1. De la crisis neoliberal a la nueva hegemonía.
El hecho más significativo en la América Latina de los últimos años, especialmente en el Cono Sur, fue el surgimiento de gobiernos progresistas, nacional-populares, de centro-izquierda –o como se los prefiera nombrar–, los cuales, por distintos caminos y con diversas intensidades, se han propuesto torcer el rumbo de las últimas décadas neoliberales.
Ese corrimiento –que, por cierto, no carece de contradicciones, ambigüedades y contramarchas– tuvo algunos puntos muy claros que habilitan a mirarlo como proceso, más allá de las particularidades de cada país. Así, una postura muy crítica respecto al neoliberalismo, una revitalización de la integración regional, un reposicionamiento de la política por sobre la economía en la configuración de la sociedad y una recuperación del Estado como el lugar natural para hacer frente a las demandas sociales, aparecen como algunas de las coordenadas de ese nuevo rumbo que atraviesan transversalmente las distintas realidades nacionales.
Estas nuevas experiencias políticas tienen, además, un origen común: son experiencias surgidas como respuestas a las distintas y simultáneas crisis neoliberales que afectaron a los países de la región a finales del siglo pasado y comienzos del presente, las cuales no sólo produjeron una gravosa situación económica para las mayorías populares, sino que también se cristalizaron en profundas crisis político-institucionales que sacudieron la estructura de los sistemas de partidos en general.
Es a la luz de dichas crisis donde las nuevas experiencias políticas emergieron como resolución de las mismas y promesas de algo distinto. Así, pues, es posible –a la vez que necesario– observar el ascenso del chavismo en Venezuela a la luz de la explosión social del Caracazo, al kirchnerismo en Argentina en relación a la crisis de diciembre de 2001, y el triunfo del correísmo y la consolidación de su Revolución Ciudadana, como la manera en que Ecuador resolvió su crisis de agotamiento político y económico de principio de siglo.
Con el tiempo, estas fuerzas políticas emergentes –junto con algunas otras que completan el escenario regional, pero que por meras cuestiones de extensión quedan por fuera del presente análisis– se fueron consolidando tanto en la gestión de gobierno como en las urnas, alterando profundamente la estructura de partidos en los distintos países. La puesta en práctica de numerosas políticas públicas en favor de las mayorías, fueron respaldadas por amplios triunfos electorales que ratificaron la legitimidad de los nuevos gobiernos, fortaleciendo especialmente las figuras de sus líderes.
La contracara de ello, fue un declive general de los partidos tradicionales y un fuerte desprestigio de los mismos –especialmente de las fuerzas conservadoras– que no lograron encontrar su lugar en las nuevas coyunturas políticas, ni tampoco reconstruir los lazos de representación con ciertos sectores sociales, tal como habían existido hasta entonces.
El ocaso en Venezuela de las dos principales fuerzas políticas a partir del ascenso del chavismo al poder, Acción Democrática (AD) y COPEI, que determinó, a su vez, el fin de un extenso período marcado por una “democracia pactada” anclada en un bipartidismo de hecho; un proceso similar en Ecuador, con el declive del Partido Social Cristiano (PSC), de la Democracia Cristiana (DC) y del Partido Rodolsista de Ecuador (PRE) y la emergencia de Alianza País (AP) como partido hegemónico, lo cual terminó con un multipartidismo extremo vigente desde 1979, inaugurando un sistema de partido dominantei; y también en Argentina, con el desdibujamiento del clásico bipartidismo a partir del debilitamiento de la Unión Cívica Radical (UCR) y del Partido Justicialista (PJ) en su versión más ortodoxa, lo que llevó a algunos autores a hablar de un escenario posbipartidista,ii constituyen diversos ejemplos que grafican y evidencian la fuerte crisis de representación de muchas de las fuerzas políticas tradicionales, que repercutió –insistimos– en visibles transformaciones de la geografía electoral en los distinto países.
Una fragmentación de las fuerzas conservadoras, junto con la pérdida de importancia de los partidos tradicionales y el nacimiento de fracciones nuevas, marcaron el compás de las transformaciones en los sistemas de partidos a lo largo de la primera década del nuevo siglo.
2. Tras la crisis, los síntomas de recomposición
Ahora bien, ese proceso de retracción del conservadurismo regional presente durante toda la primera década del nuevo siglo, empieza a dar señales de detenerse e, incluso, de comenzar a revertirse. En efecto, cuando muchos de los gobiernos refrendados en diversas elecciones a lo largo de los últimos años promedian o se acercan a la década de vida –con excepción del chavismo que lleva quince años ininterrumpidos al frente de la gestión– las fuerzas conservadoras parecen comenzar a mostrar algunos síntomas de recuperación.
