Por Eduardo Febbro
23 de febrero de 2022
La terminal del gasoducto Nordstream 2 en Lubmin, Alemania.. Imagen: AFP
Nord Stream 2, hoy paralizada, le hubiese permitido a Rusia multiplicar por dos los volúmenes de gas exportados a Europa.
OTAN, seguridad europea, conflicto territorial en el Este de Ucrania, orgullos heridos y recursos energéticos componen la sinfonía convulsiva de la crisis entre Occidente y Rusia. El capítulo energético no es el menor y dentro de él la historia del gasoducto Nord Stream 2 (NDS2) construido bajo el mar Báltico es una suerte de síntesis tanto de la influencia rusa en occidente, de la dependencia energética de Europa, de las drásticas divisiones que atraviesan a los aliados, de la injerencia de Estados Unidos y de los entramados en los que los mismos dirigentes de la Unión Europea están metidos. El ex Primer Ministro francés, François Fillon, forma parte del Consejo de administración del grupo ruso Zaroubejne 3 (por decreto del gobierno de Moscú) especializado en el desarrollo y la explotación de yacimientos de hidrocarburos a través del mundo. El ex canciller alemán Gerhard Schröder trabaja desde hace varios años en el grupo petrolero ruso Rosne 3, lo mismo que la antaño ministra austríaca de Relaciones Exteriores Karine Kneiss.
Mezcla explosiva
Gas, petróleo y geopolítica son los ingredientes de una mezcla explosiva que torna aún más difusa la posición de los europeos cuando se pronuncian fuera de la OTAN. La crisis desatada en Ucrania también es un conflicto energético entre Rusia y Estados Unidos en el cual Europa es, en realidad, objeto de dos dependencias: o depende de su aliado norteamericano, o de su vecino ruso. Para este invierno, la Unión Europea garantizó los suministros de gas gracias a los acuerdos con proveedores LNG (gas natural licuado, siglas en inglés) de Estados Unidos. Ello convirtió a los estadounidenses en los primeros exportadores mundiales durante dos meses consecutivos, enero y febrero 2021.
El martes 22 de febrero, dentro de las sanciones adoptadas contra Rusia, el canciller alemán, Olaf Scholz, paralizó el proceso de aprobación del gasoducto NDS2 administrado por el mastodonte ruso Gazprom y cuya construcción se terminó en 2021. NDS2 le hubiese permitido a Rusia multiplicar por dos los volúmenes de gas exportados a Europa a través de una pipe-line en el mar Báltico, sin pasar por Ucrania (fue el caso de Stream 1), y cuyo punto final es una terminal situada en Alemania, país que depende en un 55 por ciento de los suministros de Rusia mientras que el porcentaje de dependencia de Europa se sitúa en un 40 por ciento. El NDS2 puede suministrar unos 55.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa luego de atravesar 2.640 kilómetros. Sin embargo, antes de que el conflicto Rusia-Occidente llegara a mayores, Moscú mermó sus entregas de gas a Europa, lo cual tuvo un impacto enorme en los precios del gas.
Proyecto de participación mixta
NDS2 nació como proyecto en 2015 con el propósito de incrementar el paso del gas sin que esto dependiera de los problemas que se planteaban en Ucrania, particularmente el desvío del gas ruso por parte de Kiev sin pagar el costo del suministro. Ello generó una gran crisis energética en 2009 cuando Moscú cerró las válvulas durante dos semanas. El proyecto se llevó cabo con participación mixta Rusia / Occidente. 9, 5 mil millones de dólares financiados en un 50 por ciento por Gazprom y en un 10 por ciento por cabeza por las empresas alemanas Uniper y Wintershall, la Engie, la austriaca OMV y la anglo holandesa Shell. El primer país perjudicado con NDS2 fue Ucrania. El nuevo trazado del gasoducto privó a Kiev de los 2.000 millones de dólares que Gazprom le pagada anualmente. Contrariamente a Estados Unidos, los europeos evitaron, hasta ayer, darle al nuevo gasoducto un perfil político. Con ello alejaban la posibilidad de que, en caso de crisis con Rusia, Nord Stream 2 sirviera como palanca política más allá de la comercial.
