Por Atilio A. Boron
Jorge Glas,vicepresidente de Lenin Moreno, en otros tiempos
He leído con atención la respuesta que en nombre de una arrogada representación de la izquierda ecuatoriana realiza el Presidente del Partido Socialista Ecuatoriano, Patricio Zambrano Restrepo, a mi artículo sobre la coyuntura política en Ecuador.1 Ciertamente no podría decirse que se trata de un debate amigable porque mi crítico parece estar sumamente enojado y recurre a una serie de descalificaciones personales que para nada ayudan a la comprensión de la deplorable situación del Ecuador actual. Juzga mis (supuestas) intenciones en lugar de examinar mis argumentos; apela a caracterizaciones descalificatorias de mi persona (“estalinista”); me acusa de usar y abusar de un “izquierdómetro”; de convertir la ideología en religión; de ignorar los fundamentos de la política comparada y, entre otros desatinos, de utilizar categorías morales para explicar una situación política. Obviamente que mi crítico debe sentir alergia por ese tipo de categorías porque, me parece, su inserción en la política se basa en un absoluto pragmatismo y por lo tanto cualquier consideración de tipo ética o moral no tiene lugar en su escala de valores ni en sus capacidades analíticas. Su discurso refleja el decadente saber convencional de la ciencia política norteamericana en donde la política se concibe como un saber y una actividad meramente técnicas y las categorías morales del bien y del mal, de la honestidad y de la traición, no ocupan lugar alguno. Pero las grandes cabezas de la ciencia política jamás incurrirían en semejante barbarie. Y como lo aseguran los grandes estudiosos del pensamiento de Nicolás Maquiavelo, mal aludido por mi crítico, éste jamás dijo que lo malo era bueno y lo bueno malo. Quienes así piensan son tributarios de la codificación conservadora, en clave tecnocrática, del pensador florentino. Creo que mi crítico se mueve en ese cenagoso pantano, de ahí el tono y el confuso contenido de su respuesta.
Yendo al fondo de la cuestión quiero decir, en relación a las tres tesis centrales de mi artículo que, en primer lugar, la preocupante situación del Ecuador actual (avasallamiento del Estado de Derecho, incumplimiento del debido proceso apelando, como en la Argentina de Macri, a la “prisión preventiva” sin existencia de condena, exclusión de toda opinión divergente de los medios de comunicación públicos tanto como de los privados, agresión consentida por parte de las autoridades al ex presidente Correa a la salida de una radio provincial, sospechoso atentado contra un puesto policial, fundadas conjeturas acerca de una firma de un TLC con Estados Unidos, cesión a la banca privada del control de la moneda virtual y muchos etcéteras) no puede ser sólo explicada por la traición de Lenín Moreno.
Yendo al fondo de la cuestión quiero decir, en relación a las tres tesis centrales de mi artículo que, en primer lugar, la preocupante situación del Ecuador actual (avasallamiento del Estado de Derecho, incumplimiento del debido proceso apelando, como en la Argentina de Macri, a la “prisión preventiva” sin existencia de condena, exclusión de toda opinión divergente de los medios de comunicación públicos tanto como de los privados, agresión consentida por parte de las autoridades al ex presidente Correa a la salida de una radio provincial, sospechoso atentado contra un puesto policial, fundadas conjeturas acerca de una firma de un TLC con Estados Unidos, cesión a la banca privada del control de la moneda virtual y muchos etcéteras) no puede ser sólo explicada por la traición de Lenín Moreno.
