Por Stella Calloni
06 de junio de 2019
Los periodistas que colaboran en maniobras de persecución política, desinformación, guerra psicológica (de cuarta generación) utilizando informaciones falsas como un arma de destrucción masiva ¿son periodistas o “fuerzas de tareas” de la nuevas formas de guerras que se aplican en el mundo y en nuestra región?
Sobre este tema giró el recientemente rescatado informe “Los medios y el genocidio”, publicado por el Centro Internacional de Investigación y Desarrollo de Canadá en 2007, editado por Allan Thompson, donde se cita una declaración de Kofi Annan, exsecretario general de la ONU, quien denunció entonces que “los medios de comunicación fueron usados en Ruanda para diseminar odio, para deshumanizar a la gente, y más aún para guiar a los genocidas hacia sus víctimas”.
“Tres periodistas y propietarios de medios fueron encontrados culpables de genocidio por el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda, y también de incitación al genocidio, conspiración y de cometer crímenes contra la humanidad. Debemos encontrar una vía para responder a tales abusos de poder”, concluyó Annan durante una conferencia en la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad Carleton de Ottawa. Esta declaración, silenciada a nivel mundial, ha comenzado a rescatarse en estos tiempos.
Refiriéndose al caso Ruanda, el editor Thompson habló de “los medios del odio en ese país –a través de sus periodistas, locutores y ejecutivos– que jugaron un rol instrumental en el establecimiento de las bases para el genocidio, luego participaron activamente en la campaña de exterminación”.
Al evaluar el veredicto de culpabilidad emitido por el Tribunal del Crimen Internacional, en el juicio sostuvo que “el propósito de revisar el rol de los medios en el genocidio de Ruanda no es solo para recordar. Aún tenemos mucho que aprender sobre este particular y examinar la manera en que periodistas y empresas de medios se condujeron durante la tragedia y esto no es sólo un ejercicio histórico. Tristemente, da la impresión de que no hemos discernido ni entendido completamente las lecciones de Ruanda”.
El juicio estaba referido a los sucesos en Ruanda cuando el 6 de abril de 1994 el presidente de ese país, Juvenal Habyarimana, fue víctima de un atentado contra el avión en que viajaba y que se estrelló, cuando se había logrado firmar la paz en Arusha, Tanzania, en 1993, entre una población mayoritaria hutu y la minoría tutsi.
El mismo día, medios locales atribuyeron el crimen a los tutsis y en la noche comenzaron los asesinatos de miles de familias. Escuadrones de la muerte lanzaban granadas en todos los lugares y refugios.
En Ruanda se calcularon alrededor de un millón de muertos y en el año 2003, “el veredicto en el juicio a los medios de los ejecutivos de la estación RTLM y el periódico Kangura, el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda confirmó sin ninguna duda el rol de los medios privados de comunicación en los asesinatos (...) demonizando a los tutsi y acusándolos de poseer inherentemente condiciones diabólicas, igualando grupos étnicos con ‘el enemigo’ y presentando a sus mujeres como ‘seductores agentes’ enemigos.
“Los medios llamaron a la exterminación de los grupos étnicos tutsi como una respuesta a la amenaza política que ellos asociaban con esta etnia” (Veredicto del tribunal 2003: parágrafo 72)
Thompson estimó “que gran parte de la matanza hubiera podido evitarse de no haber sido por el papel jugado por los medios” y finalizó su trabajo con un grito “de la humanidad” reclamando a los periodistas que asuman sus responsabilidades.
La tragedia de Ruanda se repitió en otros países tanto en el siglo XX, como en este siglo XXI bajo un poder hegemónico fundamentalista que aplica un terrorismo de Estado “universal” con total impunidad y desarrolla guerras coloniales y de baja intensidad utilizando las informaciones falsas como los primeros misiles que se disparan entre los tantos que provocaron los genocidios del siglos XXI.
