Miradas diversas sobre el presente y futuro del descongelamiento de las relaciones.
La pregunta es muy legítima pues después de dos años de diálogos (secretos hasta el 17D y públicos a partir de ese momento), han ocurrido evoluciones muy favorables si las comparamos con la situación de hostilidad mutua que tiñó las relaciones entre los dos países desde enero de 1959 y hasta la fecha antes mencionada.
Solamente durante las dos semanas anteriores ocurrieron dos acontecimientos muy importantes: la sección de intereses y futura Embajada de Cuba en Washington pudo abrir una cuenta bancaria el recibir la entidad operadora una licencia del Departamento del Tesoro; más trascendente aun: Cuba fue excluida de la lista de países patrocinadores del terrorismo, que aparte de que no haber justificación válida para que un país se arrogue el derecho de instrumentarla unilateralmente, en todo caso, no existió nunca razón moral ni legal para incluir en ella a La Habana.
Ahora bien, la práctica totalidad de las disposiciones de castigo económico a los integrantes de la lista de patrocinadores del terrorismo, están también contenidas en la urdimbre de leyes que forman el bloqueo económico, comercial, financiero y mediático contra la isla, a lo que hay que añadir las leyes que proporcionan apoyo económico a la esmirriada y desprestigiada, pero codiciosa, contrarrevolución interna y externa.
De modo que la exclusión de Cuba de esa lista, aunque indudablemente constituye una prueba de buena voluntad de Washington, debe valorarse principalmente en su dimensión moral. Más allá de esto no debería descartarse tampoco cierto impacto sicológico positivo que puede tener en algunas entidades como las agencias de viajes y líneas aéreas y marítimas que aunque deseosas de establecer vínculos con la isla se han abstenido de hacerlo por simple temor a las draconianas multas impuestas por EU a bancos y entidades que mantienen vínculos económicos con la isla.
Este aspecto sicológico es tan importante que el solo hecho de haberse anunciado el proceso de restablecimiento de relaciones y los discretos pasos que lo han acompañado ha aumentado de manera notable el flujo de visitantes a Cuba en lo que va de año en un 36, un 26, un 25, un 22 y un 16 por ciento, procedentes de EU, Reino Unido, Francia, Alemania y España respectivamente.
Muy significativo, la nueva medida propiciaría al presidente Obama, si tiene la voluntad política para hacerlo, el uso de su autoridad ejecutiva, para notificar al Congreso que está en el “interés nacional” dejar en suspenso el bloqueo en cuanto a la prohibición a tratar con Cuba a los organismos internacionales de crédito que ese país aun controla: BM, FMI y BID. En realidad, si es cierto que solo el Congreso puede derogar el bloqueo, no es menos cierto que el Ejecutivo dispone de la prerrogativa de convertirlo en un simple cascarón usando su pluma.
Se han producido también en los últimos cuatro meses acontecimientos de excepcional importancia simbólica y no tan simbólica. Entre ellos, la al parecer auspiciosa visita de una delegación oficial estadunidense que informó sobre las nuevas medidas previstas para aliviar el bloqueo en el campo de las telecomunicaciones y fue informada por sus contrapartes de las prohibiciones aun en vigor que impiden la normalización de las relaciones en la materia.
De la misma manera el restablecimiento de la línea de ferris entre Florida y La Habana suspendido hace décadas, la licencia a un hospital newyorkino para realizar un protocolo clínico a la eficaz vacuna terapéutica cubana contra el cáncer de pulmón, la visita a La Habana y ovacionados conciertos de la Orquesta Sinfónica de Minnesotta, la participación de botes estadunidenses en el Torneo de Pesca Ernest Hemingway, donde no participaban hace mucho tiempo, y el tope futbolístico amistoso entre el Cosmos de Nueva York y la selección nacional de Cuba.
Como puede observarse, se avanza a paso lento pero seguro en un proceso que el propio presidente Raúl Castro calificó de largo y complejo pues no se ha resuelto ni existe idea de cuándo se resolverá lo esencial: el levantamiento del bloqueo.
Aún sin entrar en añejos reclamos de Cuba como la devolución de la base de Guantánamo, ahora mismo es muy importante con vistas a la reapertura de embajadas, el acuerdo a qué deben llegar las partes sobre la aplicación de la Convención de Viena a sus respectivas sedes y diplomáticos en cada país.
Como es conocido EU no se caracteriza por ser muy respetuoso de las normas ni Cuba por permitir que se violen.
Obama: ¡sí, se puede!
