acaloradamente con cuatro hombres que bajaron de una Chevy azul metalizada y lo presionaron para que suba al vehículo.
Juan Manuel no aparecía y Elena no sabía dónde buscarlo. Los últimos días de diciembre de 1977, Elena recibió primero una llamada y luego una carta en la que su marido le indicaba que debía ir a Pampa entre Lugones y Avenida Figueroa Alcorta, en Núñez. El 25 de diciembre, en casa de sus padres, mostró la carta a su familia y pidió que la acercaran con su hijo al lugar. Al día siguiente llevaron a Elena a la cita. Y esa fue la última vez que vieron a Elena y a su bebé.
Cuarenta años más tarde, Roberto Mijalchuk recibió un llamado con el que le confirmaron que habían encontrado a su sobrino. Fue en un teléfono de línea que había dejado como referencia cuando denunció la desaparición de su hermana y que nunca dio de baja a la espera de esa noticia.
Javier Matías
Sin saber que era el hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, un joven se acercó a la filial de Abuelas de la provincia de Córdoba. Sabía que era adoptado. En su expediente decía que el 27 de diciembre de 1977 había sido encontrado por una mujer que caminaba por la calle, en la intersección de Ramallo y Grecia, a tres cuadras de la ESMA, y cerca de donde esa misma madrugada Elena había sido vista con su bebé por última vez. El niño fue dado en adopción a una familia de Buenos Aires y en 1999 se mudó a Córdoba, donde comenzó su búsqueda.
A fines de los 80 las familias Mijalchuk y Darroux pidieron a la Justicia la presunción de fallecimiento de Elena y Juan Manuel pero recién en mayo de 1999 Roberto Mijalchuk denunció la desaparición de su hermana embarazada, su cuñado y su sobrino. A partir de esa presentación, la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad abrió un nuevo legajo y comenzó a investigar el caso. Las muestras de sangre de ambas familias se incorporaron al Banco Nacional de Datos Genéticos.
En octubre de 2016 el Banco informó que el perfil de un hombre coincidía con el de la familia Darroux Mijalchuk. Javier conoció a su familia. Pero no había datos sobre sus padres. Como a muchos desaparecidos, nadie los había visto en ningún centro clandestino de detención. Pero tampoco había información acerca de alguna actividad de militancia. La Conadi derivó el caso a la Unidad Fiscal Especializada para Casos de Apropiación de Niños para profundizar la investigación y eso demoró la comunicación pública de esta restitución. Todavía hay muchos huecos por llenar, muchas cosas que no se saben. Por eso ayer Matías pidió: “esperamos que alguien viendo las fotos de mis padres puedan acercar un dato, algo sobre ellos”.