* Escritora y periodista.
06 de junio de 2019
Los periodistas que colaboran en maniobras de persecución política, desinformación, guerra psicológica (de cuarta generación) utilizando informaciones falsas como un arma de destrucción masiva ¿son periodistas o “fuerzas de tareas” de la nuevas formas de guerras que se aplican en el mundo y en nuestra región?
Sobre este tema giró el recientemente rescatado informe “Los medios y el genocidio”, publicado por el Centro Internacional de Investigación y Desarrollo de Canadá en 2007, editado por Allan Thompson, donde se cita una declaración de Kofi Annan, exsecretario general de la ONU, quien denunció entonces que “los medios de comunicación fueron usados en Ruanda para diseminar odio, para deshumanizar a la gente, y más aún para guiar a los genocidas hacia sus víctimas”.
“Tres periodistas y propietarios de medios fueron encontrados culpables de genocidio por el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda, y también de incitación al genocidio, conspiración y de cometer crímenes contra la humanidad. Debemos encontrar una vía para responder a tales abusos de poder”, concluyó Annan durante una conferencia en la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad Carleton de Ottawa. Esta declaración, silenciada a nivel mundial, ha comenzado a rescatarse en estos tiempos.
Refiriéndose al caso Ruanda, el editor Thompson habló de “los medios del odio en ese país –a través de sus periodistas, locutores y ejecutivos– que jugaron un rol instrumental en el establecimiento de las bases para el genocidio, luego participaron activamente en la campaña de exterminación”.
Al evaluar el veredicto de culpabilidad emitido por el Tribunal del Crimen Internacional, en el juicio sostuvo que “el propósito de revisar el rol de los medios en el genocidio de Ruanda no es solo para recordar. Aún tenemos mucho que aprender sobre este particular y examinar la manera en que periodistas y empresas de medios se condujeron durante la tragedia y esto no es sólo un ejercicio histórico. Tristemente, da la impresión de que no hemos discernido ni entendido completamente las lecciones de Ruanda”.
El juicio estaba referido a los sucesos en Ruanda cuando el 6 de abril de 1994 el presidente de ese país, Juvenal Habyarimana, fue víctima de un atentado contra el avión en que viajaba y que se estrelló, cuando se había logrado firmar la paz en Arusha, Tanzania, en 1993, entre una población mayoritaria hutu y la minoría tutsi.
El mismo día, medios locales atribuyeron el crimen a los tutsis y en la noche comenzaron los asesinatos de miles de familias. Escuadrones de la muerte lanzaban granadas en todos los lugares y refugios.
En Ruanda se calcularon alrededor de un millón de muertos y en el año 2003, “el veredicto en el juicio a los medios de los ejecutivos de la estación RTLM y el periódico Kangura, el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda confirmó sin ninguna duda el rol de los medios privados de comunicación en los asesinatos (...) demonizando a los tutsi y acusándolos de poseer inherentemente condiciones diabólicas, igualando grupos étnicos con ‘el enemigo’ y presentando a sus mujeres como ‘seductores agentes’ enemigos.
“Los medios llamaron a la exterminación de los grupos étnicos tutsi como una respuesta a la amenaza política que ellos asociaban con esta etnia” (Veredicto del tribunal 2003: parágrafo 72)
Thompson estimó “que gran parte de la matanza hubiera podido evitarse de no haber sido por el papel jugado por los medios” y finalizó su trabajo con un grito “de la humanidad” reclamando a los periodistas que asuman sus responsabilidades.
La tragedia de Ruanda se repitió en otros países tanto en el siglo XX, como en este siglo XXI bajo un poder hegemónico fundamentalista que aplica un terrorismo de Estado “universal” con total impunidad y desarrolla guerras coloniales y de baja intensidad utilizando las informaciones falsas como los primeros misiles que se disparan entre los tantos que provocaron los genocidios del siglos XXI.
* Escritora y periodista.