Por Atilio A. Boron
Pasaron poco más de seis meses desde el histórico anuncio realizado conjuntamente por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro el 17 de Diciembre pasado. Dado que no es Cuba quien ha acosa a Estados Unidos sino Washington quien bloquea a la isla caribeña parece oportuno indagar sobre lo ocurrido con esa política, que viene siendo repudiada por la comunidad internacional con cada vez mayor fuerza. Al hacerlo, no deja de sorprender que en lo tocante al bloqueo la situación permanece sin mayores cambios. Han habido varias rondas de conversaciones tendientes a normalizar las relaciones cubano-americanas pero, hasta ahora, los gestos y las decisiones concretas que tiene que tomar la Casa Blanca han sido escasas y de poca monta. Peor aún, el día previo al del anuncio el Departamento del Tesoro sancionó al Commerzbank de Alemania con una multa cercana a los mil millones de dólares por realizar operaciones financieras con Cuba. La decisión de eliminar a ese país de la lista de países patrocinadores del terrorismo -lugar en el que había absurdamente sido incluida desde los años de Ronald Reagan, en 1982- puede facilitar el relanzamiento de las relaciones económicas pero, hasta ahora, es muy poco lo que se ha hecho.
Del lado norteamericano se dice que el Congreso no acompaña a las políticas de la Casa Blanca y que obstaculiza el avance del proceso de normalización. Sin embargo, un equipo de abogados estadounidenses ha demostrado que existe un amplio campo de atribuciones en manos del ejecutivo y que si Obama quisiera podría impulsar algunas decisiones que reducirían significativamente los perniciosos efectos del bloqueo. A título meramente ilustrativo argumentan que podría autorizar el establecimiento de conexiones aéreas regulares servidas por transportadores de Estados Unidos y Cuba; o que los visitantes norteamericanos a la isla pudieran traer de regreso, para uso personal o como regalos, toda clase de bienes producidos sin limitaciones discriminatorias (en relación a lo permitido para otros países) según el tipo de artículos (ron, tabaco, etcétera) o el valor de los mismos; posibilitar el establecimiento de relaciones de corresponsalía entre instituciones bancarias de ambos países; eliminar o atenuar, para ciertos productos estadounidenses, la necesidad de que Cuba pague sus compras “en efectivo y por anticipado”; autorizar el uso de dólares norteamericanos en las transacciones comerciales que realicen las empresas cubanas y facilitar las operaciones de “clearing” a través del sistema bancario estadounidense; suprimir la política de “veto a Cuba” en las instituciones financieras internacionales a la hora de aprobar créditos o donaciones a la isla; abolir la prohibición que impide a barcos que hayan transportado cargas desde o hacia Cuba a amarrar en puertos de los Estados Unidos antes de 180 días después de abandonar un puerto cubano, así como autorizar a navíos que transporten bienes o pasajeros hacia o desde Cuba ingresar a puertos de los Estados Unidos; otorgar una licencia general que permita el flujo sin límites y frecuencias de remesas destinadas a individuos u organizaciones no gubernamentales radicadas en Cuba, incluyendo pequeñas granjas; facilitar la exportación de equipos informáticos y software de origen estadounidense a Cuba, así como materiales dedicados al desarrollo de la infraestructura de telecomunicaciones; autorizar a ciudadanos de Estados Unidos a recibir tratamientos médicos en Cuba, la exportación de medicinas, insumos y equipos para la atención de pacientes cubanos o para facilitar la producción biotecnológica de la isla y permitir el ingreso a Estados Unidos de medicamentos cubanos para su venta en ese país. Este listado, que podría extenderse con muchas otras medidas, es suficientemente ilustrativo de que es posible aminorar el criminal impacto del bloqueo si hubiera la voluntad política de sentar sobre nuevas bases las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. La gran pregunta es: ¿por qué no lo hace?
Podría conjeturarse que la pasividad de Obama es una estrategia para debilitar a Cuba y negociar desde una posición de fuerza la normalización de las relaciones diplomáticas; o para apaciguar a sus críticos de derecha, tanto dentro de su propio partido como entre los republicanos; o que la maquinaria burocrática del estado impone ritmos y erige limitaciones a lo que el ocupante de la Casa Blanca quiera hacer, como lo demuestra su incapacidad para cerrar la cárcel de Guantánamo a pesar de sus promesas de campaña; o una combinación de todo lo anterior. Pero lo cierto es que, cualesquiera que fueren las razones por las que Obama no hace uso de sus atribuciones, el bloqueo sigue su curso ocasionando graves daños a la economía cubana y provocando crueles sufrimientos a su población. Tal vez en el fondo de esta política se encuentre la ilusión de que la permanencia del bloqueo y la irritación que este produce precipitarán un estallido de protesta popular que ponga fin a la revolución cubana. Hace más de medio siglo que Washington adhirió a esa estúpida creencia, refutada por la historia, pero sabemos que una de las cosas que distingue al imperio es su enfermiza obcecación por apoderarse de Cuba, una ambición hecha pública en los albores de la república norteamericana por John Adams, el segundo presidente de ese país, cuando en Junio de 1783 declaró la necesidad de anexar la isla caribeña a los Estados Unidos. Dado que Obama aclaró que la normalización de relaciones bilaterales no significa que su país abandone la idea de producir un “cambio de régimen” en Cuba para, según él, facilitar el advenimiento de la democracia y la libertad en la isla –preguntemos: ¿como en Libia, Irak, Siria, Honduras?-, no sería de extrañar que su actitud fuera expresión de aquella prepotente necesidad sentida por Adams hace ya más de dos siglos y que el actual ocupante de la Casa Blanca no se atreve a desechar pese a su inmoralidad y a su insalvable anacronismo. A seis meses del anuncio del 17 de Diciembre pasado Obama podría haber hecho algo más. Aunque nomás sea por respeto a sus propias palabras.
