¿Neoliberalismo o transformación? México y la 4T en tiempos de coronavirus
Apoyos Financieros para Microempresas Familiares (a la palabra);
Créditos Solidarios a la Palabra, el cual incluye a las personas trabajadoras del hogar;
Tandas para el Bienestar (enfocado a quienes no han accedido a servicios de la banca comercial);
Créditos Personales por parte del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) para trabajadores y pensionados;
Fondo de la Vivienda de la misma institución (FOVISSSTE) para todos;
Crédito del Instituto del Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores (FONACOT), y
Crédito de vivienda del Instituto Nacional de la Vivienda (Infonavit).
Pero los créditos no son la única vía para reactivar la vida económica del país. Desde mucho antes de la llegada de la pandemia, el Gobierno de México desplegó la que quizás sea la reforma social más importante de las últimas décadas: comenzó la entrega personalizada, a partir de tarjetas electrónicas, de apoyos universales tales como becas para 11 millones de estudiantes de todos los niveles de escolaridad, así como pensiones para 8 millones de adultos mayores y todos los niños y niñas pobres con discapacidad[3].
Las medidas anteriores, las cuales han sido criticadas por un amplio sector del conservadurismo político, económico y mediático mexicano, se tradujeron en los siguientes logros:
La economía nacional sólo se contrajo 1.6%.
En marzo se registró un aumento de remesas, el mayor número en la historia del país (4 mil millones de dólares).
La inversión extranjera directa fue de más de 10 mil millones de dólares, superando en 1.7% el primer trimestre del año pasado.
La recaudación de impuestos, de enero a mayo de 2020, se incrementó 4.9% en términos reales con relación al mismo periodo del año pasado.
El precio del petróleo, por su parte, pasó de -0% a 27 dólares por barril.
Finalmente, el peso mexicano mostró una apreciación de 25 a 23 pesos por dólar.
El neoliberalismo en México gozó de un periodo de apogeo de más de tres décadas. Durante ese tiempo, la corrupción, la impunidad y la injusticia permearon todos los ámbitos de la vida pública y privada del país, traduciéndose en desigualdad económica y social, inseguridad y violencia.
NODAL, 6 junio, 2020
El virus COVID-19 ha puesto en jaque a prácticamente todos los sistemas de salud públicos del mundo, incluyendo aquellos de los países más “desarrollados”. De igual modo, una inevitable crisis económica derivada del virus comienza a mostrar sus primeros estragos y ni las naciones más poderosas parecen saber cómo evitar los pronósticos de decrecimiento económico tanto de sus propias instituciones como de organismos financieros internacionales.
Lo anterior no sólo demuestra la incapacidad de los países para prepararse ante una debacle en materia sanitaria y económica como la que dicho virus trajo consigo, sino que también devela algo mucho más profundo: la crisis global del modelo neoliberal en sus diferentes vertientes. Pero entonces, ¿cuál es la respuesta más pertinente para afrontar esta emergencia? ¿Apostar a las recetas del pasado, o proponer nuevas salidas capaces de romper con las espirales de desigualdad, miseria y exclusión?
Nadie parece tener la fórmula, por lo menos no en Europa ni en Estados Unidos. América Latina, por su parte, ensaya distintas respuestas; siempre a pasos disímiles y en mayor o menor intensidad. Algunos países de la región, por ejemplo, ignoran las medidas sanitarias de confinamiento y sana distancia promovidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) e, inclusive, por sus propios ministerios de salud; otros, en cambio, sancionan a los ciudadanos que no respeten dichas medidas hasta llegar a aquellas naciones que implementan toques de queda, ya sea a través del uso de las Fuerzas Armadas o de cuerpos de seguridad civiles.
El abanico de decisiones políticas tomadas es diverso y colorido. En ese amplio marco de posibilidades, el caso del Gobierno de México, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), resalta tanto por la radicalidad de sus medidas como por la intensidad con la que éstas se han aplicado en los terrenos sanitario y económico.
En materia sanitaria, el Gobierno de México (también conocido como 4T)[1]consiguió reducir los contagios en 81% y aumentar 6 veces el número de camas. Para lograrlo, dispuso de todos los recursos políticos, económicos y jurídicos del aparato estatal (incluyendo la infraestructura, los elementos y la experiencia de los Ministerios de Defensa y Marina); tendió puentes de colaboración con el sector salud privado para subrogar sus hospitales y ponerlos a disposición de la gente de manera gratuita, e implementó medidas de confinamiento y restricción de la movilidad[2] sin el uso de medidas coercitivas, apelando a la responsabilidad y la conciencia de la población en torno al cuidado mutuo y la sana distancia.
