ACORRALADO
Cayó el jefe de la banda de golpistas
Cunha optó ayer por el tono heroico al expresar su “orgullo” de haber comandado la destitución de la presidenta Dilma Rousseff. Hay muchas razones que explican la renuncia y un sinfín de especulaciones sobre lo que vendrá.
Cunha y su larga sombra de sospechas de corrupción y de haber conspirado contra Dilma porque no lo protegió.
Por Darío Pignotti
Página/12 En Brasil
Desde Brasilia
Cayó el “Boss”. Eduardo Cunha, conductor del golpe parlamentario en curso contra Dilma Rousseff, presentó ayer su renuncia a la presidencia de la Cámara de Diputados en el Salón Verde del Congreso, rodeado por seguidores entre los que había algunos de camisa y corbatas negras.
En su discurso apeló por momentos al registro melodramático cuando lloró por su mujer, Claudia Cruz , una ex conductora de la TV Globo imputada con pruebas de haber realizado viajes de compras por tiendas caras de París, Roma y Nueva York con dinero originado en el esquema de corrupción montado en perjuicio de Petrobras.
Un engranaje de sobornos, lavado de dinero y enriquecimiento ilícito donde el ahora ex presidente de Diputados era una pieza central.
En otro momento de su despedida, Cunha optó ayer por el tono heroico al expresar su “orgullo” de haber comandado la destitución de la presidenta del Partido de los Trabajadores, por el cual siente un odio hepático.
En eso no mintió, porque fue él quien guió a sus seguidores incondicionales para que votaran por la apertura del impeachment en aquella sesión del 17 de abril pasado, transmitida en cadena nacional de medios privados, cuando 367 diputados se pronunciaron contra Dilma y 137 por la estabilidad democrática.
Esa sesión quedará en los anales como el momento más alto del poder de Cunha, antesala del ascenso al Planalto de su correligionario, el ahora presidente interino Michel Temer, y uno de los episodios bochornosos de la historia republicana reciente.
El abogado José Eduardo Cardozo, defensor de la presidenta en el impeachment que se sustancia en el Senado, sostuvo que los dichos de Cunha confirman que éste promovió el juicio por razones políticas y venganza, y que fue un pretexto la violación de las leyes de Presupuesto y Responsabilidad Fiscal.
Cardozo anticipó que el discurso será anexado a la defensa en el juicio político que posiblemente concluirá en agosto, durante o poco después de finalizadas los Juegos Olímpicos en las que Dilma planea denunciar al mundo que fue víctima de un golpe.
Un paréntesis: se sospecha, hasta ahora sin pruebas, que aquella holgada mayoría que votó por el impeachment en Diputados fue en parte comprada por Cunha con dinero del “Petrolao” y acaso con algún refuerzo aportado por grupos de interés hartos de los 13 años de gobiernos petistas. Por ahora eso no pasa de ser un rumor que muchos consideran plausible.
Finalmente, ayer el militante evangélico Cunha cerró su alocución de siete minutos con una frase parecida a la pronunciada aquel domingo de abril que marcó el inicio del fin de Dilma: “Que Dios bendiga a la Nación”.
Hay muchas razones que explican la renuncia y un sinfín de especulaciones sobre lo que vendrá en un escenario político inestable marcado por un gobierno de excepción, que posa de constitucional, y el fin del immpeachment que se tramita en un Senado dominado por los adversarios de Dilma, el PT y Lula.
El primer motivo que obligó a la renuncia fue la situación legal de Cunha, dado que es reo en el Supremo Tribunal Federal. Se le imputa, entre otros cargos, el haber cobrado millones de dólares de sobornos para facilitar contratos de Petrobras y ocultarlos en cuentas de bancos suizos, que fueron descubiertas por la Justicia de aquel país, que envió toda la documentación correspondiente.
Para la Procuraduría General de la República, Cunha no sólo tendría que perder el foro privilegiado sino que debería estar preso, puesto que a pesar de su desgaste continúa operando, como los jefes mafiosos que exigen fidelidad a sus subalternos, a los que amenazan o chantajean con delatarlos.
Se dice que si el “boss” –así lo apodan algunos, otros lo comparan con el Frank Underwood de la serie House of Cards– pierde el fuero especial y va preso, podría optar por una “delación premiada” que arrastraría a su correligionario Temer, ambos del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
Por lo pronto, la renuncia presentada por Cunha es a la jefatura de la Cámara baja, no a su condición de legislador, algo que puso en alerta a parlamentarios del PT, como la diputada Maria do Rosario, que huelen una maniobra para garantizar el foro especial y la impunidad del socio de Temer.
En todo caso la salida, aunque sea parcial, del personaje que encarnó la furia antipetista no es una mala noticia para Dilma ni para quienes trabajan junto a ella para retornar al gobierno.
“Cunha y la gente que comanda el golpe representan una regresión gramsciana en nuestro país, un salto atrás civilizatorio.” La frase es de una fuente cercana a Dilma dicha durante una conversación informal con este diario en el Palacio de Alvorada ocurrida el miércoles. “Ellos no quieren sólo sacar a la presidenta, quieren empujarnos hacia el atraso civilizatorio, son homofóbicos, militaristas, son enemigos de las políticas de inclusión racial, quieren empujarnos al orden que había antes de la recuperación democrática”, abundó la misma fuente.
La conversación ocurrió en una oficina contigua a la sala de la planta baja de la residencia donde están las dos bicicletas presidenciales, una con ruedas más anchas para cuando quiere hacer más esfuerzo, otra con ruedas más angostas.
Ese miércoles la dueña de casa había recibido en Alvorada a su compañero Luiz Inácio Lula da Silva para conversar sobre los pasos a seguir en la contienda para restablecer el orden democrático.