En esa dirección, las últimas elecciones presidenciales venezolanas en abril de 2013, donde Henrique Capriles –candidato de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), espacio en el cual convergen más de treinta partidos opositores– perdió apenas por el 1.49% frente al candidato oficialista Nicolás Maduro, constituyendo las elecciones presidenciales más parejas de los últimos quince años en Venezuela; los últimos comicios legislativos en Argentina, en octubre de 2013, donde Sergio Massa, con el Frente Renovador (FR), fue el candidato más votado en el principal distrito electoral del país, superando por once puntos al candidato oficialista Martín Insaurralde, y perfilándose así con buena perspectiva en la carrera presidencial de 2015; y también en Ecuador, donde el candidato de Sociedad Unidad Más Acción (SUMA) Mauricio Rodas, se quedó en las elecciones seccionales de febrero de 2014 con la alcaldía de Quito –bastión hasta entonces de la oficialista Alianza País– hablan de un claro reposicionamiento en las urnas de las fuerzas conservadoras en los tres países mencionados.
Así, tras años de dispersión traducida en magros resultados electorales –motivada, entre otras cosas, por la falta de líderes que sedujeran y aglutinaran al electorado conservador–, la centro-derecha regional empieza a dar señales de recomposición y a mostrar figuras que se posicionan con fuerza en las distintas arenas políticas locales.
Dicha contraofensiva, que asume una dimensión regional, presenta varios elementos en común que permiten hablar de cierto movimiento a nivel del subcontinente y de un perfil compartido entre los distintos candidatos. Al mismo tiempo, estos nuevos líderes se distancian de sus predecesores en cuanto a las tácticas empleadas, lo cual evidencia una renovación de la derecha regional, sino en sus intereses, al menos sí en sus métodos.
Un repaso por los aspectos generales y compartidos de estos nuevos referentes resulta imperioso a los fines de calibrar con justeza el escenario político actual.
3. Cortados por la misma tijera
En primer lugar, hay un dato interesante a resaltar, y es la juventud de los tres candidatos mencionados. Henrique Capriles y Sergio Massa tienen actualmente cuarenta y dos años, en tanto Mauricio Rodas apenas acusa treinta y nueve. Más allá de que los tres cuentan ya con una vasta trayectoria política en sus respectivos países, que incluye tanto puestos legislativos como ejecutivos, el hecho de que a su corta edad se hayan convertido en los principales referentes de la oposición, habla de un claro proceso de renovación dirigencial al interior de de las fuerzas conservadoras. Confirmando lo dicho, es relevante remarcar que los tres candidatos encarnan fuerzas políticas creadas en los últimos años, lo cual evidencia también las transformaciones en los sistemas de partidos y el declive de las fuerzas políticas tradicionales.
En efecto, SUMA, el partido de Rodas, oficializa su aparición en la escena política ecuatoriana en 2012, el Frente Renovador de Massa lo hace recién en 2013, en tanto que Primero Justicia, la fuerza fundada por Capriles que forma parte de la MUD, fue creada en 2003. Es decir, la esperanza conservadora camina hoy, en los tres países analizados, sobre estructuras partidarias novedosas, poniendo en evidencia el agotamiento de los partidos tradicionales para ofrecer alternativas. Así, es posible sostener que las crisis políticas de principios de siglo han provocado también una renovación política de la derecha, dando lugar a una nueva camada de dirigentes que encabezan nuevas formaciones políticas.
Otro elemento en común presente en los tres candidatos analizados, que permite aproximarnos más a una definición precisa del perfil de los mismos, tiene que ver con cierta estrategia discursiva elegida para intervenir en los distintos escenarios políticos nacionales. Podríamos denominar a esa estrategia como una posición consensualista o, adoptando categorías de la filósofa belga Chantall Mouffe, “posconflictual” (Mouffe:2007). Para Mouffe, la posición posconflictual –que a veces también define como anti-política– es aquella que niega el carácter inherentemente conflictivo de la política esgrimiendo, por el contrario, la creencia de que es posible alcanzar un consenso racional, universal y totalizante.
Si se analizan los discursos y las declaraciones de Massa, Capriles y Rodas con los cuales intervienen en los distintos espacios públicos locales, es posible inscribir a los mismos dentro de ese registro consensualista y posconflictual. Exacerbantes llamados al diálogo, sobrevaloración del consenso como fin último de la política y una negación de las disputas naturales presentes en toda organización social, son algunos de los puntos clave de sus posicionamientos políticosiii.
Si el avance de los gobiernos progresistas dejó aflorar en los últimos años parte de las muchas contradicciones que se alojan en las superficies sociales –tensiones en torno a la distribución de la riqueza, disputas del Estado contra las corporaciones, rispideces entre lo público y lo privado, etc. – el discurso de la nueva derecha profesa insistentemente la necesidad del consenso, del diálogo, de la armonía, sobre una operatoria que busca, además, plantear el fin de las ideologías y de las disputas de clase.