En lo que respecta a la economía nacional, AMLO puso en marcha una estrategia radicalmente diferente a aquellas implementadas durante el periodo neoliberal: en lugar de inyectar dinero en la cúspide de la pirámide social, ya fuese a través de rescates, subsidios, treguas o exenciones en el pago de impuestos a los grandes contribuyentes, el Presidente de México decidió hacerlo primero en los estratos más pobres de la sociedad; lo anterior, en aras de fortalecer la capacidad de consumo de las clases populares.
A través de un método de transferencias directas, el gobierno está en proceso de entregar 4 millones de créditos en siete diferentes modalidades para beneficiar a 25 millones de hogares; esto es, 70% del total de familias del país:
Lo anterior no sólo demuestra la incapacidad de los países para prepararse ante una debacle en materia sanitaria y económica como la que dicho virus trajo consigo, sino que también devela algo mucho más profundo: la crisis global del modelo neoliberal en sus diferentes vertientes. Pero entonces, ¿cuál es la respuesta más pertinente para afrontar esta emergencia? ¿Apostar a las recetas del pasado, o proponer nuevas salidas capaces de romper con las espirales de desigualdad, miseria y exclusión?
Nadie parece tener la fórmula, por lo menos no en Europa ni en Estados Unidos. América Latina, por su parte, ensaya distintas respuestas; siempre a pasos disímiles y en mayor o menor intensidad. Algunos países de la región, por ejemplo, ignoran las medidas sanitarias de confinamiento y sana distancia promovidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) e, inclusive, por sus propios ministerios de salud; otros, en cambio, sancionan a los ciudadanos que no respeten dichas medidas hasta llegar a aquellas naciones que implementan toques de queda, ya sea a través del uso de las Fuerzas Armadas o de cuerpos de seguridad civiles.
El abanico de decisiones políticas tomadas es diverso y colorido. En ese amplio marco de posibilidades, el caso del Gobierno de México, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), resalta tanto por la radicalidad de sus medidas como por la intensidad con la que éstas se han aplicado en los terrenos sanitario y económico.
En materia sanitaria, el Gobierno de México (también conocido como 4T)[1]consiguió reducir los contagios en 81% y aumentar 6 veces el número de camas. Para lograrlo, dispuso de todos los recursos políticos, económicos y jurídicos del aparato estatal (incluyendo la infraestructura, los elementos y la experiencia de los Ministerios de Defensa y Marina); tendió puentes de colaboración con el sector salud privado para subrogar sus hospitales y ponerlos a disposición de la gente de manera gratuita, e implementó medidas de confinamiento y restricción de la movilidad[2] sin el uso de medidas coercitivas, apelando a la responsabilidad y la conciencia de la población en torno al cuidado mutuo y la sana distancia.
En lo que respecta a la economía nacional, AMLO puso en marcha una estrategia radicalmente diferente a aquellas implementadas durante el periodo neoliberal: en lugar de inyectar dinero en la cúspide de la pirámide social, ya fuese a través de rescates, subsidios, treguas o exenciones en el pago de impuestos a los grandes contribuyentes, el Presidente de México decidió hacerlo primero en los estratos más pobres de la sociedad; lo anterior, en aras de fortalecer la capacidad de consumo de las clases populares.
A través de un método de transferencias directas, el gobierno está en proceso de entregar 4 millones de créditos en siete diferentes modalidades para beneficiar a 25 millones de hogares; esto es, 70% del total de familias del país:
Apoyos Financieros para Microempresas Familiares (a la palabra);
Créditos Solidarios a la Palabra, el cual incluye a las personas trabajadoras del hogar;
Tandas para el Bienestar (enfocado a quienes no han accedido a servicios de la banca comercial);
Créditos Personales por parte del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) para trabajadores y pensionados;
Fondo de la Vivienda de la misma institución (FOVISSSTE) para todos;
Crédito del Instituto del Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores (FONACOT), y
Crédito de vivienda del Instituto Nacional de la Vivienda (Infonavit).
Pero los créditos no son la única vía para reactivar la vida económica del país. Desde mucho antes de la llegada de la pandemia, el Gobierno de México desplegó la que quizás sea la reforma social más importante de las últimas décadas: comenzó la entrega personalizada, a partir de tarjetas electrónicas, de apoyos universales tales como becas para 11 millones de estudiantes de todos los niveles de escolaridad, así como pensiones para 8 millones de adultos mayores y todos los niños y niñas pobres con discapacidad[3].