Afirmar tal cosa no sólo es un insulto a mi módica inteligencia sino también a la de los lectores. Pero el hecho que la traición no explique todo no significa que aquella no se haya consumado o, como dice en su artículo, sea un “delirio” que ha enturbiado mis sentidos y me hace ver lo que no existe. Ecuador marchaba por un rumbo y ahora claramente se encamina en dirección contraria, si bien esto –por ahora- no se ha manifestado en plenitud. Pero las señales son claras: el acercamiento con Washington se hace evidente en la invitación al FBI a colaborar en la investigación sobre el atentado en San Lorenzo, en las declaraciones del Ministro Campana sobre la búsqueda de un TLC con Estados Unidos, en la presencia del Embajador de ese país en los medios públicos y en la retirada del Ecuador del espacio progresista latinoamericano. La agenda de la derecha ha sido, paulatinamente, asumida por el gobierno de Moreno. Sus medios no dejan de apoyarlo, al revés de lo que hacían con su predecesor, y la complacencia de la Casa Blanca con el nuevo gobernante es ostensible. En poco tiempo más este cambio de rumbo que hoy se insinúa con claridad se verá rotundamente confirmado por los hechos. La capitulación es indiscutible. ¿Que era indispensable una autocrítica? Seguro, ningún gobierno es perfecto y todos deberían cultivar el arte de la autocrítica. Pero eso es una cosa y otra muy distinta desatar una persecución despiadada a todo lo que huela a correísmo. Una cosa es que al ex presidente no se lo entreviste ni se le permita escribir en El Telégrafo, el periódico oficial del gobierno ecuatoriano, y otra que quién sí lo haga sea el ultracorrupto usurpador de la presidencia del Brasil, Michel Temer. Además, basta seguir los discursos de Moreno para ver que palabras como imperialismo, dependencia, emancipación, autodeterminación, Patria Grande, Nuestra América y socialismo ni por asomo afloran en sus labios. Ergo, estamos en presencia de otro discurso, otra política y otra dirección histórica. Y todo esto es traición, ¿está claro señor Ministro?
En su nota fustiga lo que sería una segunda tesis de mi artículo: que el Presidente Moreno ha venido adoptando la agenda de la restauración conservadora. Mi benévolo crítico dice que esta tesis está “llena de imprecisiones y algunas falsedades.” Es una pena que no se hubiera esforzado más para aclarar unas y otras, o que no se hubiera puesto a pensar que lo que califica como mis “especulaciones” son datos duros que lo condenan tener que recurrir a descalificaciones personales. Lo único que dice es que la derecha “ha sido espectadora más que protagonista.” Y muy probablemente tenga razón porque cuando el gobierno le entrega el control del sistema bancario, la totalidad de los medios de comunicación, encarcela a uno de los abanderados del gobierno anterior, ordena al Fiscal que cite a declaración indagatoria sobre el caso Petrochina a Rafael Correa para el día lunes 5 de febrero, después de la elección, a las 9:30 de la mañana, lo cual puede terminar en otra prisión preventiva (y podríamos seguir con ejemplos similares) es indudable que la derecha es ya, si bien tras bambalinas, una protagonista principal en el ejercicio del gobierno. Si algo caracteriza a la derecha en América Latina es no ser idiota, y si un gobierno hace todo lo que ella considera fundamental en este momento qué sentido tiene aspirar a un protagonismo que pudiera suscitarle el temido odium plebis. Mejor que quien se incinere políticamente sea el gobierno de Alianza País y ya vendrán luego ellos a culminar la tarea iniciada por el desleal sucesor de Correa.
En su nota fustiga lo que sería una segunda tesis de mi artículo: que el Presidente Moreno ha venido adoptando la agenda de la restauración conservadora. Mi benévolo crítico dice que esta tesis está “llena de imprecisiones y algunas falsedades.” Es una pena que no se hubiera esforzado más para aclarar unas y otras, o que no se hubiera puesto a pensar que lo que califica como mis “especulaciones” son datos duros que lo condenan tener que recurrir a descalificaciones personales. Lo único que dice es que la derecha “ha sido espectadora más que protagonista.” Y muy probablemente tenga razón porque cuando el gobierno le entrega el control del sistema bancario, la totalidad de los medios de comunicación, encarcela a uno de los abanderados del gobierno anterior, ordena al Fiscal que cite a declaración indagatoria sobre el caso Petrochina a Rafael Correa para el día lunes 5 de febrero, después de la elección, a las 9:30 de la mañana, lo cual puede terminar en otra prisión preventiva (y podríamos seguir con ejemplos similares) es indudable que la derecha es ya, si bien tras bambalinas, una protagonista principal en el ejercicio del gobierno. Si algo caracteriza a la derecha en América Latina es no ser idiota, y si un gobierno hace todo lo que ella considera fundamental en este momento qué sentido tiene aspirar a un protagonismo que pudiera suscitarle el temido odium plebis. Mejor que quien se incinere políticamente sea el gobierno de Alianza País y ya vendrán luego ellos a culminar la tarea iniciada por el desleal sucesor de Correa.
