Luis Gonzalo Segura
9 feb 2022
Diferentes autores han definido el concepto de zona o esfera de influencia en el último siglo, pero no fue hasta después de la II Guerra Mundial, durante la Guerra Fría, cuando adquirió su mayor sentido, aun cuando Lenin ya lo utilizaba como equivalente de "imperio colonial informal" antes de la I Guerra Mundial. En general, se trata de un término que denota subordinación de un país o una región a una potencia mayor y, aunque mantiene considerables diferencias, guarda relación con los términos de "colonia" o "protectorado", pues todos ellos describen la dominación de países por potencias.
En las últimas semanas, el término ha alcanzado gran notoriedad, ya que, según Occidente, las áreas o esferas de influencia ya no existen, pues ahora todo el planeta está formado por Estados completamente soberanos. Y si ya no existen las áreas de influencia, obviamente no existen las potencias, pues no hay subordinación alguna a nivel geopolítico. Sí, como lo oyen, esta es la última de Occidente.
Sin embargo, no solo la realidad demuestra de forma nítida lo contrario, que las zonas de influencia siguen existiendo, sino, peor aún, que son los Estados Unidos los que mantienen a Europa convertida en zona de influencia y pretenden que Ucrania –además de Bielorrusia y Georgia– también forme parte de ella. Estamos, pues, ante uno de los mayores ejercicios de cinismo occidental a lo largo de la historia, lo que ya es decir, porque el listado es tan extenso como intenso.
Antes de nada, Europa: zona de influencia de Estados Unidos
Y es que, a pesar de las manifestaciones occidentales, Europa es una zona o esfera de influencia de Estados Unidos. Y no lo digo yo, lo dicen la mayoría de los principales líderes europeos de las últimas décadas. Veamos, primero, la definición del concepto y, después, analicemos las declaraciones de los propios líderes europeos.
Según la teoría, los países integrados en una zona de influencia son aquellos que, a diferencia de las colonias, se presentan como formalmente independientes, poseen gobierno, gozan de integridad territorial o exhiben su bandera, pero en la práctica tienen limitado su margen de actuación, ya que una potencia posee derechos tácitamente reconocidos sobre ellos. Los países convertidos en zona de influencia, es decir, sometidos o subordinados, se caracterizan por no ser consultados ni contemplados sus intereses. Por ello, mientras que estos confluyen con los de la potencia dominante no existe problema alguno, pero cuando ello no es así se imponen los intereses de la potencia. Como ejemplo de ello, podríamos relatar cómo Alemania ha cedido, en contra su propia voluntad, a las presiones norteamericanas de desplegar militares en las Repúblicas bálticas. Pero vayamos a las declaraciones.
A pesar del relato europeo, inmerso en la falsedad y la desinformación, lo cierto es que, en el sentido estrictamente militar, la sumisión europea es absolutamente incuestionable. Prueba de ello lo encontramos en el alto número de bases militares y efectivos norteamericanos en suelo europeo.
Así, si analizamos las declaraciones de los principales líderes europeos, como Angela Merkel o Emmanuel Macron, podremos comprobar que Europa ha cedido su seguridad y su política exterior a Estados Unidos y que la actuación de los norteamericanos en muchas ocasiones se ha manejado en contra de los intereses europeos.
Debido a ello, tanto Merkel como Macron han censurado en múltiples ocasiones la política exterior de los Estados Unidos y la dependencia europea de los norteamericanos. Dependencia que no sería tal en el caso de mantener Europa una relación de equidad con Estados Unidos en lugar de la actual relación de sumisión.
Como ejemplo, Emmanuel Macron afirmó en un discurso pronunciado el 27 de agosto de 2017 que "Europa no puede seguir dependiente de Estados Unidos en cuanto a su seguridad". Idea repetida en verano de 2021, tras la cancelación de un contrato de submarinos en el marco de la alianza de Estados Unidos con Australia por sus intereses geopolíticos en el choque que mantiene con China. En ese escenario fue cuando el presidente francés aseveró que "Europa debe asumir su propia protección" ya que "hace algo más de diez años que los Estados Unidos se concentran en ellos mismos y tienen intereses estratégicos [diferentes]". A pesar de estas manifestaciones, el presidente francés aseveraba que la seguridad europea debía seguir ejerciéndose en el marco de la OTAN. Vemos, pues, cómo las quejas de los líderes europeos gravitan sobre cómo Estados Unidos hace caso omiso a sus intereses y cómo estos dependen de la potencia norteamericana.
