24 ago 2015

DEMOCRACIA Y MEDIOS

ARGENTINA

¡Esto es dictadura, salames!

Hay en América Latina un pésimo uso de la categoría dictadura por parte de los medios de comunicación dominantes y los llamados “formadores de opinión” que en ellos se expresan.Desde Venezuela hasta Argentina, repiten de modo sistemático que los actuales de gobiernos populares son “dictaduras”. Los Jorge Lanata y las Mirta Legrand lo expresan abiertamente, aunque nunca explican la contradicción que supone la libertad que tienen para hacerlo. Gritan que hay miedo, que no existe la libertad de expresión, ¡pero no lo hacen en reuniones clandestinas, sino en los medios de mayor difusión del país!


Y así van anestesiando a la opinión pública e introduciendo en el sentido común la idea de que vivimos una dictadura, que en todo caso sería una “dictadura populista de los votos”, una “dictadura de la mayoría”. Votos y mayoría popular, dos elementos fundamentales de la democracia que, al parecer de algunos de los genios de la comunicación, caracterizan la “dictadura”. ¿Qué será la democracia para ellos?


Pero no, dictadura es otra cosa. Es, por ejemplo, la Noche de los Bastones Largos, un hecho que ocurrió un día como hoy pero hace casi medio siglo. Eso era dictadura.


El 29 de julio de 1966, la entonces la Dirección General de Orden Urbano de la Policía Federal Argentina (PFA) desalojó a garrotazos a estudiantes, profesores y graduados que ocupaban las sedes de cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires. La PFA había sido intervenida un mes antes por la dictadura de Onganía (esta sí, “democracia” para los medios) y recibió órdenes en el sentido de reprimir duramente.


Claro que Onganía duró poco y diez años más tarde llegaría el Proceso de Reorganización Nacional, una dictadura aún más brutal que la de Onganía y todas las anteriores.


Pero Onganía logró su objetivo, que era iniciar la decadencia cultural y académica en nuestro país, condición necesaria para el sometimiento al neoliberalismo que asomaba y que mostraría su horrible cara en 1976. Cientos de profesores y científicos fueron forzados a emigrar, generando una fuga de cerebros que no hizo más que acentuarse hasta entrados los años 2000 y que únicamente pudo empezar a revertirse en la actualidad, bajo el gobierno que los medios llaman “dictadura”; desde 2003, ya han sido repatriados más de mil científicos.


El proyecto Clementina estuvo entre los muchos que fueron desmantelados por la dictadura de Onganía. Se trataba de una computadora, nada menos que la primera de América Latina. Los militares golpistas ―que solían hablar de escudo y bandera, y a la Patria hacer traición― no podían permitir que nuestro país desarrollara un proyecto así. Las computadoras debían ser monopolio de las potencias occidentales, sobre todo de los Estados Unidos, a cuyos intereses los milicos cipayos servían de hecho. De ahí la Noche de los Bastones Largos, de la necesidad de truncar el desarrollo científico de una Argentina que pintaba para potencia mundial tras avanzar mucho con el peronismo.


Aquello, salames, fue dictadura de verdad. Lo que tenemos en Argentina en la actualidad es democracia, una democracia popular que supo restituir la dignidad de los científicos, artistas e intelectuales en general. Pero como los Lanata, las Legrand y los loros que los repiten no son científicos, artistas ni intelectuales, concluyen que vivimos en dictadura. En su mediocridad, ¿a qué otra conclusión podrían llegar estos formadores de opinión del medio pelo?


La “contribución” de la dictadura de Juan Carlos Onganía a la educación pública: bancos de la Universidad de Buenos Aires listos para hacerse leña y más de 300 científicos expulsados del país.