Por Gabriel Balbo
23 Agosto 2020
Las ventas de Huawei en China han compensado con creces: ha vendido globalmente más de 55,8 millones de teléfonos.
Lejos de dejar las cosas libradas al mercado, Estados Unidos sopesa las cuestiones de seguridad nacional y le achica el juego a Huawei .El endurecimiento de EEUU a Huawei estaría desnudando una realidad sobre el libre mercado mucho menos libre de lo que habitualmente se pregona.
El endurecimiento de las restricciones hacia Huawei por parte del gobierno Estados Unidos, para el acceso a la tecnología que requieren sus productos y servicios (principalmente semiconductores), estaría desnudando una realidad sobre el libre mercado mucho menos libre de lo que habitualmente se pregona tanto desde las oficinas estatales norteamericanas (y más aún si están ocupadas por republicanos) como desde la academia. La incontrastable realidad de que Huawei sea primero un asunto de incumbencia del Departamento de Estado (Mike Pompeo) y después del Departamento de Comercio (Wilbur Ross) marca una tendencia que va más allá de la regulación de los mercados.
Las ventas de Huawei en China han compensado con creces: ha vendido globalmente más de 55,8 millones de teléfonos.
Lejos de dejar las cosas libradas al mercado, Estados Unidos sopesa las cuestiones de seguridad nacional y le achica el juego a Huawei .El endurecimiento de EEUU a Huawei estaría desnudando una realidad sobre el libre mercado mucho menos libre de lo que habitualmente se pregona.
El endurecimiento de las restricciones hacia Huawei por parte del gobierno Estados Unidos, para el acceso a la tecnología que requieren sus productos y servicios (principalmente semiconductores), estaría desnudando una realidad sobre el libre mercado mucho menos libre de lo que habitualmente se pregona tanto desde las oficinas estatales norteamericanas (y más aún si están ocupadas por republicanos) como desde la academia. La incontrastable realidad de que Huawei sea primero un asunto de incumbencia del Departamento de Estado (Mike Pompeo) y después del Departamento de Comercio (Wilbur Ross) marca una tendencia que va más allá de la regulación de los mercados.
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Así, las últimas medidas impulsadas por Washington con respecto a los requerimientos que se les va a exigir a aquellas firmas que operen con Huawei, son cada vez más parecidas a las utilizadas para la venta de armas: el permiso que las empresas deben obtener por parte del gobierno sería similar a lo que en los ámbitos militares se conoce como el certificado de “end user”. Este documento normalmente señala que el usuario final de la tecnología que se está transfiriendo o comercializando es confiable.
Un ejemplo de cómo se aplica la certificación de usuario final lo podemos encontrar en las ventas de aviones militares: la fabricante brasileña de aviones Embraer no tendrá igualmente ratificada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos la provisión de tecnología norteamericana para un avión que tenga como destino final un país aliado (Colombia), que si no tiene esta consideración (Venezuela). En este último caso serán trabadas cualquiera de las ventas de componentes y sistemas de origen norteamericano que formen parte del avión.
Esta misma situación se puede extrapolar a partir de esta última semana a los vendedores que provean a Huawei de partes y componentes de equipamientos de telecomunicaciones (incluídos los smartphones), ya que deberán contar con una licencia para realizar operaciones cuando una firma como Huawei actúe "como comprador, consignatario intermedio, consignatario final o usuario final".
El caso más resonante es el de Taiwan Semiconductors Manufacturing Company –TSMC (TSE:2330), principal proveedora mundial de semiconductores, que se ha visto en la situación de no tomar nuevos pedidos del gigante chino por utilizar tecnología norteamericana en sus fundidoras de microchips. Se puede apreciar que la gran discrecionalidad que se genera a partir de estas medidas podría justificarse cabalmente en el plano militar, pero que en el ámbito civil suena más a una restricción de mercado.
En este “escenario de guerra” puede parecer paradójico el acuerdo de largo plazo alcanzado entre Huawei y Qualcomm (NASDAQ: QCOM), fabricante de semiconductores con sede en San Diego (California). El anuncio del 30 de julio pasado implica que el gigante chino tendrá licencia para desarrollar, fabricar y vender equipamiento que utilice tecnología CDMA, cuyas patentes detenta la firma norteamericana. Pero en este caso no existe ninguna transferencia nueva de tecnología, sólo se renueva el permiso para seguir utilizando la que habitualmente ya usan y que Qualcomm siga cobrando regalías. A propósito, una vez anunciado el “deal”, las acciones de la firma californiana subieron un 15%.
La realidad actual señala que si bien Qualcomm ya había renovado las licencias con todos los grandes fabricantes de equipamiento para telefonía celular (todos dependen de sus patentes de tecnología CDMA), la renovación con Huawei era la más esperada. De acuerdo con la consultora Canalys, la firma ha superado en ventas a Samsung (KSE:005930) en el segundo trimestre de 2020 y es entonces hoy el mayor proveedor de smartphones del mundo (Apple ocupa el tercer lugar). A pesar de enfrentar una caída del 27 % en sus ventas internacionales y las sanciones de Estados Unidos, que acusa a la firma de representar una amenaza para la seguridad, las ventas de Huawei en China han compensado con creces: ha vendido globalmente más de 55,8 millones de teléfonos en el período mencionado, contra 53,7 millones de Samsung, sustentado en una participación en el mercado chino del 70%, donde la presencia de los smartphones de la firma coreana es poco significativa.
Es indudable la mayor relevancia que ha tomado la industria de las telecomunicaciones como un sector estratégico, ya no solo percibido con una importancia económica sino valorado por comprender infraestructura crítica y servicios esenciales para el funcionamiento de una nación: el dominio de la información es un elemento de poder y la ascendencia sobre la administración de las redes es su encarnación.
A partir de los dos distintos comportamientos que Huawei recibe como “end user” de tecnología norteamericana relacionada con las telecomunicaciones (el de Qualcomm y el de TSMC), puede vislumbrarse la existencia de una delgada línea entre la concepción de arquitectura de un mercado libre y de un mercado intercedido por el Estado. En el primer caso las operaciones estarán regidas por el libre juego de sus actores naturales, donde sea la lógica oferta-demanda la que motorice los intercambios y el posicionamiento de las empresas (en este caso los fabricantes de equipamiento móvil). La segunda opción conlleva la idea de la intervención estatal, impartiendo reglas que ordenen las relaciones productivo-comerciales en aras de los intereses estratégicos vitales de una nación (como por ejemplo la seguridad nacional) las que no necesariamente deben ser ecuánimes.
Podemos concluir que inclusive en el “país de la libertad”, tal como lo está demostrando la Casablanca, la mano invisible de Adam Smith no llega de ningún modo a alcanzar los activos estratégicos de una nación.
Por Gabriel Balbo
Analista de Relaciones Económicas Internacionales, Tecnología y Geopolítica. Director de ESPADE (Estudios para el Desarrollo). (@G_balbo)