De la misma manera, Angela Merkel, también en el año 2017, aseveró que "los europeos debemos forjar nuestro propio destino con nuestras propias manos", ya que "Europa no puede confiar plenamente en Estados Unidos y Reino Unido". Por si no fuera suficiente, la canciller alemana llegó todavía más allá al señalar que Europa necesita tener "relaciones de amistad con Estados Unidos, Reino Unido y otros vecinos, incluyendo Rusia". Es decir, Merkel remarcó que Europa debe estar al mismo nivel que Estados Unidos y Rusia y que, además, debe mantener relaciones amistosas con ambas.
Una idea que se alinea con la posición europea durante las negociaciones de la reunificación alemana, entre 1990 y 1991, en la que se manifestó a favor de crear una estructura de seguridad paneuropea que sustituyera a la OTAN. Una propuesta a la que, obviamente, los norteamericanos se negaron, pues ello habría supuesto que Europa dejara de ser esfera de influencia de EE.UU. Todo ello nos lleva a una posición absolutamente surrealista, pues Europa niega la existencia de lo que precisamente es: las áreas de influencia.
Intento de independencia europea frustrado
Una realidad, la sumisión europea a Estados unidos, que, además, también queda constatada en el intento de creación de un ejército propio. Intento que, hoy en día, todavía no ha tenido éxito porque la presencia de este entra en confrontación con la existencia propia de la OTAN, la estructura militar norteamericana en Europa.
A pesar del relato europeo, inmerso en la falsedad y la desinformación, lo cierto es que, en el sentido estrictamente militar, la sumisión europea es absolutamente incuestionable. Prueba de ello lo encontramos en el alto número de bases militares y efectivos norteamericanos en suelo europeo. Así, según un informe oficial de los Estados Unidos en 2010, estos poseían un total de 837 bases militares fuera de Estados Unidos, de las que 452 se encontraban en Europa. Y, aunque hay fuentes que señalan más recientemente que Estados Unidos tendría menos bases fuera de su territorio, unas 254, la presencia de militares norteamericanos en el Viejo Continente es, incluso en este escenario menos expansionista, más que considerable: casi 34.000 militares norteamericanos en Alemania, más de 12.000 en Italia o casi 10.000 en Reino Unido.
Es evidente que Europa es una región dependiente de Estados Unidos a nivel militar, ya que tiene delegada su seguridad, y a nivel de relaciones internacionales, ya que tiene delegada su política exterior. Y ello ha quedado en evidencia en la crisis por el intento de expansión de la OTAN hacia el este, ya que ha quedado excluida de las conversaciones.
Por lo tanto, Europa está militarizada por Estados Unidos y, lo que es peor, no parece que ello vaya a cambiar, aun cuando el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, afirmara en octubre pasado que "Europa se tiene que hacer valer" porque "Estados Unidos ya no hará las guerras de los demás". Otra prueba más de hasta qué punto es Europa el área de influencia de Estados Unidos.
Y una evidencia irrefutable del fracaso de la independencia militar europea la encontramos en el fondo con el que se ha dotado la Pesco (Cooperación Estructurada Permanente), el cual pretendía, fundamentalmente, reducir la dependencia europea de la OTAN y Estados Unidos, pero que, finalmente, tuvo que abrirse en mayo del año pasado a la participación de EE.UU., Canadá y Noruega en sus proyectos. Y es que Europa quiere, pero no puede.
Ucrania, también es área de influencia de Estados Unidos
En definitiva, es evidente que Europa es una región dependiente de Estados Unidos a nivel militar, ya que tiene delegada su seguridad, y a nivel de relaciones internacionales, ya que tiene delegada su política exterior. Y ello ha quedado en evidencia en la crisis entre la OTAN y Rusia de las últimas semanas por el intento de expansión de la OTAN hacia el este, ya que Europa ha quedado excluida de las conversaciones con Rusia. Y más aún, incluso la propia Ucrania, que también ha quedado excluida de las conversaciones sobre su futuro. Porque la verdad es que, mientras medios y políticos occidentales aseveran que no existen las áreas de influencia o que Ucrania es un país soberano, a los ucranianos no les dejan ni negociar su futuro.