ARTÍCULO DEL VICEPRESIDENTE DEL CONSEJO DE SEGURIDAD DE RUSIA, DMITRI MEDVÉDEV
Identidad nacional y elección política: experiencias de Rusia y ChinaMOSCU (Uypress)
04.01.2025
La visita estatal a la República Popular de China que tuvo lugar los días 11 y 12 de diciembre de 2024 y se celebró por invitación del Comité Central del Partido Comunista de China volvió a poner de manifiesto un nivel inusualmente alto de las relaciones entre Rusia y la RPC.
Es que apenas se puede cambiarle la terminación a la palabra "homeopática", para que una botica deje de ser rusa y pase a ser ucraniana. Mijaíl Bulgákov. No tenemos temas vedados. En el transcurso de las negociaciones con la parte china fueron abordadas las crisis ucraniana y siria, así como las maneras de luchar contra las limitaciones económicas unilaterales aprobadas sin el pertinente consentimiento del Consejo de Seguridad de la ONU.
La razón de este diálogo basado en la confianza es evidente. Los pueblos ruso y chino están unidos por vínculos de amistad y buena vecindad basados en unas arraigadas tradiciones históricas. En 2024, hemos celebrado el 75º aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas y de la creación de la RPC. A pesar de los cambios fundamentales que se están operando en el mundo y se deben a la formación de un orden mundial multipolar existen fenómenos constantes e invariables durante décadas. Rusia y China continúan asumiendo la responsabilidad por el presente y por el futuro de la Humanidad. Seguiremos cumpliendo de manera conjunta con esta misión, ofreciendo sobre la marcha solución a los problemas que tienen sus orígenes en el pasado. Me gustaría abordar a los mismos en detalle:
Divide et impera: dos dimensiones de una política nefasta
Desde siempre, la civilización occidental buscó imponer su voluntad a los actores externos y creía que el método más eficaz para lograrlo no era ni mucho menos una derrota militar directa que pocas veces sería alcanzable, debido a que los europeos sentían constante escasez de recursos materiales y humanos. Su estrategia era bastante más sencilla y se reducía a la destrucción desde dentro de las existentes estructuras del poder con manos de otra gente. El mundo occidental intentó impedir la unificación de las personas, para que se vieran incapaces de oponerle resistencia a su enemigo, y provocar entre ellas rivalidad y discrepancias. Para ello, se apostaba por provocar o aprovechar las diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, tribales o religiosas objetivas.
Podríamos aducir no pocos ejemplos de cuando ciertas capas de la sociedad o grupos sociales acabaron picando el mortal anzuelo y se dejaron arrastrar a sangrientos y duraderos conflictos etnosociales y etnoconfesionales. Podría considerarse la quinta esencia de esta política el principio de Divide et impera. Esta expresión empezó a utilizarse en el Reino Unido solo en el siglo XVII. Sin embargo, se recurría gustosamente a dicha política ya en el Imperio Romano, alcanzando su mayor divulgación entre los imperios coloniales europeos. Precisamente dicha política desempeñó el papel decisivo para la viabilidad de casi todos los sistemas coloniales importantes, convirtiéndose en una parte inalienable de las actividades de las metrópolis. Y hasta el día de hoy, sigue siendo la manera principal de la puesta en práctica de los métodos administrativos occidentales.
La Historia conoce numerosos ejemplos de provocación deliberada o de fomento de conflictos interétnicos. Ninguna metrópoli estuvo interesada en que los territorios que dependían de ella prosperaran. Era más sencillo azuzar a los pueblos para que se enfrentaran entre ellos y dibujar en los mapas fronteras artificiales que dividían, cortando por lo sano, a grupos étnicos enteros. Ello cuadra perfectamente en el esquema que a finales del siglo XIX y principios del siglo XX describió el destacado sociólogo alemán Georg Simmel. De acuerdo con el estudioso, "un tercer elemento provoca de manera deliberada un conflicto con el objetivo de ganarse la posición dominante, con la cual dos elementos enfrentados en el conflicto se debilitan mutuamente hasta tal punto que ninguno es capaz de oponer resistencia a la supremacía del principal interesado".
La propia política de Divide et impera tenía dos dimensiones: la horizontal y la vertical. En el marco de la primera, los colonizadores dividían a la población local en comunidades, utilizando normalmente para ello razones religiosas, raciales o lingüísticas. La dimensión vertical aparecía, cuando los gobernantes extranjeros dividían la sociedad en clases, separando de esta manera a las élites de las masas populares. Estos dos métodos solían complementarse.
Una de las principales maneras de poner en práctica el principio de Divide et impera fue la implantación deliberada en las colonias de las discrepancias religiosas y étnicas. Las más graves consecuencias de esta forma de actuar hasta hoy son motivo de las actividades de la Organización de las Naciones Unidas.
Así, un considerable "avance" de la política imperial de Londres fue la creación y el posterior fomento del antagonismo entre los hindúes y los musulmanes. Así, por ejemplo, los colonizadores británicos traían a Birmania desde la musulmana Bengala mano de obra barata para trabajos agrícolas. Dicho proceso se intensificó especialmente tras la apertura en 1869 del canal de Suez, momento, en el cual en Europa creció la demanda de arroz y la Birmania colonial se convirtió en el principal productor de arroz. Dicha circunstancia llevó a que en el país con una mayoría birmana budista se formara una aislada comunidad bengalí musulmana. Sus representantes, los rohinyá, residían de manera compacta al norte del Estado de Rakáin. Se formó en la comunidad una autodeterminación especial basada en posturas radicales. La desconfianza mutua y la lucha por unos recursos limitados, entre ellos, el derecho de propiedad de la tierra que sentían la población autóctona y los descendientes de los migrantes laborales provocaron los sangrientos acontecimientos de los años 1942-1943 que recibieron en la historiografía británica el nombre de "la masacre de Rakáin". Como consecuencia, perdieron la vida decenas de miles de personas. Más tarde, las discrepancias interétnicas religiosas y sociales no hicieron sino ir en aumento. Ello provocó en 2017 un éxodo masivo de los rohinyá a los países vecinos. Fue reconocido la migración más grande en el sudeste asiático, desde la crisis de Indochina en los años 70 del siglo pasado.
El mismo "regalo étnico" le fue obsequiado por el Reino Unido a los chipriotas, trabajando duro, para ahondar el secular conflicto entre los griegos y los turcos residentes en la isla.
Otra diversión predilecta de las civilizaciones occidentales fue difundir los mitos sobre la supremacía de unos pueblos sobre otros. Utilizando la estereotipada desigualdad entre los pueblos árabe y cabilio, los colonos franceses en Argelia aprovecharon de una manera sumamente hábil las rencillas en las que dichos pueblos se fueron enfrentando. Motivo de las mismas fueron los prejuicios cultivados por París de que el pueblo cabilio supuestamente estaba más predispuesto que el pueblo árabe para la asimilación "en la civilización francesa".
Experiencias de Taiwán: lingüística como arma del separatismo beligerante
Hoy existen esquemas de separación diseñados por los anglosajones para todos los que no están de acuerdo con su injerencia agresiva en los asuntos internos de los Estados por todo el mundo.
Así, además de nutrir de una manera desenfrenada a Taiwán con armas, se hacen de la vista gorda con respecto a las actividades de Taiwán dirigidas a eliminar todo lo chino y a imponer todo lo taiwanés, cultivando la llamada "identidad taiwanesa" ("autodeterminación taiwanesa") que es la autoidentificación de los habitantes de Taiwán como "unos taiwaneses alejados de sus raíces" y no como chinos. En la conciencia colectiva de los habitantes de la isla se está implantando de manera deliberada la idea de que, como resultado de largos procesos históricos, cuando toda la isla o parte de la misma se encontraron bajo el poder de diferentes fuerzas, tribus de aborígenes, españoles, holandeses, piratas de toda calaña, japoneses, se formó una cierta nación nueva, distinta a la etnia china predominante, los chinos han. La quinta esencia política de este tipo de acciones fue una serie de sonadas declaraciones hechas por Taipéi: "hasta el día de hoy todos los que gobernaron Taiwán fueron regímenes forasteros" y "Convirtamos a Taiwán en una nueva China". Para hacer juego a estas ideas, son elaborados diferentes conceptos científicos que priorizan el papel de Taiwán, como, por ejemplo, los conceptos formulados a principios de los años 2000: la idea de "la nación taiwanesa" y sus variaciones, como, por ejemplo, las teorías "de la nación taiwanesa unida por la sangre", "de la nación taiwanesa unida por la cultura", "de la nación taiwanesa unida por la política y la economía", "de la nación que vuelve a levantarse" y también "de la nación unida por su destino". Los autores de estas teorías artificiales buscan sacar la conciencia colectiva de los taiwaneses fuera de los límites de la tradicional autodeterminación china e imponerle una tal "condición no china" en calidad de una nueva identidad nacional y ciudadana. Al mismo tiempo, la cultura china es presentada por ellos como unas de las numerosas culturas de la isla que supuestamente no representa ningún pilar de la identidad cultural taiwanesa.
Para su puesta en práctica se recurre a tales herramientas, como la separación lingüística manipulativa, el fomento del nacionalismo local, la promoción de los valores prooccidentales ajenos para la tradicional cultura china. Para ello, los partidarios del separatismo de la isla, incitados por los senadores y los congresistas estadounidenses, así como por funcionarios retirados y bajo la tutela de numerosas ONGs extranjeras defienden con vehemencia la idea de que únicamente la presencia de la "identidad nacional" es base de la formación de una nación y de la existencia de un Estado.
