Tal como afirman los estudiosos, el Neoliberalismo trata del tiempo histórico donde, por un lado, la naturaleza se ha perdido mientras a la vez el "hombre económico" naturaliza la desigualdad, la explotación, la definitiva introducción de la subjetividad en la lógica del Mercado .
Esta paradoja confirma al neoliberalismo como un extraordinario productor de vida precaria. Entendemos aquí vida precaria tal como lo propone José Luis Villacañas, vida precaria no es sólo la flagrante vulnerabilidad de los sectores populares y excluidos. Tampoco los explotadores pueden tener una vida humana ya que están obligados a sostener la reproducción ilimitada del Capital, en una permanente actualización de la Acumulación originaria ahora adosada al capital financiero y a las distintas operaciones de desposesión de las materias primas de países emergentes.
Como también apropiarse de todo aquello que en el mundo hace parte de lo Común. Obviamente, está precariedad no borra los antagonismos entre las oligarquías y los pueblos, pero si se tiene en cuenta que el Neoliberalismo, por su poder unificante, en principio no permite pensar su exterior ni su salida histórica; en este sentido la vida precaria es la esencia de la gran creación neoliberal: la vida enteramente reducida a valor y competición de unos con otros y también con respecto a uno mismo.
La tonalidad afectiva que impregna el mundo de vida neoliberal es el Terror. No es el Terror de las dictaduras clásicas ni el de los absolutismos despóticos o totalitarios. El Terror procede de un modo más invisible y llega a su clímax en momentos de concentración catastrófica como ahora en la pandemia.
No es el Terror al Leviatán que en cualquier momento nos hace sentir su violencia, es más bien la violencia sistémica y siniestra que implica el estar atrapado en un movimiento circular que vuelve siempre al mismo sitio. Puede haber pandemias, insurrecciones, catástrofes ecológicas, crisis de representación, crisis orgánicas, estallidos de burbujas, financieras, etc.
Al despertar, el Neoliberalismo seguía allí. El Terror siniestro de que la humanidad ya no pueda salir de esta circularidad, de este punto de no retorno a las grandes experiencias humanas transformadoras tanto en un sentido existencial como político es el logro, por encima de los gobiernos de derechas, de la gestación de subjetividad neoliberal en tanto nuevo diseño de lo humano.
Se suele poner el acento en el gozoso consumo incesante de objetos, pero en su carácter compulsivo y repetitivo permanece secreta la oscura pulsión de muerte y su traducción siempre posible al canal privilegiado del odio. Este contexto del Terror específico del neoliberalismo, que cada vez vuelve más difícil decidir cuál sería una vida por fuera del éxito o el fracaso, lo viejo o lo nuevo, lo que nos cura o nos mata y donde el amor se ofrece sólo a unos pocos como vida humana, es lo que el carácter unívoco y totalmente dirigido de las ultraderechas ofrecen como salvación: "Ya que nunca saldrás del círculo siniestro del terror te ofrecemos estar del lado sádico de los castigadores". Por ello, a estas ultraderechas actuales no se las entiende en su verdadero alcance si no se las concibe como emanaciones del nuevo terror neoliberal . Por ello, el nuevo proyecto mundial es que gobiernen las derechas con un reaseguro de ultraderechas. Ya no se trata de derrocar gobiernos de izquierdas o nacionales y populares. Ahora, para que el Terror impregne hasta el rincón más recóndito de la comunidad, les resulta imprescindible destruir la Democracia.
Pero las latencias de la Historia preneoliberales siempre pueden retornar. Por ello nunca el crimen es perfecto.
Esta paradoja confirma al neoliberalismo como un extraordinario productor de vida precaria. Entendemos aquí vida precaria tal como lo propone José Luis Villacañas, vida precaria no es sólo la flagrante vulnerabilidad de los sectores populares y excluidos. Tampoco los explotadores pueden tener una vida humana ya que están obligados a sostener la reproducción ilimitada del Capital, en una permanente actualización de la Acumulación originaria ahora adosada al capital financiero y a las distintas operaciones de desposesión de las materias primas de países emergentes.
Como también apropiarse de todo aquello que en el mundo hace parte de lo Común. Obviamente, está precariedad no borra los antagonismos entre las oligarquías y los pueblos, pero si se tiene en cuenta que el Neoliberalismo, por su poder unificante, en principio no permite pensar su exterior ni su salida histórica; en este sentido la vida precaria es la esencia de la gran creación neoliberal: la vida enteramente reducida a valor y competición de unos con otros y también con respecto a uno mismo.
La tonalidad afectiva que impregna el mundo de vida neoliberal es el Terror. No es el Terror de las dictaduras clásicas ni el de los absolutismos despóticos o totalitarios. El Terror procede de un modo más invisible y llega a su clímax en momentos de concentración catastrófica como ahora en la pandemia.
No es el Terror al Leviatán que en cualquier momento nos hace sentir su violencia, es más bien la violencia sistémica y siniestra que implica el estar atrapado en un movimiento circular que vuelve siempre al mismo sitio. Puede haber pandemias, insurrecciones, catástrofes ecológicas, crisis de representación, crisis orgánicas, estallidos de burbujas, financieras, etc.
Al despertar, el Neoliberalismo seguía allí. El Terror siniestro de que la humanidad ya no pueda salir de esta circularidad, de este punto de no retorno a las grandes experiencias humanas transformadoras tanto en un sentido existencial como político es el logro, por encima de los gobiernos de derechas, de la gestación de subjetividad neoliberal en tanto nuevo diseño de lo humano.
Se suele poner el acento en el gozoso consumo incesante de objetos, pero en su carácter compulsivo y repetitivo permanece secreta la oscura pulsión de muerte y su traducción siempre posible al canal privilegiado del odio. Este contexto del Terror específico del neoliberalismo, que cada vez vuelve más difícil decidir cuál sería una vida por fuera del éxito o el fracaso, lo viejo o lo nuevo, lo que nos cura o nos mata y donde el amor se ofrece sólo a unos pocos como vida humana, es lo que el carácter unívoco y totalmente dirigido de las ultraderechas ofrecen como salvación: "Ya que nunca saldrás del círculo siniestro del terror te ofrecemos estar del lado sádico de los castigadores". Por ello, a estas ultraderechas actuales no se las entiende en su verdadero alcance si no se las concibe como emanaciones del nuevo terror neoliberal . Por ello, el nuevo proyecto mundial es que gobiernen las derechas con un reaseguro de ultraderechas. Ya no se trata de derrocar gobiernos de izquierdas o nacionales y populares. Ahora, para que el Terror impregne hasta el rincón más recóndito de la comunidad, les resulta imprescindible destruir la Democracia.
Pero las latencias de la Historia preneoliberales siempre pueden retornar. Por ello nunca el crimen es perfecto.