Un tercer aspecto a resaltar tiene que ver con las vinculaciones internacionales de los tres candidatos analizados, lo cual permitiría suponer cierto giro en los procesos de integración regional abiertos en los últimos años.
La última década ha sido testigo del surgimiento de espacios de integración regional con un inédito nivel de autonomismo respecto a las potencias mundiales, en especial de EEUU. Dicho escenario, inusual en la historia larga de la región, fue posible gracias a una voluntad integracionista de los líderes que aunaron esfuerzos para poner en práctica nuevas iniciativas que recogieran los también novedosos aires soberanos.
Sin embargo, los vínculos que ligan a Massa, Rodas y Capriles con sectores conservadores estadounidenses y europeos, permiten suponer que un eventual ascenso al poder de dichos candidatos significaría un marcado cambio de rumbo en la integración regional de los últimos años, y un retroceso claro respecto a los márgenes de autonomía ganados en los años recientes.
Rodas, por caso, presidió por años la Fundación Ethos, un think tank neoliberal radicado en México, que en su consejo asesor incluye a personajes como Moisés Naím –ministro de Industria y Comercio del ex presidente conservador de Venezuela Carlos Andrés Pérez y uno de los autores del ajuste económico que derivó en el Caracazo. Entre los principales auspiciantes de Ethos, aparece la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) y la USAID, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, dos herramientas del gobierno norteamericano utilizadas para penetrar las fronteras de los países latinoamericanos e intervenir activa y legítimamente en los mismos.
Estas dos agencias gubernamentales estadounidenses, junto con el IRI –Instituto Republicano Internacional, órgano del Partido Republicano de EEUU– estuvieron entre los principales aportantes de Primero Justicia, el partido de Henrique Capriles, incluso antes de que se constituyera como tal, tiempos en que funcionaba todavía como una asociación civil. El portal Wikileaks reveló que durante los quince años que el gobierno bolivariano lleva al frente de Venezuela, la embajada de EEUU y las agencias de ese país han trabajado sin descanso en la captación de activistas, desarrollo de “programas sociales” y entrega de fondos a partidos de derecha para impulsar acciones contra el Gobierno. Uno de los destinatarios favoritos del financiamiento estadounidense durante este tiempo fue Henrique Capriles y su partido, el cual –tal como advierte Eva Golinger, una especialista sobre el tema– logró desplazar a los partidos tradicionalesiv.
Por su parte, Sergio Massa también tiene fuertes conexiones con EEUU. Recientemente realizó una gira por el país del Norte, en la cual mantuvo reuniones con miembros del Departamento de Estado, como así también con senadores republicanos y empresarios. En una de las tantas actividades que configuraron una cargada agenda, brindó un discurso en el Consejo de las Américas, en el que sentenció que después de 2015 “se viene una nueva etapa entre Argentina y EEUU”v.
Como en tantas otras esferas, la región se encuentra tensionada entre dos modelos de integración regional: uno, propiciado por espacios como la CELAC, Unasur y ALBA, que pugnan –cada uno de acuerdo a su alcance– por una integración democrática y autónoma, y otra, motorizada por la Alianza del Pacífico, que busca reactualizar los objetivos del desprestigiado ALCA y hacer de Latinoamérica una gran zona de libre comercio. A todas luces, los tres candidatos que estamos analizando se encuentran mucho más próximos a este último proyecto, con lo cual es una hipótesis sustentable aquella que sostiene que un posible triunfo de los mismos imprimiría un fuerte viraje a las iniciativas integracionistas de los últimos años.
Un cuarto aspecto que deberíamos mencionar se refiere a que los representantes de la nueva derecha no se muestran como exponentes de una contrarrevolución social, cuyos planes de gobierno supondrían arrasar con las políticas implementadas durante los últimos años, sino que atacan aspectos puntuales de los gobiernos presentes, principalmente apuntando al carácter autoritario de los mismos, o a una supuesta corrupción generalizada.
Les costó, pero tras varias derrotas electorales, estos nuevos exponentes conservadores han comprendido que resulta imposible ir abiertamente contra ciertos avances sociales, sino es a condición de enfrentarse con las mayorías beneficiadas por los mismos. Incluso más: no son pocas las veces en que los candidatos de centro-derecha se manifiestan públicamente a favor de políticas sociales implementadas por los gobiernos actuales. En ese sentido, es posible sostener que, más allá del horizonte de continuidad incierto para las gestiones que hoy se encuentran en el poder, los mismos han logrado imponer una “nueva agenda social” que, además de haber corrido el escenario político algunos grados hacia la izquierda, está en claro contraste a lo sucedido durante las décadas neoliberales.