La Casa Blanca siempre optó por una postura contraria y en numerosas ocasiones evocó la clausura del gasoducto aún cuando ninguna empresa de Estados Unidos entró en el capital de su construcción. NDS2 está listo desde octubre de 2021 pero su funcionamiento depende de que Alemania y la Unión Europea lo certifiquen. Oficialmente, esa certificación demora por razones jurídicas. Resulta poco verosímil que un proyecto de esa envergadura ya realizado haya quedado en el cajón por cuestiones “jurídicas” como las reglas europeas en materia de monopolios y concurrencia. Si así fuese, hace rato que Google o Amazon estarían en falta y sancionadas. El gasoducto ruso también ha provocado una ruptura dentro de Europa. Los países que pertenecieron a la esfera soviética como Rumania, los países bálticos (Estonia, Lituania, Letonia), Polonia y Eslovaquia lo cuestionan porque, alegan, Nord Stream 2 no hace sino acrecentar la subordinación energética de Europa ante Rusia.
Jugarretas
Las jugarretas rusas con el gas empezaron en octubre del año pasado, cuando aumentaron los precios. Ello derivó en una ofensiva de la Unión Europea asumida por la presidenta de la Comisión de Bruselas, Ursula von der Leyen, quien acusó a Moscú “de hacer presión sobre nosotros mediante el suministro del gas”. Sin embargo, el enemigo más decidido de Nord Stream 2 es la Casa Blanca. Cada vez que se produjo una crisis o que hubo tensiones entre Europa y Rusia Estados Unidos se metió en el juego para cortarle las alas a NDS2. Fieles a su política de la sumisión, Washington le propuso a Europa su gas liquido a cambio del ruso y usó esa carta para dividir a los europeos y alejarlos de Moscú. El gas estadounidense es mucho más caro. Contrariamente al que llega a través de un gasoducto (el ruso), ese gas necesita volverse liquido, transportarse por barco y luego todo un proceso de regasificación.
Sin garantías
Ninguna solución, rusa o estadounidense, garantiza la libertad energética de los inviernos europeos. Dependerán siempre de Rusia, Estados Unidos, Qatar, Noruega, Argelia o Azerbaiyán. El aliado energético más barato y cercano era Rusia. Los conflictos cruzados, las argucias de la Casa Blanca, las maniobras de Vladimir Putin y la ausencia dramática de una política común europea pusieron a los países de la Unión Europea ante un dilema sin otra solución que la dependencia con otro rostro.
Nord Stream 2, hoy paralizada, le hubiese permitido a Rusia multiplicar por dos los volúmenes de gas exportados a Europa.
OTAN, seguridad europea, conflicto territorial en el Este de Ucrania, orgullos heridos y recursos energéticos componen la sinfonía convulsiva de la crisis entre Occidente y Rusia. El capítulo energético no es el menor y dentro de él la historia del gasoducto Nord Stream 2 (NDS2) construido bajo el mar Báltico es una suerte de síntesis tanto de la influencia rusa en occidente, de la dependencia energética de Europa, de las drásticas divisiones que atraviesan a los aliados, de la injerencia de Estados Unidos y de los entramados en los que los mismos dirigentes de la Unión Europea están metidos. El ex Primer Ministro francés, François Fillon, forma parte del Consejo de administración del grupo ruso Zaroubejne 3 (por decreto del gobierno de Moscú) especializado en el desarrollo y la explotación de yacimientos de hidrocarburos a través del mundo. El ex canciller alemán Gerhard Schröder trabaja desde hace varios años en el grupo petrolero ruso Rosne 3, lo mismo que la antaño ministra austríaca de Relaciones Exteriores Karine Kneiss.
Mezcla explosiva
Gas, petróleo y geopolítica son los ingredientes de una mezcla explosiva que torna aún más difusa la posición de los europeos cuando se pronuncian fuera de la OTAN. La crisis desatada en Ucrania también es un conflicto energético entre Rusia y Estados Unidos en el cual Europa es, en realidad, objeto de dos dependencias: o depende de su aliado norteamericano, o de su vecino ruso. Para este invierno, la Unión Europea garantizó los suministros de gas gracias a los acuerdos con proveedores LNG (gas natural licuado, siglas en inglés) de Estados Unidos. Ello convirtió a los estadounidenses en los primeros exportadores mundiales durante dos meses consecutivos, enero y febrero 2021.
