Más proteccionismo y represalias comerciales de Estados Unidos
Por Bruno Susani
16 de agosto de 2020
La pandemia codiv-19 ha provocado, en lo inmediato, una nueva y brusca caída del comercio internacional. Imagen: AFP
La depresión económica mundial ligada a la pandemia codiv-19 ha provocado, en lo inmediato, una nueva y brusca caída del comercio internacional, evolución que prolonga la tendencia que se desarrolla desde la Gran Recesión del 2008 y ha llevado a una progresiva parálisis de la OMC. La administración Trump busca organizar el comercio mundial en función de las necesidades del desarrollo de su hegemonía económica. Pero la crisis global y la irrupción de China como potencia limitan esa pretensión.
En la posguerra, los Estados Unidos y 23 países se reunieron, el 30 el octubre de 1947 en La Habana, y establecieron la norma de reunirse periódicamente en lo que se llamaba el GATT, acrónimo de General Agreement on Tariffs and Trade, es decir Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio.
Estados Unidos buscaban organizar el comercio mundial en función de las necesidades del desarrollo de su hegemonía económica. Esto era tanto más fácil porque era la única potencia que en ese momento tenía una estructura industrial intacta orientada a la producción bélica que debía reconvertir para usos civiles, pero para ello necesitaba mercados.
Su objetivo era lograr acuerdos multilaterales de disminución de las barreras arancelarias heredadas de la preguerra, que facilitaran la penetración de los productos estadounidenses. Los resultados de esta estrategia fueron laboriosos y modestos y el 15 de abril de 1994 en Marrakech se firmó el acuerdo general que daba por finalizadas las negociaciones de la Rueda del Uruguay y se decidía fundar la OMC.
Sin embargo, en los '90 hubo un claro incremento del comercio mundial y una aceleración, en 2001, con la admisión China en la OMC.
Durante el medio siglo transcurrido entre La Habana y Marrakech la situación del comercio mundial ya no era la misma y tampoco aquella que Estados Unidos había imaginado. El comercio mundial se había incrementado pero había cambiado como consecuencia de la deslocalizacion de ciertas actividades económicas para disminuir los costos salariales en los países avanzados y aumentar los beneficios, pero también había facilitado el avance tecnológico de China y la India.
En los países más avanzados se habían abandonado las políticas de expansión de la demanda y del Estado del Bienestar, se aplicaban políticas de austeridad, el poder del sector financiero se había consolidado y la nueva configuración económica mundial no era ya tan favorable a los países avanzados como lo imaginaban sus promotores. En particular, los cambios de la política económica condujeron a un fuerte incremento del desempleo, la marginalización de sectores sociales cada vez más numerosos, a una disminución de los ingresos de las capas medias, a un cambio en la geopolítica mundial.
La OMC había jugado el rol que le habían encomendado pero apareció poco a poco como un organismo poco funcional. Hay en el mundo también una suerte de cansancio de la liberalización, un rechazo creciente de la globalización así como un descrédito del capital financiero.
Los políticos, incluso los reaccionarios como Trump, rechazan de manera más o menos explicita la eventualidad de otorgar un poder supranacional a tecnócratas arrogantes, presumidos, incontrolables y desconocidos. Uno de los últimos episodios tragicómicos se desarrolló en Buenos Aires durante la celebre reunión de la OMC en 2018, que fue presentada por el gobierno de Macri como un “éxito nacional” aunque estaba programa desde hacía cinco años. En ella, la esterilidad de la OMC quedó al descubierto, ya que ni pudo lograr que los países se pongan de acuerdo sobre la prohibición de subvenciones a la pesca ilegal de alta mar o en aguas territoriales y las políticas de dumping en la pesca.
Los embates contra la OMC y el sistema global de intercambios, comenzaron a fines del año 2015 cuando Barack Obama bloqueó la renovación de los miembros que finalizaban sus mandatos en el órgano de apelaciones, suerte de corte suprema de la OMC, que dirimía los diferendos comerciales. Y esta situación continuó de tal suerte que hoy, a mediados del 2020, queda un solo miembro en ese órgano y no puede funcionar.
De hecho, como Estados Unidos es el país que tiene la mayor cantidad de condenas en el seno de las comisiones por no respeto a los reglamentos que ellos mismos implantaron, la mejor manera de no aceptar las consecuencias de dichas condenas o ignorarlas es bloquear el órgano de apelaciones que las hubiera convalidado. Pero lo más importante es que bloquear el funcionamiento del órgano de apelaciones deja sin objeto a la OMC.
A partir de esa situación, Trump pudo llevar adelante su táctica de “América primero” y crear situaciones de enfrentamiento con los sectores económicos de alta tecnología que debieron, debido a las leyes votadas por el Congreso, cambiar parte de sus estrategias de terciarizacion de sus procesos de producción en los países asiáticos.
Las represalias comerciales que impuso son otra faceta del cambio de la estrategia de Estados Unidos. No solo su animosidad con China considerado un país adversario, sino también con países europeos llamados aliados, y otros considerados como Corea, Brasil, Argentina como súbitos, cada vez que los intereses de las empresas norteamericanas se veían en una situación delicada para mantener posiciones en su mercado interno o eran distanciados en los mercados internacionales.
En los hechos, esas políticas de Estados Unidos hacen que la OMC esté virtualmente paralizada desde el 2008, cuando la Gran Recesión limitó la demanda global y el comercio mundial y aumentaron las barreras arancelarias y no-arancelarias, lo cual es funcional a la posición estadounidense.
Bruno Susani
Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.
bruno.susani@wanadoo.
bruno.susani@wanadoo.