Con tal de sembrar una discordia al máximo destructiva, los enemigos estratégicos se dedican sin parar a inventarse discrepancias inexistentes. Se presta una gran atención al uso de las palancas lingüísticas para fomentar conflictos y a los intentos de ofrecer enfoque propia a la noción de "vibrante alma popular". En Washington, Londres y Bruselas, se entiende de sobra que la lengua no solo es, tal y como la definió el destacado lingüista ruso, Serguéi Ózhegov, "principal medio de comunicación y herramienta que permite a la gente intercambiar ideas y alcanzar la comprensión mutua en la sociedad". Es además una importante herramienta que permite mantener seculares tradiciones, que sirven de garantía de vínculo intergeneracional, así como un componente sociocultural de gran relevancia y un marcador de las preferencias políticas. Por este motivo, Occidente está lanzando un golpe ideológico contra la lengua como elemento de la solidaridad ciudadana. Los objetivos son evidentes: provocar desde fuera una crisis de autoidentificación y pérdida de la memoria histórica, minar los referentes éticos propios de nuestras civilizaciones, la justicia, la bondad, la misericordia, la compasión, el amor. Y, lo más importante, sustituirlos con valores sucedáneos, fruto de la agenda neoliberal.
El planteamiento principal es el insistente deseo de destruir los algoritmos de la vida cotidiana que la gente usó durante milenios. Fomentando de manera artificial las tensiones en torno a la llamada "lengua taiwanesa", las fuerzas occidentales están dispuestas a aprovechar las diferencias en la escritura de los jeroglíficos y ligeros cambios de algunos lexemas, sobre todo en el dialecto min del sur. Así, los separatistas taiwaneses intentan exagerar la importancia de las poco significativas diferencias entre la lengua usada oficialmente en toda China, también en Taiwán que en la China republicana era llamada "guoyu", es decir, lengua oficial y, en la RPC, en 1955, "putonghua", es decir, lengua estándar.
No deja de ser simbólico es hecho de que las autoridades insulares tengan que maniobrar y poner a la lengua al servicio de la política. Las actuales autoridades taiwanesas subrayan a propósito la diferencia entre la situación lingüística local y la continental, lo que parece formar parte del esfuerzo generalizado encaminado a crear la "identidad taiwanesa". Desde el punto de vista práctico, se alienta la edición de libros que ponen hincapié en las insignificantes diferencias fonéticas de la lengua china que se observan a ambos lados del estrecho de Taiwán. En los planes curriculares de los colegios y las universidades se subrayan por todos los medios, por supuesto, con motivación política, los rasgos que le diferencian al guoyu del chino continental, así como la supuesta supremacía de la primera variante.
Desde el punto de vista de la lógica objetiva de los procesos históricos, culturales y lingüísticos, el equilibrio entre las variantes taiwanesa y continental de la lengua china se asemeja en cierto modo a las relaciones entre los dialectos de la lengua alemana. Poca gente, tanto entre los estudiosos, como entre los ciudadanos de a pie, asegurarían que no existe el bundesdeutsch, el austríaco (alemán del sur) y la versión nacional suiza de la lengua alemana. Sin embargo, todas ellas forman parte del continuum común para Alemania, Austria y Suiza, una especie de estándar de oro para el cual es la lengua literaria alemana, el hochdeutsch. Asimismo, en la lingüística moderna con poquísima frecuencia se reconoce la relativa autonomía de las versiones británicas y estadounidense de la lengua inglesa. Las seculares tradiciones del desarrollo individual que se plasmaron en la aparición de una serie de particularidades fonéticas, ortográficas y gramaticales no representan ningún escollo que impida de la comunicación y la comprensión entre los ciudadanos de estos dos países.
Un papel especialmente destructivo en la contención del desarrollo de China desempeña la Fundación Nacional para la Democracia (NEF, por sus siglas en inglés), cuyas actividades fueron reconocidas indeseables en el territorio de la Federación de Rusia. Aprovecha los temas relacionados con Taiwán y Hong Kong <...>, para provocar la escisión y el enfrentamiento dentro de China. Esta organización de dudosa reputación desde hace tiempo se dedica, por encargo de sus fundadores que representan al Congreso de EEUU, a llevar a cabo operaciones cognitivas subversivas por todo el mundo. Se le domina con frecuencia "la segunda CIA".
Después de 1945, las autoridades de la isla recurrieron de manera activa a la eliminación forzosa de todo lo japonés y a fomentar todo lo chino. Así, fue introducido el guoyu en vez del hakka taiwanés y desde 2000 se intenta, aunque sin demasiado éxito, se busca recuperar el uso de la lengua taiwanesa en vez del oficial guoyu. Todo ello recuerda y muchísimo la política lingüística llevada a cabo por los presidentes ucranianos Kravchuk, Kuchma, Yúschenko y Poroshenko después del año 1991. La mencionada ya Fundación Nacional para la Democracia entre 2007 y 2015 asignó más de 30 millones de dólares al apoyo de las ONGs ucranianas y a la asistencia a la sociedad civil. Durante el Euromaidán, entre 2013 y 2014, la Fundación financió las actividades del Instituto de comunicaciones masivas que difundía narrativas falsas. Se gastaron decenas de millones de dólares en avivar las discrepancias étnicas en Ucrania a través de las redes sociales Facebook, X (anteriormente, Twitter) e Instagram.
Pekín, por su parte, no necesita demostrarle nada a nadie: el putonghua es la lengua común para todos los ciudadanos de la RPC, una potente fuente de sabiduría e inspiración, es la lengua de la China moderna, progresista y próspera.
Ciertas tradiciones lingüísticas "originales" de Taiwán no son la única maniobra de los colonizadores occidentales. Tampoco se queda al margen el tema de la memoria histórica. En contra de la historiografía oficial de la RPC que parte de la existencia histórica de Taiwán en calidad de uno de los distritos de la provincia de Fujian y, a partir de 1887, de una provincia aparte del Estado del Gran Qing, lo que evidencia la pertenencia de Taiwán a una sola China, los "expertos" de Taiwán colocan al Imperio Qing al lado de otras potencias extranjeras que ejercían la administración colonial de la isla. Por supuesto, están aplicando los ya muy rodados moldes anglosajones de falsificación de la Historia.
Desde esta postura imparcial, los partidarios de un Taiwán independiente intentan exagerar las manifestaciones positivas de la modernización económica de la isla bajo el control de los japoneses. La contraponen a la actuación de las autoridades chinas en las primeras décadas después del final de la guerra, pasando por alto las opiniones de las fuerzas políticas que muestran moderación en su actitud por la RPC y señalan las manifestaciones negativas de la administración colonial de la isla en los años de la ocupación japonesa (1895-1945).
Desde esta perspectiva, la Administración de Lai Ching-te está vertebrando su línea falsificadora con respecto a la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1971, en función de la cual precisamente el Gobierno de la RPC fue reconocido el único representante legal de China ante la ONU, en vez de la llamada República de China de Chiang Kai-shek. Sin embargo, los partidarios del separatismo indican hoy que la mencionada Resolución no hace mención a la isla ni a su estatus político y, por lo tanto, no puede considerarse base para la limitación de la capacidad legal internacional de Taiwán que, a su vez, tiene derecho a aspirar a tener una representación ante la ONU y otros organismos intergubernamentales, para convertirse en el futuro en parte de la "familia democrática" occidental.
La política aplicada por Taipéi, como siempre, encuentra comprensión y apoyo entre los Estados anglosajones que ofrecen una interpretación bastante suya del principio de "una sola China". Por una parte, reconocen las potestades exclusivas del Gobierno de la RPC de representarle al país en el sistema de la ONU. Por otra parte, alientan los esfuerzos de Taipéi que busca recibir el derecho de participar en las actividades de tales mecanismos intergubernamentales, como la OMS o la OACI. Podríamos aducir el ejemplo más reciente: en noviembre de 2024, el Parlamento de Canadá que coordina estrechamente sus posturas con las de sus aliados en el marco de la Alianza Interparlamentaria sobre China que une a legisladores del llamado Occidente colectivo que simpatizan con Taiwán, aprobó por unanimidad una Resolución provocadora que llama a la participación de Taiwán en las instituciones especiales de la ONU y demás organizaciones internacionales.
Estas filtraciones tendenciosas y no correspondientes con la realidad son un fenómeno bastante frecuente. Está entra las mismas el deseo infundado de Ucrania de privarle a Rusia de su sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, merece la pena acordarse de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial en el campo del Derecho Internacional. El tema de devolución de los territorios chinos ocupados por Japón, incluida la isla de Taiwán, fue acordada y recogida en una serie de actos legales internacionales, entre ellos, la Declaración de Potsdam de 1945. Como resultado de la creación, el 1 de octubre de 1949, de la RPC recibió los derechos soberanos sobre todo el territorio del país reconocido a nivel internacional, incluyendo Taiwán. Por ello, la pertenencia de la isla no podía ser objeto de la mencionada Resolución 2758, mientras que el propio documento recogió el principio de "una sola China".