Finalmente, como quinto y último aspecto, es necesario remarcar los estrechos vínculos que los candidatos de la nueva derecha mantienen con los medios de comunicación concentrados, en una relación de mutua conveniencia. La política comunicacional de los gobiernos de Argentina, Venezuela y Ecuador se ha propuesto atacar el monopolio ejercido por los consorcios mediáticos durante años, a partir de la implementación de nuevas leyes que democraticen los espacios radioeléctricos en los respectivos países. Como es de prever, ello ha provocado el encono de las empresas mediáticas, acostumbradas a actuar sin reparos durante las últimas décadas.
Como muchos otros sectores que han visto limitados algunos de sus privilegios durante los últimos años, los grandes grupos mediáticos apuestan a que los representantes de la nueva derecha vuelvan a garantizarles sus viejas prerrogativas. En esa dirección, han puesto sus multimedios al servicio de los mismos. El resultado: los candidatos de la nueva derecha deben más su lugar a los sets de televisión y a las páginas de los diarios, que a la voluntad de las bases sociales de erigirlos como representantes de ellas. Por esa misma razón, gran parte de su discurso político adquiere la forma de lenguajes audiovisuales creados en los laboratorios del marketing.
4. Algunas conclusiones parciales
Hemos visto que, tras años de supremacía indiscutida de las fuerzas progresistas en Argentina, Venezuela y Ecuador, la centro-derecha –con nuevos referentes y nuevos partidos– comienza a mostrar claros signos de recuperación, evidenciado en las últimas contiendas electorales en los tres países analizados.
Al mismo tiempo, observamos que dicha recuperación supuso la implementación de una serie de elementos novedosos que se inscriben, de manera más general, en un proceso de renovación del espectro político conservador. En ese sentido, este espacio político, tal como sucedió con la centro-izquierda que accedió al poder, también se ha visto afectado por la crisis política que acompañó el estallido del entramado neoliberal entre fines del siglo pasado y los primeros años del presente.
A mitad de camino entre los diagnósticos triunfalistas que desconocen la contraofensiva conservadora y aquellos que, abrumados por el derrotismo, consagran ya un triunfo anticipado de la misma, creemos que dicha recuperación de la centro-derecha le imprime un nuevo pulso a la región, atravesada desde hace algunos años por la tensión central entre un pasado que se resiste a morir y un futuro que no termina de nacer.
Lejos de amedrentarse, las fuerzas progresistas en el poder deberían leer la recomposición del espacio conservador, como un llamado de atención para recuperar la iniciativa y redoblar los esfuerzos en pos de continuar avanzando en la construcción de sociedades más justas e igualitarias.
Bibliografía
- Mouffe, Chantall, En torno a lo político, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007.
- Vázquez, Federico; Damoni, Emanuel y Flores, Emiliano, Integración o Dependencia, Buenos Aires, Ediciones Continente, 2012.
- Pachano, Simón, Calidad de la democracia y colapso de partidos en Ecuador, FLACSO, 2008.
- Sartori, Giovani, Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza Editorial, 2008.
Notas
i Simón Pachano, Calidad de la democracia y colapso del sistema de partidos en Ecuador, FLACSO Ecuador, pág 15
ii http://elestadista.com.ar/?p=3462
iii “No hay forma de lograr que nuestro país salga adelante si el pueblo continúa dividido”, dijo Capriles al cierre de su campaña para presidente, en febrero de 2013 http://www.europapress.es/internacional/noticia-capriles-asegura-hay-quien-quiere-pais-siga-dividido-llama-dialogo-20140419141135.html. Por su parte, tras ganar las elecciones legislativas en 2013, Massa sostuvo que: “La sociedad empieza a elegir la idea de no estar todo el tiempo en la lógica de la confrontación y quiere un país en paz y armonía, con respeto por el otro”http://www.infolatam.com/2013/08/12/sergio-massa-llama-a-pasar-pagina-en-la-politica-argentina/. Finalmente, tras hacerse con la alcaldía de Quito, Mauricio Rodas sostuvo: “Siempre estaré abierto al diálogo y espero tener una buena relación constructiva con el alcalde de Guayaquil y con todos los alcaldes del país. Espero tener un diálogo sistemático y permanente porque hay muchas ideas que intercambiar y muchas buenas prácticas” http://www.elmercurio.com.ec/420645-la-entrevista-a-mauricio-rodas-alcalde-electo-de-quito/#.U1RsTPl5Pvw
iv http://www.contrainjerencia.com/?p=83561
v http://www.infobae.com/2014/03/28/1553418-massa-a-partir-del-2015-se-viene-una-nueva-etapa