El martes 22 de febrero, dentro de las sanciones adoptadas contra Rusia, el canciller alemán, Olaf Scholz, paralizó el proceso de aprobación del gasoducto NDS2 administrado por el mastodonte ruso Gazprom y cuya construcción se terminó en 2021. NDS2 le hubiese permitido a Rusia multiplicar por dos los volúmenes de gas exportados a Europa a través de una pipe-line en el mar Báltico, sin pasar por Ucrania (fue el caso de Stream 1), y cuyo punto final es una terminal situada en Alemania, país que depende en un 55 por ciento de los suministros de Rusia mientras que el porcentaje de dependencia de Europa se sitúa en un 40 por ciento. El NDS2 puede suministrar unos 55.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa luego de atravesar 2.640 kilómetros. Sin embargo, antes de que el conflicto Rusia-Occidente llegara a mayores, Moscú mermó sus entregas de gas a Europa, lo cual tuvo un impacto enorme en los precios del gas.
Proyecto de participación mixta
NDS2 nació como proyecto en 2015 con el propósito de incrementar el paso del gas sin que esto dependiera de los problemas que se planteaban en Ucrania, particularmente el desvío del gas ruso por parte de Kiev sin pagar el costo del suministro. Ello generó una gran crisis energética en 2009 cuando Moscú cerró las válvulas durante dos semanas. El proyecto se llevó cabo con participación mixta Rusia / Occidente. 9, 5 mil millones de dólares financiados en un 50 por ciento por Gazprom y en un 10 por ciento por cabeza por las empresas alemanas Uniper y Wintershall, la Engie, la austriaca OMV y la anglo holandesa Shell. El primer país perjudicado con NDS2 fue Ucrania. El nuevo trazado del gasoducto privó a Kiev de los 2.000 millones de dólares que Gazprom le pagada anualmente. Contrariamente a Estados Unidos, los europeos evitaron, hasta ayer, darle al nuevo gasoducto un perfil político. Con ello alejaban la posibilidad de que, en caso de crisis con Rusia, Nord Stream 2 sirviera como palanca política más allá de la comercial.
La Casa Blanca siempre optó por una postura contraria y en numerosas ocasiones evocó la clausura del gasoducto aún cuando ninguna empresa de Estados Unidos entró en el capital de su construcción. NDS2 está listo desde octubre de 2021 pero su funcionamiento depende de que Alemania y la Unión Europea lo certifiquen. Oficialmente, esa certificación demora por razones jurídicas. Resulta poco verosímil que un proyecto de esa envergadura ya realizado haya quedado en el cajón por cuestiones “jurídicas” como las reglas europeas en materia de monopolios y concurrencia. Si así fuese, hace rato que Google o Amazon estarían en falta y sancionadas. El gasoducto ruso también ha provocado una ruptura dentro de Europa. Los países que pertenecieron a la esfera soviética como Rumania, los países bálticos (Estonia, Lituania, Letonia), Polonia y Eslovaquia lo cuestionan porque, alegan, Nord Stream 2 no hace sino acrecentar la subordinación energética de Europa ante Rusia.
Jugarretas
Las jugarretas rusas con el gas empezaron en octubre del año pasado, cuando aumentaron los precios. Ello derivó en una ofensiva de la Unión Europea asumida por la presidenta de la Comisión de Bruselas, Ursula von der Leyen, quien acusó a Moscú “de hacer presión sobre nosotros mediante el suministro del gas”. Sin embargo, el enemigo más decidido de Nord Stream 2 es la Casa Blanca. Cada vez que se produjo una crisis o que hubo tensiones entre Europa y Rusia Estados Unidos se metió en el juego para cortarle las alas a NDS2. Fieles a su política de la sumisión, Washington le propuso a Europa su gas liquido a cambio del ruso y usó esa carta para dividir a los europeos y alejarlos de Moscú. El gas estadounidense es mucho más caro. Contrariamente al que llega a través de un gasoducto (el ruso), ese gas necesita volverse liquido, transportarse por barco y luego todo un proceso de regasificación.
Sin garantías
Ninguna solución, rusa o estadounidense, garantiza la libertad energética de los inviernos europeos. Dependerán siempre de Rusia, Estados Unidos, Qatar, Noruega, Argelia o Azerbaiyán. El aliado energético más barato y cercano era Rusia. Los conflictos cruzados, las argucias de la Casa Blanca, las maniobras de Vladimir Putin y la ausencia dramática de una política común europea pusieron a los países de la Unión Europea ante un dilema sin otra solución que la dependencia con otro rostro.
efebbro@pagina12.com.ar
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