Los anglosajones se plantean a largo plazo un objetivo político muy concreto que es reformatear de forma global la "identidad insular", lo que les permitirá diluir el principio de "una sola China", proclamar la independencia de Taiwán, siguiendo el guion de Kosovo y minar el status quo en el estrecho de Taiwán. Y, posteriormente, crear en Asia Oriental una zona de influencia suya formalmente dependiente de EEUU. Sería muy del estilo de Washington colocar a los países de la región de Asia-Pacífico en la órbita de la OTAN, enfrentando a los Estados de la zona entre ellos.
Los británicos y los estadounidenses recurren también al principio de Divide et impera en el caso de Hong Kong que se reunificó con China en 1997, después de haberse encontrado durante más de 150 años bajo el control del Reino Unido. Los contenidos falsos de las "ideas hongkonesas" parecen ser una copia exacta del "tema de Taiwán". Son palabrerías infundadas sobre "la identidad de Hong Kong (no Han)", así como la imposición insolente de la idea de que los habitantes de Hong Kong han de seguir "un camino especial", es decir, adorar a las élites anglosajonas. Con dicho objetivo, son financiados diferentes proyectos encaminados a desestabilizar Hong Kong. Así, en 2020, la mencionada Fundación Nacional para la Democracia, asignó al proyecto 310.000 dólares. Reciben también financiamiento los estudios "correctos" de científicos leales que propician en la medida de lo posible las prácticas neocoloniales de Londres y Washington, al igual que cualquier otra acción, dirigida a minar la unidad de la nación china.
La Historia del siglo XX contiene otros ejemplos de cuando fuerzas externas buscaron reformatear la identidad nacional de un pueblo en sus intereses geopolíticos. Las tropas de ocupación japonesas de manera deliberada intentaron erradicar en el Estado títere de Manchukuo la lengua Han. Al mismo tiempo, fueron imponiendo la lengua manchú que en aquellos momentos casi no se usaba. Estos experimentos lingüísticos tuvieron un objetivo político muy claro: destruir el tejido común de los referentes éticos y valores comunes para todos los chinos y someter a la población a una total eliminación de los valores originales. Fin a esta inhumana práctica lo puso en 1945 el Ejército Rojo y los patriotas del Partido Comunista de China.
Ucrania: nuevos ejercicios de Occidente en la vivisección social
Esta vivisección social es practicada con insistencia por los ocupantes, esta vez occidentales, en la Ucrania moderna. Se busca erradicar la lengua rusa, borrar de la memoria histórica las páginas gloriosas del pasado común, cultivar el olvido social. Ucrania se ha convertido en una especie de ente títere Manchukuo creado por la administración militar japonesa en los años 30 del siglo XX. Sin embargo, Manchukuo fue creado por Japón que utilizó sus Fuerzas Armadas. La Kiev de hoy come de la mano del llamado Occidente colectivo que, además de enviarle armas, lo gobierna con las tecnologías políticas de la "fuerza blanda". Para ello, fue creada la necesaria red de las ONGs que están bajo el control de los servicios secretos estadounidenses y europeos.
Las fuerzas occidentales actúan contra nosotros, aplicando el mismo principio hipócrita de Divide et impera. Las élites y los ideólogos ucranianos intentan usar con insistencia en el país las experiencias de Taiwán, Hong Kong y demás, incluido Manchukuo.
Su objetivo es demostrar que los rusos y los ucranianos están al máximo lejos los unos de los otros, separarle violentamente a Ucrania de Rusia, sembrar cizaña y discordia interétnica.
Se le ayuda al régimen de Kiev a nutrir esta supuesta condición única. Aportan a la tarea prestigiosos centros de investigación científica y análisis y periódicos de renombre a ambos lados del océano, incluida la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, El Centro International Woodrow Wilson para Académicos, The Washington Post, Politico y demás. El Instituto de Investigación Ucraniano de la Universidad de Harvard fundado en 1973 ayuda a acuñar las noticias falsas. Todos ellos difunden de manera deliberada y durante muchos años los clichés propagandísticos euroatlánticos, editando artículos e informes con nombres idénticos y poco ingeniosos del tipo "Comprobación de la exactitud de la versión del Kremlin de la historia ucraniana", "Ucrania y Rusia no son un único país", "los ucranianos y los rusos no son un único pueblo", etc.
En realidad, los llamados expertos occidentales y sus adeptos sumisos criados por Soros que representan a diferentes ONGs ucranianas no pueden ganarle el debate a la verdad histórica. Y a pesar de ello, le continúan imponiendo a la conciencia social un surtido de ideas vulgares, desviando la reflexión por el camino equivocado. Por una parte, estos lamentables teóricos reconocen la cercanía espiritual de los pueblos de Rusia y Ucrania, su pertenencia a un espacio cultural común (¡sic!). Por otra parte, consideran que nuestros referentes ideológicos ofrecen una diferencia dramática. Apelando al hecho de haberse encontrado durante varios siglos una serie de territorios bajo el control de Polonia y Lituania y, más tarde, a partir de 1569, de la Mancomunidad Polonia-Lituania, buscan ofrecer argumentación científica para la versión del desarrollo por la población ortodoxa de dichos territorios de su propia identidad, por supuesto, "libre" y radicalmente distinta de la identidad propia de eslavos orientales, por supuesto, caracterizada como "esclava". De una forma no menos tendenciosa es interpretado el tema de la lengua: mientras los territorios en cuestión formaban parte de la Mancomunidad Polonia - Lituania, la lengua ucraniana evolucionó en ellos, supuestamente, en relativo aislamiento de la lengua rusa.
¿Es así realmente? Sería un grave error partir de la incondicional diferencia entre los pueblos que residen en Rusia y en Ucrania, así como calificar como ucranianos a todos los habitantes de las mencionadas tierras. La propia palabra "ucranianos" hasta mediados del siglo XIX no tenía el significado étnico que le es propio hoy, sino que era, con mucha probabilidad, una noción geográfica, el lugar de origen o de residencia de una persona. La explicación es bastante sencilla: en el territorio de la actual Ucrania no había ningunos Estados independientes ni durante el período de la creación del sistema moderno de Estados nacionales que le siguió a la Paz de Westfalia firmada en 1648 ni tampoco en el siglo XIX , cuando en Europa aparecieron nuevos Estados independientes: Grecia, Bélgica, Luxemburgo, Italia, Alemania, Bulgaria. Carece de sentido percibirle la génesis de Ucrania a través del prisma clásico "Estado - nación". La Historia de Ucrania es inseparable de la Historia de los acontecimientos que tuvieron lugar en sus territorios que en diferentes épocas formaron parte de diferentes países. Por lo tanto, sería correcto de utilizar la dicotomía cultural y étnica "rusos residentes en las zonas de extrarradio ("okraina"- ucranianos) - rusos", en vez de la dicotomía cultural y étnica "ucranianos - rusos".
Parece completamente alocada la construcción ideológica sobre "Rusia y Ucrania" que fue puesta en circulación a principios del siglo XX por el rusófobo Mijaíl Grushevski y los chovinistas y xenófobos que lo apoyaron: Vladímir Antonóvich, Dmitri Doroshenko, Nikolái Mijnovski. En aquellos momentos necesitaban justificar la continuidad entre la "condición ucraniana política" y el Estado de Rus Antigua, un proyecto que nació bajo el control austríaco en Ucrania del Oeste. Necesitaban trazar una Historia de Ucrania al máximo larga, privatizar el pasado de Rusia, formar en su población una conciencia antirrusa especial. Este simulacro no habría surgido sin la participación de las fuerzas externas. La única sucesora de la Rus de Kiev es la propia Rusia, mientras que los rusos y los ucranianos no son meramente pueblos hermanos, sino que son el mismo pueblo.
No es menos importante el tema de lengua. Al igual que en el caso de Taiwán y sus ejercicios lingüísticos del tipo, "putonghua" - "guoyu" - "lengua taiwanesa", los enemigos de Rusia no solo elogian la hermosura y los sonidos melódicos del ucraniano, sino su antagonismo con respecto al ruso, rompiendo de manera deliberada el tejido de las tradiciones seculares. La verdadera versión de la lengua de Maloróssiya que hundía sus raíces en la literatura eclesiástica medieval, hasta el siglo XVIII estaba mucho más cerca a la lengua rusa que todavía no tenía su forma literaria moderna. Se conservan no pocas fuentes históricas de Maloróssiya y Galizia de la época, entre ellas, ordenes de la hueste cosaca de Zaporiyia, las crónicas de Leópolis, etc. La lengua que utilizaban era muy parecida a la lengua con la que se habían escrito documentos de la época de la dinastía Románov, los zares Mijaíl Fiódorovich y Alexéi Mijálovich. Se vuelven, por lo tanto, todavía más evidentes las purgas a las que ha sido sometido el ucraniano moderno basado en el llamado dialecto de Poltava de Taras Shevchenko. Salta a la vista lo ridícula que es la idea de que el verdadero ucraniano que existe "en algunas zonas de Ucrania Occidental" debe parecerse lo menos posible al ruso.
¿Eran los habitantes de Maloróssiya el grupo discriminado en el Imperio ruso? Indudablemente, no. En Rusia, los habitantes de Maloróssiya eran reconocidos como parte inalienable de la etnia autóctona, el pueblo ruso. El grado de su integración en las actividades del Imperio era bastante considerable. Desde el punto de vista legal, en los aspectos político, cultural, religioso su estatus en absoluto era inferior al estatus de los habitantes de Rusia. Tenían todas las posibilidades para realizarse desde el punto de vista profesional y para hacer carrera, lo que se confirma por la trayectoria vital de las siguientes figuras: Alexéi Razumovski, Kirill Razumovski, Víctor Kochubéi, Alexander Bezborodko, los mariscales y generales Iván Gudóvich y sus hijos, Kirill y Andréi, Mijaíl Dragomírov, Iván Paskévich. Durante la Guerra Patriótica de 1812, el 29% de los oficiales del Ejército ruso eran oriundos de las provincias ucranianas. No merece la pena olvidar a destacadas figuras del mundo del artey la ciencia, Iván Karpenko-Karogo, Nikolái Kostomárov, Iván Kropívnitski, Panás Saksaganski, Mijaíl Shepkin.