Las medidas anteriores, las cuales han sido criticadas por un amplio sector del conservadurismo político, económico y mediático mexicano, se tradujeron en los siguientes logros:
La economía nacional sólo se contrajo 1.6%.
En marzo se registró un aumento de remesas, el mayor número en la historia del país (4 mil millones de dólares).
La inversión extranjera directa fue de más de 10 mil millones de dólares, superando en 1.7% el primer trimestre del año pasado.
La recaudación de impuestos, de enero a mayo de 2020, se incrementó 4.9% en términos reales con relación al mismo periodo del año pasado.
El precio del petróleo, por su parte, pasó de -0% a 27 dólares por barril.
Finalmente, el peso mexicano mostró una apreciación de 25 a 23 pesos por dólar.
El neoliberalismo en México gozó de un periodo de apogeo de más de tres décadas. Durante ese tiempo, la corrupción, la impunidad y la injusticia permearon todos los ámbitos de la vida pública y privada del país, traduciéndose en desigualdad económica y social, inseguridad y violencia.
Es por ello que el éxito del gobierno de AMLO descansa precisamente ahí: en la construcción de un “nuevo modelo de país”[4]capaz de redistribuir de manera equitativa el ingreso; pero, más importante todavía, de procurar el bienestar y la felicidad del pueblo.
Carlos Enríquez Borges
Notas
[1] El apelativo de 4T o Cuarta Transformación de la vida pública de México, fue instituido por AMLO desde antes de ser elegido Presidente. Su uso deviene de la idea de entenderse a sí mismo como una continuación de las tres grandes transformaciones políticas, sociales y culturales que le anteceden: la Independencia (1810-1821), la Guerra de Reforma (1858-1861) y la Revolución Mexicana (1910-1917).
[2] Disponible en “En respuesta a la consulta de México, la @WHO felicita al @GobiernoMX por su labor para hacer frente a la pandemia del #COVID19 y expresa su coincidencia por el modelo que seguirá nuestro país a partir del 1 de junio, incluyendo su estrategia de aplicación de pruebas”. https://twitter.com/SRE_mx/status/1265426282642358273
[3] El 24 de marzo de 2020, el Senado de la República elevó a rango constitucional (artículo 4to) estos programas sociales y creó el Sistema Nacional de Salud para el Bienestar para garantizar el derecho a la salud de todas y todos los mexicanos, con atención médica y medicamentos gratuitos.
[4] En un ensayo recientemente publicado (“La nueva política económica en los tiempos del coronavirus”), AMLO sostiene que la democracia, la justicia, la honestidad, la austeridad y el bienestar son los pilares de dicho modelo. Disponible en texto en http://bit.ly/3g6YoRt y en video en https://bit.ly/2XgSGov
* Carlos Enríquez Borges cursó la Maestría en Gobierno en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente se desempeña como servidor público en el Sistema Público de Radiodifusión de la Ciudad de México.
Notas
[1] El apelativo de 4T o Cuarta Transformación de la vida pública de México, fue instituido por AMLO desde antes de ser elegido Presidente. Su uso deviene de la idea de entenderse a sí mismo como una continuación de las tres grandes transformaciones políticas, sociales y culturales que le anteceden: la Independencia (1810-1821), la Guerra de Reforma (1858-1861) y la Revolución Mexicana (1910-1917).
[2] Disponible en “En respuesta a la consulta de México, la @WHO felicita al @GobiernoMX por su labor para hacer frente a la pandemia del #COVID19 y expresa su coincidencia por el modelo que seguirá nuestro país a partir del 1 de junio, incluyendo su estrategia de aplicación de pruebas”. https://twitter.com/SRE_mx/status/1265426282642358273
[3] El 24 de marzo de 2020, el Senado de la República elevó a rango constitucional (artículo 4to) estos programas sociales y creó el Sistema Nacional de Salud para el Bienestar para garantizar el derecho a la salud de todas y todos los mexicanos, con atención médica y medicamentos gratuitos.
[4] En un ensayo recientemente publicado (“La nueva política económica en los tiempos del coronavirus”), AMLO sostiene que la democracia, la justicia, la honestidad, la austeridad y el bienestar son los pilares de dicho modelo. Disponible en texto en http://bit.ly/3g6YoRt y en video en https://bit.ly/2XgSGov
* Carlos Enríquez Borges cursó la Maestría en Gobierno en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente se desempeña como servidor público en el Sistema Público de Radiodifusión de la Ciudad de México.