paulo levy desde río de janeiro
Las perspectivas de Brasil para 2014
Con la publicación de los datos del PIB del tercer trimestre se consolidó la percepción de que el crecimiento económico brasileño en 2014 apunta a mantenerse relativamente bajo e inferior al potencial.
El desempeño del tercer trimestre fue inferior a las expectativas ya negativas, revelando una contracción del 0,5% en la comparación desestacionalizada con el segundo trimestre y un crecimiento de apenas un 2,2% con respecto al tercer trimestre de 2012. Entre las causas de ese desempeño negativo se observa, del lado de la demanda, la fuerte desaceleración de la inversión (2,2% en el trimestre, luego de haber crecido 3,9% en los dos trimestres anteriores), y del lado de la oferta, la paralización de la producción industrial, luego de una expansión del 2,2% en el segundo trimestre.
Más que un fenómeno coyuntural, el flojo resultado del tercer trimestre refleja la desaceleración del crecimiento potencial, debido a los desequilibrios de la política económica, a las debilidades institucionales y a los cuellos de botella en la infraestructura que hoy traban el crecimiento.
Cabe hacer notar que aun en un contexto de bajo crecimiento, el mercado de trabajo continúa presentando un desempeño favorable: la tasa de desempleo se mantiene a un nivel récord de baja (5,3% en octubre, con ajuste estacional) y lo ingresos reales promedio en el acumulado del año hasta septiembre crecieron 3% con respecto a igual período de 2012. No obstante, algunas señales ya apuntan hacia un cuadro menos favorable para el futuro: la creación de nuevas vacantes se redujo a la mitad con respecto a años anteriores, cayendo de un crecimiento promedio del 2,2% al año en 2011 y 2012 a un 1% en el acumulado hasta octubre de 2013. El efecto de esa desaceleración sobre el desempleo no ha sido mayor porque al mismo tiempo declinaron fuertemente las tasas de actividad: en octubre fue un punto porcentual menor que en igual mes de 2012.
Vale hacer notar también que el desempeño del consumo de las familias en el tercer trimestre fue razonablemente positivo, con un crecimiento del 1% ante el segundo, y del 2,3% con respecto al tercer trimestre del año pasado. Cuando se observan los datos de ventas del comercio minorista, se constata que en el tercer trimestre hubo un crecimiento razonable en el llamado "core", o minorista restringido, que presentó una expansión del 3,2% en comparación al trimestre anterior. El comercio ampliado, que incluye ventas de vehículos y piezas y de material de construcción, por otro lado, permaneció virtualmente estancado en el período. En el acumulado del año, las variaciones son del 3,9% y del 3,6%, respectivamente; ahí sí hay una fuerte desaceleración con respecto a las tasas de crecimiento observadas un año atrás, del orden del 8,9% y del 7,8%, respectivamente.
De ese cuadro resulta que la demanda, aunque creciendo más lentamente, lo hace a un ritmo superior al del PIB. En el tercer trimestre, esa diferencia fue de 1,5 punto porcentual: un 3,7% de crecimiento para la demanda interna contra un 2,2% de crecimiento para el PIB, comparando con igual trimestre del año anterior. La contrapartida ha sido un deterioro del saldo de transacciones de bienes y servicios. Como también empeoraron las cuentas externas relativas a rentas de factores (remesas de lucros, dividendos y pagos de intereses), el déficit en cuenta corriente pasó del 2,1% del PIB en el período enero-octubre de 2012 al 3,6% del PIB en igual período de este año. Recordemos que en un pasado no muy distante, el crecimiento de la demanda a una tasa superior a la del PIB no generaba desequilibrios externos porque los términos de intercambio -la relación entre los precios de exportaciones e importaciones- mejoraban continuamente. Desde 2011, sin embargo, dejaron de mejorar, habiendo incluso empeorado levemente desde el año 2012.
Este empeoramiento del déficit en transacciones corrientes ocurre en un momento en que la perspectiva de cambio en la política monetaria norteamericana ha generado fuerte inestabilidad y retracción de los flujos de recursos para países emergentes. Hasta hace poco, Brasil contaba con financiación externa en un volumen muy superior a sus necesidades, lo que le permitió acumular reservas e, incluso, imponer restricciones al ingreso de capitales para ser aplicados a inversiones de renta fija. Este año, hasta octubre, los flujos de financiación por medio de la cuenta capital y financiera son menores que el déficit en cuenta corriente, no obstante la reversión de la mayoría de las medidas de control de ingreso de capitales que permitió que los recursos para aplicación en portfolio se multiplicaran por cuatro en comparación con igual período del año pasado.
El tipo de cambio ha reflejado esas inseguridades y el empeoramiento de las cuentas externas brasileñas, así como la percepción de que la política económica no va a cambiar significativamente en el corto plazo, principalmente por ser 2014, un año electoral. La presión cambiaria volvió a acentuarse en las últimas semanas, a pesar de las intervenciones diarias del Banco Central en el mercado y vuelve a representar una fuente de preocupaciones para la evolución futura de la inflación. Ésta, finalmente, retrocedió, alcanzando el 5,8% anual en noviembre, el menor valor de los últimos doce meses, pero continúa muy por encima de la meta y, principalmente, ha sido contenida por medio del control de importantes precios administrados; la variación de estos últimos fue del 0,9% en doce meses, mientras para los precios libres determinados por el mercado, esa variación fue del 6,7%. Entre estos últimos se destacan los precios de servicios, cuya variación anual se mantiene en torno al 8,5%.
El control de la inflación por medio de los precios administrados aumenta la precaución de los inversores con respecto a la política económica. La pequeña variación acumulada refleja el fuerte impacto negativo de la reducción de las tarifas de energía eléctrica que hubo en febrero y que se refleja en subsidios al consumo por parte del gobierno. Más recientemente, la presión por aumentos de los precios de la nafta y del diesel aumentó significativamente ante el perjuicio que el desfasaje de los precios internos con respecto a los internacionales viene causando a Petrobras. Entre otros factores, esos perjuicios han impactado las disponibilidades de la empresa justo en el momento en que se encuentra en medio de un gigantesco programa de inversiones en explotación y producción de petróleo y en la construcción de dos nuevas refinerías. El precio de sus acciones cayó fuertemente la semana pasada como consecuencia de la insatisfacción de los inversores con respecto a la política de precios del gobierno hacia la empresa.
Como contrapunto a esas perspectivas negativas, se destaca el éxito de los recientes remates en el área de infraestructura, comprendiendo los aeropuertos de Rio (Galeão) y Belo Horizonte (Confins) y varias carreteras federales, además de la definición de las concesiones para nuevas terminales portuarias. Por ese lado, es posible mantener cierto optimismo de que puede estar empezando a destrabarse el nudo de la infraestructura, lo que tendría efectos directos e indirectos (por medio de la reducción de costos y aumento de la productividad) sobre la inversión.
Sin embargo, para acelerar la inversión (18,3% del PIB como promedio de los últimos cuatro trimestres), será necesario enfrentar el problema de la baja tasa de ahorro interno (promedio del 13,9% del PIB). Eso, a su vez, lleva a enfrentar el tema fiscal, tal vez el elemento más urticante de la política económica dado el recurrente empeoramiento del superávit primario, modificación de metas, utilización de artificios contables y ruptura de principios contenidos en la Ley de Responsabilidad Fiscal. Sin ajustes, la tendencia será ampliar los déficits externos y la presión sobre la inflación, factores que tienden a neutralizar el impulso derivado del programa de concesiones.