Durante los 300 años que Maloróssiya-Ucrania formó parte del Estado ruso, dichos territorios no fueron ni colonia "ni pueblo subyugado". Al mismo tiempo, los grupos de forasteros que residían en el territorio del Imperio ruso y tenían una llamativa autoidentificación, en comparación con la etnia titular, la identificación en calidad de alemanes rusos, polacos rusos, suecos rusos, judíos rusos, georgianos rusos era completamente normal. Sin embargo, la frase de "ucranianos rusos" suena como una expresión al máximo absurda.
¿Acaso se podría imaginar uno que algo por el estilo ocurriera en la Mancomunidad Polonia - Lituania o en el Imperio austrohúngaro? Allí, al contrario, los rusos, en el contexto más amplio, siempre fue una minoría discriminada a propósito. Galizia y Volýñ son hoy los pilares de la ideología rusófoba, localidades asociadas a los nombres de Bandera, Mélnik, Shujévich, así como con las marchas de antorchas que honran a los allegados de Hitler. Sin embargo, estas regiones no siempre han sido así. Mientras formaban parte de Austria (desde 1867, Austria - Hungría), tras la partición de la Mancomunidad Polonia - Lituania, allí existió un potente movimiento rusófilo de activistas rusos de Galizia, Adolf Dobrianski-Sachúrov, Alexander Dujnóvich, Denís Zubrítski y demás. Se proponían lograr la unidad de todos los rusos, mancomunando los esfuerzos con Moscú para crear un mundo paneslavo. Viena que primero buscaba no permitir el crecimiento de la influencia de Rusia en Galizia y Volýñ poco a poco se dio cuenta de que podría aprovechar los ánimos políticos de la región, para luchar contra los propios rusófilos de Galizia, aplicando el principio Divide et impera. Sin la ayuda de la administración austríaca, los admiradores de todo lo ucraniano en Galizia y Volýñ no habrían tenido ninguna posibilidad de ganar a las fuerzas orientadas a la interacción con Moscú.
Al mismo tiempo, preparándose para la I Guerra Mundial, Viena decidió legalizar cuanto antes la idea del etnógrafo polaco Franciszek Henryk Duchinski sobre la procedencia no eslava, sino ugrofinesa del pueblo ruso. Esta idea la siguen teniendo en mente las autoridades ucranianas. Tenían la intención de soltar el virus de la independencia y separatismo ucraniano en las provincias rusas limítrofes, para provocar su escisión de Rusia. La corte de Francisco-José contaba con que, tras la victoria, se convertirían en zona de influencia de Austria-Hungría. No tenía mayor importancia que dichas provincias se convirtieran en Estado satélite de Viena o en unas provincias con autonomía ampliada. La tarea principal de los nacionalistas ucranianos era atemorizar a las fuerzas promoscovitas y lanzar lo más lejos posible al este la idea de las diferencias entre los habitantes de Maloróssiya y de Velikoróssiya, causando con ello daño máximo a Rusia.
No en vano, en agosto de 1914, con el apoyo financiero de MAE de Austria-Hungría los migrantes políticos de ánimos nacionalistas empezó sus actividades en Leópolis y luego, en Viena, tras la liberación de la ciudad, la llamada Unión para la Liberación de Ucrania que cumplía con pequeñas misiones que le eran encomendadas por los servicios de inteligencia de las Potencias Centrales. Desde el punto de vista práctico, no resultaba muy útil, pero fondos austríacos permitían mantener a los rusófobos empedernidos y a los seguidores del darwinismo social, cuyo sueño era la separación de Ucrania y Rusia, tales, como Dmitri Dontsov, Yulián Melenevski, Maksim Zhelezniak. Es una remisión histórica directa a los reunidos bajo el techo del Foro de Naciones Libres post Rusia, reconocido como organización terrorista por el Tribunal Supremo de Rusia, al igual que a las protestas pseudo democráticas que tuvieron lugar en Hong Kong en 2019. Por todas partes se vislumbra la mano de los servicios secretos muy conocidos, la CIA, MI6, el Servicio Federal de Inteligencia. Sus métodos que meten cuña entre sus enemigos son invariables durante siglos.
Una verdadera pesadilla fue para la población rusa de Galizia el terror austríaco en los años de la I Guerra Mundial. Las represalias incluían sentencias sobre penas capitales dictadas por tribunales militares y masacres llevadas a cabo por nacionalistas ucranianos con el visto bueno de la administración de Viena, así como deportaciones a zonas alejadas de Austria-Hungría. Una parte considerable de habitantes rusófilos arrestados por sus ideas fue expulsada a los tristemente conocidos campos de Theresienstadt y Thalerhof. Aproximadamente el mismo trato fue recibido por la población eslava y jurdía de los territorios soviéticos, polacos y checoslovacos ocupados por las tropas hitlerianas en los años de la Segunda Guerra Mundial.
Si el Holocausto y el genocidio de los pueblos de la Unión Soviética fueron reconocidos y condenados desde el punto de vista del Derecho Internacional y de la Historia, el genocidio étnico de los habitantes rusos de Galizia, de momento, no lo ha sido. Sin embargo, esta evaluación sería bastante apropiada incluso hoy en día. Sería justo con respecto a la memoria de las inocentes víctimas del terrorismo austríaco. Algunas de ellas, por ejemplo, el clérigo Maksim Górlitski ejecutado en 1914 fue canonizado como mártir por la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú. El nacionalismo y sus portadores no deben sentirse impunes en ninguna parte, ni en el frente, ni tampoco en la quietud de las bibliotecas y los archivos, tampoco en sus reuniones pseudocientíficas organizadas por diferentes Congresos mundiales de Ucrania formados principalmente por descendientes de colaboracionistas y criminales militares nazis.
Rusia y China: experiencias del retorno de las tierras a su lugar histórico
A los rusos y los ucranianos se les podría comparar con los representantes del pueblo Han que pueblan diferentes zonas y provincias de China. En el territorio de la China moderna, en diferentes épocas históricas, incluido el período de los Reinos combatientes, entre el siglo V antes de Cristo hasta la unificación de China por el Emperador Qin Shi Huang en el año 221 antes de Cristo y el período de las cinco dinastías y diez reinos, en el siglo X, existieron Estados que a veces se contaban con decenas que estaban enfrentados en sangrientas guerras. Algunas eran provocadas por fuerzas externas. El período de la unión de tierras en China en el Imperio Song en los siglos X-XII fue marcado por un inusual desarrollo observado en todas las esferas de la vida. Significó una auténtica revolución de la época que marcó el perfil de Asia hasta el siglo XVII. Los historiadores chinos estudian todas las etapas históricas como un proceso continuo del funcionamiento de una sola china que únicamente por casualidad histórica fue dividida temporalmente en entes estatales semi- independientes.
De una manera bastante parecida trata la historiografía rusa el pasado del país, la presencia inicial de los principados dentro de la Antigua Rus, el período del feudalismo y el proceso de la unificación de Rusia en un Estado centralizado encabezado por Moscú. Precisamente estas etapas dieron un impulso al desarrollo civilizado de nuestro país hasta el momento actual.
Tanto para Rusia, como para China esta continuidad histórica y la única y secular línea etnonacional sirve de una fuente inagotable de riqueza del patrimonio cultural y tradiciones, haciendo una importante aportación a la formación de la identidad social de cada país.
Merece la pena señalar que, a pesar de un carácter completamente distinto de las situaciones en Ucrania y Taiwán, para los representantes de los países occidentales son todo uno. Ello vuelve a demostrar su procedencia artificial, con la que tienen que ver fuerzas destructivas extranjeras, en primer lugar, EEUU y la Unión Europea. Sin embargo, las aventuras alejadas de la realidad tarde o temprano acaban con fracasos militares y las rebeldes provincias vuelven a su casa.
El retorno de nuestras tierras a su Patria, de territorios que fueron perdidos, como resultado de un fallo político durante los cataclismos de finales de los años 80 - principios de los años 90 no es más criminal que la anexión de la República Democrática Alemana por la República Federal de Alemania en 1990. En aquel momento, se nos convencía de que la lógica del proceso histórico justificaba la reunificación de la nación alemana. Sin embargo, no se produjo ninguna reunificación de Alemania. No se celebraron referendos, no se creó un Ejército común ni se diseñó una divisa común. Alemania del Este fue absorta por el Estado vecino. ¿Condenó entonces alguien aquel caso de irredentismo que se llevó a cabo, en contra del principio de la inviolabilidad de las fronteras recogida en el Acta Final de Helsinki de 1975? El mundo únicamente aplaudió. Dicho sea de paso, la pregunta de si los propios habitantes deseaban esta reunificación o se les obligó con manipulaciones a desearla sigue sin tener respuesta. La realidad económica, la mentalidad e incluso la lengua de los alemanes orientales y occidentales en estos momentos, unos 45 años después del final de la Segunda Guerra Mundial han llegado a diferenciarse casi más que las de los chinos y los habitantes de Taiwán o de los habitantes de la región de Smolensk y de Transnistria. Sin embargo, ello no le echó para atrás a nadie, aquella diferencia fue la correcta.