La tercera tesis, rechazada por mi contendor, es la que sostiene la ilegalidad e inconstitucionalidad del referendo y la consulta. Ha sido tan abrumador y coincidente el diagnóstico de los expertos en la materia que no creo necesario perder tiempo en ratificar lo evidente.
Una consulta mañosa, que junta temas dispersos y sin mayor conexión entre sí, con preguntas que insultan a la ciudadanía ecuatoriana al solicitarle que se expida si hay que proteger a la niñez o castigar a los corruptos con la inhabilitación para desempeñarse en la vida política del país; preguntas, en suma, tendenciosamente orientadas a que la gente diga que sí y que en el fárrago no discrimine ni actúe a conciencia en las preguntas cruciales del referendo, sobre todo la que tiene por objetivo sentenciar a Correa al ostracismo. Pero además, ¿por qué no se siguió el precepto constitucional y se esperó a que la Corte Constitucional aprobara el referendo y sus contenidos? Eso se llama decisionismo exacerbado o, en lenguaje más llano, despotismo presidencial, otra mancha más en la averiada calidad institucional del nuevo gobierno.
Zambrano Restrepo termina su feble apología del gobierno de Moreno exaltando las virtudes de la unidad. Suena increíble que a estas alturas de la historia un político que es nada menos que presidente de un Partido Socialista crea en esas fábulas. ¿Unidad entre los banqueros que saquearon al país y lo dejaron sin moneda propia y quienes pugnan por una república democrática, justa y soberana? ¿Unidad con los medios de comunicación que durante diez años no dejaron de mentir, difamar, agredir al gobierno de Correa y a las fuerzas populares y que ahora muestran su complacencia con el de Lenín Moreno? ¿Unidad con el imperialismo que ha sido mentor y baluarte del accionar de la derecha ecuatoriana y sus planes destituyentes y desestabilizadores?
Zambrano Restrepo termina su feble apología del gobierno de Moreno exaltando las virtudes de la unidad. Suena increíble que a estas alturas de la historia un político que es nada menos que presidente de un Partido Socialista crea en esas fábulas. ¿Unidad entre los banqueros que saquearon al país y lo dejaron sin moneda propia y quienes pugnan por una república democrática, justa y soberana? ¿Unidad con los medios de comunicación que durante diez años no dejaron de mentir, difamar, agredir al gobierno de Correa y a las fuerzas populares y que ahora muestran su complacencia con el de Lenín Moreno? ¿Unidad con el imperialismo que ha sido mentor y baluarte del accionar de la derecha ecuatoriana y sus planes destituyentes y desestabilizadores?
Jamás había yo pensado que un dirigente de un partido socialista podría haberse olvidado de cosas tan elementales como éstas: que la lucha de clases existe, que el imperialismo es un protagonista de primer orden en toda Nuestra América y que el Ecuador no es una excepción.Que no existe democracia posible cuando los medios de comunicación están controlados por un oligopolio sin fisuras en donde es imposible filtrar una voz disidente.
Y que si Rafael Correa fue combatido sin piedad por la derecha vernácula y el imperialismo fue porque algo serio estaba haciendo para poner fin a una larga historia de injusticia, despotismo y exclusión social en el Ecuador. Y que si desde Washington ahora llegan sonrisas y palmaditas en la espalda esto es señal inequívoca de que se ha extraviado el camino y que se está poniendo en marcha una dolorosa contrarreforma que el pueblo ecuatoriano sufrirá en carne propia. Como le ocurrió en el pasado, en los infaustos noventas.