La guerra y la venta de armas a Riad
Por Robert Fisk *
El país que prestó su credo sunnita-wahabi a los asesinos del Estado Islámico (EI) en París no le dará la más mínima importancia al hecho de que François Hollande resople y proteste sobre la guerra. Los sauditas escucharon todo antes, todo lo del Nuevo Orden Mundial, desde 1991, cuando George Bush soñaba con una expresión subhitleriana de Medio Oriente en la que podría existir un oasis de paz, un lugar sin armas y la riqueza que de ellas proviene, en la que las espadas se convirtieran en arados, o al menos en buques de petróleo más grandes y oleoductos más largos.
Los sauditas están demasiado ocupados haciendo volar en pedazos a Yemen en su enloquecida guerra contra los hutíes chiítas como para preocuparse de los locos sunnitas wahabitas del EI. Su enemigo sigue siendo el nuevo mejor amigo de Estados Unidos –el Irán chiíta– y están tan decididos como siempre a destronar al presidente alauita chiíta de Siria, aun si el Estado Islámico está en la línea de frente de los enemigos de Bashar Al Assad.