En dichas circunstancias, merece la pena señalar que los rusos tampoco se diferencian de los habitantes de Ucrania más que los habitantes del Voivodato de Gran Polonia de los habitantes del Voivodato de Pomerania o los habitantes de Renania del Norte - Westfalia de los habitantes de Turingia. Al mismo tiempo, entre la población de Schleswig-Holstein y de Baviera en Alemania, de Normandía y de Occitania en Francia, ni falta que hace mencionar al País Vasco y Cataluña en España, a Inglaterra e Irlanda del Norte en el Reino Unido, hay muchísimas más diferencias serias en las esferas de la vida cotidiana, la lengua, los aspectos etnoculturales que entre los habitantes de las provincias de Pskov y Járkov.
Algunas conclusiones importantes:
Lo arriba expuesto permite hacer ciertas conclusiones sobre la correlación de la identidad nacional y la elección política. Son bastante evidentes.
1. El principio clásico de los civilizadores occidentales "Divide et impera" causa incontables sufrimientos por el mundo, siendo fuente de numerosos conflictos étnicos y socioculturales, así como de una desigualdad económica total. Así ocurrió históricamente y así sigue ocurriendo hoy en día.
2. En la actualidad, la provocación de la discordia interétnica o interracial se reduce a la construcción de una pseudoidentidad nacional de un determinado grupo étnico, para lograr su separación del pueblo titular de un Estado. Es lo que Washington y sus allegados intentan hacer con Rusia, China y muchos otros Estados. Taiwán representa una parte orgánica e inalienable del espacio chino común, un ente administrativo de la República Popular China. Los intentos de inventarse para Taiwán la condición de Estado, la nación o la lengua son artificiales y, por lo tanto, inviables.
3. Hoy, Ucrania está afrontando la elección: estar con Rusia o desaparecer del todo del mapamundi. Al mismo tiempo, a los ucranianos no les hace falta sacrificarse lo que se dice "en cuerpo y alma" por su libertad. Lo que necesitan es dominar su "orgullo por su diferencia", renunciar a la contraposición al proyecto ruso y expulsar a los demonios del ucranismo político. Nuestro objetivo es ayudar a los habitantes de Maloróssiya y Novoróssiya a construir una Ucrania sin el delirio del ucranismo, fijar en la conciencia popular la idea de que Rusia para Ucrania es insustituible desde el punto de vista cultural, lingüístico y político. Si la llamada Ucrania continúa siguiendo un rumbo rusófobo agresivo, desaparecerá para siempre del mapa mundial, al igual que en su día se evaporó la entidad títere Manchukuo-Go, creada artificialmente por el militarista Japón como potencia interpuesta en China.
4. En Galizia y Volýñ, donde se nutre hoy en del ucranismo político en su momento existieron unas potentes fuerzas sociales orientadas a Rusia. Durante la Primera Guerra Mundial, fueron sometidas a genocidio. En el contexto de la rusofobia que se está observando en dichas regiones en estos momentos, hace falta ofrecerles una evaluación imparcial a los acontecimientos que tuvieron lugar a principios del siglo XX.
5. Los rusos y los ucranianos son un solo pueblo. Los intentos de sembrar cizaña entre ellos son completamente insostenibles y criminales. Todos los nacionalistas ucranianos en diferentes etapas históricas se rompieron la cabeza sobre el muro ruso. Y ahora, también será así.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias
Así, además de nutrir de una manera desenfrenada a Taiwán con armas, se hacen de la vista gorda con respecto a las actividades de Taiwán dirigidas a eliminar todo lo chino y a imponer todo lo taiwanés, cultivando la llamada "identidad taiwanesa" ("autodeterminación taiwanesa") que es la autoidentificación de los habitantes de Taiwán como "unos taiwaneses alejados de sus raíces" y no como chinos. En la conciencia colectiva de los habitantes de la isla se está implantando de manera deliberada la idea de que, como resultado de largos procesos históricos, cuando toda la isla o parte de la misma se encontraron bajo el poder de diferentes fuerzas, tribus de aborígenes, españoles, holandeses, piratas de toda calaña, japoneses, se formó una cierta nación nueva, distinta a la etnia china predominante, los chinos han. La quinta esencia política de este tipo de acciones fue una serie de sonadas declaraciones hechas por Taipéi: "hasta el día de hoy todos los que gobernaron Taiwán fueron regímenes forasteros" y "Convirtamos a Taiwán en una nueva China". Para hacer juego a estas ideas, son elaborados diferentes conceptos científicos que priorizan el papel de Taiwán, como, por ejemplo, los conceptos formulados a principios de los años 2000: la idea de "la nación taiwanesa" y sus variaciones, como, por ejemplo, las teorías "de la nación taiwanesa unida por la sangre", "de la nación taiwanesa unida por la cultura", "de la nación taiwanesa unida por la política y la economía", "de la nación que vuelve a levantarse" y también "de la nación unida por su destino". Los autores de estas teorías artificiales buscan sacar la conciencia colectiva de los taiwaneses fuera de los límites de la tradicional autodeterminación china e imponerle una tal "condición no china" en calidad de una nueva identidad nacional y ciudadana. Al mismo tiempo, la cultura china es presentada por ellos como unas de las numerosas culturas de la isla que supuestamente no representa ningún pilar de la identidad cultural taiwanesa.
Para su puesta en práctica se recurre a tales herramientas, como la separación lingüística manipulativa, el fomento del nacionalismo local, la promoción de los valores prooccidentales ajenos para la tradicional cultura china. Para ello, los partidarios del separatismo de la isla, incitados por los senadores y los congresistas estadounidenses, así como por funcionarios retirados y bajo la tutela de numerosas ONGs extranjeras defienden con vehemencia la idea de que únicamente la presencia de la "identidad nacional" es base de la formación de una nación y de la existencia de un Estado.
Con tal de sembrar una discordia al máximo destructiva, los enemigos estratégicos se dedican sin parar a inventarse discrepancias inexistentes. Se presta una gran atención al uso de las palancas lingüísticas para fomentar conflictos y a los intentos de ofrecer enfoque propia a la noción de "vibrante alma popular". En Washington, Londres y Bruselas, se entiende de sobra que la lengua no solo es, tal y como la definió el destacado lingüista ruso, Serguéi Ózhegov, "principal medio de comunicación y herramienta que permite a la gente intercambiar ideas y alcanzar la comprensión mutua en la sociedad". Es además una importante herramienta que permite mantener seculares tradiciones, que sirven de garantía de vínculo intergeneracional, así como un componente sociocultural de gran relevancia y un marcador de las preferencias políticas. Por este motivo, Occidente está lanzando un golpe ideológico contra la lengua como elemento de la solidaridad ciudadana. Los objetivos son evidentes: provocar desde fuera una crisis de autoidentificación y pérdida de la memoria histórica, minar los referentes éticos propios de nuestras civilizaciones, la justicia, la bondad, la misericordia, la compasión, el amor. Y, lo más importante, sustituirlos con valores sucedáneos, fruto de la agenda neoliberal.
El planteamiento principal es el insistente deseo de destruir los algoritmos de la vida cotidiana que la gente usó durante milenios. Fomentando de manera artificial las tensiones en torno a la llamada "lengua taiwanesa", las fuerzas occidentales están dispuestas a aprovechar las diferencias en la escritura de los jeroglíficos y ligeros cambios de algunos lexemas, sobre todo en el dialecto min del sur. Así, los separatistas taiwaneses intentan exagerar la importancia de las poco significativas diferencias entre la lengua usada oficialmente en toda China, también en Taiwán que en la China republicana era llamada "guoyu", es decir, lengua oficial y, en la RPC, en 1955, "putonghua", es decir, lengua estándar.
No deja de ser simbólico es hecho de que las autoridades insulares tengan que maniobrar y poner a la lengua al servicio de la política. Las actuales autoridades taiwanesas subrayan a propósito la diferencia entre la situación lingüística local y la continental, lo que parece formar parte del esfuerzo generalizado encaminado a crear la "identidad taiwanesa". Desde el punto de vista práctico, se alienta la edición de libros que ponen hincapié en las insignificantes diferencias fonéticas de la lengua china que se observan a ambos lados del estrecho de Taiwán. En los planes curriculares de los colegios y las universidades se subrayan por todos los medios, por supuesto, con motivación política, los rasgos que le diferencian al guoyu del chino continental, así como la supuesta supremacía de la primera variante.
Desde el punto de vista de la lógica objetiva de los procesos históricos, culturales y lingüísticos, el equilibrio entre las variantes taiwanesa y continental de la lengua china se asemeja en cierto modo a las relaciones entre los dialectos de la lengua alemana. Poca gente, tanto entre los estudiosos, como entre los ciudadanos de a pie, asegurarían que no existe el bundesdeutsch, el austríaco (alemán del sur) y la versión nacional suiza de la lengua alemana. Sin embargo, todas ellas forman parte del continuum común para Alemania, Austria y Suiza, una especie de estándar de oro para el cual es la lengua literaria alemana, el hochdeutsch. Asimismo, en la lingüística moderna con poquísima frecuencia se reconoce la relativa autonomía de las versiones británicas y estadounidense de la lengua inglesa. Las seculares tradiciones del desarrollo individual que se plasmaron en la aparición de una serie de particularidades fonéticas, ortográficas y gramaticales no representan ningún escollo que impida de la comunicación y la comprensión entre los ciudadanos de estos dos países.
