Argentina y el Síndrome de Estocolmo
Por Roberto Samar *
El director de Medios Públicos, Hernán Lombardi, señaló que “la visita de Obama significa que volvemos al mundo”. Por su parte, para Martín Lousteau: “La visita de Obama significa que Argentina está en la agenda internacional”.
Lamentablemente, cuando nos pensamos tendemos a interpretar nuestra realidad desde la mirada de quienes nos dominaron. Esa es la agenda y el mundo que nos proponen. Pero no es nuevo:
Según la publicación Racismo, del Inadi, “la construcción del Estado-nación argentino de finales del siglo XIX (1880-1910) implicó una postura selectiva y racista sobre la forma en que se conformaba la sociedad tanto a nivel cultural como a nivel poblacional. La conformación de la identidad nacional no estuvo lejos del paradigma eurocéntrico de la época que apelaría cada vez más a la biología y a pensar estas divisiones en términos de ‘razas’”.
Para ilustrar cómo estas marcas siguen presentes, nuestra Constitución Nacional en su artículo 25 sostiene que “el Gobierno federal fomentará la inmigración europea”. Estableciendo así una jerarquía entre las personas migrantes.
Esta mirada racista idealiza a Europa y coloca en un lugar inferior a los países hermanos de la Patria Grande; con quienes padecimos los mismos genocidios, el mismo sometimiento de imperios y la misma dominación cultural.
Esta idealización de Europa, según Arturo Jauretche, es la madre de todas las zonceras. La dicotomía: Civilización o Barbarie. “Plantear el dilema de los opuestos Civilización y Barbarie e identificar a Europa con la primera y a América con la segunda, lleva implícita y necesariamente a la necesidad de negar América para afirmar Europa, pues una y otra son términos opuestos: cuanto más Europa más civilización; cuanto más América más barbarie”.
El Síndrome de Estocolmo que vivimos, ese fuerte vínculo afectivo con quien nos somete, se actualiza con nuevos imperios.
En ese sentido, Estados Unidos creó la Escuela de las Américas donde se instruía la doctrina de la Seguridad Nacional. Ahí estudiaron los dictadores Leopoldo Fortunato Galtieri y Roberto Eduardo Viola. También el ex jefe de la Dirección de Inteligencia chilena durante la dictadura de Augusto Pinochet, Manuel Contreras.
El ex jefe de la DINA pinochetista es considerado uno de los principales impulsores del Plan Cóndor, nombre por el cual se conoció a las operaciones clandestinas que llevaron adelante en forma conjunta los diferentes servicios de inteligencia de las dictaduras del Cono Sur.
Actualizando la mirada, Noam Chomsky señala “desde el año 2000 ha habido tres golpes militares en América latina. Uno en Venezuela en 2002, apoyado fuertemente por los Estados Unidos, pero que fue derrocado rápidamente por la reacción popular. El segundo fue en 2004 en Haití, instigado por los Estados Unidos y Francia, los torturadores tradicionales de Haití. Y ése tuvo éxito, pero Haití es un estado muy débil. El tercero fue en Honduras, de nuevo, un Estado muy débil. El ejército derrocó al gobierno electo, ligeramente reformista. La mayor parte del hemisferio se opuso enérgicamente, pero el gobierno de Obama prácticamente apoyó y legitimó las elecciones bajo el régimen militar.”
Como conclusión, como sostiene Taty Almeida, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora: “EE.UU. debería pedir perdón por la complicidad con los golpes de estado en la región”.
Paralelamente, nosotros como sociedad deberíamos superar nuestro Síndrome de Estocolmo y dejar de idealizar a quienes nos dominan y someten. Tendríamos que volver a construir nuestras propias agendas a partir de los sueños colectivos del pueblo e integrar el mundo desde acá. Desde la Patria Grande que soñaron San Martín y Bolívar.
* Licenciado en Comunicación Social. Docente de la UNRN.