Por Julián Varsavsky
2 de junio de 2022
Imagen: AFP
En un bar de Almaty –donde la residencia presidencial de Kazakstán está achicharrada desde enero por un conflicto político interno que terminó con la entrada de tropas rusas convocadas por el presidente Tokaev-- un joven bielorruso me da su punto de vista sobre la guerra en Ucrania: “era predecible pero nadie hizo nada por evitarla. Occidente venía empujando la situación, quizá para generar la reacción rusa sin tener que involucrar a sus soldados. No tomo partido por ningún bando, ni simpatizo con Putin en absoluto. Una amiga desde la ciudad ucraniana independentista de Luhansk me contó los horrores del ejército ucraniano contra los pro rusos. Sin eso no se puede captar la complejidad del problema. Yo puedo entender a las dos partes desde su perspectiva. Es lógico que los ucranianos se defiendan y también que Rusia no quiera a la OTAN en su frontera, así como Estados Unidos no aceptaría armas rusas en México”.
En un bar de Almaty –donde la residencia presidencial de Kazakstán está achicharrada desde enero por un conflicto político interno que terminó con la entrada de tropas rusas convocadas por el presidente Tokaev-- un joven bielorruso me da su punto de vista sobre la guerra en Ucrania: “era predecible pero nadie hizo nada por evitarla. Occidente venía empujando la situación, quizá para generar la reacción rusa sin tener que involucrar a sus soldados. No tomo partido por ningún bando, ni simpatizo con Putin en absoluto. Una amiga desde la ciudad ucraniana independentista de Luhansk me contó los horrores del ejército ucraniano contra los pro rusos. Sin eso no se puede captar la complejidad del problema. Yo puedo entender a las dos partes desde su perspectiva. Es lógico que los ucranianos se defiendan y también que Rusia no quiera a la OTAN en su frontera, así como Estados Unidos no aceptaría armas rusas en México”.