Un papel especialmente destructivo en la contención del desarrollo de China desempeña la Fundación Nacional para la Democracia (NEF, por sus siglas en inglés), cuyas actividades fueron reconocidas indeseables en el territorio de la Federación de Rusia. Aprovecha los temas relacionados con Taiwán y Hong Kong <...>, para provocar la escisión y el enfrentamiento dentro de China. Esta organización de dudosa reputación desde hace tiempo se dedica, por encargo de sus fundadores que representan al Congreso de EEUU, a llevar a cabo operaciones cognitivas subversivas por todo el mundo. Se le domina con frecuencia "la segunda CIA".
Después de 1945, las autoridades de la isla recurrieron de manera activa a la eliminación forzosa de todo lo japonés y a fomentar todo lo chino. Así, fue introducido el guoyu en vez del hakka taiwanés y desde 2000 se intenta, aunque sin demasiado éxito, se busca recuperar el uso de la lengua taiwanesa en vez del oficial guoyu. Todo ello recuerda y muchísimo la política lingüística llevada a cabo por los presidentes ucranianos Kravchuk, Kuchma, Yúschenko y Poroshenko después del año 1991. La mencionada ya Fundación Nacional para la Democracia entre 2007 y 2015 asignó más de 30 millones de dólares al apoyo de las ONGs ucranianas y a la asistencia a la sociedad civil. Durante el Euromaidán, entre 2013 y 2014, la Fundación financió las actividades del Instituto de comunicaciones masivas que difundía narrativas falsas. Se gastaron decenas de millones de dólares en avivar las discrepancias étnicas en Ucrania a través de las redes sociales Facebook, X (anteriormente, Twitter) e Instagram.
Pekín, por su parte, no necesita demostrarle nada a nadie: el putonghua es la lengua común para todos los ciudadanos de la RPC, una potente fuente de sabiduría e inspiración, es la lengua de la China moderna, progresista y próspera.
Ciertas tradiciones lingüísticas "originales" de Taiwán no son la única maniobra de los colonizadores occidentales. Tampoco se queda al margen el tema de la memoria histórica. En contra de la historiografía oficial de la RPC que parte de la existencia histórica de Taiwán en calidad de uno de los distritos de la provincia de Fujian y, a partir de 1887, de una provincia aparte del Estado del Gran Qing, lo que evidencia la pertenencia de Taiwán a una sola China, los "expertos" de Taiwán colocan al Imperio Qing al lado de otras potencias extranjeras que ejercían la administración colonial de la isla. Por supuesto, están aplicando los ya muy rodados moldes anglosajones de falsificación de la Historia.
Desde esta postura imparcial, los partidarios de un Taiwán independiente intentan exagerar las manifestaciones positivas de la modernización económica de la isla bajo el control de los japoneses. La contraponen a la actuación de las autoridades chinas en las primeras décadas después del final de la guerra, pasando por alto las opiniones de las fuerzas políticas que muestran moderación en su actitud por la RPC y señalan las manifestaciones negativas de la administración colonial de la isla en los años de la ocupación japonesa (1895-1945).
Desde esta perspectiva, la Administración de Lai Ching-te está vertebrando su línea falsificadora con respecto a la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1971, en función de la cual precisamente el Gobierno de la RPC fue reconocido el único representante legal de China ante la ONU, en vez de la llamada República de China de Chiang Kai-shek. Sin embargo, los partidarios del separatismo indican hoy que la mencionada Resolución no hace mención a la isla ni a su estatus político y, por lo tanto, no puede considerarse base para la limitación de la capacidad legal internacional de Taiwán que, a su vez, tiene derecho a aspirar a tener una representación ante la ONU y otros organismos intergubernamentales, para convertirse en el futuro en parte de la "familia democrática" occidental.
La política aplicada por Taipéi, como siempre, encuentra comprensión y apoyo entre los Estados anglosajones que ofrecen una interpretación bastante suya del principio de "una sola China". Por una parte, reconocen las potestades exclusivas del Gobierno de la RPC de representarle al país en el sistema de la ONU. Por otra parte, alientan los esfuerzos de Taipéi que busca recibir el derecho de participar en las actividades de tales mecanismos intergubernamentales, como la OMS o la OACI. Podríamos aducir el ejemplo más reciente: en noviembre de 2024, el Parlamento de Canadá que coordina estrechamente sus posturas con las de sus aliados en el marco de la Alianza Interparlamentaria sobre China que une a legisladores del llamado Occidente colectivo que simpatizan con Taiwán, aprobó por unanimidad una Resolución provocadora que llama a la participación de Taiwán en las instituciones especiales de la ONU y demás organizaciones internacionales.
Estas filtraciones tendenciosas y no correspondientes con la realidad son un fenómeno bastante frecuente. Está entra las mismas el deseo infundado de Ucrania de privarle a Rusia de su sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, merece la pena acordarse de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial en el campo del Derecho Internacional. El tema de devolución de los territorios chinos ocupados por Japón, incluida la isla de Taiwán, fue acordada y recogida en una serie de actos legales internacionales, entre ellos, la Declaración de Potsdam de 1945. Como resultado de la creación, el 1 de octubre de 1949, de la RPC recibió los derechos soberanos sobre todo el territorio del país reconocido a nivel internacional, incluyendo Taiwán. Por ello, la pertenencia de la isla no podía ser objeto de la mencionada Resolución 2758, mientras que el propio documento recogió el principio de "una sola China".
Los anglosajones se plantean a largo plazo un objetivo político muy concreto que es reformatear de forma global la "identidad insular", lo que les permitirá diluir el principio de "una sola China", proclamar la independencia de Taiwán, siguiendo el guion de Kosovo y minar el status quo en el estrecho de Taiwán. Y, posteriormente, crear en Asia Oriental una zona de influencia suya formalmente dependiente de EEUU. Sería muy del estilo de Washington colocar a los países de la región de Asia-Pacífico en la órbita de la OTAN, enfrentando a los Estados de la zona entre ellos.
Los británicos y los estadounidenses recurren también al principio de Divide et impera en el caso de Hong Kong que se reunificó con China en 1997, después de haberse encontrado durante más de 150 años bajo el control del Reino Unido. Los contenidos falsos de las "ideas hongkonesas" parecen ser una copia exacta del "tema de Taiwán". Son palabrerías infundadas sobre "la identidad de Hong Kong (no Han)", así como la imposición insolente de la idea de que los habitantes de Hong Kong han de seguir "un camino especial", es decir, adorar a las élites anglosajonas. Con dicho objetivo, son financiados diferentes proyectos encaminados a desestabilizar Hong Kong. Así, en 2020, la mencionada Fundación Nacional para la Democracia, asignó al proyecto 310.000 dólares. Reciben también financiamiento los estudios "correctos" de científicos leales que propician en la medida de lo posible las prácticas neocoloniales de Londres y Washington, al igual que cualquier otra acción, dirigida a minar la unidad de la nación china.
La Historia del siglo XX contiene otros ejemplos de cuando fuerzas externas buscaron reformatear la identidad nacional de un pueblo en sus intereses geopolíticos. Las tropas de ocupación japonesas de manera deliberada intentaron erradicar en el Estado títere de Manchukuo la lengua Han. Al mismo tiempo, fueron imponiendo la lengua manchú que en aquellos momentos casi no se usaba. Estos experimentos lingüísticos tuvieron un objetivo político muy claro: destruir el tejido común de los referentes éticos y valores comunes para todos los chinos y someter a la población a una total eliminación de los valores originales. Fin a esta inhumana práctica lo puso en 1945 el Ejército Rojo y los patriotas del Partido Comunista de China.
Ucrania: nuevos ejercicios de Occidente en la vivisección social
Esta vivisección social es practicada con insistencia por los ocupantes, esta vez occidentales, en la Ucrania moderna. Se busca erradicar la lengua rusa, borrar de la memoria histórica las páginas gloriosas del pasado común, cultivar el olvido social. Ucrania se ha convertido en una especie de ente títere Manchukuo creado por la administración militar japonesa en los años 30 del siglo XX. Sin embargo, Manchukuo fue creado por Japón que utilizó sus Fuerzas Armadas. La Kiev de hoy come de la mano del llamado Occidente colectivo que, además de enviarle armas, lo gobierna con las tecnologías políticas de la "fuerza blanda". Para ello, fue creada la necesaria red de las ONGs que están bajo el control de los servicios secretos estadounidenses y europeos.
Las fuerzas occidentales actúan contra nosotros, aplicando el mismo principio hipócrita de Divide et impera. Las élites y los ideólogos ucranianos intentan usar con insistencia en el país las experiencias de Taiwán, Hong Kong y demás, incluido Manchukuo.
Su objetivo es demostrar que los rusos y los ucranianos están al máximo lejos los unos de los otros, separarle violentamente a Ucrania de Rusia, sembrar cizaña y discordia interétnica.