Estados Unidos y Cuba: intereses y riesgos
Por Uva de Aragón
Pronto las embajadas de Estados Unidos y Cuba abrirán sus puertas en La Habana y Washington aunque falte un largo trecho para la normalización de relaciones. Cabe preguntarse qué desean y qué arriesgan las partes interesadas.
La administración del presidente Obama insiste en su interés en presionar a favor del respeto a los derechos humanos en la Isla. Las declaraciones del Departamento de Estado ante la detención de 100 opositores y los golpes propinados a Antonio Rodiles lo confirman. No puede descartarse que desee asimismo evitar éxodos como el del Mariel o la crisis de los balseros, e incluso beneficiar intereses económicos de empresas estadounidenses. También Estados Unidos podría mejorar sus relaciones con países de América Latina que consideran obsoleta la política de Washington hacia Cuba. Al mismo tiempo, el acercamiento sirve para aislar a Nicolás Maduro. Divide y vencerás. Pero principalmente, las relaciones con Cuba colocan a Estados Unidos en una posición mejor para tener cierta influencia durante un período de transición.
¿Qué arriesga Obama? Oposición de un ala del Partido Republicano –en especial los cubanoamericanos y Jeb Bush, que mantiene estrechos lazos con los exiliados–, al punto de que se le haga difícil nombrar a un embajador. Y críticas. Ya ha recibido algunas muy fuertes, aunque en definitiva el resultado de su política hacia Cuba lo juzgará la Historia.
¿Qué desea Raúl Castro? Tras la caída de la Unión Soviética, y el deterioro del régimen de Nicolás Maduro, necesita urgentemente rescatar la precaria economía del país. Raúl aspira, quizás aún más que Obama, a que el restablecimiento de la relaciones con Estados Unidos sea uno de sus legados principales. ¿Qué es lo que arriesga? Según Aleksei Valerievich Fenech, miembro del Consejo Asuntos Internacionales de Rusia, una estrecha cooperación con Estados Unidos podría resultar en un cambio de régimen para Cuba. Algunos en las esferas de poder en la Isla concuerdan. Piensan que negociar con los yanquis es vergonzoso. Lo ven como ceder, capitular ante el archienemigo de medio siglo. De ahí, tal vez, el aumento de la represión, de la que Raúl no está exento de responsabilidad y podría detener, pero que lo enfrentaría a los más ortodoxos. Quizás el régimen no sea tan monolítico como parece.
El discurso oficial actual, ambiguo y contradictorio, contra el “igualitarismo”, pone nerviosos a ciertos sectores de la población, sobre todo a los que dependen de la seguridad, por mínima que sea, que les ofrece el sistema. Para otros, las reformas son solo maquillaje, y tanto figuras célebres como cubanos de a pie expresan su desencanto. La mayoría, sin embargo, tiene muchas esperanzas de que las cosas mejoren a corto plazo. Un peligro para el gobierno es no lograr satisfacer esas expectativas. El otro es perder el control de la apertura, como sucedió en la Unión Soviética. Puesto en una balanza, Castro arriesga mucho más que Obama.
¿Qué quiere el exilio cubano? Algunos, impedir a toda costa lo que consideran una traición y una burla a su sufrimiento, y el de sus padres. Otros, por el contrario, le han facilitado el camino a Obama porque llevan años tendiendo puentes. Las últimas oleadas de inmigrantes ansían viajes más fáciles y baratos, y un mejor futuro para los familiares en la Isla.
A qué aspira el pueblo cubano? A tener más opciones en todo, desde las gastronomía a los estudios universitarios o de oficios técnicos. A ganar un salario decente, tener un carro, un negocito, una casa que no se esté cayendo a pedazos. Poder acceder al internet sin pagar una fortuna. Viajar, no hacer colas. Y poder reunirse en cualquier esquina a hablar en alta voz y sin miedo, no sólo de pelota.