Se le ayuda al régimen de Kiev a nutrir esta supuesta condición única. Aportan a la tarea prestigiosos centros de investigación científica y análisis y periódicos de renombre a ambos lados del océano, incluida la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, El Centro International Woodrow Wilson para Académicos, The Washington Post, Politico y demás. El Instituto de Investigación Ucraniano de la Universidad de Harvard fundado en 1973 ayuda a acuñar las noticias falsas. Todos ellos difunden de manera deliberada y durante muchos años los clichés propagandísticos euroatlánticos, editando artículos e informes con nombres idénticos y poco ingeniosos del tipo "Comprobación de la exactitud de la versión del Kremlin de la historia ucraniana", "Ucrania y Rusia no son un único país", "los ucranianos y los rusos no son un único pueblo", etc.
En realidad, los llamados expertos occidentales y sus adeptos sumisos criados por Soros que representan a diferentes ONGs ucranianas no pueden ganarle el debate a la verdad histórica. Y a pesar de ello, le continúan imponiendo a la conciencia social un surtido de ideas vulgares, desviando la reflexión por el camino equivocado. Por una parte, estos lamentables teóricos reconocen la cercanía espiritual de los pueblos de Rusia y Ucrania, su pertenencia a un espacio cultural común (¡sic!). Por otra parte, consideran que nuestros referentes ideológicos ofrecen una diferencia dramática. Apelando al hecho de haberse encontrado durante varios siglos una serie de territorios bajo el control de Polonia y Lituania y, más tarde, a partir de 1569, de la Mancomunidad Polonia-Lituania, buscan ofrecer argumentación científica para la versión del desarrollo por la población ortodoxa de dichos territorios de su propia identidad, por supuesto, "libre" y radicalmente distinta de la identidad propia de eslavos orientales, por supuesto, caracterizada como "esclava". De una forma no menos tendenciosa es interpretado el tema de la lengua: mientras los territorios en cuestión formaban parte de la Mancomunidad Polonia - Lituania, la lengua ucraniana evolucionó en ellos, supuestamente, en relativo aislamiento de la lengua rusa.
¿Es así realmente? Sería un grave error partir de la incondicional diferencia entre los pueblos que residen en Rusia y en Ucrania, así como calificar como ucranianos a todos los habitantes de las mencionadas tierras. La propia palabra "ucranianos" hasta mediados del siglo XIX no tenía el significado étnico que le es propio hoy, sino que era, con mucha probabilidad, una noción geográfica, el lugar de origen o de residencia de una persona. La explicación es bastante sencilla: en el territorio de la actual Ucrania no había ningunos Estados independientes ni durante el período de la creación del sistema moderno de Estados nacionales que le siguió a la Paz de Westfalia firmada en 1648 ni tampoco en el siglo XIX , cuando en Europa aparecieron nuevos Estados independientes: Grecia, Bélgica, Luxemburgo, Italia, Alemania, Bulgaria. Carece de sentido percibirle la génesis de Ucrania a través del prisma clásico "Estado - nación". La Historia de Ucrania es inseparable de la Historia de los acontecimientos que tuvieron lugar en sus territorios que en diferentes épocas formaron parte de diferentes países. Por lo tanto, sería correcto de utilizar la dicotomía cultural y étnica "rusos residentes en las zonas de extrarradio ("okraina"- ucranianos) - rusos", en vez de la dicotomía cultural y étnica "ucranianos - rusos".
Parece completamente alocada la construcción ideológica sobre "Rusia y Ucrania" que fue puesta en circulación a principios del siglo XX por el rusófobo Mijaíl Grushevski y los chovinistas y xenófobos que lo apoyaron: Vladímir Antonóvich, Dmitri Doroshenko, Nikolái Mijnovski. En aquellos momentos necesitaban justificar la continuidad entre la "condición ucraniana política" y el Estado de Rus Antigua, un proyecto que nació bajo el control austríaco en Ucrania del Oeste. Necesitaban trazar una Historia de Ucrania al máximo larga, privatizar el pasado de Rusia, formar en su población una conciencia antirrusa especial. Este simulacro no habría surgido sin la participación de las fuerzas externas. La única sucesora de la Rus de Kiev es la propia Rusia, mientras que los rusos y los ucranianos no son meramente pueblos hermanos, sino que son el mismo pueblo.
No es menos importante el tema de lengua. Al igual que en el caso de Taiwán y sus ejercicios lingüísticos del tipo, "putonghua" - "guoyu" - "lengua taiwanesa", los enemigos de Rusia no solo elogian la hermosura y los sonidos melódicos del ucraniano, sino su antagonismo con respecto al ruso, rompiendo de manera deliberada el tejido de las tradiciones seculares. La verdadera versión de la lengua de Maloróssiya que hundía sus raíces en la literatura eclesiástica medieval, hasta el siglo XVIII estaba mucho más cerca a la lengua rusa que todavía no tenía su forma literaria moderna. Se conservan no pocas fuentes históricas de Maloróssiya y Galizia de la época, entre ellas, ordenes de la hueste cosaca de Zaporiyia, las crónicas de Leópolis, etc. La lengua que utilizaban era muy parecida a la lengua con la que se habían escrito documentos de la época de la dinastía Románov, los zares Mijaíl Fiódorovich y Alexéi Mijálovich. Se vuelven, por lo tanto, todavía más evidentes las purgas a las que ha sido sometido el ucraniano moderno basado en el llamado dialecto de Poltava de Taras Shevchenko. Salta a la vista lo ridícula que es la idea de que el verdadero ucraniano que existe "en algunas zonas de Ucrania Occidental" debe parecerse lo menos posible al ruso.
¿Eran los habitantes de Maloróssiya el grupo discriminado en el Imperio ruso? Indudablemente, no. En Rusia, los habitantes de Maloróssiya eran reconocidos como parte inalienable de la etnia autóctona, el pueblo ruso. El grado de su integración en las actividades del Imperio era bastante considerable. Desde el punto de vista legal, en los aspectos político, cultural, religioso su estatus en absoluto era inferior al estatus de los habitantes de Rusia. Tenían todas las posibilidades para realizarse desde el punto de vista profesional y para hacer carrera, lo que se confirma por la trayectoria vital de las siguientes figuras: Alexéi Razumovski, Kirill Razumovski, Víctor Kochubéi, Alexander Bezborodko, los mariscales y generales Iván Gudóvich y sus hijos, Kirill y Andréi, Mijaíl Dragomírov, Iván Paskévich. Durante la Guerra Patriótica de 1812, el 29% de los oficiales del Ejército ruso eran oriundos de las provincias ucranianas. No merece la pena olvidar a destacadas figuras del mundo del artey la ciencia, Iván Karpenko-Karogo, Nikolái Kostomárov, Iván Kropívnitski, Panás Saksaganski, Mijaíl Shepkin.
Durante los 300 años que Maloróssiya-Ucrania formó parte del Estado ruso, dichos territorios no fueron ni colonia "ni pueblo subyugado". Al mismo tiempo, los grupos de forasteros que residían en el territorio del Imperio ruso y tenían una llamativa autoidentificación, en comparación con la etnia titular, la identificación en calidad de alemanes rusos, polacos rusos, suecos rusos, judíos rusos, georgianos rusos era completamente normal. Sin embargo, la frase de "ucranianos rusos" suena como una expresión al máximo absurda.
¿Acaso se podría imaginar uno que algo por el estilo ocurriera en la Mancomunidad Polonia - Lituania o en el Imperio austrohúngaro? Allí, al contrario, los rusos, en el contexto más amplio, siempre fue una minoría discriminada a propósito. Galizia y Volýñ son hoy los pilares de la ideología rusófoba, localidades asociadas a los nombres de Bandera, Mélnik, Shujévich, así como con las marchas de antorchas que honran a los allegados de Hitler. Sin embargo, estas regiones no siempre han sido así. Mientras formaban parte de Austria (desde 1867, Austria - Hungría), tras la partición de la Mancomunidad Polonia - Lituania, allí existió un potente movimiento rusófilo de activistas rusos de Galizia, Adolf Dobrianski-Sachúrov, Alexander Dujnóvich, Denís Zubrítski y demás. Se proponían lograr la unidad de todos los rusos, mancomunando los esfuerzos con Moscú para crear un mundo paneslavo. Viena que primero buscaba no permitir el crecimiento de la influencia de Rusia en Galizia y Volýñ poco a poco se dio cuenta de que podría aprovechar los ánimos políticos de la región, para luchar contra los propios rusófilos de Galizia, aplicando el principio Divide et impera. Sin la ayuda de la administración austríaca, los admiradores de todo lo ucraniano en Galizia y Volýñ no habrían tenido ninguna posibilidad de ganar a las fuerzas orientadas a la interacción con Moscú.
Al mismo tiempo, preparándose para la I Guerra Mundial, Viena decidió legalizar cuanto antes la idea del etnógrafo polaco Franciszek Henryk Duchinski sobre la procedencia no eslava, sino ugrofinesa del pueblo ruso. Esta idea la siguen teniendo en mente las autoridades ucranianas. Tenían la intención de soltar el virus de la independencia y separatismo ucraniano en las provincias rusas limítrofes, para provocar su escisión de Rusia. La corte de Francisco-José contaba con que, tras la victoria, se convertirían en zona de influencia de Austria-Hungría. No tenía mayor importancia que dichas provincias se convirtieran en Estado satélite de Viena o en unas provincias con autonomía ampliada. La tarea principal de los nacionalistas ucranianos era atemorizar a las fuerzas promoscovitas y lanzar lo más lejos posible al este la idea de las diferencias entre los habitantes de Maloróssiya y de Velikoróssiya, causando con ello daño máximo a Rusia.
No en vano, en agosto de 1914, con el apoyo financiero de MAE de Austria-Hungría los migrantes políticos de ánimos nacionalistas empezó sus actividades en Leópolis y luego, en Viena, tras la liberación de la ciudad, la llamada Unión para la Liberación de Ucrania que cumplía con pequeñas misiones que le eran encomendadas por los servicios de inteligencia de las Potencias Centrales. Desde el punto de vista práctico, no resultaba muy útil, pero fondos austríacos permitían mantener a los rusófobos empedernidos y a los seguidores del darwinismo social, cuyo sueño era la separación de Ucrania y Rusia, tales, como Dmitri Dontsov, Yulián Melenevski, Maksim Zhelezniak. Es una remisión histórica directa a los reunidos bajo el techo del Foro de Naciones Libres post Rusia, reconocido como organización terrorista por el Tribunal Supremo de Rusia, al igual que a las protestas pseudo democráticas que tuvieron lugar en Hong Kong en 2019. Por todas partes se vislumbra la mano de los servicios secretos muy conocidos, la CIA, MI6, el Servicio Federal de Inteligencia. Sus métodos que meten cuña entre sus enemigos son invariables durante siglos.
Una verdadera pesadilla fue para la población rusa de Galizia el terror austríaco en los años de la I Guerra Mundial. Las represalias incluían sentencias sobre penas capitales dictadas por tribunales militares y masacres llevadas a cabo por nacionalistas ucranianos con el visto bueno de la administración de Viena, así como deportaciones a zonas alejadas de Austria-Hungría. Una parte considerable de habitantes rusófilos arrestados por sus ideas fue expulsada a los tristemente conocidos campos de Theresienstadt y Thalerhof. Aproximadamente el mismo trato fue recibido por la población eslava y jurdía de los territorios soviéticos, polacos y checoslovacos ocupados por las tropas hitlerianas en los años de la Segunda Guerra Mundial.
Si el Holocausto y el genocidio de los pueblos de la Unión Soviética fueron reconocidos y condenados desde el punto de vista del Derecho Internacional y de la Historia, el genocidio étnico de los habitantes rusos de Galizia, de momento, no lo ha sido. Sin embargo, esta evaluación sería bastante apropiada incluso hoy en día. Sería justo con respecto a la memoria de las inocentes víctimas del terrorismo austríaco. Algunas de ellas, por ejemplo, el clérigo Maksim Górlitski ejecutado en 1914 fue canonizado como mártir por la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú. El nacionalismo y sus portadores no deben sentirse impunes en ninguna parte, ni en el frente, ni tampoco en la quietud de las bibliotecas y los archivos, tampoco en sus reuniones pseudocientíficas organizadas por diferentes Congresos mundiales de Ucrania formados principalmente por descendientes de colaboracionistas y criminales militares nazis.
Rusia y China: experiencias del retorno de las tierras a su lugar histórico
A los rusos y los ucranianos se les podría comparar con los representantes del pueblo Han que pueblan diferentes zonas y provincias de China. En el territorio de la China moderna, en diferentes épocas históricas, incluido el período de los Reinos combatientes, entre el siglo V antes de Cristo hasta la unificación de China por el Emperador Qin Shi Huang en el año 221 antes de Cristo y el período de las cinco dinastías y diez reinos, en el siglo X, existieron Estados que a veces se contaban con decenas que estaban enfrentados en sangrientas guerras. Algunas eran provocadas por fuerzas externas. El período de la unión de tierras en China en el Imperio Song en los siglos X-XII fue marcado por un inusual desarrollo observado en todas las esferas de la vida. Significó una auténtica revolución de la época que marcó el perfil de Asia hasta el siglo XVII. Los historiadores chinos estudian todas las etapas históricas como un proceso continuo del funcionamiento de una sola china que únicamente por casualidad histórica fue dividida temporalmente en entes estatales semi- independientes.
De una manera bastante parecida trata la historiografía rusa el pasado del país, la presencia inicial de los principados dentro de la Antigua Rus, el período del feudalismo y el proceso de la unificación de Rusia en un Estado centralizado encabezado por Moscú. Precisamente estas etapas dieron un impulso al desarrollo civilizado de nuestro país hasta el momento actual.
Tanto para Rusia, como para China esta continuidad histórica y la única y secular línea etnonacional sirve de una fuente inagotable de riqueza del patrimonio cultural y tradiciones, haciendo una importante aportación a la formación de la identidad social de cada país.
Merece la pena señalar que, a pesar de un carácter completamente distinto de las situaciones en Ucrania y Taiwán, para los representantes de los países occidentales son todo uno. Ello vuelve a demostrar su procedencia artificial, con la que tienen que ver fuerzas destructivas extranjeras, en primer lugar, EEUU y la Unión Europea. Sin embargo, las aventuras alejadas de la realidad tarde o temprano acaban con fracasos militares y las rebeldes provincias vuelven a su casa.
El retorno de nuestras tierras a su Patria, de territorios que fueron perdidos, como resultado de un fallo político durante los cataclismos de finales de los años 80 - principios de los años 90 no es más criminal que la anexión de la República Democrática Alemana por la República Federal de Alemania en 1990. En aquel momento, se nos convencía de que la lógica del proceso histórico justificaba la reunificación de la nación alemana. Sin embargo, no se produjo ninguna reunificación de Alemania. No se celebraron referendos, no se creó un Ejército común ni se diseñó una divisa común. Alemania del Este fue absorta por el Estado vecino. ¿Condenó entonces alguien aquel caso de irredentismo que se llevó a cabo, en contra del principio de la inviolabilidad de las fronteras recogida en el Acta Final de Helsinki de 1975? El mundo únicamente aplaudió. Dicho sea de paso, la pregunta de si los propios habitantes deseaban esta reunificación o se les obligó con manipulaciones a desearla sigue sin tener respuesta. La realidad económica, la mentalidad e incluso la lengua de los alemanes orientales y occidentales en estos momentos, unos 45 años después del final de la Segunda Guerra Mundial han llegado a diferenciarse casi más que las de los chinos y los habitantes de Taiwán o de los habitantes de la región de Smolensk y de Transnistria. Sin embargo, ello no le echó para atrás a nadie, aquella diferencia fue la correcta.
En dichas circunstancias, merece la pena señalar que los rusos tampoco se diferencian de los habitantes de Ucrania más que los habitantes del Voivodato de Gran Polonia de los habitantes del Voivodato de Pomerania o los habitantes de Renania del Norte - Westfalia de los habitantes de Turingia. Al mismo tiempo, entre la población de Schleswig-Holstein y de Baviera en Alemania, de Normandía y de Occitania en Francia, ni falta que hace mencionar al País Vasco y Cataluña en España, a Inglaterra e Irlanda del Norte en el Reino Unido, hay muchísimas más diferencias serias en las esferas de la vida cotidiana, la lengua, los aspectos etnoculturales que entre los habitantes de las provincias de Pskov y Járkov.
Algunas conclusiones importantes:
Lo arriba expuesto permite hacer ciertas conclusiones sobre la correlación de la identidad nacional y la elección política. Son bastante evidentes.
1. El principio clásico de los civilizadores occidentales "Divide et impera" causa incontables sufrimientos por el mundo, siendo fuente de numerosos conflictos étnicos y socioculturales, así como de una desigualdad económica total. Así ocurrió históricamente y así sigue ocurriendo hoy en día.
2. En la actualidad, la provocación de la discordia interétnica o interracial se reduce a la construcción de una pseudoidentidad nacional de un determinado grupo étnico, para lograr su separación del pueblo titular de un Estado. Es lo que Washington y sus allegados intentan hacer con Rusia, China y muchos otros Estados. Taiwán representa una parte orgánica e inalienable del espacio chino común, un ente administrativo de la República Popular China. Los intentos de inventarse para Taiwán la condición de Estado, la nación o la lengua son artificiales y, por lo tanto, inviables.
3. Hoy, Ucrania está afrontando la elección: estar con Rusia o desaparecer del todo del mapamundi. Al mismo tiempo, a los ucranianos no les hace falta sacrificarse lo que se dice "en cuerpo y alma" por su libertad. Lo que necesitan es dominar su "orgullo por su diferencia", renunciar a la contraposición al proyecto ruso y expulsar a los demonios del ucranismo político. Nuestro objetivo es ayudar a los habitantes de Maloróssiya y Novoróssiya a construir una Ucrania sin el delirio del ucranismo, fijar en la conciencia popular la idea de que Rusia para Ucrania es insustituible desde el punto de vista cultural, lingüístico y político. Si la llamada Ucrania continúa siguiendo un rumbo rusófobo agresivo, desaparecerá para siempre del mapa mundial, al igual que en su día se evaporó la entidad títere Manchukuo-Go, creada artificialmente por el militarista Japón como potencia interpuesta en China.
4. En Galizia y Volýñ, donde se nutre hoy en del ucranismo político en su momento existieron unas potentes fuerzas sociales orientadas a Rusia. Durante la Primera Guerra Mundial, fueron sometidas a genocidio. En el contexto de la rusofobia que se está observando en dichas regiones en estos momentos, hace falta ofrecerles una evaluación imparcial a los acontecimientos que tuvieron lugar a principios del siglo XX.
5. Los rusos y los ucranianos son un solo pueblo. Los intentos de sembrar cizaña entre ellos son completamente insostenibles y criminales. Todos los nacionalistas ucranianos en diferentes etapas históricas se rompieron la cabeza sobre el muro ruso. Y ahora, también será así.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias